miércoles, 29 de agosto de 2012

Amor en tiempos revueltos



Los chinos han copiado la curiosa costumbre española de retratar el franquismo como un período en el que la dureza de las condiciones en que se desarrollaba la vida diaria tenía su origen en la climatología o algo por el estilo, dureza solventada por la bondad inherente al pueblo y por el indestructible poder del amor verdadero, para acercarse al período de la Revolución Cultural, un decorado en el que las pequeñas molestias que ocasionaba el que la gente bien tuviera que coger una azada para plantar cebollinos sirven para que refulja mejor la pureza del amor sublime, que según este aburridísimo film de Zhang Yimou es aquel en el que no hay folleteo, si bien el prota es justamente castigado al final del film por ser un picha fría. Finalmente, las únicas conclusiones que uno saca de esta película es que la castidad favorece la imbecilidad y que no por reducir el presupuesto de una película se dirige mejor.

La hoz y el machete



Si en un principio Machete parece una (divertidísima) serie Z de autor, el desarrollo del film nos va haciendo creer que aquello es, en realidad, una visión que Robert Rodríguez tuvo acerca de lo que España sería cuando cayese en manos de la horda de fascinerosos descerebrados que aparentemente ocupan los puestos de gobierno en nuestro país. En esa visión el director probablemente confundió el paraje desértico en que España se va a convertir por culpa de los incendios promovidos por la incuria y la insensatez de nuestra clase gobernante con lo que tenía más a mano, que era Texas, pero en cuanto Machete es recogido en un hospital que mantiene un sistema clandestino para poder atender a inmigrantes ilegales ya no nos cabe duda de que estamos viendo un radical ejemplo de realismo social en el que se nos muestra cual es nuestro presente y nuestro futuro.


La invasión de las inframentes



Ya se anuncia el primer programa de Intereconomía que desembarca en TVE, algo sobre discapacitados presentado por Bertín Osborne.


lunes, 27 de agosto de 2012

L'Apollonide



Aprovechando probablemente que la autoridad que vela celosamente porque en España no se estrene ninguna película interesante está de vacaciones, los de Intermedio sacan en un par de salas L'apollonide, una de las películas más interesantes del año (pasado) que, como suele ser habitual, me ha gustado más en esta repesca que la primera vez que la vi en Cannes, que ya comentamos por aquí que un festival es el peor sitio para ver cine.

Además, este film de Bonello me permite retomar, en honor de Sergio Sánchez, el hilo conductor que recorre todo este blog, que es el del goce femenino (y su ausencia en los textos contemporáneos). Así, la película comienza con una prostituta que le cuenta a un cliente un sueño en el que aparece una imagen de un goce extremo (imagen que Bonello comete el error, a mi juicio, de visualizar al final del film), en la que ella se ve llorando lágrimas de semen después de ser colmada en un encuentro con el citado cliente. Inmediatamente la mujer será castigada por su transgresión, y la Judía pasará a convertirse en La Mujer que Ríe tras ver como acuchillan su cara, transformándola en la hermana de Joker (en honor de Jesús Cortés, recordaré que este comienzo es similar al de Unforgiven, que pone también en el inicio del relato el rostro de un prostituta masacrado, si bien los dos filmes tienen derivas muy diferentes por razones que sería interesante comentar).

Tal vez ese pecado original es el que arrastre a una lenta decadencia al burdel donde se desarrolla la película, que se mueve lánguidamente por esa escenografía del deseo trangresor que a duras penas esconde la absoluta falta de goce que, se diría, es la clave para que el comercio de la carne se convierta en un negocio rentable. En ese contexto el apego de alguna de las chicas por un hombre se convierte en una amenaza, y la casa castiga a las enamoradas con la adicción al opio o la sífilis. 

Bonello retrata a las protagonistas como el grupo de chicas que mejor se lleva de toda la historia del cine, que pocas veces se ha visto menos rivalidad en un grupo encerrado en un espacio bastante claustrofóbico. Y tiene el buen gusto de ahorrarnos tópicos sobre lesbianismo: si las chicas duermen en parejas en la misma cama más bien se debe a las dotes psicológicas de Noemie Lvovsky, que dibuja una madama a medio camino entre el empresario despiadado y la madre protectora, y que parece entender que sus pupilas necesitan ciertas atenciones emocionales después de noches de mucho sexo laboral. 



domingo, 26 de agosto de 2012

Promesas incumplidas



Cuando me enteré a mediados de agosto de que ya empezaban a poner partidos de Liga en la tele, y a pesar de que lo único que llegué a ver fue esa fascinante imagen de síntesis en la que al Madrid le metían un gol y Pepe aprovechaba la ocasión para darle un cabezazo a Casillas, no se sabe si por órdenes de Mendes-Mabuse (o del sicario que tiene como subordinado en el banquillo del Madrid) o porque los psicópatas tienen eso, que cuando se les acaban los enemigos patean a los colegas, prometí solemnemente que este año iba a pasar completamente de fútboles, ligas, partidos del siglo, clásicos, derbies y demás, y di órdenes tajantes a mis fuentes habituales (léase mi hija) de que sólo me informaran de la fecha en que despidieran a Mouriño.

Pero ha bastado leer un artículo del adictivo Diego Torres en el que cuenta que la siniestra dupla Floro/Mouriño (cuya perversidad sólo encuentra parangón en este mundo cuando Berlusconi y Putin se reúnen en alguna de las islas-puticlub que frecuentan) anda muy preocupada por la posibilidad de que el Barça alce la copa de la Supercopa (el torneo más tonto de la temporada, con lo cual está dicho todo) en el Bernabéu para que me enganche a esa eliminatoria sin mayor interés (como demostraron los jugadores, que se dedicaron básicamente a retozar por el Nou Camp con un trotecito cochinero, salvo Iniesta, al que alguien le debe de haber soplado que igual gana la pelota de oro y anda el pobre como electrizado).

Películas magníficas, imágenes sorprendentes



En la extraordinaria secuencia que abre La notte (La noche, para los que no sepan idiomas), en la que el matrimonio protagonista acude a un hospital para visitar a un amigo moribundo, una enfermera bastante mona abre la puerta de la habitación y aparece... con una botella de champán! Con su cubitera y todo, y copas para todos. Y a ninguno parece extrañarle. Esa es la Seguridad Social que queremos, y no esos manejos siniestros del caballero oscuro y memo que nos gobierna. 



En Advisa & consent (conocida por estos pagos como Tempestad sobre Washington), una película a la que las reseñas se empeñan en describir como un retrato ácido y demoledor de la política norteamericana, cuando vista desde la perspectiva de la España del 2012 más parece la bucólica descripción de como sería la democracia en el paraíso terrenal, se presenta por primera vez al (absolutamente fascinante) Senador Seab Cooley/Charles Laughton, del que no han dejado de hablar sus compañeros de partido en tono admirativo y temeroso durante toda la (igualmente extraordinaria) primera secuencia, un político que lleva cuarenta años en el Senado, ¡Bajándose de un autobús de línea para ir al curro! De hecho, me quedé tan patidifuso que di marcha atrás al dvd a ver si, en realidad, era una limusina o un autocar privado, y no, Seab Cooley va al Senado en autobús, y Preminger decide que es lo primero que el espectador tiene que saber de él, además de que acojona al resto de los senadores. 

sábado, 25 de agosto de 2012

North by Norwegian



Se ve que los nórdicos han encontrado un filón cinematográfico en las adaptaciones de esa novela negra que, de repente, llena las estanterías de las novedades de los grandes almacenes, aunque en este caso he preguntado a mis amistades y ninguna conoce el supuesto best-seller de un tal Jo Nesbo en que se basa Headhunters, enésima (y soporífera, aunque advierto desde ya que a los que me acompañaron en el pase les pareció "entretenida") variación de North by Northwest.

El protagonista es un aguerrido ejecutivo, ladrón de arte en sus ratos libres y panoli integral, acomplejado por su baja estatura, casado con una impresionante walkiria que le saca una cabeza y varias decenas de puntos de coeficiente intelectual. Por razones que sólo conoce el guionista, este chico inunda de regalos a su mujer, pero como dice textualmente, "no está dispuesto a darle lo único que ella desea", que es un hijo, momento en que el espectador sabe que le va a caer la del pulpo y, efectivamente, al poco sale un supermán de dos metros supercarismático, y que será el malvado que se las haga pasar canutas, si bien en el manual de estilo del nuevo cine nórdico para la exportación y el remake norteamericano se debe de indicar claramente que la sensatez y la verosimilitud son defectos imperdonables que hay que evitar a toda costa.


viernes, 17 de agosto de 2012

Haywire, o el bigote intertextual



Soderbergh tiene pinta de ser el empollón de la clase, con esas películas tan aplicaditas que hace; aquí le ha tocado hacer un ejercicio hitchcockiano con un leve toque de la que debe de denominarse cine europea en las escuelas de cine norteamericanas. A mí se me escapa qué interés puede haber tenido el director en hacer esta película, y los actores tampoco parecen mucho más enterados. La diferencia con Kill Bill (otra película con un sujeto femenino acosado e invulnerable en su centro) es abismal; aunque no te guste la de Tarantino, es imposible no apreciar el deseo por filmar que hay en la pantalla.

Tampoco es que Haywire esté mal, simplemente parece inútil. La escena más interesante, con diferencia, es la excursión de la protagonista con Fassbender de falsa luna de miel. Y eso que, aunque nos han vendido que la chica es listísima, cae en la trampa como una pardilla, cuando todo el patio de butacas percibe que el ex-novio y ex-jefe (un horroroso Ewan McGregor, por cierto) se la está jugando. En la habitación del hotel tiene lugar el momento más original de la película: los dos agentes sacan la pistola, y en vez de jugar a ver quién la tiene más grande, como es de rigor en el cine de acción contemporáneo, esconden (renuncian) al falo, que guardan en la cama, momento en que adivinas que el chico tiene sus horas contadas.

El otro punto del film es la relación de la heroína con su padre, al que idolatra y en quien confía ciegamente, padre que se gasta un bigotillo que nos suena vagamente: ¿dónde hemos visto algo parecido? Pues claro, es igualito al de Chisu Ryu, y es que Haywire es como Primavera tardía pero en thriller y en moderno, o sea, que ni padre ni hija están dispuestos a cortar el lazo incestuoso que los une, con lo que al final todos los hombres que han pasado por los brazos de la chica pasan también a mejor vida, por meterse donde no les llaman.


jueves, 16 de agosto de 2012

Deconstruyendo a Julio



El otro día estaba viendo una de los Transformers en la que Megan Fox y Shia LaBoeuf se despedían porque él se iba a la Universidad, y la cámara de Michael Bay no paraba de girar alrededor de ellos y saltar de eje, y ellos no paraban de decir chorradas, y me levanté del sillón y puse al cielo por testigo de que me iba a ver los cuatro packs que Intermedio ha editado con la obra de Straub & Huillet seguiditos, y que hasta que no me purificase de tanto plano inútil no regresaría al mundanal cine. Me vi Antígona, de la que escribiré un sesudo tratado cuando relea la obra de Sófocles, y Lecciones de historia, que también tiene a Brecht como punto de partida, en concreto Los negocios de Julio César, y que podría pasar por un guión de Monty Python al que los directores le han incrustado unos larguísmos planos secuencia de un coche danzando por Roma para que se viera que le suyo es cine radical y árido y riguroso y esos adjetivos que siempre se le ponen a las pelis de S & H, lo que no evita que Lecciones de historia sea un film despiporrante y genial, en el que el conductor del coche resulta ser un periodista o un historiador que va entrevistando a algunos personajes que conocieron a C. (Julio César), astuto y despiadado trepilla que supo manejarse en la convulsa política romana del primer siglo antes de Cristo.

La principal pega que se le puede poner a la edición de Intermedio es que sean más papistas que el Papa, y hayan decidido utilizar el subtitulado de la Huillet para la edición francesa para hacer el suyo (hasta el punto de que la duración de los subtítulos es la misma, y aparecen exactamente en los mismos puntos). El caso es que, por razones un tanto peregrinas pero que los de Intermedio reproducen con desarmante fidelidad, la Huillet dejó bastantes fragmentos sin subtitular, especialmente del entrevistado más molón y que más se explaya, lo que resulta un tanto frustrante, ya que su intervención es apasionante.


Hatari!



Hatari! pertenece a ese género de relatos en el que lo que una vez ocurrió erróneamente tiene que repetirse de manera "adecuada". Es una estructura muy interesante, que permite definir al relato como aquello que trabaja para que el azar o el caos (lo propio de lo Real) adquiera sentido (lo propio del espacio humano). En el film de Hawks Dallas/Elsa Martinelli se mete en la cama de Sean Mercer/John Wayne por error (una de las secuencias más divertidas de la historia del cine), y la película describe el trayecto de los protagonistas hasta que Dallas vuelve a meterse en la misma cama, ya como esposa de Mercer. Esta estructura no es, por descontado, exclusiva de la comedia: en Gran Torino el coche que el muchacho protagonista intenta robar al principio le es donado merecidamente al final del film, y en La Marquesa de O el protagonista trata inquietantemente de convertir la violación inicial en la boda con la que finaliza el relato, en el que Von Kleist le da la vuelta de una manera bastante perversa a La fuerza de la sangre, la más escandalosa de las Novelas ejemplares que Cervantes escribió.

La aparición en ese mundo muy masculino de los cazadores (aunque curiosamente propiedad de una joven doncella, Brady/Michèle Girardon, actriz francesa que Hawks sacó del universo romehriano, tal vez como guiño cinéfilo por los elogios que el director francés le había dedicado en su época de crítico) de la muy guapa y elegante Martinelli se anuncia en la primera secuencia del film, absolutamente hipnótica, en la que se la tienen que ver con una rinoceronte hembra completamente desbocada que está a punto de llevárselos por delante. A lo largo de la película el desafío que supondrá para el personaje de Wayne el deseo de la mujer y la captura del rinoceronte corren paralelos (una variación del eterno tema de la princesa y el dragón).

Hay que decir que la parte de comedia romántica entre Dallas y Sean es un poco tonta, con esa escena acerca de los besos, que da un poco de vergüenza ajena entre personas con más de trece años, sin contar con el hecho de que resulta raro que la expiremantada y cosmopolita fotógrafa se quede colgada en un sólo día de un tío que le dobla en edad y le triplica en peso. Y que Brady resulte que está enamorada del payaso del grupo (Pockets) tampoco mejora el asunto. Al final, la mejor historia de amor es la que une a Chips y Kurtz, la típica relación filogay que abunda en el cine de Hawks, en la que dos hombres compiten por una chica hasta que se dan cuenta de que, en realidad, lo que les mola es la competición y la chica les sobra.



martes, 14 de agosto de 2012

La Ley y la Doncella



Ayer me vi dos películas que funcionaban a partir de una misma imagen/idea, la de una doncella que origina una espiral apocalíptica de destrucción a partir del momento en que el poder quiere destruir su cuerpo. Hasta los nombres de las heroínas tienen semejanzas fonéticas, Anderson y Antígona. Por otro lado, es improbable que pueda haber mayor distancia entre Dredd (Pete Travis, 2012) y Die Antigone des Sophokles nach der Hölderlinschen Übertragung für die Bühne bearbeitet von Brecht 1948 (Suhrkamp Verlag), (Straub & Huillet, 1991), más conocida entre el pueblo llano como la Antígona de Straub.



Antes de dedicar sendas entradas a cada film, vamos a comentar que Straub & Huillet eligieron para encarnar a Antígona a una mocetona de 25 años, Astrid Ofner, que da la impresión de poder arrancarle la cabeza a Creonte de un sopapo. Si la muy meticulosa pareja de directores eligió a esta chicarrona sus razones tendría. La Ofner (que me cae bien por la sencilla razón de que nació el mismo año que yo, 1966) no ha participado en más películas como actriz (según dice el IMDB), pero tiene una curiosa carrera como cortometrajista de vanguardia, por lo que se averigua en el ese pozo infinito de información que es internet. Los del casting de Dredd sí se han buscado a una chica frágil, Olivia Thirlby, que va con cara de perrito apaleado todo el tiempo, y poco más puedo decir de ella, aparte de que le tiñen el pelo de rubio pero las cejas se las dejan morenas, lo que no le queda mal, dicho sea en su favor.

Nota final: S & H dedicaron Antígona a Marco Müller y a Godard, probablemente las dos personas a las que Boyero ha dirigido más insultos a lo largo de su carrera, lo que hace que ésta sea una de las películas más simpáticas de la historia del cine.


Aforismo (godardiano)



¿Por qué decimos un Straub y nunca decimos un Huillet?

lunes, 13 de agosto de 2012

El imperio New age contraataca



   Hacía tiempo que no salía de ver una película tan espantado como el otro día del pase de prensa de Café de Flore, delirio perpetrado por un tal Jean-Marc Vallée a conciencia, ya que en los títulos de crédito no sólo no esconde pudorosamente su nombre sino que aparece en casi todas las facetas: director, guionista, productor y montador, amén de que se pasó por España para dar entrevistas, de lo que se deduce que está contento con lo que ha hecho. Y el caso es que mis compis de trabajo iban soltando tan tranquilos que les había gustado, de lo que deduzco que ha habido un momento en la historia de la sensibilidad estética en que me he quedado descolgado, y que lo que para mí son aberraciones New age acerca de madres locamente posesivas que se reencarnan (literalmente) en mujeres que no acaban de aceptar que el hombre de su vida anda cepillándose a una jovencita, contadas además en ese insoportable estilo puzzle que justifica cualquier desmán estético y narrativo a la par que ahorra todo esfuerzo a la hora de articular la puesta en escena, para el resto son muestra de un exquisito gusto con el que se reinventa el cine romántico.
(En concreto, no salía tan espeluznado de un cine desde que vi Babel, que al lado de ésta es un radical ejemplo de materialismo dialéctico). 

Mark Duplass



Pero como Apatow es cosa ya del pasado, le dedicamos una entrada a Mark Duplass antes de que también sea absorbido por el frenesí devorador que nos ha tocado vivir, aunque es probable que el que fuera rey del mumblecore perdiera la gracia de los críticos cool cuando realizó Cyrus con un poco de presupuesto, y éstos vieron desesperados como la comedia se estrenaba en cines hasta en España, un país donde rara vez se estrena algo interesante (aunque a este paso no se va a estrenar nada).

El caso es que en unos días la distribuidora suicida Avalon estrena My sister's sister, de Lynn Shelton, conocida por Humpday, al parecer el film que "normalizó" el mumblecore, aunque yo no la he visto y poco puedo decir de ella. La Shelton también ha dirigido algún episodio de Mad men, probablemente por darse el gusto de trabajar con un presupuesto holgado y un equipo técnico numeroso, porque lo que es en My sister's sister (El amigo de mi hermana por nuestros pagos) el grueso de los títulos de crédito se lo llevan los productores ejecutivos, que son tropecientos, entre ellos Duplass, que es uno de los protagonistas de esta cinta baratísima: tres personajes metidos en un único decorado, una cabaña solitaria en el extremo de una isla, con lo que no hay que contratar a nadie para que corte el tráfico.

La película está organizada en torno a largas secuencias grabadas con dos cámaras y en las que los actores tienen todo el permiso del mundo para improvisar. El punto de partida es harto sencillo (casi tanto como el desarrollo), dos amigos (chico y chica, aunque ya tiran a maduritos) tienen tanta confianza el uno con el otro que prácticamente han cegado el (deseado) camino que les llevaría a la cama, para lo cual, como todo el que conoce la historia de la comedia romántica sabe, necesitarían un tercero que establezca cierta distancia entre ellos y reerotizara su relación, que es donde entra la hermana del título. No cuento más, por si alguien se anima a verla.


Apatow



Considerar Virgen a los 40 la primera película para cine de Judd Apatow parece un poco exagerado, dado que la mayoría de los gags y la planificación de las secuencias parecen pensados para la tele. Da la impresión de que el guión original estaba diseñado para una serie, y lo tuvo que adaptar a un largo, con lo que el resultado final queda algo amorfo y se resiente de bastantes irregularidades, aparte de que a Apatow, por las razones que sea, se le va la mano siempre en la duración de sus filmes.

Tampoco está muy claro de donde viene la extraña misoginia que aquí se persibe: el prota es un cuarentón que defiende a capa y espada su preadolescencia, convertida su casa en un fortín donde no ha penetrado el desequilibrio de la diferencia sexual. Pues bien, cuando sus amigos se ponen manos a la obra para que se estrene en la cama, aquello se convierte en un desfila de majaderas y frikis sexuales bastante agresivas, sin que yo alcance a descubrir entre mi amplio espectro de amistades femeninas nada ni remotamente parecido.

  

miércoles, 8 de agosto de 2012

Toy stories



Me he visto casi en programa doble Toy story 3 y Transformers 2 (con lo que desmiento esa fama que tengo entre los amigos de ver sólo pelis de Straub y Tropical malady en un sin fin), que vienen a hablar de lo mismo pero desde ópticas complatemente opuestas, esto es, de la construcción del inconsciente a través de los relatos. Bueno, en el caso de Transformers más bien habría que hablar de la espectacularizagión de la narrativa una vez que el relato ha sido aniquilado, o dicho de otra manera, a menos chicha, más porrazos. El género este de la destrucción apocalíptica a cascoporro tiene sus días contados, a menos en el cine, dado lo costosísismo que es y los magros resultados que cosecha últimamente, y es que resulta obvio que su hábitat natural es el videojuego, ese diabólico artefacto potencialmente infinito, no como las películas, que las pobres se tienen que acabar, para desesperación de magalómanos como Bay o Cameron, a los que se les nota que se pasarían la vida destrozando cacharros. Para acabar con esta extraña historia de máquinas alienígenas que en una secuencia tienen armamento supersofisticadísimo, y en la sigueinte se lían a espadazos cual macroarmaduras medievales, constatar una vez más que Michael Bay es incapaz de filmar el cuerpo femenino: aquí la heroína parece permanentemente una modelo publicitaria, aunque salga del baño de su casa por la mañana, y encima no se le ocurre otra cosa que ponerle unos vaqueros en la secuencia de las explosiones, con lo bien que habría lucido entre ruinas (o entre negrazos de milicias filonazis) con las minfaldas de impresión que se gasta en el resto del metraje.


Lasseter ha comandado la contrarreforma contra la disolución del relato contemporáneo, especialmente en el cine para niños, y dentro del corpus pixarista le cabe a la serie de Toy story la gloria de haber devenido el manifiesto teórico que más explícitamente ha articulado sus intenciones. Toy story 3 es probablemente la obra maestra del grupo, si bien la melancolía que la recorre tal vez sea producto de las contradicciones insalvables que la fundan, empezando por lo más básico, esa reivindicación de la imaginación realizada con una técnica hiperrealista totalitaria, y terminando con la aceptación de la imposibilidad de construir un imaginario colectivo a través de los relatos populares: los famosos juguetes fracasan en su intento de sobrevivir en una guardería, aplastados por la pulsión incontrolable de los niños que la habitan, incapaces de transformarla en una vía articulada de pertenencia al mundo; el último servicio que les rinde su dueño, el niño al que han ayudado a crecer, es donarlos a una niña (curiosa elección: ¿qué hará una niña con juguetes masculinos?¿Píxar ha caído en la trampa de la correción política que condena la diferencia sexual -como podría indicar el que, al final, también se haya rendido al personaje de la doncella fálica en su último producto, Brave-?¿o son las niñas la última esperanza de supervivencia de un inconsciente en Occidente -abducidos los varones por esos pseudorrelatos que les ofrece la playstation?), curiosa manera de certificar la muerte definitiva del ámbito público en nuestra cultura.


Looking for Amanda



Comencé el fin de semana viéndome Gone, baby, gone, y he pasado el resto leyéndome la novela de Dennis Lehane de la que Affleck sacó la historia para su primera película como director. De la comparación sale victorioso Affleck con desconcertante superioridad, desconcertante más que nada porque era su primera peli, y la cara de empanao que se gasta en sus interpretaciones no hacía presagiar el talento que como director y guionista muestra aquí y en The town. Lo que en Lehane es un eficaz artefacto de serie negra se eleva en la película a retrato de la decadencia de un área obrera en Boston y a relato que surge de la (des)aparición de un objeto sublime, la hija de cuatro años de una yonkie que es raptada, y cuya ausencia pone de manifiesto las carencias en la vida de todos los que se ven implicados en el caso (que, por una razón u otra, no tienen hijos).

lunes, 6 de agosto de 2012

La fascinación de los falos corredores



Hasta ayer noche, en que mi hija me sentó delante de la tele a ver la final de los 100 metros lisos, no había visto nada de los Juegos Olímpicos, esa competición hipertrofiada que el obscenamente megalómano ex-alcalde de Madrid y actual Ministro de(mente) Justicia se empeñó en traerse a Madrid (infructuosamente, gracias a dios y a las corruptelas de los comités olímpicos). Los JJOO deben de estar llenos de deportes chorras, porque si no no se entiende que den tantísimas medallas, pero la verdad es que lo que mola son las carreras, sobre todo las de velocidad, esas que corren unos negrazos con un carisma sexual axfisiante, lo que no debe de ser ajeno a la fascinación que estas pruebas extraordinariamente primitivas ejercen en nosotros, los espectadores. Porque esto de ver quién llega antes es un juego que, como todos los padres saben, los niños abandonan por aburrido a los cuatro años de edad, que es cuando empiezan a intriducir reglas progresivamente complejas, hasta llegar a esos entramados tan enrevesados en que hay equipos, pruebas, rehenes, posibilidades de rescate y habituales peleas porque se originan conflictivas discusiones por diversas interpretaciones de la ley.



viernes, 3 de agosto de 2012

The town



Por ignotas razones estaba convencido de que la segunda película dirigida por Ben Affleck era un ejercicio de virtuosismo manierista en el que una ciudad abstracta estaba en manos de estamentos cada vez más corruptos (en plan Sin city, para entendernos). Pues nada de eso, por el contrario está muy anclada en un territorio concreto, un barrio (ex-) obrero de Boston donde habita el protagonista, ladrón de bancos que en sus ratos libres trabaja en una cantera, interpretado por un Affleck que se muestra bastante más competente como director que como actor, por lo que sería de desear que, una vez apuntalada su carrera como realizador (en Sanse se anuncia el estreno de Argo, tercer film dirigido por él) se olvidara de sus cuitas interpretativas.

Pues bien, en este relato nuestro héroe vive en un espacio familiar arrasado (padre en la cárcel, madre en paradero desconocido desde la infancia) cuando se tropieza con su objeto de deseo, ante el que, lógicamente, no sabe muy bien qué hacer, sin guías que le ayuden a enfrentarse a esa experiencia nueva. A un lado la pulsión, ejemplificada en su amigo/hermano, un protopsicópata de barrio que se mueve por leyes de lealtad tribal, y que acarrea como excrecencia una hermana con la que el prota tiene encontronazos sexuales inquietantes. Al otro, la Ley, pero como ésta hace su aparición en el cine contemporáneo, como una vía igualmente aniquiladora, aunque amparada por la legalidad (el personaje del FBI es realmente bueno). Un padre mitificado cuya figura se va derrumbando a lo largo del metraje, hasta convertirse en poco más que un castrati carcelario. Unos sustitutos patriarcales progresivamente obscenos, y que al final acaban explicitando la amenaza por antonomasia del padre canalla: la castración real (casi en los mismos términos en los que lo hace la encarnación de la Ley, el agente del FBI).

Total, que en The town están todos los elementos, y además en su sitio, sin que Affleck parezca interesado en llamar la atención acerca de sus logros, lo que hace que su peli resulte a la postre más satisfactoria que otras obras similares que se dan más pisto (ahora pienso en Heat, que vi no hace mucho, una buena película que parece empeñada en hacerse antipática por los aires que se da la realización)

El sargento Rutledge



Tengo una especial devoción por las películas que Ford dedicó a la Caballería, a la que no es ajena el hecho de que no sea la parte más prestigiosa del corpus fordiano. Como he contado en más de una ocasión, The horsesoldiers es mi peli favorita del director, una de esas preferencias que se enquistan en el ánimo y es difícil de cambiar. Ford repetiría protagonista en su siguiente película, Sergeant Rutledge (El sargento negro), algo olvidada hasta que Pedro Costa la puso de nuevo en circulación crítica gracias a Juventude em marcha, y eso que tiene una de las imágenes más emblemáticas del héroe fálico en la obra de un director que le dio muchas vueltas a esa figura.

El caso es que Constance Towers, que en The horsesoldiers hacía de pija sureña, se marca algunas de las imágenes más provocadoras del casi irlandés: la heroína con una pistola en la mano (una mujer portando el falo en una peli de Ford!), Woody Strode despelotándose delante de ella, y lo más de lo más, la Towers corriendo solícita entre un grupo de negros presta a servirlos en lo que necesitaran o quisiesen, invirtiendo como quien no quiere la cosa la iconografía mil veces repetida del solícito sirviente negro (incluso en el cine de hoy, cuando no hay mujer que no acarre un pistolón enorme, es difícil ver a blancos sirviendo a negros).

El aparente esquematismo del film esconde una complejidad textual notable, en el que el tema de la aniquilación del lugar del Padre, omnipresente a lo largo de todo su metraje, va asociado al destino del cuerpo de la hija (y por lo tanto de su goce). Así, si Mary Beecher tiene la oportunidad de vivir un futuro con Jeffrey Hunter, y no es aniquilada como le ocurre a su doble adolescente en la narración, es porque Rutledge emerge en el espacio en el que la figura de su padre ha sido destruida, y traza con su sacrifcio un trayecto paera la posterior felicidad de la pareja.