miércoles, 30 de noviembre de 2011

Aforismo madridista



Escuchado en Radio Marca a un periodista/hooligan:


"La euforia es un sentimiento natural, humano, y yo diría que hasta razonable."

martes, 29 de noviembre de 2011

Elogio de la zorra


Los Diarios de Uriarte me empujan a coger los Ensayos de Montaigne.


No hay que adherirse con tanta fuerza a los propios humores y a las propias inclinaciones. Nuestra principal aptitud es saber aplicarse a usos diferentes. Permanecer atado y sujeto por necesidad a una sola manera de ser, es ser, pero no es vivir. Las almas más hermosas son aquellas que están provistas de mayor variedad y flexibilidad.

(Tres relaciones, Libro III, Capítulo III, Ensayos, Acantilado, traducción J.Bayod Brau)


Me viene a la mente la famosa división que Isaiah Berlin establecía entre zorras y erizos a partir de un verso de Arquíloco (Muchas cosas sabe la zorra, pero el erizo sabe una sola, y grande; verso que todos conocemos gracias a Berlin). Entre los erizos, pensadores para los que la existencia se ordena alrededor de una idea central que organiza y estructura su visión del mundo, Berlin sitúa a Dante, Hegel, Nietzsche, Dostoievski, y Platón. Zorras serían Aristóteles, Shakespeare, Tolstoi, Moliere y, por supuesto, Montaigne (en las ediciones españolas de Berlin deberíamos incluir a Cervantes), autores que chapotean con gusto en el infinita e incoherente diversidad del mundo.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Un vasco en Huelva


Este fin de semana me he ido a Huelva para ¿coordinar?¿supervisar? el envío de la señal de la Gala de Clausura del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva a Torrespaña. La gala la realizaba la Televisión local. Llegué el sábado por la tarde, me presenté al jefe técnico de la televisión, al director de contenidos de la gala. Llegó la terrena (que es como llamamos en la tele al furgón que va con una parabólica en el techo), presenté al técnico de la terrena a las mismas personas, se tiraron los cables, se hicieron pruebas, se cometieron las pifias de rigor y a las nueve y cuarto me fui al hotel, aunque como mi hija me dijo que el Madrid sólo ganaba 2-1 al Atleti me paré en un bar para ver como el Atleti tiraba el partido con alguna ayudita arbitral.


Básicamente me he dedicado a leer los Diarios de Iñaki Uriarte, en el tren, en el hotel y en las terrazas de Huelva, que hacía un tiempo primaveral. En la solapa no hay foto, y sólo se nos dice que el autor "nació en Nueva York (1946), es de San Sebastián y vive en Bilbao." Casi se puede decir que estos diarios son un remake de los Ensayos de Montaigne, una referencia constante en sus páginas (junto con Benidorm, ciudad donde tiene un apartamento y pasa bastantes temporadas, y a la que dedica elogios entre divertidos y provocadores). Uriarte viene de una familia nacionalista y católica, todo un tópico, y parece conocer a todo el mundo que cuenta en el País Vasco. Presume de rentista y de no haber trabajado nunca, aunque los diarios estás salpicados de extractos de sus artículos periodísticos. Resultan estupendas sus anotaciones sobre como ve un no-nacionalista vasco las reacciones en los periódicos madrileños a la política vasca (que en Madrid se reducen a sacar punta a lo que dicen los partidos nacionalistas sobre la independencia o los presos de ETA).

Uriarte cuenta que empezó a escribir estas notas a los 52 años, y que las ha limado bastante para su publicación (el estilo es otro motivo omnipresente). De hecho, el volumen que acabo de terminar no llega a las 200 páginas, y cubre cuatro años (hay un segundo libro publicado, los diarios que van del 2004 al 2007, o algo así); vamos igualito que Trapiello.

El Colón de Oro se lo llevó una película brasileña con un gran título, Eu recibiria as piores noticias dos seus lindos lábios.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Apoteosis y límites de la corrección política



Debo a Quelunque el descubrimiento de Purga, novela finlandesa que, según parece, ha sido la sensación del año en Europa. Narrada con eficacia y el efectismo propio, tal vez, de la juventud de su autora, narra la historia de Caín y Abel en versión femenina y estalinista: Inge es una estonia tocada por la mano de Dios a la que todo sale bien, mientras que su hermana Aliide, que articula el punto de vista narrativo, tiene que conformarse con envidiar su suerte, especialmente en lo que hombres se refiere.


Sofi Okasanen se vale de una estructura aparentemente compleja de saltos en el tiempo para contarnos que las mujeres viven tragedias en todas las épocas, si bien siempre son las mismas, la violencia sexual, de la misma manera que los malos siempre son los rusos (desconcertantemente, los invasores nazis son retratados con bastante benevolencia).


Si bien la autora puede argumentar que todo lo que cuenta está atestiguado en los archivos soviéticos, algo vagamente falso flota en la novela, falsedad que culmina en un final absolutamente inverosímil, si bien extremadamente gratificante para el lector (y, sobre todo, lectora). Tal vez todo radique en la dificultad para articular la posición masculina en el texto.


Esta se despliega en triángulo, con Aliide en el centro de los tres vértices, compuestos por Hans, el objeto de deseo imaginario (el marido de su hermana), Martin, el marido al que no desea en absoluto, y Boris, el punto medio de esa línea que une a los dos hombres, y que encarna el primer encuentro sexual extremadamente siniestro de la protagonista, que es violada en un interrogatorio de la policía secreta soviética. La tesis de que el verdadero rostro del (imaginario) príncipe azul es la del despiadado violador no es nueva (casi es un tópico de nuestros días), y Oksanen se toma la molestia de explicarnos al final que, en realidad, todos los hombres son así.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

El día en que conocí a Carlos Boyero



Como aportación personal a la riada de comentarios que pululan por la red acerca de las pocas luces intelectuales del crítico de El País (si bien yo difiero en el diagnóstico: no es un escándalo que semejante megalómano sea el crítico oficial del diario de referencia en español, sino que Boyero es el síntoma más visible de lo que El País es) voy a contar como lo conocí:



Fue el día anterior a la inauguración de la Berlinale del 2002, en el autobús que nos llevaba desde el avión hasta la terminal del aeropuerto. Boyero preguntó cuál era la película de la inauguración, y alguien le contestó que era una alemana (Heaven, de Tom Tykwer). El inefable Carlos se puso a vociferar:



- ¡Qué hijos de puta!


- ¡Me cago en la hostia!


- ¡Una alemana!


- ¡Serán hijos de puta!


- ¡Lo hacen para joderme!


- ¡Hay que ser cabrón!


- ¡Poner una película alemana el primer día!

lunes, 21 de noviembre de 2011

Deseo de ser deportista



Leo el mismo día:

"¿Cabe imaginar un periodista deportivo que presuma de desconocer quién es Navarro, un crítico político que ignore la existencia de Tony Blair, o un crítico literario que despedace la nueva novela de Jonathan Franzen tras leer solo las cinco “estúpidas” primeras páginas? Sospecho que, para los periodistas y críticos correspondientes, un debate parlamentario o un mal partido de fútbol pueden ser tan o más aburridos que “Shirin”. ¿Y si no nos contaran las resoluciones del Congreso o el resultado de un encuentro porque “la vida es muy corta para desperdiciarla con tonterías” (Boyero)? ¿Da risa, verdad?"

La crítica espectacular, Isaki Lacuesta (me dejaron el artículo fotocopiado encima de la mesa)



"El otro día, en la cena, hubo un gran lío. Dije que en la sección de deportes del periódico no admitirían a gente con la caradura y la ignorancia de muchos de los que escriben en la de cultura. Nadie podría escribir sobre un partido de fútbol sin haberlo visto. Le descubrirían en seguida. Los deportes en el periódico están sujetos a un control mucho más amplio y democrático que los libros, que nadie ha leído ni leerá,"

Diarios, Iñaki Uriarte, Pepitas de calabaza, 2010 (recomendación de Francis Black)

viernes, 18 de noviembre de 2011

Cinco, cuatro, tres, dos, uno...


Ya queda poco para que empiece "la fiesta de la democracia" y los damnificados que tenemos que trabajar en tan señaladas fechas nos preparamos para pasar otro fin de semana de estupor y temblores, como diría una famosa escritora.

Mañana y pasado los estudios Buñuel de Madrid se llenarán de jefecillos y pintamonas que asistirán gravemente y con atención al desarrollo de los acontecimientos tan trascendentales para nuestro país.

Las apuestas son bastante seguras, así que esta gala Especial Elecciones será un aburrimiento. Si vais a echar un vistazo, con intención o desganadamente, al circo mediático que se montará el domingo, mandad un saludo telepático a Abbas y a mí, que estaremos cubriendo tan magnos fastos por cortesía de TVE. 

lunes, 14 de noviembre de 2011

My joy



Éramos cuatro gatos (treinta personas) ayer en La casa encendida para ver esta peli de Sergei Loznitsa que tuvo su repercusión en su estreno en Cannes del año pasado, y que luego se ha paseado por muchos festivales, y que ningún distribuidor español va a comprar en la vida. Se ve que la cinefilia no es lo que era, o que con la mejora de la tecnología doméstica y la accesibilidad de las imágenes la mayoría se ven estas cosas en su casa.


El personaje-guía del film es un camionero que se adentra en una Rusia que va dejando atrás la civilización: sale de una ciudad para atravesar pueblos, poblachos, y acaba encallado en un bosque, donde sufre un asalto y se convierte en un simple, uno de esos idiotas rusos que no hablan y vagan por los caminos (pero, obviamente, sin el aura de santidad que tiene ese personaje en la tradición eslava). En ambas facetas vive aventuras que están lejos de articular un relato: caracterizadas por la violencia, la agresión y el sinsentido, se relacionan entre sí como los diversos motivos musicales de una sonata, saltando en el tiempo y el espacio, aunque dejando claro que la vida en Rusia está marcada de siempre (o, por lo menos, desde el estalinismo) por la arbitrareidad y la ley obscena de la violencia.


Además de resultar interesantísima y parecerme muy buena, de My joy se puede decir que es una de las películas más nihilistas y oscuras que se hayan hecho nunca, en la que nada del orden de la catarsis surge de su (des)articulación narrativa. Descomposición del relato y de una sociedad, resulta imposible adivinar donde reside el goce del irónico título.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Lo bobo y lo siniestro


Hay dos elementos un tanto irrisorios que atraviesan la parte "Justine" (la primera) de Melancholia, una primera parte que viene a ser un remake algo más aireado de El ángel exterminador. Uno es el empeño del jefe obsceno (figura paterna incestuosa, para entendernos) de Justine/Kirsten Dunst de que le provea de un slogan para una campaña de publicidad de la que no sabemos nada (de hecho, este jefe plantea la boda como un intercambio mercantil en el que aporta el novio a cambio del talento de la protagonista).

El otro es el concurso que organiza el jefe de ceremonias de la boda (uno de los personajes más divertidos del film), concurso en el que se rellena una botella con judías blancas, cuyo número deben adivinar los asistentes.

Si el slogan y la vida profesional de Justine desaparecen de un plumazo en la segunda parte de Melancholia ("Claire", cuyo referente vendría a ser Sacrificio), el gag de las judías permanece insistentemente y reaparece en un momento clave, cuando Justine le dice a su hermana, en plan gnóstico, que la vida es una anomalía en el Universo, algo "diabólico", y que estamos solos, que no hay vida más que en la Tierra. Esta afirmación sublime/siniestra de la radical soledad de la conciencia humana es extrañamente subvertida por la prueba que le da Justine a Claire de su "sabiduría": para que confíe en ella, le dice que sabe exactamente cuantas judías había en la botella.

Esta escena encerraría uno de los nudos de nuestra contemporaneidad, el hecho de que los más profundos abismos ontológicos y la más mema de las trivialidades son, en realidad, las dos caras de la misma moneda.

jueves, 10 de noviembre de 2011

El horror de los padres transgresores


A pesar de mis prejuicios contra Von Triers, me gustó Melancholia en Cannes (un poco larga me pareció) y me ha gustado ahora, que la he vuelto a ver (aunque me sigue pareciendo larga). Y eso que tira de esa artificiosa retórica de la cámara en mano, con barridos y tirones de zoom, como si la boda de la primera parte estuviera rodada por algún niño al que le hubieran regalado una minidv.

Para empezar (y terminar) Melancholia tiene una estupenda secuencia de arranque y otra de final. Vemos una limusina que queda encallada en una tortuosa carretera de montaña. Una pareja de novios tontea mientras el chófer intenta salir del atolladero. Al final llegan con horas de retraso al castillo kitsch en el que se celebra su boda, que descubrimos que pertenece al cuñado. La primera parte es la celebración, una fiesta en la que todo se va descomponiendo poco a poco. Justine, la protagonista y novia, va emergiendo como una maníaco-depresiva con brotes depresivos. Hay dos momentos importantes en los que se acerca primero a su madre y después a su padre, para tener una conversación. Ambos la dejan tirada. La madre ha hecho un discurso en el que manifiesta su disgusto por el matrimonio y ha denunciado la boda como un ritual vacío. El padre se comporta como un adolescente que liga con sus compañeras de mesa, de la misma edad que la hija, el típico bufón incestuoso.


¿Sobre qué quiere hablar la hija con sus padres? Obviamente sobre su deseo y su goce. Es evidente que padres tan modernos y transgresores le han cerrado todo camino para saber de su deseo. Curiosamente, Melancholia parece participar de la habitual crítica conservadora a la deconstrucción: la denuncia como mascarada de todo discurso no lleva a la liberación del sujeto, sino a su colapso, al encontrarse sin armadura simbólica para afrontar (en este caso) el encuentro sexual. La denuncia de la madre del matrimonio como un espacio ridículo, y las palabras que lega el padre a la hija, una vergonzante huida ante la súplica de Justine, sumen a la hija en la crisis psicótica con que se inicia la segunda parte.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Face off

Mi hijo ya duerme y me he colocado delante de la tele para ver el TD2, y me he encontrado con la sorpresa (es un decir) de que está dedicado al famoso debate. Ahí tenemos a Pepa comentando el color de trajes y corbatas, que el suelo es antideslizante, que si las sillas tal y cuál, que si tendrán x minutos para cada tema.... Y yo me pregunto, ¿de verdad alguien se cree que este tipo de debates, este debate en concreto, estos monólogos paralelos, tiene verdadera influencia en alguien? Yo no me lo creo, ¿por qué intentan vendernoslo así? Entre esto, el veto a que lo organizase TVE y que cada vez que aparece la imagen de alguno de los principales candidatos en un mitín tenga el subtitulo de "imagen realizada por pp o psoe", empiezo a plantearme si de verdad tenemos libertad de prensa. Deberíamos hacerles el vacío informativo para que reflexionasen. Bueno, hablo en plural, está claro que yo no puedo hacer nada, es sólo una opinión. Lamento que J. y M. estén dedicando toda una tarde de su vida, aunque no voluntariamente, a esta pantomima.



Francia, 1982



Este fin de semana me he visto dos películas francesas del mismo año, 1982 (esto lo he descubierto después), las dos muy buenas, completamente diferentes, Passion, de Godard, y Une chambre en ville, de Demy. No creo que ninguno de los dos pudieran disponer hoy en día de los mismos medios para hacer esas películas (vamos, ya diría que ni de la mitad), empezando por los actores.


En las dos salen obreros, y las dos transmiten la idea de que las imágenes de gente que trabaja con las manos están llamadas a desaparecer, en Demy los obreros están en huelga, en Godard son despedidos, o acaban trabajando de figurantes para la televisión. Yo creo que el cine francés ha sido el que más atención ha prestado a la clase obrera (está el italiano de posguerra, claro).

Las dos películas giran en torno a un hombre vagamente desclasado (un campesino reconvertido en metalúrgico que vive en la casa de una aristócrata, un realizador polaco que intenta sacar adelante una superproducción para la televisión francesa mientras en su país se vive la contestación de Solidaridad) que se debate entre dos mujeres de diferente extracción social, Demy le da una salida trágicoromántica al nudo emocional, Godard se vuelve algo cobarde, y tras un par de secuencias hermosamente intensas opta por una coda sarcásticoburlesca, el típico chiste defensivo que abunda en la obra del franco-suizo.

domingo, 6 de noviembre de 2011

En defensa de causas perdidas



Nuestro propósito es invertir la perspectiva: como diría Badiou con su inimitable estilo platónico, las verdaderas ideas son eternas, indestructibles, vuelven siempre que se anuncia su muerte. Basta con que Badiou las vuelva a afirmar con claridad, para que el pensamiento antitotalitario se muestre en toda su miseria, como lo que realmente es: un ejercicio sofista sin valor, una pseudoteorización de los más bajos miedos e instintos de supervivencia y oportunismo, un modo de pensar que no sólo es reaccionario, sino también profundamente reactivo, en el sentido que Nietszche da a este término.





Los libros de esta estrella de masas del pensamiento radical de izquierdas y fundamentalista hegelacaniano son un caos, se nota que los escribe sobre la marcha y se cuelan las películas que ve o lo que esté leyendo en ese momento, nunca habla de lo que anuncia, pero están llenos de ideas y energía. Como es sabido, Zizek se presentó a las elecciones presidenciales eslovenas, y estuvo cerca de ganar, según cuenta la leyenda. Cuando anunció que no le interesaba para nada el ministerio inane de cultura, sino el de interior, sus más cercanos amigos le dijeron (parece ser que en serio) que si le nombraban salían por patas del país.


Está casado (por enésima vez) con una modelo argentina que también lee a Lacan (bueno, sí, tratándose de una argentina es una información redundante, pero es como si en España Belén Esteban leyera a Heidegger), las fotos de la boda salieron en la prensa del corazón.


La Folie Baudelaire



Baudelaire le proponía a su madre Caroline encuentros clandestinos en el Louvre: "no hay otro lugar en París donde se pueda conversar mejor; hay calefacción, se puede esperar sin aburrirse y por otra parte es el lugar de encuentro más decente para una mujer." El miedo al frío, el terror del aburrimiento, la madre tratada como una amante, la clandestinidad y la decencia sumados en el lugar del arte: sólo Baudelaire podía combinar estos elementos casi sin darse cuenta, con completa naturalidad.




Este es el deslumbrante comienzo de La Folie Baudelaire, la última pieza de ese inagotable work in progress que son los libros de Calasso, el hombre que lo ha leído todo (y ha publicado en Adelphi mucho de lo mejor).

Zizek & Calasso




Recojo el mismo día en mi librería (El Buscón) los dos últimos libros publicados en España de Zizek (En defensa de causas perdidas) y de Calasso (La Folie Baudelaire), tan opuestos y, diría, incompatibles, que me sobresalta descubrir un mismo autor citado por ambos (Benjamin, por ejemplo, aunque el esloveno lo cita en cuanto filósofo "mesiánico" de la revolución mientras que para el italiano es el último kabalista de la historia).




Una chica lee


(Me traigo este delicado apunte de la página dedicada a Ramón Gaya)

viernes, 4 de noviembre de 2011

Mundo injusto

El cartero (la cartera) ha llamado al telefonillo y ha preguntado por mí. Me traía un comunicado de la Junta Electoral por el que me toca ser vocal suplente en las próximas elecciones, la primera vez que me cae la responsabilidad de pringar en una mesa electoral (perdón, quiero decir participar activamente de esa fiesta de la democracia que son las elecciones, aunque ahora hayan echado a los griegos de ese sarao, por más que siempre se diga que fueron ellos quienes lo inventaron, que van a acabar echando de menos a los persas de antaño y a los turcos de hogaño). El caso es que el DNI que aparecía en la citación no era el mío... Es el de mi hijo, que lleva seis meses de mayoría de edad! Hay que ser pringao! (quiero decir que imagino el orgullo que le invadirá cuando le comunique la noticia, por supuesto delante de sus hermanos, para que se choteen a gusto).

jueves, 3 de noviembre de 2011

Hermenéutica insospechada




¿Quieren ir al lavabo? ¡Al alma le gustaría ir al paraíso!


Gombrowicz, Ferdydurke





Esta coexistencia inmediata entre la trascendencia y la trivialidad va a sorprendernos una y otra vez al volver la esquina de todos los asuntos humanos.


Ortega y Gasset, En torno a Toynbee

miércoles, 2 de noviembre de 2011

El signo de los tiempos



Cuenta Lampedusa en sus Conversaciones literarias que, cuando muere con dos años el hijo natural de Rabelais, "signo de aquellos tiempos, este eclesiástico-padre recibe cartas de condolencia de dos cardenales y de tres obispos."