sábado, 29 de agosto de 2015

El policía y la diosa



   Drive causó sensación en su pase en Cannes, lo que se explica porque en realidad la mayoría de los periodistas allí acreditados están lejos de ser esos refinadísimos cinéfilos que muchos se imaginan; y agradecen cualquier película de género con una estética pinturera que les permita entregarse a un disfrute primario con coartada intelectual.

   Todo el mundo dio por hecho que Winding Refn repetiría, y como suele suceder en estos casos, Only God forgives fue recibida con bastante animadversión, tal vez estimulada por el hecho de que el bueno de Nicolas se pasó el festival colgado del brazo de Jodorowsky, al que dedica la película y al que presentó en el pase de La danza de la realidad en la Quincena de Realizadores (y ahora recuerdo que entrevisté a los dos; preguntado el lacónico danés por el charlatán chileno me contestó que para él era Dios -lo mismo que me dijo Lisandro Alonso sobre Maradona, que hay que ver qué deidades más curiosas se gastan los directores de cine-). Aunque tal vez los prejuicios sean míos, porque el recibimiento de Jodorowsky tras la proyección fue apoteósico, a pesar de las (comprensibles) risas que el personal se echó en algunos momentos del pase (también confieso que si bien pasé bastante vergüenza ajena en muchos momentos, en otros la valentía y el atrevimientos de lo que intentaba me dejaron con la boca abierta).

   Only God forgives muestra a dos hermanos que viven en Tailandia del tráfico de drogas con los combates de boxeo de tapadera, aunque lo importante es que son incapaces de afrontar un encuentro sexual con una mujer: uno es un psicópata que las asesina y el otro es un autista voyeur que mira como se masturban; todo queda explicado en cuanto aparece la madre, una desatada Kristin Scott Thomas que se lo debió pasar pipa interpretando a un monstruo bastante alejado de las refinadas criaturas a las que suele encarnar. Esta madre es tan brutalmente aniquiladora que intuimos que ese policía aparentemente bonachón pero que se entrega a una violencia extrema es una proyección de la mente de Ryan Gossling, que se imagina a una especie de figura paterna que haga frente a la insoportable invasión del cuerpo materno, cuyos mandatos son órdenes que nadie osa incumplir (cuando ella cuenta que fue su hijo el que mató al padre, entendemos inmediatamente de quién partió la orden).

   Lo más sorprendente del film es que finalmente la diosa invulnerable, el aniquilador objeto primordial, es abatido por esa encarnación de cierta ley paterna que, si bien se entrega a una violencia tan intensa como su oponente femenino, respeta cierto orden patriarcal: de su destrucción salva a los hijos, mientras que ella sueña con el apocalipsis total. 

Cuando John y Tsui coincidieron en las américas


   1997 conoció una soterrada competición entre dos figuras señeras del cine de Hong Kong, John Woo y Tsui Hark, por ver cual de los dos hacía la película más desaforadamente demencial del año y, probablemente, de la década, aprovechando que estaban en Estados Unidos y sus compatriotas no ven cine de ese país.


  Double team y Face/off configuran un programa doble que de por sí podría resucitar los cines de barrio, en este caso bajo el lema Abandonad toda esperanza de verosimilitud los que entréis aquí, porque los que perpetraron los guiones se propusieron extirpar concienzudamente cualquier atisbo de racionalidad, lo que no quita que uno siga los periplos de la trama sin mayor problema. En este aspecto, todo hay que decirlo, la de Tsui Hark con Van Damme y Dennis Rodman le da sopas con honda a la de John Woo, en la que unos desatados John Travolta y Nicolas Cage no pueden competir en marcianidad con el otro casting, que por si fuera poco incorpora de malvadísimo al mismísimo Mickey Roorke, aunque en cuanto a prestigio crítico Double team no puede hacer nada frente a la aparición de Face/off en el top ten de (nada más y nada menos) Cahiers du cinema, en compañía, por cierto, de Kitano, Hou Hsiao Hsien, Imamura, Tsai Ming Liang, Kiarostami y Wong Kar wai, que se ve que la (prestigiosa, como dicen siempre los periodistas que no la leen) revista estaba tomada esos años por hordas asiatófilas.

   Uno tiene la sensación de que parten de un mismo esquema que hubiera tenido dos desarrollos; en las dos muere un niño al principio, los dos villanos son malvadísimos terroristas buscados por todos los servicios de inteligencia del mundo (lo que no les impide pasearse por Roma y Nueva York sin mayores problemas), los dos héroes acaban encerrados en un fortín insular exclusivamente masculino del que deben escapar para afrontar al malo y salvar a su familia, las dos son variaciones del Doctor Jeckyll y Mr Hyde, más explícitamente Face/off, en las que el policía monógamo se proyecta en una figura demoníaca que es pura pulsión sin ninguna atadura a la ley. 

martes, 18 de agosto de 2015

Un afgano entre los pinos

   
Hay que tener narices para poner a Vincent Gallo a hacer de afgano pateándose las montañas polacas llenas de nieve mientras le persiguen los becarios de la OTAN en un remake del primer Rambo. Como esta es una peli arty, de las que van a festivales y ganan premios, el afgano no tira helicópteros a pedradas (lo que no deja de ser una pena) y se conforma con rebanar el pescuezo a los leñadores con la motosierra de trabajo. Dado que el pobre no tiene las habilidades suficientes para cazar jabalíes con un palo se tiene que conformar con compartir la leche materna con un lactante, una imagen que pretenderá transmitir, supongo, la regresión ética a lo prehumano del prota, que en cualquier caso empieza su periplo haciendo volar por los aires a unos soldadetes de paseo por el desierto. Ese retorno a la identificación primordial con la madre no augura nada bueno, y cuando el infeliz es acogido por una leñadora sordomuda (¡Emmanuelle Seigner!) que le despoja de su pistola ya sabemos que el héroe (y la película) tienen los minutos contados.

No llegarás a Castellón

Hay algo (o mucho) ridículo en la inquietante historia de la cancelación de la actuación de un cantante norteamericano en un festival de reggae en Benicassim por negarse a  someterse al chantaje de la dirección, que le exigía que se manifestara públicamente a favor de un estado palestino para poder subir al escenario. Para empezar, el nombre del sarao, Rototom Sunsplash, disuasorio para cualquier persona con un mínimo de buen gusto. Para continuar, las descripciones que se hacen del festival de música, que se ve que es poca cosa, y es calificado por el inquisidor Ignasi García (también portavoz de Compromís per Castelló) como "un espacio de reflexión, transformación, paz y tolerancia".

Como allí donde hay canallas uno puede estar seguro de que habrá mamarrachos, un cantante venezolano que responde al nombre de Baroni One Time ha comentado que "es el pueblo soberano el que ha pedido que no esté ese artista en el cartel", en lo que uno no sabe qué admirar más, si la idiocia o la infamia de la frase; y como la ignominia no viene nunca sola, nos enteramos de que participa en una sección denominada La república bolivariana de Venezuela presente en Rototom Sunsplash, supongo que para dar clases de tolerancia y derechos humanos.

Y así todo, se ve que es asunto espinoso porque nadie se moja, el director de un programa de Radio 3 se descuelga diciendo que le interesa más el artista que sustituye al norteamericano, de lo que uno deduce que ha sobrevivido a todos los escollos y arrecifes que se ha encontrado en su carrera a base de jesuitismo. 

sábado, 15 de agosto de 2015

El padre y el sexo

   


   Las dos últimas películas que me he visto en sala grande comienzan en el mismo momento, el de la muerte del padre del joven protagonista al que seguiremos la pista a lo largo del metraje. Siendo muy diferentes Mala sangre y Les combattants (y las diferencias juegan casi todas a favor del film de Carax) las dos ponen en escena la enormes dificultades del héroe huérfano por tener un encuentro sexual medio en condiciones con su objeto de deseo, si bien  en el primer caso lo podemos achacar a lo inverosímilmente hermosísima que sale Juliette Binoche, mientras que el problema con la Madeleine de la peli de Thomas Cailley es que se niega en redondo a participar en una dialéctica de lo masculino y lo femenino que permita ese encuentro, todo el rato vestida de soldado, igual que su enamorado, lo que puede resultar muy moderno pero sólo lleva a que el encontronazo erótico haga que la náusea invada su cuerpo y el apocalipsis haga lo propio con el mundo.


viernes, 14 de agosto de 2015

Octubre en verano



   Me he encontrado con un par de curiosas referencias a Octubre este verano, la más evidente (e irritante) en Inside out, para mí la gran decepción del año, que no entiendo la ola que desde todas las instancias críticas se le ha hecho. Y que el desmoronamiento del imaginario familiar que en forma de escultura estalinista tenía la chiquilla protagonista remita al descalabro de la estatua del zar sólo empeora las cosas, una cita pedante para hacer cosquillas al público adulto cultivado.



   Caso opuesto es el de The long gray line, película descomunal, extraordinaria, magistral, que cualquier epíteto ditirámbico se queda corto para alabar las innúmeras virtudes de una obra realizada en la época de plenitud creativa del primus inter pares de los escasos directores que habitan el olimpo. Aquí ni hay cita ni referencia, que Ford claramente fusila (sin ganas de que se note) el momento en que Eisenstein cañonea el Palacio de Invierno (para obtener como respuesta un leve tintineo de las lámparas de cristal) a la hora de mostrar la alegría por el fin de la primera guerra mundial, aunque aquí los cañonazos encuentran eco no en la casa/templo de la madre primordial sino en la iglesia (y por lo tanto espacio de la palabra patriarcal) de West Point.




jueves, 13 de agosto de 2015

La orden trapiellense



    Procuro no leer los diarios de Trapiello en el metro porque alguna vez me ha ocurrido encontrarme con uno de esos pasajes hilarantes marca de la casa y no puedo parar de reírme y se me saltan las lágrimas y no es cosa que se te quede el vagón entero mirando, con esa cara de amargados que se nos pone a todos en el metro que parece que ofendes con tu alegría, y todavía recuerdo cuando me tuve que bajar del vagón años ha en plena lectura del ya mítico viaje a Toledo acompañando a Pere Gimferrer (que parece ser que nunca se lo ha perdonado, aunque el resto de la humanidad se lo agradezcamos profusamente).

   El caso es que hacía tiempo (esto es, varios años) que no leía ninguno, y con el impulso que me ha dado el volver a trabajar con Juan Antonio Tirado, que lo conoce y lo ha entrevistado a propósito de su traducción del Quijote, abrí Siete moderno, tomo correspondiente a 1998, y ya ha sido un no parar, devorando El jardín de la pólvora (1999) y a punto de empezar La cosa en sí, y me pilló en el metro el día que A.T. fue a la Academia de San Fernando como miembro del comité o jurado que decidía las becas para la Academia de Roma, y que es lo más divertido que he leído en años, en concreto desde la última vez que me sumergí en esos diarios.  



miércoles, 12 de agosto de 2015

Poesía y confeti


   En la entrada del diario de Zenobia Camprubí del 11 de marzo de 1937 encontramos una descripción del curioso modo de trabajo de Juan Ramón Jiménez, si bien, si atendemos a las propias palabras del poeta, era un trabajo de pareja: esa misma mañana, según Zenobia, JRJ se muestra muy contento y comenta: "Esto es lo único que vale la pena, este trabajo que hacemos juntos".

   El poeta corrige sobre el manuscrito y dicta a su mujer; vuelve a trabajar sobre la copia a máquina, más clara, "y a menudo dicta una tercera vez". A Zenobia le gustan los manuscritos de su marido y le gustaría conservarlos, "pero mientras va dictando tacha las palabras una a una" y al final rompe el papel en pedacitos "con deleite, como si fuera un trabajador quitando el andamio", en lo que se adivina, además del deleite, la meticulosidad y atención con la que acometería la acción, por no hablar del cuidado que pondría el muy pulcro Juan Ramón en tirar hasta el último trocito de papel a la basura; y no deja de ser curioso que escritor tan obsesionado con la presentación de su Obra se mostrase tan desapegado con sus originales.

martes, 11 de agosto de 2015

El último machote

   
   Resulta casi enternecedora la incompetencia de Peter Jackson para filmar la otreidad, ya sean pobres de la época de la depresión, ya sea una tribu de salvajes formada por lo que parece un agregado de familias desestructuradas. En todos los casos la impericia se disimula con toneladas de presupuesto y de aparatosidad, amén de un premioso metraje que uno se salta con el mando a distancia. Tampoco voy a hablar de la peli, de la que apenas habré visto un cuarto; no es impensable que cuando el primate y su chica vuelvan a Nueva York la cosa mejore, no he tenido paciencia para averiguarlo. Pero hasta en los textos más insospechados se encuentra uno con fragmentos aprovechables (sí, hasta en un film perpetrado por Jackson), y aquí tenemos el momento en que ese falo pulsional que es King Kong se divierte abatiendo a Naomi Watts con la punta del dedo hasta que la chica se pone firme y erecta y al gorila grande le entra una furia destructora que no es más que el reverso del descubrimiento de su insospechada impotencia ante la fascinante imago primordial, y el resto no es más que esperar a que sucumba como ofrenda sacrificial ante el altar de la diosa invulnerable.

viernes, 7 de agosto de 2015

La ley del deseo (conyugal)

   

   
   Hay una secuencia descomunal en El mundo sigue en la que la protagonista, Eloísa, se viste de maciza y se deja caer por el bar donde trabaja el pusilánime de su marido para que todos los clientes (así como los espectadores) se la coman con los ojos, única manera, intuimos, de activar el alicaído deseo conyugal. Y, efectivamente, ese primario mecanismo da resultado y poco después asistimos en el domicilio del matrimonio a uno de los encontronazos sexuales más ásperos e incómodos de la historia del cine español, una escena de una violencia bastante insoportable.


   Me acordé de la película de Fernán Gómez viendo F for fake en la filmo, en concreto el momento en el que Welles monta imágenes de Oja Kodar (o más bien de su exigua minifalda) paseándose lánguidamente por la calle alternando con numerosísimas imágenes de varones siguiéndola con la mirada, imágenes captadas, si hemos de creer a su director (que directamente se presenta como un estafador y un mentiroso, lo que hace que uno ponga en cuarentena todas sus afirmaciones) con cámaras escondidas.



   Dando por bueno lo que dice, uno se pregunta por las razones que llevan a un director de cine a plantar a su amada en medio de una horda de machotes con la intención de filmar las miradas en las que se manifiesta el surgimiento instantáneo del deseo, y lo único que se me ocurre es que era la única manera de que se despertase, por mímesis, su propio deseo. La escena tiene poco que ver con el grueso de la película, las andanzas de un famoso falsificador de cuadros y de su biógrafo, otro mistificador de cuidado (con los que Welles, obviamente, se siente muy identificado, aunque la distancia le permita mantener el tono jocoso a lo largo del film, sin que por otra parte sea difícil percibir la desesperación que circula por debajo), pero rima con la última parte, un relato de ficción bastante bonito en el que el que queda atrapado por la fascinación provocada por los andares de Oja ya no son vulgares automovilistas, sino nada más y nada menos que Picasso, que transforma ese sentimiento en lienzos. Y aunque se nos dice que esa parte es ficción, también podría haber sido cierta.


   Desconozco completamente como fueron las relaciones del director con Oja Kodar, pero a partir de este film puedo imaginar que no la hizo feliz, de la misma manera que La dama de Shangai basta para adivinar lo desgraciada que Rita Hayworth tuvo que ser junto a Welles.