jueves, 30 de septiembre de 2010

Apuntes para después de una huelga


1) Una chica guapa es mejor que una fea.
2) Una pierna es mejor que un brazo.
3) Un dormitorio es mejor que un cuarto de estar.
4) Una llegada es mejor que una partida.
5) Un nacimiento es mejor que una muerte.
6) Una persecución es mejor que una conversación.
7) Un perro es mejor que un paisaje.
8) Un gatito es mejor que un perro.
9) Un bebé es mejor que un gatito.
10) Un beso es mejor que un bebé.
11) Que alguien se caiga de culo es mejor que todo lo demás.

Las reglas de Preston Sturges para una comedia de éxito, de la autobiografía de Billy Wilder 'Nadie es perfecto'.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Eckermann


Yo creo que al pobre JP (Eckermann) todos le tratamos con la misma condescendencia con la que le debía de tratar Goethe, según se trasluce en el libro de conversaciones más famoso de la historia de la literatura, después de los diálogos de Platón (que, por otro lado, son otra cosa completamente diferente). De las Conversaciones con Goethe tenemos una muy solvente edición íntegra en castellano gracias al Acantilado y a Rosa Sala, e imagino que todos sus lectores hacen como yo, que de vez en cuando lo cogen, lo abren por cualquier lado y lo leen perezosamente durante unos días. A mí me parece inverosímil que nadie haya hablado nunca como lo hace Goethe en este libro, pero también es cierto que no es obligatorio que siempre se haya hablado como se suele hacer hoy día, cuando el lenguaje parece haber decidido regresar al momento en que apenas se diferenciaba del aullido pre-humano (sí, ya sé que parezco un viejuno reaccionario).


Total, que no me había leído la introducción autobiográfica de Eckermann hasta hoy. Allí he descubierto que el interlocutor del desconcertante genio alemán nació más pobre que las ratas, en una familia perteneciente a lo que sólo puedo describir como proletariado campesino. Según cuenta Eckermann, un hecho en su adolescencia dio un giro radical a su vida. Dentro del género "acontecimientos fundacionales que marcan la vida de su autor", el que narra Eckermann es destacable porque, sin duda, es el más modesto de la historia de la literatura: una noche su padre regresa de un viaje con un paquete de tabaco con la imagen de un caballo. "La imagen de este caballo me gustó mucho y, como casualmente tenía a mano pluma, tintero y un trozo de papel, se apoderó de mí un impulso irresistible de copiarla. (...) Cuando hube terminado me pareció que mi reproducción se asemejaba en todo al modelo, y saboreé una felicidad hasta entonces desconocida. (...) Pasé la noche casi insomne, sumido en una feliz excitación. No cesaba de pensar en mi caballo dibujado y esperaba la mañana con impaciencia para volver a tenerlo ante mi vista y complacerme en él."

lunes, 27 de septiembre de 2010

De vuelta a Madrid



Como Antonio y Mercedes viajan en Preferente, tienen derecho a cena y periódico, y como yo soy envidiosillo, me pido un brandy en la cafetería del tren, para no ser menos que Antonio.
Me pasan sus periódicos, y leo en El País un artículo de Boyero que necesita un proceso de traducción para ser cabalmente entendido (bueno, lo de que no se vio la peli de Raúl Ruiz porque le coincidía con la comida se entiende perfectamente): donde comenta que el Festival de San Sebastián está en crisis, y que necesita un urgente cambio de rumbo para sobrevivir, cambio que espera venga de su director nuevo, al que colma de elogios, hay que leer: este año me habéis cambiado de hotel, me habéis puesto en el Orly y me habéis sacado del Londres, cosa que considero una afrenta imperdonable, así que para el año que viene ya me estáis devolviendo los galones (habitación en el Londres) o veréis la que os espera.


En El Público leo que Raya Martin ha sido el miembro del Jurado que ha conseguido que Aita y La mezquita estén en el Palmarés. Las dos películas tienen en común que giran alrededor de un espacio, la casa familiar en el primero y la mezquita del título en el segundo. También son similares en la insuficiencia de la propuesta: ambas fían mucho a la brillantez del punto de partida. Ya escrbí de La mezquita, que, por otra parte, tenía muchos puntos interesantes. De Aita se puede decir que, a ratos, uno tiende a pensar que está viendo un film de autor entendido eso como un género tan codificado como el porno: planos fijos, adelgazamiento narrativo extremo, actores no profesionales, preciosismo en la fotografía hasta la extenuación. Como los planos duran tanto te puedes entretener enumerando las referencias, que algunas están chupadas: El espíritu de la colmena, Tren de sombras...; a mí la que más me gusta es la cita del plano final de Primavera tardía, aquel en el que Chisu Ryu se pelaba una manzana, uno de los planos más sencillos y hermosos de la historia del cine. Como Aita es cine radical, el protagonista se pela la manzana y se la come entera. El centro del film es un enorme caserón vasco que resulta ser la casa familiar del director. Majestuosa en plano general, cuando la cámara se acerca a ella o se pasea por el interior (lo de pasearse es una forma de hablar, porque lo único que se mueve de vez en cuando es el guardés de la finca, que abre todas las puertas y todas las ventanas de la casa a ritmo parsimonioso, que al fin y al cabo no tiene otra cosa que hacer) atestigua el imparable declive del inmueble, parejo a la fragilidad de toda huella de actividad humana, aquí representada en una serie de películas fundacionales de la cinematografía vasca que se proyectan en las paredes y que se encuentran en un estado de deterioro que las aproxima a la desaparición.


Se puede leer Aita como una película de fantasmas, o como una relectura de La caída de la casa Usher en versión vasco-bucólica (nada de rollitos enfermizos de romanticismo incestuoso). El guardés le da al palique con un cura que le visita de vez en cuando, unas conversaciones que tienen un punto entre burlesco y sublime con cierta gracia (hay una que está muy bien acerca de como los muertos conservan el sentido del oído después de fallecer, los conductos auditivos siguen mandando impulsos al cerebro que éste, obviamente, ya no es capaz de decodificar), pero ya me contó Miñarro que había muchas más que se suprimieron, no fuera a ser que los personajes se adueñaran del film y pasara como en El Quijote, y que les saliera una peli divertida y poco radical.



Últimas fotos en Sanse





La Foto con Juan Zavala el último día de los encuentros Zabaltegui está desenfocada (obviamente), pero como es la única que hay de tan magno acontecimiento prevalece su (inmenso) valor testimonial por encima de cualesquiera defectos de forma.
Las otras corresponden a la última sesión de pinchos (pintxos en euskera) del Festival, en la muy agradable terraza del Victoria Eugenia. Cristina sale dos veces porque su rostro me encanta.



El gran Rufino


El gran fichaje de este Sanse ha sido Rufino, redactor de Sociedad del programa Corazón, que no había venido nunca a un Festival de Cine y tampoco conocía a nadie del equipo de TVE, y que, como en los cuentos de hadas, ha acabado convirtiéndose en el héroe de los que organizamos el operativo (y escribimos este blog), que nunca olvidaremos su discreción, simpatía, inteligencia y solvencia para solucionar problemas sin dar la paliza a nadie; como sería la cosa que hasta Paul Giamatti se lo tropezó en las máquinas de café de las catacumbas del Kursaal durante la gala de clausura y le pidió que se hiciera una foto con él (como demuestra este incontestable documento gráfico, también llamado foto), que así se difunden de rápido las famas en nuestros días.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Palmarés

Como no he visto casi ninguna película de la Sección Oficial no puedo decir mucho de los premios. No me interesaba Neds antes del Festival, ni me interesa ahora, José Fernández me cuenta que el FIPRESCI a Genpin ha sido pateado en la rueda de prensa de lectura del palmarés, lo que me llena de alegría. Resulta que Genpin, por otro lado, ha concitado un rechazo considerable entre el público femenino, tal vez irremediablemente condicionado por la desconfianza hacia el goce de esa exacerbación del puritanismo protestante que es el discurso feminista.


A Raúl Ruiz le han dado el de mejor director, que por extrañas razones en un festival de cine no está especialmente bien considerado. De los premios actorales no opino, porque no conozco su trabajo. Ha sido un festival normalillo, aunque la idea es que ha estado bajo mínimos, porque ha habido poco rollito mediático. Creo que Genpin y Misterios de Lisboa justifican con su presencia un certamen cinematográfico, suponiendo que cosas así de raras tengan que existir.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Vuelve Mercedes














Aquí salimos en la postura más habitual durante el festival, colgados del móvil, si bien la actitud es palmariamente diferente.

Miñarro & Abbas

Unas fotos para que se vea con quien me codeo, el flamante productor de Apichatpong (y de Oliveira), y director de Family strip, película de la que somos fans en este blog.





Aquí abajo fotografiado por Miñarro.

Primicia: los míticos Sergios, nuestros top cámaras, flanquean a Cristina.







jueves, 23 de septiembre de 2010

Más fotos


La fiesta del gran Vázquez. La foto es estupenda, las cuatro chicas tienen expresiones diferentes.

Aquí parezco un acosador, pero Cristina sale bastante bien. En realidad, le estaba describiendo pormenorizadamente la filmografía de Raúl Ruiz, película a película, de ahí su rostro arrobado.



Ainoha se lleva la mano al pecho ante la emoción indescriptible que la embarga al saber que va a ser inmortalizada en el blog menos leído de la blogosfera.



Cristina con Kursaal al fondo.



Misterios de Tailandia


Quiso la suerte y el azar que el mismo día que me desayunaba con Kawase y su extraorinaria Genpin pudiera ver Misterioso objeto al mediodía, el primer largo de Apichatpong Weerasethakul, rodado antes de que nuestro director tailandés favorito se pasara al mainstream y se convirtiera en autor de masas (que eso es lo que parece Tropical malady al lado de esta fascinante marcianada).
Digo lo de la casualidad porque Apichatpong y Kawase me parecen las apariciones cinematográficas más deslumbrantes de la presente década (es cierto que comenzaron en los noventa, pero como no he visto sus trabajos de esos años no quiero que ese dato me estropee el comentario).
Como con el resto de su filmografía, la propuesta de este film es desconcertante y bastante hermética, pero cuando consigues entrar es absolutamente hipnótica. La película comienza con un larguísimo plano por las calles de lo que debe de ser una populosa barriada de alguna ciudad tailandesa, acabamos en los arrabales donde la cámara se centra en una vendedora ambulante de fast food a lo oriental, que cuenta una historia personal bastante triste (fue vendida por sus padres para que estos pudieran comprarse un billete de autobús y volver a su hogar), y a continuación una voz en off le pide que cuente cualquier historia que se le ocurra.
Ella comienza a hablar de dos personajes, a continuación vemos a esos personajes (un paralítico y la profesora que lo cuida), a partir de ese momento diversos niños por toda Tailandia continúan el cuento a la manera demencial en que ocurren estas cosas en las clases de idiomas: que si viene un extraterrestre, que si huyen, que si alguien se convierte en un gigante. Generalmente estás perdido acerca de lo que ves (¿es alguien narrando o es lo narrado?), se insertan imágenes asignificantes que no tienen nada que ver con ninguno de los hilos, cada vez diferentes actores interpretan a los protagonistas del cuento, y los fragmentos son ficcionalizados en estilos completamente diferentes, abarcando un abanico de géneros casi infinita (desde canciones populares hasta realities shows, pasando por lo que deben de ser formas tradicionales tailandesas de teatro).
El estilo es absolutamente apichaponesco, pero intentaba ponerme en la mirada de los espectadores que vieron esta deslumbrante excentricidad antes de que Weerasethakul fuera la actual estrella del cine de autor que es, y, sinceramente, soy incapaz de imaginar lo que hubiera pensado viendo esto hace diez años.

Genpin: el goce y lo sublime

En su fulgurante comienzo la cámara de Genpin se desplaza capturando los rayos de sol que se filtran entre los árboles mecidos por el viento, hasta que descubrimos una casa tradicional de madera de la que nada sabemos; luego nos muestra un diminuto fuego y un hilo de agua que cae de un caño. Tras este repaso humilde por los cuatro elementos emerge, como una epifanía, el primer plano del rostro de un bebé que acaba de nacer, frágil y sublime. Recuperar la asombrosa belleza del proceso del nacimiento es es el empeño de Genpin, un documental que gira sobre una clínica japonesa especializada en parto natural.



El "héroe" del film es el doctor Yoshimura, un veterano tocólogo entregado a una cruzada contra el tratamiento agresivo que sufren las embarazadas en la medicina moderna, consideradas habitualmente como enfermas potenciales (recordaba viendo Genpin a Susana declarando contantemente que ella estaba embarazada y no enferma), e intentando articular un discurso que devuelva el carácter sagrado que la mujer embarazada ha tenido en todas las culturas, empeño cuya dificultad queda de manifiesto en la película por el carácter muchas veces naif, y rayano con el oscurantismo, que a menudo tienen sus palabras.




Sin embargo, al igual que las palabras que el chamán de La eficacia simbólica pronunciaba en el momento de un parto difícil, los discursos de Yoshimura tienen un manifiesto efecto positivo en sus pacientes, cuyos rostros y testimonios persigue infatigablemente la cámara de Kawase. El doctor explica constantemente que un embarazo forma parte integral del sublime ciclo de la vida, y que lejos de ser un hecho traumático es el acontecimiento más hermoso que a un ser humano le es dado conocer. Así, pone a sus chicas a trabajar en huertos o a limpiar la madera, y tenemos esa divertidísima imagen de una embarazada fuera de cuentas que parte un tronco de un hachazo descomunal.

(Hay que decir en su descargo que, aunque se pasa la peli cantando las glorias de la vida natural, el protagonista está lejos de ser un chalado, y vemos como sus embarazadas son sometidas regularmente a chequeos con aparatos de avanzada tecnología, y que cuando un parto es complicado la madre es enviada a un hospital)




Si bien es fácil tener prevenciones en el comienzo de Genpin, cuando todo parece maravilloso y los rostros expresan felicidad, la fina decantación de las apariciones de las protagonistas permite que, tras las primeras declaraciones de plenitud imaginaria, emerja el lado despiadado de lo real. Si la película comienza con mujeres que son incapaces de exponer la felicidad que las embarga, posteriormente será el dolor el que, en algunos momentos asombrosamente hermosos, quiebre sus palabras. Kawase alterna el sonido de la voz humana con la de la naturaleza, y como es habitual en ella integra el actuar humano en la cíclica evolución de la naturaleza (aunque sea en su vertiente más agresiva, como esa excavadora que arrasa una zona del jardín).


Se nota que Genpin está rodada por una mujer (y creo que si fuera el documental de un hombre la película sería un escándalo mayúsculo) en las escenas de parto que vemos. Lejos de esa voracidad visual que a menudo tiene la mirada masculina (pulsión escópica en el argot de este blog), Genpin se detiene en el asombro o preocupación que reflejan los rostros de los acompañantes, o mejor en el desconcierto de esos niños que asisten a esa explosión de goce en el rostro de sus madres, y filma el parto en un plano general, integrando en la imagen tanto el alumbramiento como la cara de la madre desencajada, y ese momento absolutamente maravilloso en el que niño acaba de nacer y es depositado, por primera vez, en el regazo de la madre, es acompañado por el grado cero de la palabra, gritos y gemidos que remiten a un goce primigenio y anterior al discurso.


Una de las cosas más desconcertantes de Genpin es la emergencia explícita, al final, de la propia voz de Kawase, que expone un elaborado discurso de apoyo a la filosofía de Yoshimura; todo lo contrario de un cierre definitivo de los testimonios o de la aparición de un amo del discurso que ancle el sentido de lo que hemos visto, más bien la necesidad o el impulso de participar, o acompañar, a las palabras que han circulado por el film: también el goce tiene derecho a un texto sublime que lo nombre.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Kawase por Abbas


No sólo de Mercedes vive el blog





Cristina y Ainhoa


Abbas por Kawase




!Primicia absoluta!¡Que la envidia corra por doquier! Tras la entrevista a la gran Naomi Kawase, que hoy ha presentado en San Sebastián la maravillosa Genpin (me cuenta Weinrichter que la Kawase se ha mosqueado con Venecia y por eso ha venido a Donostia), le he hecho una foto y le he pedido que me haga una a mí, que no hay quien filme los rostros como ella. Y aquí tengo los resultados, que no pasarán a los anales de la fotografía, pero que servirán para agrandar mi ya expandido ego.

lunes, 20 de septiembre de 2010

La mezquita


La mezquita comienza donde termina Be kind, rewind (que Aouad-Said, el director, me contó que no conocía): una comunidad (un pueblo del Marruecos profundo del Sur) se reúne en una plaza pública para ver la película en la que todos han participado. Basada en acontecimientos reales (la filmación de otra película de Aouad -que aparece brevemente al comienzo- en esa zona), la anécdota que da origen al film es tan poderosa que parece inevitable rodarla: tras el rodaje los decorados son destruidos, salvo una mezquita de atrezzo, que ha acabado por convertirse en el espacio de rezo de los lugareños para desesperación del dueño de los terrenos, que se ve incapaz de recuperar sus tierras de labranza y para el que todo el conflicto se convierte en una obsesión devoradora.

La mezquita se mueve entre una consideración utópica del cine como un medio que posibilita una forma de cohesión comunitaria, y el carácter delirante que ese mismo medio puede aquirir merced a su poder sobre el imaginario de los espectadores. El decorado es mostrado profusamente desde el frente (la fachada, el punto de vista cinematográfico, que la identifica como una mezquita "de verdad"), y las bambalinas, (el entramado de telas y maderas que muestran que aquello es una simple tramoya); el espacio interior, el que supuestamente ha devenido sagrado, sólo aparece para que veamos como el supuestamente razonable imam que ha liderado el movimiento para el mantenimiento de la mezquita se dedica a chanchullos políticos con el candidato municipal que ha venido de Rabat.

La película no está mal, Aouad-Said deja espacio a sus personajes para que se muevan por deslumbrantes espacios apenas "mancillados" por construcciones de adobe (aunque un frágil poste de electricidad y alguna parábola nos recuerda que la modernidad llega a todos los sitios), aunque fía demasiado a la potente metáfora de la anécdota principal: uno tiene la sensación de que el film podía haber sido mejor con un poco más de radicalidad en el planteamiento, o más agresividad en el planteamiento de los conflictos.


Misterios de Lisboa


El tema de Misterios de Lisboa es la posibilidad de narar una historia decimonónica en nuestros días, no sólo en su aspecto narrativo (¿se puede todavía articular una narración alrededor de la búsqueda del padre?), sino también visual: ¿cómo filmar un mundo que sólo conocemos por la literatura, aunque creamos muy próximo?.

A Raúl Ruiz se nota que le gusta mucho la estructura folletinesca, pero conoce toda la historia posterior del cine y de la literatura. La manera en que filma con una cámara digital los desvelos de un huérfano en busca del Nombre del Padre (y del cariño de una madre) resulta fascinante, a medio camino entre el distanciamiento de la modernidad (Oliveira, claro) y el desmelene hipertrófico de la posmodernidad (algo que en cualquier caso siempre ha sido del gusto de Ruiz, con esa querencia por desquiciar las historias que cuenta, y que aquí, para mi gusto, le lleva al borde del abismo y casi hace descarrilar el film), que apunta a un relato infinito e imposible (por ejemplo, tras una escena de duelo fallido, cuando los personajes abandonan el campo, aparece un personaje del que nada sabemos y que se pega un tiro, otra línea posible que es abandonada inmediatamente -tal vez una alusión a la fiebre de suicidios románticos que extendió Werther por Europa- pero que alude a la indefinida proliferación de historias que cualquier espacio abre).

Si la primera parte contempla una narración folletinesca clásica, con saltos temporales y diversos puntos de vista que van aclarando los misterios del título y del relato, en la segunda se acumulan los puntos de vista de distintos personajes secundarios de la trama que cuentan una y otra vez historias similares (amores imposibles con finales má o menos trágicos), con lo que la peli entra en un bucle casi delirante (hasta los espacios en que ocurren las distintas tramas se parecen bastante). Finalmente el director vuelve a la trama central y recupera a los protagonistas centrales (tanto el huérfano que, al comienzo, sólo cuenta con un nombre de pila, Joao, como el padre Dinis, un sacerdote que va adquiriendo una coloración sobrenaturalmente fantasmática según avanza Misterios de Lisboa, y que a la postre se convierte en el mayor enigma del film) para cerrar el relato con una finta discutible, que aquí no vamos a desvelar.

Resumiendo: a mí me ha encantado.



domingo, 19 de septiembre de 2010

Los misterios de Raúl Ruiz


Así lucía esta mañana la Cocha cuando venía camino del Kursaal, donde escribo esta rápida entrada antes de meterme a ver unas de las películas más atractivas de la Sección Oficial, la descomunal (más de cuatro horas!!) Los misterios de Lisboa, de Raúl Ruiz, el divertidísimo marciano chileno que ha trabajado toda su vida en Francia bajo el paraguas protector de Paolo Branco, y al que Abbascontadas (o sea, yo, que ya hablo como los futbolistas) va a entrevistar esta tarde en exclusiva, porque, por razones ignotas, sólo da dos entrevistas: una a TVE, y otra al Diario Vasco. La verdad es que cuando me lo contaron ayer pensé que sólo dos medios habían pedido audiencia con el realizador, pero no, me acaban de confirmar que había una larga ristra de peticiones. Raúl Ruiz debe de estar mayor, porque no lo recuerdo yo como parco hablador precisamente (le entrevisté en Cannes y alguna vez le he oído hablar en la Filmo).

sábado, 18 de septiembre de 2010

Happythakyoumoreplease


La primera película que he visto en Sanse es un producto que parece sacado de un ordenador con un programa diseñado para producir artefactos indies, denominación que hace alusión a un género y no a una forma de producción. Un guión con menos aristas que una serie de José Luis Moreno, un reparto coral que te permite montar escenas cortas y resultonas, unos conflictos que hasta a Sarah Palin le parecerán conservadores...

No más treinteañeros con conflictos emocionales de adolescentes, por favor!!!!

(Ya sé que esto no es una crítica aceptable, pero imagino que es fácil hacerse una idea de lo plano de la propuesta)


El gran Vázquez

Esta mañana han desembarcado en San Sebastián los integrantes de la película 'El gran Vázquez' y a las 20:30 es la premiére, a la que tenemos la intención de ir unos cuantos. A mí me gusta mucho Vázquez y me sorprende que la mayoría de los que tienen interés en la película nunca habían oido hablar de él, como si fuera un ente que se ha materializado en el cuerpo de Santiago Segura.

Los aficionados al cómic conocen bien la figura del 'tío Vázquez': un dibujante que prolongó su vida, su fama y su personalidad en sus historietas casi autobiográficas, pero también un creador prolífico, de imaginación inagotable, y un sentido del humor descacharrante.

Espero que esta película deje a los espectadores con ganas de conocer la obra de Vázquez, y no se queden sólo con lo peor de la personalidad del autor, esa faceta trapisondista y fullera que, en el fondo y después del tiempo, hasta resulta entrañable.



Lecturas de Festival



"No tardé en observar que nuestra mente tiene la necesidad de extraerles un pensamiento a las cosas, y que de no hacerlo así todo acaba pasando de largo ante nuestra vista de forma indiferente y sin significado alguno."

J.P. Eckermann, Conversaciones con Goethe, Acantilado




"Una vez que se ha vuelto opaco y rígido, sin vacío ya para habitarlo, lo real se ve inhibido; y esa advertencia vale también (sobre todo) en el plano político: el exceso que lo traba es el de los reglamentos y prohibiciones que, al multiplicarse, acaban siendo una traba para la sociedad y hacen que uno no pueda evolucionar en ella a su gusto."

François Jullien, Tratado de la eficacia, Siruela

Tomas falsas (de Mercedes)


Aprovechando que he llegado tarde al cine (soy incapaz de entrar a una sala a oscuras, y he llegado 10 segundos tarde al pase de prensa de I saw the devil, del coreano Kim Jee-Woon) voy a colgar unas cuantas fotos de Mercedes no publicadas, más que nada porque en ellas salía con la cara de preocupación reconcentrada que, todo hay que decirlo, en ella es habitual. Pero ninguno de estos dos operarios/escaladores a los que se mandó a lavar la fachada del Kursaal el mismo día que teníamos que cablear el edificio para retransmitir la (soporífera) gala de inauguración es mi compañera.

Aquí probablemente se estaba imaginando las cientos de quejas que la esperaban en cuanto aparecieran las docenas de trabajadores encargados de la retransmisión. Entre ellas cabe destacar la de nuestro compañero Luis Expósito, que el día del ensayo general consideró "inhumano" que a uno le dieran dos bocadillos y una cerveza a las siete de la tarde durante la pausa (Luis ha pasado a ser conocido en el equipo de producción como "el inhumano").


Aquí sentía el horror vacui que la aqueja cuando está en espacios abiertos y no tiene una pantalla de ordenador, que es lo que le debe de gustar más en el mundo, porque se tira 15 horas así durante el Festival (cuando está en Madrid sólo se tira 8, pero porque la echan del despacho). Prácticamente esto es una primicia: una de las pocas instantáneas de Mercedes al aire libre (tomada, por supuesto, en el camino del hotel al garito de trabajo.



La sombra de una duda. Yo iba a escribir acerca del dibujo de las colchas del hotel Londres como una materialización perfecta del estilo pomposo y provinciano del establecimiento, pero Mercedes se descolgó con que, a ella, el patrón (diseño en el argot moderno) del estampado le encantaba.




Mercedes mira el plato que se acaba de servir en el bufet del desayuno. Su infatigable mente, en un microsegundo, detecta que:
a) Se ha echado demasiada comida (Mercedes siempre tiene hambre pero siempre se echa comida de más en el plato).
b) No soporta que la comida se desperdicie (ética rural de subsistencia).
c) Tiene que idear una estrategia para convencerme que la tostada o la mininapolitana que ya sabe que va ser incapaz de comerse y que quiere traspasar a mi plato es un obsequio y no las sobras de su desayuno.
d) Sabe que me voy a mofar de ella y ya está ideando su contraataque dialéctico.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Espacios desconocidos



Boyero ha expandido la idea de que un festival de cine es una tortura en la que uno está obligado a ver una cantidad enorme de películas al día (dos o tres), en algunos casos incluso hasta el final, siempre que sea interesante y no coincida con la reserva de mesa en el mejor restaurante de la ciudad (Boyero viaja con gastos pagados), y luego, encima (dado que a uno le pagan por ello) hay que escribir sobre las mismas. Es cierto que él tiene dos modelos de críticas, uno en el que pone a caer de un burro a la patulea de modernillos y gentuza a quienes les gusta las pelis que a él no le gustan, y otra que guarda para los films de Clint Eastwood y que debe de haber guardado de los tiempos de Ford, en que cuenta que ese es el cine que le gusta a él y a los que son como él, o sea, los buenos, por lo que no debe de tardar demasiado en cambiar los nombres del director y de la peli.
Pero los afortunados que tenemos muchas otras cosas que hacer disfrutamos de privilegios como el de convertir el muelle de carga del Kursaal en nuestro segundo hogar. Aquí descargamos los camiones con toneladas de material (cabinas de edición, cámaras, grúas), metemos y sacamos todo tipo de artilugios constantemente y nos peleamos con el resto de los transportistas por hacernos con las plataformas elevadoras que nos ahorran alguna hernia discal (si bien he de decir que yo rara vez cargo con peso, porque para eso contrato ayudantes).