miércoles, 27 de noviembre de 2013

Una guionista olvidada




Frederica Sagor-Maas (1900-2012), hoy en el olvido como otros muchos pioneros del cine mudo, fue guionista en docena y media de películas de los años veinte y treinta, cuando en Hollywood daban sus primeros pasos William Wyler, Josef von Sternberg o Erich von Stroheim.
En su biografía, escrita a la edad de 86 años, describe el funcionamiento de los grandes estudios cinematográficos por los que pasó, las miserias tras los oropeles, los sueños rotos, los declives y olvidos. La crítica de los derroches y abusos que sufrió o fue testigo se alterna con los recuerdos de sus orígenes familiares (hija de judíos rusos emigrados a los USA) en un telón de fondo de acontecimientos históricos: los locos años veinte, el "crack" del 29, la Gran Depresión, la llegada del sonoro, la II Guerra Mundial, la Caza de Brujas…

Culta, inteligente, independiente, sus observaciones están inevitablemente sesgadas por su condición de género, un obstáculo en una profesión dominada por los hombres. Después de muchos reveses laborales y sufrir cómo “colegas” masculinos se apropiaban impunemente de sus ideas, amparados por el statu quo dominante, decidió dejar el mundo del cine. Una veinteañera ambiciosa y genial que transitó por caminos llenos de trampas y que nos permite hacer, gracias a sus vivencias, una reflexión emocionante sobre la autonomía emocional y laboral de una mujer del siglo XX.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Top ten 2013



Este fin de semana me he entregado a una de las ocupaciones más tediosas que en mi trabajo se pueden dar, que es acercarse a Huelva para coordinar el envío de la señal de la gala de clausura del festival de cine iberoamericano a Torrspaña para su posterior emisión a indecentes horas de la madrugada. Desde luego. el festival ha conocido mejores tiempos, y la misma noche del palmarés me encontraba en la emisión del canal 24 horas de TVE rótulos con la vencedora de Gijón y nada sobre Workers, que es la peli mexicana que se ha llevado el lo que sea de oro que se da por aquí (hasta citaban un premio asiático que le habían dado a Tsai Ming-Liang, director que, como es sabido, provoca disturbios entre sus numerosos fans españoles cada vez que se estrena una peli suya por estos lares, que es nunca, como es fácil de imaginar).



Una de las estrategias para sortear el aburrimiento ha sido elaborar la lista de mis películas favoritas del año que terminará en breve para Días de cine, que ya he pedido a su director, el gran Gerardo, que publique en la página web del programa las votaciones individuales para que a uno no le asocien con los demenciales resultados que resumen el estado de opinión del programa. Aquí van las mías, que tampoco es que asusten por su originalidad o radicalidad:


Películas extranjeras:

1- Tabú
2- The master
3- Un verano ardiente
4- Mud
5- En otro país
6- Mud
7- Nana/Perder la razón
8- La vida de Adele/Camille Claudel 1915
9- Laurence anyways
10- Django desencadenado/Lincoln/
     12 años de esclavitud




Películas españolas:

1- Arraianos
2- Aquí y allá
3- La casa Emak Bakia
4- ¿Quién mató a Bambi?
5- Historia de la meva mort
6- El muerto y ser feliz
7- Stockholm
8- La herida
9- Mi loco erasmus
10- Vidrios partidos/A story for the Modlins





Supongo que no hace falta añadir que esta lista no refleja exactamente mis gustos, sino que entran en juego infinidad de factores a la hora de confeccionarla, desde la vanidad hasta el encono (por ejemplo, Laurence anyways aparece -en lugar de No, que me parece más interesante- como una broma privada, ya que hay un compañero que la detesta). En cualquier caso, como diría Albert Serra, no encontrarán una lista mejor que ésta, al menos dentro de Días de cine.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Un guionista de Lubitsch



Para Mar, que me ha descubierto el libro

Herbert Marshall es un gran estafador que se hace pasar por un barón y Miriam Hopkins es una ladrona que se hace pasar por condesa. Durante su primera cita en la suite de Marshall, el romance nace al desenmascararse el uno al otro. Resulta que ella le ha birlado el reloj y la cartera, y él le ha robado a ella un valioso broche y, a saber cómo, también una liga que le ha  quitado de debajo del vestido de noche. Era una idea inverosímil y que no cuadraba con la imagen de Marshall como rey de los ladrones. Pero Lubitsch se aferró a la idea y jugamos con ella hasta extremos delirantes.



Amistad, el último toque Lubitsch (Samson Raphaelson, Intermedio, 2013, traducción de Pablo García Canga) podría ser una obra maestra de ficción, digna del mejor Henry James: el retrato que traza un escritor mediocre de un creador genial al que no comprende por prejuicios culturales. Raphaelson era uno de esos escritores de teatro obsesionados con triunfar en Broadway que fueron llamados por Hollywood en los 30 para echar una mano a una industria que tenía que reconvertirse a marchas forzadas para afrontar la llegada del sonido (o más bien de los diálogos). El autor teatral comparte el complejo de superioridad que tenían sus colegas, que miraban por encima del hombro una industria que despreciaban.



Resulta enternecedora la ceguera de Raphaelson ante la brillantez (incluso sobre el papel) de una secuencia como la que describe, una de las mejores de la comedia clásica, y es fácil detectar el origen de esa ceguera, esa inverosimilitud que le echa en cara, y es que (como ocurre con tanto texto mediocre contemporáneo) el guionista confunde verdad con verosimilitud: si resulta (relativamente) inverosímil que Monescu le quite inadvertidamente la liga a Mariette, ese robo traza la verdad del deseo de ambos (que viene a ser el del espectador, motivo por el que la improbabilidad de la acción para nada interfiere en el disfrute de la película). Largo y tendido se podría hablar de los otros objetos robados, que trazan también el itinerario del deseo (sexuadamente diferenciado) de los dos protagonistas, por no hablar del recorrido que tendrán a lo largo de este film absolutamente genial las joyas, el dinero, la identidad y los relojes, pero eso requeriría una enciclopedia y no una breve entrada en un blog.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Proyecto de road movie



Recorrer las ciudades que, según la enumeración de Félix de Azúa en nota a pie de página, vieron el tiempo suficiente a Casanova como para tener noticia de alguna aventura suya:

Venecia
Padua
Corfú
Constantinopla
Ancona
Roma
Nápoles
Dresde
Praga
Viena
Lyon
Milán 
Mantua 
Cesena 
Bolonia 
Parma 
Vincenza 
Ginebra 
París 
Dunquerque
Amsterdam 
La Haya
Munich
Colonia 
Bonn
Stuttgart
Estrasburgo 
Zurich
Baden
Berna
Basilea 
Lausana 
Aix-les-Bains
Grenoble 
Avignon
Marsella 
Metz
Antibes
Génova 
Livorno
Florencia 
Turín 
Londres 
Riga 
Mitau
San Petersburgo
Moscú
Berlín
Wesel
Leipzig
Ludwigsburg
Aix-la-Chapelle
Ausburgo
Madrid
Toledo
Zaragoza
Valencia
Barcelona
Montpellier
Nîmes
Aix-en-Provence
Praga
Spa
Varsovia
Niza
Pisa
Siena
Sorrento
Trieste
Gorizia
Duchov

miércoles, 20 de noviembre de 2013

El show de Albert Serra



Las presentaciones de Albert Serra, al menos en España, están cortadas todas por el mismo patrón e incluyen números obligatorios: felicitar al público por asistir al pase de una buena película española (a veces añade "la mejor del año", ayer se conformó con calificarla como "la más original que cualquier espectador en esta sala vaya a ver esta temporada"), los actores profesionales son los seres más estúpidos que pueblan la tierra, su método de trabajo es la pera limonera y lo ha inventado él, y diversas variaciones del tema "yo molo mucho y el resto de cineastas son caca de la vaca". Con el paso del tiempo nuestro enternecedor enfant terrible va adquiriendo una vis cómica que hace de lo más ameno sus actuaciones en directo, y raro sería que no acabara haciendo monólogos en el club de la comedia; al menos ya contamos en España con alguien parecido a Godard, una figura que conjuga una obra tirando a minoritaria con una presencia pública un tanto clownesca.

Historia de la meva mort está más que bien, aunque a duras penas consigue su confesado propósito de aburrir al espectador: cuando uno está hasta las narices de ver deambular a un Casanova grotescamente anclado en la oralidad, gozando en la analidad más desaforada y desternillante, aparece el personaje de Drácula y la película tiene una parte final bastante hipnótica, si bien habría que considerar que lo otro del libertino ilustrado que fue Casanova no es el mito gótico-romántico de Drácula, sino la figura psicótica-racionalista de Sade. 

martes, 19 de noviembre de 2013

Memoria y fotografía


Dos de las películas españolas más interesantes del año son mediometrajes que giran en torno a la construcción de la memoria a partir de la fotografía como huella (o residuo) de la historia. Por lo demás, A story for the Modlins, de Sergio Oksman, y Vidrios partidos, de Víctor Erice, tienen poco que ver: Oksman elabora una posible articulación narrativa (abiertamente ficcional) a partir de los restos de una indescifrable aventura familiar: un montón de fotos y papeles que aparecen en una caja de una calle de Madrid. Erice, por su parte, recoge los recuerdos de los trabajadores de una importante fábrica portuguesa de principios de siglo que fue arrasada por el devenir del capitalismo, recuerdos que fluyen en un registro a medio camino entre Straub y Jia Zhang-ke, figuras tutelares bastante explícitamente convocadas. Dos películas maravillosas. 


lunes, 18 de noviembre de 2013

Una frase de Kafka en una novela de Philip K. Dick



Encontró la referencia que buscaba, pero parecía ya demasiado fatigado para enseñársela; se limitó a quedarse allí, sosteniendo el libro.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Blue Jasmine, o de como las malas intenciones también hacen un buen empedrado hasta el infierno



A estas alturas todo el mundo sabe que la última película de Woody Allen es un cruce del caso Madoff y Un tranvía llamado deseo (signo de los tiempos, aquí Kowalsky/Chili es un panoli considerable), y que transcurre en San Francisco. También es una de las películas más obscenas que he visto en los últimos tiempos: insta al espectador a disfrutar con el espectáculo de la aniquilación de un sujeto femenino desde una posición bastante canalla, sin que apenas el entramado dramático alcance a enmascarar el goce evidente del director a la hora de orquestar el trayecto de la insoportable Jasmine hacia la locura. Blue Jasmine transmite la embarazosa sensación de asistir a un enfrentamiento entre una pareja en la que salen a relucir detalles demasiado íntimos, sin que Allen le dé la menor oportunidad a su contrincante, aunque a la postre eso signifique arrojar una obra con muchas posibilidades al desagüe de la iniquidad.