miércoles, 7 de octubre de 2015

Pulsión y cultura

   La primera escena se abre con un gran plano general de una ciudad desierta por la que avanza, minúscula, una chica en bicicleta. Al poco la veremos perseguida por una considerable jauría de perros enloquecidos. En el primer plano descubrimos que la joven es prácticamente una niña, aunque unos zapatos de tacón ancho nos indica que hace ya sus pinitos en el mundo de los adultos. Así que uno se imagina que la película irá de las dificultades de una adolescente para encarar las pulsiones sexuales de esa edad difícil, y hasta aventura la presencia (en el mejor de los casos) de algún padre obsceno...y acierta, claro. Hay que decir que el padre es simplemente un pobre hombre, alguien incapaz de concitar respeto desde el momento en que la madre lo desprecia abiertamente (le deja la hija mientras ella se va de vacaciones con otro hombre), y así es difícil que una hija de 13 años se tome en serio nada de lo que diga.



   El abandono de la infancia viene plasmado en el periplo del perro de la chica, que pasa de ser una presencia amorosa a convertirse en una fuerza psicopática merced a una trayectoria que no deja de ser un remake gore de La dama y el vagabundo; sin alejarnos del universo disney podemos decir que White God cuenta la misma historia de Inside/out, la dificultad para madurar de nuestros hijos (hijas, en este caso) dado el devastador paisaje simbólico con el que se encuentran para afrontar el encontronazo con el cuerpo sexuado con la llegada de la pubertad, si bien va de suyo que la peli de Mundruczó (que ya hizo algo parecido en su anterior película, Semillas de maldad, con un vástago varón) es bastante más siniestra que la de Pixar, que por algo estamos hablando de un autor europeo del Este, donde parece obligatorio unas considerables dosis de miserabilismo para colocarse en el competido panorama de la cinefilia cosmopolita.