martes, 26 de abril de 2016

Todos los franceses (blancos) son buenos

Acaba de estrenarse una película francesa aquí titulada Los recuerdos y cuya mejor baza publicitaria, a juicio de su distribuidora (Filmax), es el nombre de su coguionista (y autor del libro en el que está basado), David Foenkinos, que debe de ser como una marca de fábrica. Foenkinos escribió La delicadeza, novela y guión, y creo que la dirigió también, aunque esto del rodaje le debió de parecer un rollo y le ha dejado para su nueva obra esa trabajosa tarea a un colega (en concreto, Jean-Paul Rouve), que se ve que aguantar actores no es cosa de gente bien. De este filón francés tan exportable de peli feel good o buen rollito sólo había visto Intocable, cuya eficacia narrativa era tan primaria que a uno le daba vergüencilla terminársela. Esta es parecida, lo que traducido a la refinada terminología que nos gastamos en este blog quiere decir que cualquier atisbo de conflicto social debido a diferencias de clase o de status (o de género o de etnia) es subsumido en un potaje narrativo en el que los pequeños desajustes que sufren sus encantadores personajes son finalmente resueltos gracias a la heroica asunción de las pequeñas virtudes burguesas. Por poner un ejemplo colateral que no spoilea en exceso la peli, aquí uno de los protas comparte piso con un árabe que persigue tan infatigable como inútilmente francesitas que se lo quitan de encima con un golpe de pestañas, un contrapunto cómico que barre debajo de la alfombra todo el imaginario occidental acerca de la amenaza sexual que los otros (negros, moros, japoneses) representan para nuestras mujeres. 

domingo, 24 de abril de 2016

Una tarde con Olmos

Alberto Olmos fue finalista del Herralde con 23 años en la década prodigiosa de la literatura veinteañera, la última del siglo XX. Por razones que desconozco publicó sus siguientes libros en Lengua de trapo, editorial que siempre confundo con Caballo de Troya. Por el camino empezó a publicar un exitoso blog de literatura, Lector malherido, cuyo tono destroyer ha causado furor y devastación en la red. Tras su meritoriaje ha publicado sus dos últimas novelas en ese cajón de sastre que es Random House. El viernes pasado vino a la biblioteca de mi barrio por eso del día del libro, y gracias a ello pude sentirme partícipe de uno de esos desternillantes actos que pueblan los diarios de Trapiello. Éramos menos de 20 personas en la sala, de los que calculo que no más de cinco habíamos leído algo del escritor segoviano, que escuchó impetérrito como se establecía entre el público un diálogo demencial en el que se recomendaba leer El Quijote en los resúmenes para niños o en su adaptición a dibujos animados. Ayer hacía un comentario en su blog no sobre la conferencia sino sobre el barrio donde tuvo lugar, que descrito por él podría ser Mogadisco. Hoy he terminado de leer El talento de los demás, una especie de ejercicio brillante de alumno aventajado. En la solapa aparecen 27 títulos de la colección Nueva Biblioteca, de los que sólo he leído este. Samuel Solleiro, Cristina Cerrada, Milagros Frías, Alberto Ávila ¿qué se hizo de ellos?(y así, dos docenas de nombres tragados por el tiempo y el olvido).

domingo, 10 de abril de 2016

Primeros días de abril

Esta semana se ha estrenado La invitación, de la que se pueden destacar tres cosas: ganó el premio gordo del pasado festival de Sitges, está dirigida por una mujer (Karyn Kusama) y la distribuyen Good Films y La Aventura Audiovisual, dos distribuidoras que suelen estrenar al alimón (imagino que para compartir gastos) las pelis que ponen bien en Cahiers du cinema y que luego nadie se acerca a ver a las salas (para el mes que viene anuncian la de Hong Sangsoo que ha aparecido en los top ten más cool del 2015). Si en un listado de lo mejor del año estrenado en España la mitad no son suyas, podemos decir que el listado no merece la pena.
Como mis compañeros de comedor se meten conmigo por lo poco solidario que soy con los problemas de las mujeres cineastas y sus dificultades para haver películas, decidí darme un paseo por la filmografía de Kusama, un tanto exigua: AEon Flux y Jennifer's body, para que se vea que me tomo en serio las diferencias de género en esto del cine (cuando arguyo que soy el que más películas de Naomi Kawase o Claire Denis, o Ida Lupino ha visto de todos los comensales, me contestan que eso entra dentro del cine raro que me gusta sólo a mí: que mujeres cineastas son Icíar Bollaín y la Coixet-así no vamos a ningún lado-). AEon Flux es Charlize Theron vestida de Musidora. Todo lo demás es morralla. Tiene a su favor que vemos a la Theron con el pijama más espectacular de la historia del cine, si bien es inverosímil que ninguna mujer se vaya a la cama con eso (sobre todo sola, como es el caso), aunque si hablamos de una peli en que la heroína asalta una fortaleza de noche con la ropa más blanca que se haya visto nunca, está dicho todo. La excusa narrativa para sacar con ropa ajustada a Charlize era incomprensible, así que antes de la hora abandoné el film a su suerte. 
Jennifer's body es como Déjame entrar, pero en divertido. No entiendo como es que esta peli no es más conocida, ya que tiene uno de esos gestos transgresores por los que tanto se pirran los intelectuales europeos de izquierdas, y es que el film se pitorrea de esa institución tan norteamericana que es el duelo. La prota es la fea de esa ancestral pareja de amigas en la que una es la reina de la fiesta y la otra hace de esclava de sus caprichos. La buenorra es Megan Fox, y la Kusama le saca mucho partido; el lado feminista se nota en el cachondeo con que trata el tema de la vagina dentata. La historia conecta con ese género tan norteamericano de la psicosis adolescente asociado a la experiencia sexual, no es tan buena como It follows, pero se ve bien.
También le he echado un vistazo a dos pelis de Paul Thomas Anderson del principio de su carrera. A PT Anderson empecé a seguirlo con Punch drunk love, y aunque estoy rodeado de fanáticos de Magnolia no la había visto hasta este finde. Me ha parecido bastante inferior a sus dos últimas películas, aunque me la he visto entera, sus tres horas, cosa que no ha ocurrido con Boogie nights que abandoné a la hora. Deberían prohibir los planos secuencia "espectaculares", en plan código Hays de la técnica. Cuanto daño ha hecho el plano de Sed de mal. Voy a empezar una campaña elogiando a Robert Wise por trocearle aquel plano de El cuarto mandamiento por el que tanto lloriqueaba el pesao de Welles, miembro de esa estirpe de pelmazos que no saben terminar una obra, y que tanto mola a los críticos, que siempre le echan la culpa a los productores (Eisenstein, Welles, Erice...).
También me he visto La mujer del cuadro, que hacía décadas que no veía. Ahora tengo la edad del protagonista, y es aterrador verle decir las mismas cosas que digo yo cuando me pasa lo mismo que a él, esto es, me quedo de Rodríguez. La peli es una especie de digest para norteamericanos del Edipo freudiano: A Edward G. Robinson se le aparece el objeto absoluto de sus fantasías y para acceder a él se carga a su dueño (aquí lo de dueño es literal), lo que inicia un proceso de culpa y convoca la aparición de la Ley (el super yo) y la obscenidad (el ello en forma de chantajista). Tiene detalles de genio, como ese rasguño que se hace el héroe y que le infecta la mano derecha, lo que le impide saludar con propiedad a todos los representantes de la ley que se va encontrando, un tema este que tendría mucho futuro en el cine posterior (sólo hay que ver todo el partido que le ha sacado Cronenberg).
Hablando de Cronenberg me he vuelto a ver Maps to the stars, que no ha visto casi nadie, tal vez porque es un remake de All about Eve absolutamente arrasado por la locura y el malrrollismo más extremo.
Para acabar esta entrada, comunico al mundo que a mí me ha gustado bastante Julieta, aunque la noticia sea que Kiki le está dando sopas con hondas en la taquilla. A rey muerto, rey puesto.