domingo, 24 de mayo de 2015

Quiniela

Mi vaticinio es que la cosa se va a decidir entre dos grupos: chinos e italianos se van a repartir los dos premios gardos: si le cae la Palma a Jia Zhang Ke (mi peli favorita) Moretti o Sorrentino pillarían Gran jurado, si uno de los dos italianos se lleva la palma lo del jurado se lo rifarían los dos chinos.

Mi apuesta sería Palma para Mountains may depart y Gran premio del jurado para Mia madre, pero igual los que pillan son Tha assassin y Youth.

Causas justas

Uno de los tópicos más persistentes en Cannes los últimos años es el referido a la poca (o nula) presencia de directoras en la sección a competición. Este año la inauguración corría a cargo de una mujer (Emmanuelle Bercot), y Maiwenn y Valerie Donzelli optan a la Palma de oro, si bien cualquier premio medianamente importante haría que la prensa quemara el Palais: sobre su condición femenina se ha impuesta la de francesa, y toda la crítica internacional se ha puesto de acuerdo en poner a caer de un burro la selección gala un poco a bulto. Yo no he visto ninguna, por lo que no puedo derramar mi sabiduría sobre cuestión tan inane; me he visto en la quincena L'ombre des femmes y Trois souvenirs de jeunesse (Garrel y Desplechin, para entendernos) y las dos me han gustado mucho.

Pero a lo que iba: un espónsor recién llegado al festival, Kering, que entre sus múltiples marcas tiene a Gucci (para que sepamos de qué hablamos), ha montado unas publicitadas jornadas sobre mujer y cine con invitados/as de mucho postín en la terraza más lujosa del más lujoso hotel que hay en la Croissette, el Majestic, una obscenidad que contamina las supuestas bondades de tan loable aspiración (lo poco que han gustado las propuestas femeninas en el certamen no ha animado a que la polémica haya prosperado; finalmente lo que incendió las redes fue la no del todo confirmada noticia de que a las mujeres que iban con zapatos planos no las estaban dejando acceder a la alfombra roja).


Entre visillos


  1. Esta mañana me he visto Carol, una de las favoritas aquí, que comparte con The assassin varias cosas, desde un preciosismo que raya con lo enfermizo hasta una reflexión sobre las relaciones de las imágenes del presente con sus referentes del pasado, si bien el hecho de que no tenga ni idea de como era la moda y la pintura en la China provinciana del siglo IX me incapacita para juzgar el trabajo del departamento de arte de la peli de Hou Hsiao Hsien (que, para entendernos, es como un guión de Tsui Hark rodado por Oliveira).
  2. La de Todd Haynes tiene la ventaja de que todos conocemos bastante iconografía de los años 50 en Norteamérica, o la desventaja, porque a mí el evidente esfuerzo de reconstrucción me distancia un poco de lo que veo, por no hablar de esa pátina de qualité que es marca de la casa de los Weinstein.
  3. En su haber cuenta con un desarrollo muy interesante de como el deseo articula la mirada: Theresa (Rooney Mara) es una fotógrafa amateur que pega un salto cualitativo en su trabajo cuando "aprende" a mirar gracias a la fascinación que siente por Carol (Cate Balnchet). Esta educación estética es la parte más lograda de la película.
  4. No conozco la novela de Highsmith, pero el film deja traslucir un odio feroz al orden fálico (odio atemperado en la peli, que no deja de ser un producto con aspiraciones comerciales) con una serie de hombres manifiestamente incapaces de concitar el deseo femenino, mientras que la mirada de Theresa construye una Carol fascinante, una deidad helada e inalcanzable (el personaje de Cate Blanchet resulta bastante menos atractivo cuando la cámara no articula el punto de vista de Theresa, una muestra de que estamos ante un buen director)

viernes, 22 de mayo de 2015

Cálculo errado

Hablo de oídas, porque no la he visto, pero parece ser que los esfuerzos continuados de Garpar Noé por llamar la atención con Love se acabaron en cuanto se pasó la peli. Sí, hay sexo explícito, pero que en Cannes alguien pretenda epatar poniendo en pantalla un trío de personajes que follan, toman drogas, beben y se van de fiesta es desconcertante, teniendo en cuenta que es la vida que lleva la mitad de los asistentes al festival; sólo falta que se vean tres pelis al día para completar el cuadro. Aquí lo que le mola al personal son historias exóticas de madres que luchan por sus hijos y padres ejemplares que cumplen lo que prometen, a ser posible si son inmigrantes pobres o habitan en el tercer mundo: pijos que se desayunan rayas y se meten en la cama de culquiera es lo que uno está harto de cruzarse por la calle.

Los orientales fieles

Apichatpong, Jia Zhang Ke y Hou Hsiao Hsien construyen las películas que han presentado este año en Cannes alrededor de actrices a las que han ido filmando a lo largo de los años: Jenjira Pongpas, Zhao Tao y Shu Qi respectivamente. En justa correspondencia, las dos primeras prácticamente sólo han trabajado con sus mentores; Shu Qi, por el contrario, es una super estrella que le ha dado a todo en esta vida; tal vez por eso su deambular por los decorados de The assassin no provoquen el estremecimiento que sin duda desea su director.

Viendo la de Hou Hsiao Hsien dos hipótesis sobre su génesis barruntaba mi mente:
a) HHH veía Kill Bill y decidía hacer un remako con SQ
b) SQ veía Kill Bill y exigía a HHH que le montara algo parecido "o se acaba lo nuestro", suponiendo que hubiera algo entre ellos, claro.

Creo que Shu Qi pierde en la comparación con Uma Thurman; hay algo forzado en esa presencia negra fantasmática que se mueve entre telas por los corredores de una mansión donde se cuecen conjuras sin fin en una de esas provincias chinas donde tienen lugar estas historias de espadachines, aunque uno sabe desde el principio que sólo son de temer las que monta la matriarca, que los hombres son unos panolis, regla número uno cuando la protagonista del film es una doncella fálica (la crítica aquí se ha puesto como loca a citar los sospechosos habituales, que si Bressones y Tarkovskys; por no ir tan lejos podíamos hablar de la Charlize Theron de Mad Max, que hace un papel parecido y muestra parecido interés por preservar del peligro a las mujeres embarazadas, destino de la doncella fálica, excluida del comercio sexual por exigencias del guión).

miércoles, 20 de mayo de 2015

Infidelidades

Los cuernos que se ponen los protagonistas de la estupenda L'ombre des femmes no son nada comparados con los que le ha puesto Garrel a Chodolenko con Carriére, al que se ha llevado de guinista para esta peli, y se nota, lo que no quiere decir que sea ni para bien ni para mal. En los Cahiers viene una entrevista curiosa en que cuenta que hace las pelis más cortas ahora básicamente para ahorrar presupuesto, aunque también aspiraría a emular Une partie de  campagne, aunque no le duela reconocer que ni por asomo ha alcanzado esas cumbres.

Jia hace turismo

Por obligaciones profesionales me he metido a ver Mountains may depart, la película que Jia Zhang Ke presentaba en Cannes el mismo día que Sorrentino hacía lo propio con Youth, lo que tiene su gracia porque según el catélogo el italiano nació un día después que el chino (31 y 30 de mayo de 1970 respectivamente), y el destino me ha recompensado con la película más hermosa presentada a competición que haya visto hasta ahora, lo que tampoco es decir mucho.

Película sobre la (improbable) supervivencia de las tradiciones familiares en la era del capitalismo financiero y la imagen digital, que de las dos cosas se trata en el film, nuestro admirado chino se ha marcado un viaje para rodar la tercera parte del film (situada en 2025) en Australia, tierra donde conviven chinos que han olvidado el chino y canadienses que han olvidado los modales. De lo que no hay rastro es de Europa, que probablemente no tarde tanto en caer completamente en la inanidad.

Ellas bailan solas

En las tres últimas películas que he visto en Cannes (Les deux amis, Louis Garrel; Youth, Sorrentino y Mountains may depart, de Jia Zhang Ke) aparece un imagen similar, una mujer que baila sola en el encuadre, entregándose en solitario a un goce que, antaño, solía ser compartido. Y, efectivamente, las tres películas marcan un déficit o una ausencia en la posición masculina, cada una en su (más o menos previsible) estilo.

Hospital man

No parece que Cemetery of splendeur haya decepcionado a los talibanes de Apichatpong, a pesar de que es una película que durante una parte considerable de su metraje se puede medio entender, aunque a la salida de su visionado haya discrepancias acerca del status de realidad que tienen sus distintas secuencias (mi mujer, que no va nunca al cine, y que piensa que la peli es el pitorreo de un místico, sostiene que sólo el último plano se ancla en el mundo real y que el resto pertenece al mundo imaginal o intermedio), por no hablar de lo divertida que a ratos resulta.

Pero vayamos al tajo: de entrada, Cemetery of splendeur es un film que se carga un festival, porque está tan por encima de cualquier otra cosa que oscurece el resto de lo visto por aquí (sí, yo también soy un talibán del tailandés). Apicha cambia de actores fetiches y deja aparcado a Tong, aunque se trae a su novio/antagonista de Tropical malady, Keng, que aquí le pasa el nombre a otro personaje, una medium que hace de Virgilio de Jenjira Ponglas, protagonista absoluta del film, a la que lo mismo le vende unas cremas que la lleva por un parque que en su día fue un palacio en el que se vivían batallas sacadas de un libreto de Shakespeare o del cine de masas oriental, si bien los numerosísimos productores que aparecen en los títulos de crédito pueden estar tranquilos: sólo vemos un parque (eso sí, maravillosamente fotografiado), que los fastuosos decorados simplemente son descritos por esa hada de ese mundo entre los mundos que es el espacio en el que tienen lugar los relatos de Apichatpong.

¿Qué más? Por descontado, hay un hospital, donde yacen los ya famosos soldados que duermen un sueño eterno (a veces se levantan para dar paseos con sus familiares, pero tampoco está muy claro en qué parte de la realidad ocurre esto, y además luego se vuelven a dormir en los sitios más insospechados), un hospital que al principio es bastante realista hasta que colocan unos neones que lo convierten en un espacio completamente fantasmático, hay diosas hermosas que se aparecen en vaqueros para sus epifanías de andar por casa y hasta comparten los cacahuetes de sus devotas para explicar las cosas que ocurren detrás de lo que vemos, escenas de aerobic en la calles, niños jugando al fútbol, parques poblados por algo que deben de ser como los ángeles de la mitología budista que se dedican a jugar a cambiarse de sitio (para no aburrirse, será).

Después del runrún acerca de la decepcionante selección de cine francés a competición (la prensa internacional ni la tiene en cuenta, aunque a la francesa le mosquea que sea tan floja), lo más comentado en los mentideros cool es el escándalo de haber descendido de división a esta obra maestra absoluta, aunque Apichatpong parecía muy contento en la presentación de Cemetery de estar en Un certain regard ("con el cine más fresco que se proyecta"), teniendo en cuenta lo aburridilla que está resultando la sección competitiva no le falta razón.

domingo, 17 de mayo de 2015

Los patriarcas del desierto

Hay un personaje en Mad Max que encarna literalmente al padre de la horda de Tótem y tabú, Inmortal Joe, el dueño del agua y de las mujeres que, cosas de la modernidad, es un desecho excrementicio que necesita todo tipo de prótesis para mostrarse en público con toda la grotesca grandeza que marca la estética un tanto bizarra de la película de George Miller. Para someter a sus hijos/vasallos no necesita de la fuerza, le basta con una narrativa de la inmolación que tiene fascinados a sus chavales, una especie de monjes budistas permanentemente alucinados. 

Miller me contó que el guión estaba escrito en 1999, antes del 11-S y de la extensión planetaria del ritual del terrorismo suicida, y que esas figuras estaban más bien basadas en los kamikazes japoneses, pero "que siempre ha habido hombres maduros que han sabido convencer a los jóvenes para que mueran por ellos".

Si en el último Freud emerge la figura de Moisés como el antagonista heroico del padre de la horda en un nivel teórico, aquí es Imperator Furiosa la que se enfrenta al tirano incestuoso y se lanza a su particular travesía a través del desierto en busca de la tierra prometida (la tierra de sus ancestros) como guía del pueblo elegido, el fascinante grupo de mujeres que compone el harén del padre, que como buen faraón se lanza en furiosa persecución de la tribu traidora.

Como Ethan Edwards, Furiosa se sacrifica por una comunidad en la que no puede intergrarse: imposibilitada para la maternidad (ese brazo amputado indica una castración radical en el orden de lo femenino), su tarea consiste en devolver el carácter sagrado al cuerpo de la mujer, devenido mero mecanismo de reproducción del patriarca loco.

Podríamos emparejar Mad Max con Es difícil ser un Dios, una película concebida por las misma fechas y que también ha tardado más de una decena de años en ver la luz, y que participa de esa fascinación sensorial por el espectáculo de la aniquilación de los relatos que conforman la cultura occidental.

El espacio central

Me contaba Alberto Bermejo que Nanni Moretti , cuando estuvo en Valladolid presentando Habemus papa, le dijo, a propósito de Piccoli, que le gustaban los actores que no desaparecían dentro de sus personajes, aquellos a los que seguías viendo debajo del rol interpretado. Margherita, la relizadora que protagoniza Mia madre, se pasa la película repitiendo este mantra a sus actores, ante el desconcierto de estos, para acabar confesando que nunca ha sabido el significado de estas palabras. 

Moretti tiene ya más de 60 años; para su etapa de madurez parece haber decidido desplazarse del centro del cuadro y dejar este a otros actores, a Margerita Buy, a Michel Piccoli, a John Turturro, de la misma manera que ha decidido no imponerse sobre sus criaturas, sino acompañarlas. Mia madre confirma que cuando los directores limian de cine y de ego sus obras permiten que en ellas entre la vida, un proceso de aprendizaje que suele llevar toda la existencia.

viernes, 15 de mayo de 2015

Panorama desde Cannes

Una pequeña introducción antes de empezar a desgranar películas y anécdotas individualmente, ahora que ya estamos con velocidad de crucero bien instalados. 

Hasta este momento me he visto cuatro filmes, el mejor el de Garrel y el más rollo el de Lanthimos, como siempre lastrado por sus falsas premisas de partida (aquí un futuro en el que la soltería está penalizada, cuando es la atomización social la tendencia que más mola al capitalismo actual). Mad Max y Kore-Eda comparten un insospechado punto de partida, la fascinación de la mirada masculina por los grupos femeninos cerrados, si bien aquí se acaban todos los parecidos.