domingo, 30 de diciembre de 2007

Tribulaciones de un ayudante de producción en TVE-1er capítulo


Sábado 29 de diciembre. Misa en Arganda del Rey, Parroquia de San Sebastián Mártir. Una de las misas más chupadas de mi carrera, los camiones aparcan en la esplanada de la iglesia, no hay problemas de acceso, la iglesia tiene tanta luz que sólo llevamos tres focos. Tanto es así que llego con veinte minutos de retraso (opto por irme en metro, y tardo mucho más de lo imaginable) y para cuando llego la mitad del montaje está ya hecho. El jefe técnico es Félix Bermejo, que me cae bien. Pero resulta que la realizadora oyó el día del reportaje que habría un belén por estas fechas (como es preceptivo) y decidió grabar un par de planos para meterlos durante la retransmisión, teniendo en cuenta que ese tiro sería imposible hacerlo en directo. El caso es que, aunque pedí un control de cámaras u un operador de vídeo en el SGPP, me desentendí del asunto porque: a) he estado toda la semana liado con el Identity b) me parecía una gilipollez la grabación, y encontraba que traer dos personas para rodar 1 minuto era un dispendio total c) no son las mejores fechas para presionar para que manden gente para hacer tonterías así. Pero a la hora de la grabación alguien tenía que hacer de control de cámara y alguien tenía que ponerse a grabar la cinta. Lo de la grabar lo hice yo, y lo del control de cámara lo hizo Félix, pero Félix estaba mosqueado, supongo que porque Esteban Mayoral, que es el que hace todas las misas últimamente, ha cargado contra los jefes técnicos que han hecho de control de cámara durante un tiempo con resultados más bien desastrosos, y ha sido el que ha protestado y ha movido Roma con Santiago para que volviesen a mandar controles a nuestras modestas retransmisiones, así que hubo un rifi rafe en la unidad que no llegó a más, pero la verdad es que la birria de belén que había originado todo no merecía la pena la algarada que se montó. Así que para la próxima vez se le dirá al realizador de turno que no se graba nada el sábado.

Un Straub y un Begrman de una tacada!




Sábado 29 de diciembre: mientras las masas andan atormentadas por el menú y la fiesta de Nochevieja, los regalos por comprar y el asesinato de Benazir Bhutto, yo me voy a la Filmo a ver La Crónica de Ana Magdalena Bach, primera (creo) película de Straub, que no había visto hasta ahora, para escándalo del 0'00001 % de la humanidad que sabe quién es Straub. Para mi desdicha, la ponen en una copia de 16 mm. con lo que el sonido es infame, hándicap importante cuando el 90 % del metraje es música. La Crónica ... puede ser considerado un musical bressoniano (la influencia del jansenista es palmaria) o un sobrio documental. Oímos la voz en off de la segunda esposa del compositor alemán desgranando acontecimientos de su vida (el matrimonio, el ascenso social del músico, las rencillas provincianas, la muerte de alguno de los numerosísimos hijos, los últimos días de Bach), y asistimos a las interpretaciones de algunas de sus obras en largos planos más bien estáticos. El superstar Leonhardt hace de Bach, y muy bien, por cierto, en una clave muy diferente al Bach que nos presenta Portabella en su reciente película. Los subtítulos se empeñan en traducir Klavier por piano, cuando hasta un analfabeto musical como yo sabe que la aparición del piano como instrumento total es bastante posterior. Justo antes de empezar la peli se sienta a mi lado un espectador que debe de llevar un par de días sin cambiarse de ropa. El metro huele fatal... Rozarse con los humanos tiene esos inconvenientes, y supongo que por eso la red arrasa.


En fin, salgo de la Filmo y me voy al Fnac a comprar la Wii, que mi hermano ha prometido regalar a sus sobrinos, que a la vez son mis hijos, con la única condición de que la compre yo. Al parecer la dichosa (y exitosa) consola prácticamente ha desaparecido de las tiendas. Sólo queda un modelo con un par de juegos absurdos. El precio me parece desorbitado, pero como mi hermano ha devenido millonario desde que trabaja para el Ministerio me la llevo al Círculo de Bellas Artes, donde he quedado con mi hermana parisina para ver Secretos de un matrimonio, serie televisiva de Bergman que sólo recuerdo haberla visto en una tele en blanco y negro. Mi hermana me dice que dura tres horas. Cuando llevo una le digo que me voy, que me estoy durmiendo y que ya la terminaré de ver en otra ocasión. Está compuesta de largas secuencias muy dialogadas, como piezas de teatro de cámara. Las primeras secuencias las repitió Woody Allen en Maridos y mujeres, y se nota que al judío neoyorkino le encanta la película, y no es para menos, porque los diálogos son soberbios. Ahora que venden las pelis del sueco en los quioscos, a ver si me hago con un dvd y lo veo con Inma, a la que creo encantará la peli.

viernes, 28 de diciembre de 2007

Expiación, o la metaliteratura para masas



Expiación se abre con una cita de Jane Austen. Durante las primeras doscientas páginas (la mitad del tamaño del libro) la novela narra minuciosamente desde diferentes puntos de vista un par de jornadas en la vida de la familia Tallis, en un alarde de control de los mecanismos literarios que en muchos casos llega a rozar el exhibicionismo. La referencia a Virginia Woolf (y en concreto a Las olas) es tan obvia que el libro la cita explícitamente. El conflicto central se articula acerca de un crimen "inocente", cometido por una niña tras una concatenación de pequeños azares que van preparando el desastre. Ese crimen gravitará sobre la vida de la culpable, una niña con ínfulas de escritora cuya obra posterior girará alrededor de ese punto nodal en su vida, y de las posibilidades de la escritura para redimir el pasado. En ese sentido, la novela está llena de reflexiones metaliterarias muy bien integradas en el desarrollo narrativo de la novela, que incluso se permite el lujo de incluir la supuesta carta que el mítico Cyrill Connolly dirige a la protagonista acerca del primer borrador que escribe sobre la infausta jornada, carta en la que se incluyen recomendaciones que están presentes en el texto que leemos, que se supone es la versión definitiva del lance central, con diversas ramificaciones hacia el pasado y el futuro de los involucrados.


El truco que Mcewan utiliza para que uno se beba estas páginas de teoría literaria es sencillo: aunque refinadísima a nivel formal, Expiación es, en cuanto a su historia, un folletín, con promesas de amor eterno, conflictos sentimentales interclasistas, pareja buena de amantes y pareja mala de amantes, y protas que se encuentran tras sufrir un calvario (la Segunda Guerra Mundial, de la que se cuenta magníficamente el episodio de la retirada de Dunkerke, o la heroica resistencia de la sociedad civil británica, ejemplificada en el ejército de enfermeras/santas, por la que Mcewan muestra una admiración sin rebozo ni complejos).


La versión cinematográfica de la novela abrió el pasado Festival de Venecia, y en general fue recibida con condescendencia por los lectores de la novela, aunque cierta eficacia debe de mantener, dado que todos los que la vieron confesaban cierto vengorzante aprecio por la misma. Es probable que sea una de las películas que acapare nominaciones en los oscars, y que el libro vuelva a estar en los escaparates de las librerías. En cualquier caso, anima a leer el resto de la bibliografía de Mcewan, aunque se deje pasar cierto tiempo entre un libro y otro.

Últimos días de Días de Cine

Hablé con Gasset esta semana para transmitirle las instrucciones referidas a la burocracia de la jubilación, y aprovechamos para hablar del Festival de Berlín. Al poco me tropecé con Javier García, en un pasillo, y heblamos algo de las ideas que había para los festivales. Me dijo que iba a reunirse con Raúl y Gerardo, actuales directores. Le comenté que intentaría pasarme al final de la reunión, pero no fue posible, y llamé a Raúl para charlar con él. Al parecer, tiene claro que los días de gloria del programa se han acabado, y que él está a años luz del peso específico que tenía Gasset en la empresa, y de su autoridad para imponer sus puntos de vista. Así que le están dando hecho el curso del programa. Pero lo que se ha confirmado es que Cartelera desaparece y los restos del naufragio se integrarán en Días de Cine, que mantiene el nombre pero pasa a convertirse en algo más grande o menos medesto que lo que era antes. Raúl tiene claro que probablemente se lo quiten de encima a las primeras de cambio, y que para empezar Cayetana va a tener bastante importancia, tal vez incluso a nivel de contenidos. En realidad mi principal preocupación es que esta chica no vaya a Berlín, y que si va lo haga pocos días. En un rato me voy a ver a Javier, si puedo, y le voy a comentar que antes de lanzarse a hacer nada se vean el programa del Festival a ver que posibilidades tiene.

domingo, 23 de diciembre de 2007

El silencio según bach



Aprovechando que mi familia se había ido a pasar el fin de semana a Segovia mientras yo sostenía la economía familiar, la programación de Televisión Española y la estructura del Estado; y que había ido a comer a casa de mis padres, que se echan la siesta con al tele encendida, me acerqué a ver la película española arty de las Navidades, este Silencio antes de Bach, que debe su título, si lo que cuentan en la película es cierto, a un encendido ensayo encomiástico de la obra de uno de los músicos más raros de la historia de la humanidad, un ensayo donde prácticamente (por lo que se oye) se dice que la única función de Dios en este mundo es que Bach haya pisado la Tierra para ensalzarlo con su música. El caso es que la película es una sucesión de secuencias de muy distintas características: hay desde reconstrucciones históricas de la época de Bach (interpretado por un jovial músico que en nada se parece a la idea que de Bach tenemos), hasta pequeños conciertos de corte onírico (una caterva de chelos toca en el metro, una pianola se mueve sola a lo largo de las paredes desnudas de una galería). Se dramatiza una pequeña anécdota; cómo Mendelshon se tropezó con una partitura de la Pasión según San Mateo que había servido para envolver unos sesos. Tal vez la idea central es que Bach es infinito, lo mismo sirve para el refinamiento espiritual de los adolescentes que para calmar la angustia existencial de los camioneros que para justificar un emporio turístico cultural. Oímos piezas en todas las versiones, desde la interpretación más identificablemente sublime hasta versiones para armónica, o la citada pianola, o un inexperto Alex Brandemühl haciendo pinitos con lo debe de ser un fagot o algo por el estilo. La verdad es que Bach aguanta todo, aunque su música siempre me ha parecido que tiene algo de inhumano. La peli no está mal, pero le falta gracia (tanto en su acepción teológica como en la de sinónimo de pesadez) y respira cierta autosuficiencia. Me hizo gracia saber que las variaciones Goldberg fueron un encargo hecho para conbatir el insomnio de un noble ruso, y el director demuestra ser algo rijosillo porque monta una secuencia para sacar en pelotas en la ducha a una chelista realmente atractiva, esas cosas que da el poder.

El día en que volví a ser cámara



Hay retransmisiones que son extremadamente sencillas, como la de este fin de semana en Alcobendas. Pero hay mil maneras de que algo se complique, y más cuando hay un par de docenas de trabajadores de TVE implicados, y además un domingo por la mañana.

Así que no había salido del metro cuando Cristina me llamó para decirme que un cámara había tenido un accidente y que probablemente no iba a llegar. Lo siguiente que me dijo es que se había ido a urgencias porque se le había hinchado un ojo del golpe con el airbag. Así que llegué a la iglesia y se lo conté al realizador, que decidió dejar la cámara que llevaba el angular en general, sin que los cámaras se opusieran. Pero hablando con Cristina de nuevo me dijo que lo podía hacer yo, y como a ella le pareció bien, y nadie puso pegas, e incluso hizo cierta gracia, me subí a la cámara y me hice la misa, lo que me ha servido para reafirmarme en el acierto que supuso pasarme a producción, porque ha sido un auténtico tostón.

Y como todos tiramos a supersticiosos, aunque no lo reconozcamos (o podríamos decir que nuestra mente tiende compulsivamente y por naturaleza a tender relaciones de cuasa-efecto entre todos los fenómenos), cuando me han contado que uno de los conductores de los tropecientos vehículos que llevamos a las retransmisiones no ha podido ir porque le habían parado en un control de alcoholemia y le habían inmovilizado el vehículo, me he asustado pensando que algo estaba ocurriendo y que la cosa se podía poner complicada.

Aunque marrón el que tenían en la Misa Evangelista, que retransmiten en directo esta tarde, sin que nadie se haya tomado la molestia de transmitírselo a emisiones, con lo que noy hueco en la parrilla.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Diarios de una nanny

Corrían malos presagios en Venecia sobre esta película, a pesar del buen sabor de boca que había dejado American splendor, la primera obra de la pareja de directores que firmaban este producto de los Weinstein. La película resultó peor de lo que se esperaba, o ni siquiera eso, no resultó ser nada. Lo único destacable era asistir a una proyección donde era manifiestamente palpable que nada de lo que había ocurrido delante de la cámara había concitado el más mínimo interés de ninguna de las personas que andaban por allí. El ropaje de película independiente resultaba patético para algo tan manifiestamente conservador, tan calculado en su diseño de producción. Creo que es la película más aburrida que he visto este año.
En el Festival me tocó entrevistar a los directores. Como a los cinco minutos se me acabó el bagaje de preguntas que se me había ocurrido, les pedí permiso para hacerles una foto con el móvil (que me concedieron, ellos parecían muy majos)
(Robert Pulcini y Shari Apringer Berman, transfugurados tras la entrevista de Días de Cine en Venecia)

sábado, 15 de diciembre de 2007

Imágenes de Estella





Cristo como mártir por la lucha de los derechos
de los homosexuales














El desayuno más cutre de la historia de la hostelería














En el Románico, ángeles y hombres (o mujeres) conversan en igualdad

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Viaje a Estella




Camino de Estella nos fuimos, a rodar el reportaje de la misa que retransmitiremos en enero. Recordaba vagamente la zona de cuando hace casi 20 años me hice el camino de Santiago en solitario (empecé en Jaca y me rendí en Sahún, donde encontré un Talgo que me devolvió a Madrid. Muchos años después me hice el tramo de Ponferrada a Santiago).
Esperamos un rato a que habrán la caja para cobrar las dietas, pero como el sistema no acaba de arrancar nos vamos, yo con 50 € en el bolsillo. Aparte de Víctor nos metemos en la mini-bús Dolores (la realizadora) y Jesús Navarro, el operador de sonido, cuya forma de hablar siempre me ha hecho mucha gracia. Jesús nos contará por el camino el curioso destino del Azor, el yate de recreo de Franco. Ahora anda emplazado en un motel pegado a la carretera entre Lerma y Burgos. Como tenemos tiempo de sobra nos paramos a echarle un vistazo. Está plantado en una especie de plazoleta, con pinta de abandonado, inundada la cubierta de cemento, con la pintura descascarillada. El motel que se encuentra tras él (el motel Azor) tiene también un aspecto bastante desastrado, y parece el escenario ideal de crímenes sórdidos y truculentos. Sólo un coche se ve junto a la fila de habitaciones, lo que acentúa el aspecto de abandono del entorno. También hay un mesón, amplio y decorado con utillería campestre, hoces, guadañas, cosas de ese tipo. Ni rastro de imaginería franquista. Da la impresión de que el que ideó el traslado del barco al páramo castellano se arrepintió en seguida. En el mesón no hay ningún cliente, y los camareros están almorzando cuando llegamos. Nos tomamos unas cervezas en la barra, sumamos una pequeña anécdota a nuestro listado de experiencias de la España profunda y seguimos la marcha. Decidimos comer entre Burgos y Logroño. Como parece no ser una zona precisamente sembrada de restaurantes de carrtera cogemos un desvío al azar y nos metemos en un pueblo llamado Cenicero, más grande de lo que parece a primera vista parece, y plagado de bodegas y con un hotel de 4 estrellas cerca de la plaza, lo que parece un indicio de prosperidad económica. Un lugareño nos encamina hacia el restaurante Olano, donde por 10 € nos metemos entre pecho y espalda unas judías rojas estupendas (llamadas carrajones, término que nadie en la mesa había oído en la vida) y un filete de atún a su altura. Llamo a Cultura del TD para que me digan a qué hora aparecen las medallas de Bellas Artes en el Telediario; como nadie me coge el teléfono le mando un sms a José Fernández, que me contesta que no está en la tele y no tiene ni idea del minutado. Antes del postre me levanto a ver la tele (que no está en el comedor, algo que en cualquier otra circunstancia me hubiese alegrado sobremanera, sino en el bar), y previo a la pieza de las medallas veo una noticia sobre protección a la infancia y a la juventud de los peligros del acoso y la pornografía en internet y los móviles, y otra sobre el cambio de la guardia real en el palacio también real, espectáculo que al parecer alguien cree va a congregar a las masas turísticas, aunque para el reportaje de hoy sólo parecen haber conseguido totales de un par de inmigrantes despistados. En la esperada pieza se ve a los príncipes de Asturias avanzar entre una masa indiscernible de gente, mientras Ana Blanco cita a Versión Española. Como el redactor que ha montado la pieza no debe de tener muy claro quién ha recogido el premio, salen varias premiadas, un plano general de los galardonados en que no reconozco a nadie y en seguida se pasa a otra cosa. Me tomo unas natillas de postre, invito a Víctor a comer y al hotel, que es feo y amplio y cómodo. Desde el enorme ventanal que hay en mi habitación se ven unas preciosas montañas encendidas por la luz del atardecer, y un mar de adosados con pinta de prefabricados que en una cultura sana hubieran supuesto la muerte por lapidación de todos los responsables del engendro. Hemos quedado a las siete para reconocer el terreno y ver la iglesia, y mientras espero en la habitación me llama Gasset, con el que hablo del Festival de Berlín y de su jubilación, y del cretino de Míchel.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Arma letal

Cinco menos cuarto de la tarde, cines Ábaco, en un centro comercial en Villaverde. Quique se viene conmigo a ver Arma fatal, que Alejo me había comentado que estaba muy bien (la vio en Sitges) y había cosechado una excelente crítica de Jordi Costa en el país. La acaban de estrenar, pero mi hijo y yo seremos los únicos espectadores de la sesión. No es de extrañar que haya tanta guerra en torno al reparto del dinero de la exhibición cinematográfica. Con esa asistencia (las pocas veces que me he acercado a esos cines me he encontrado con un número de espectadores apenas superior) es imposible que se mantengan los multicines que han proliferado en simbiosis con las grandes superficies.

Arma fatal es una comedia que concitará las simpatías de los que (como yo) detestan el idílico imaginario rural, desde luego mucho más presente en el inconsciente británico que en el español, donde la memez del turismo rural es de reciente implantación, y donde hasta no hace mucho se despreciaba el pueblo como fermento de todos los prejuicios, supersticiones y atrasos. El caso es que en esta película un policía municipal eficaz hasta la exasperación (de sus jefes y compañeros) es castigado con un destino en el más aburrido y ejemplar de los pueblos británicos, donde su estricto rigor chocará frontalmente con el savoir vivre de los plácidos lugareños, y apenas le dará para enfrentarse a la psicopatía universalmente extendida por el idílico entorno. En su juego con los estereotipos y con las referencias a mansalva la película muestra el origen televisivo de sus autores, que ya habían mostrado maneras en Zombies party, una película con un inicio muy ingenioso, un espectacular plano secuencia en que el protagonista (el mismo que el de la presente película) hacía su recorrido matutino por los habituales lugares del barrio sin que se percatase de que la mitad de las personas con las que se cruzaba se habían convertido en zombies, aunque el ingenio no le daba para sostener toda la película, y algo parecido le ocurre a Arma fatal, aunque aquí el guión tiene más vueltas y se curran al final un tiroteo a lo Tony Scout realmente logrado. En cierto sentido, la película parece el desarrollo de un estupendo corto de Mike Figgis (creo) en que un aristócrata va desgranando la consabida letanía acerca de la decadencia de los tiempos para terminar confesando que se ha visto obligado a asesinar a toda su familia para mantener los valores eternos asociados a su clase.

viernes, 7 de diciembre de 2007

2666

Tras mes y medio he conseguido dar fin a la lectura de las 1.100 páginas de 2666 (reconfortado por la noticia de que Susana lleva empantanada dos meses en la lectura de La decisión de Sophie), la novela póstuma de Bolaño en la que, según cuenta en el epílogo el editor, empeñó los últimos años de su vida. Bolaño sabía de la cercanía de su muerte y debió de trabajar contrarreloj para dar forma definitiva al libro, aunque, según parece, dio instrucciones acerca de su publicación que no se han cumplido. La novela es ambiciosísima (como debe ser una novela de semejante tamaño), y pertenece al género de Novela-Total que pretende agotar todas las posibilidades, y, en último término, acabar con la literatura. En un momento dado, un personaje da la clave para comprender las aspiraciones artísticas del texto: se queja de la querencia de los lectores contemporáneos por textos como Baterbly o La metamorfosis, perfectos en su pequeñez, frente a los empeños suicidas y megalómanos inevitablemente condenados al fracaso de los mismos autores (“no quieren saber nada de los combates de verdad, en donde los grandes maestros luchan contra aquello, ese aquello que nos atemoriza a todos, ese aquello que acoquina y encancha, y hay sangre y heridas mortales y fetidez”). Así, en 2666 cabe todo, toda la historia de Europa del siglo XX, todos los registros literarios, desde el pastiche a la elegía, toda una teoría literaria, que van desgranando los diferentes personajes que giran en torno a la literatura. Tal vez la principal debilidad del libro se encuentra en la última parte, que da la sensación de ser la menos trabajada, en la que hay fragmentos que dan claramente la sensación de que son poco más que bosquejos: mientras que previamente todos los personajes tienen gran consistencia (están “vivos”, por así decir), aquí hay varios que se notan a medio hacer. Y es una pena, porque el protagonista de esta última sección es el escritor alemán que funciona como McGuffin de la primera parte, y que debería servir de testamento literario del autor, un memorando donde dejar dicho el papel que corresponde a la literatura en un mundo invadido por el horror. Y aunque Bolaño parece apuntarse a la doxa imperante acerca de la inanidad de la palabra frente a ese horror de lo real, el mismo gesto de dedicar tantísimo esfuerzo a enunciarla basta para desmentir de facto esa idea.

jueves, 6 de diciembre de 2007

El día en que comí en el Burger King

Miércoles 5 de diciembre. Tras pasar dos días en el hospital, a Víctor le han dado el alta tras su operación de anginas. El Santa Elena (e imagino que cualquier hospital privado) funciona como un hotel, y tienes que dejar la habitación antes de las diez. Como está muy imbuido de su rol de enfermo, Víctor pide una silla de ruedas para salir del hospital.
He quedado con Alejo y Gasset a las dos para rellenar las acreditaciones de Berlín. Iberia nos regala los billetes de avión, pero exige un trámite trabajoso y complicado que comienza con la reserva telefónica. Como es habitual, me ponen diferentes pegas para hacerla. Así que decido acercarme a la central de Iberia en María de Molina, donde te sientas delante de un mostrador y están las oficinas a mano para cualquier consulta. La única razón por la que llevamos a cabo esto, teniendo en cuenta lo baratos que están los billetes, es porque Gasset aprovecha para estar un mes en Berlín, con su familia, con lo que sus billetes tienen otra fecha, y de esta manera se evita tener que dar explicaciones. Tras las dudas y consultas de rigor quedan nuestras reservas registradas (ahora hay que mandar un fax, el mismo de siempre, pidiendo la autorización, y cuando se tenga ir a recoger los billetes).
Tras el engorroso paso me voy a la Torre. Alejo me cuenta que Gasset está depre porque Michel Castro (sí, el del making of sansebastianero) le ha puesto o le va a poner una denuncia por mobing. Corre la leyenda de que en alguno de los numerosos altercados que han tenido Michel grabó en el móvil los insultos que el otro le dirigió. Michel es muy amigo de Luz Aldama y de Javier García, el productor ejecutivo para contenidos que Luz ha puesto para los programas de cine (porque ya hay uno para la producción, Juan Antonio Camacho), y al que todos llaman Javier Cacerolo, por su destacada participación sonora en la última huelga en Televisión. En el programa todos están convencidos de que es una maniobra para hacerse con la dirección del programa, cosa perfectamente verosímil porque la incompetencia y la megalomanía hacen buena pareja.
El caso es que Gasset está empeñado en que todo lo relativo a Berlín se lleve en secreto, así que nos reunimos por los pasillos de montaje y en mesas de despachos ignotos. Todo me pilla un poco lejano, es el tipo de rencillas que alimentan incansablemente los diálogos en las comidas de los miembros del programa, pero que desde fuera se agota en el párrafo en que lo he descrito.
A las cuatro me marcho de Torrespaña, no he comido y tengo intención de pasarme por casa, pero me doy cuenta de que no voy a tener tiempo de hacerlo porque a las seis tengo que estar en la otra punta de Madrid. Así que oteo las posibilidades de almorzar a esa hora en Manuel Becerra, y me topo con el espantoso letrero del Burger King, que juraría no ha cambiado en los tropecientos años que llevan de implantación en España. Me decido a entrar con la sensación de estar cometiendo algo prohibido y a la vez inocuo. Me pido una ensalada, aros de cebolla y una cosa que llaman long chicken, y que en el mejor de los casos es un bocadillo de pechuga empanada. Me lo como todo y al cuarto de hora estoy en la calle. Cojo el metro para ir al intercambiador de Moncloa, donde pillo un autobús que me deja en Casaquemada. Como tengo tiempo, me tomo un café (que está muy bueno) en un puesto subterráneo. La luz es deprimente y baña de tristeza el sitio, pero me basta imaginarme habitante de cualquier película urbana que retrata a la gente tomando café en puestos similares para reconfortarme. De hecho, como en las películas, unos empleados se dirigen por el nombre a la camarera (una mulata bajita y algo entrada en años de gestos reposados y eficaces) para pedir unas consumiciones que se adivinan recurrentes. A mi lado, una mujer, también inmigrante, como la camarera, espera pacientemente y sin moverse. La camarera saca un pan con queso de un horno, le añade unas lonchas de jamón york, lo envuelve primorosamente, primero en papel de aluminio y después en una bolsa de papel, y se lo entrega. La clienta busca afanosamente monedas para pagar los dos euros setenta del bocadillo, y por un momento siento la tentación de invitarla, pero el gesto me parece ridículo, y ya es la hora de coger mi autobús, así que agarro mis libros y me voy.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Viaja a Arroyomolinos

Viernes 30 de noviembre, jornada de viaje a Mérida. Un par de nubes en lontananza: unas dietas sin firmar y una posible revuelta de conductores. Antes de llegar a Prado mi compañera Oliva me cuenta que la dieta está firmada. Llego al despacho, hablo con Enrique Gallego y me dice que me olvide de los conductores, que se cogen hotel en Mérida y todo arreglado. Me voy a desayunar con Susana y aparece Joaquín, un cámara, que me suelta la letanía de lo que nos estruja la tele. Hacía años que no hablábamos, pero tengo la sensación de que la última vez tuvimos una conversación idéntica. Así está hasta que nos levantamos de la mesa; al poco me llama y me dice que qué pasa con su dieta, que le he pasado el 75 y no el 100. Viene al despacho y le cuento una especie de discurso que me sale solo, y que a veces tengo la sensación de que es otro el que lo enuncia: que si nos obligan a pasar los viajes a las tres de la tarde, que en ninguna parte pone que no se pueda viajar de noche, que Diana es una bruja malvada, que si patatín, que si patatán. En realidad me importa un bledo, nos embolsamos unos cientos de euros, nos pagan una habitación en el parador de Mérida, trabajamos un par de horas (en su caso), pero tenemos la sensación de que somos vilmente explotados.
Pero sé que todo el fin de semana va a ser igual, que todas las retransmisiones van a ser igual, que todas las conversaciones van a ser la misma conversación, con ínfimas modulaciones que incluyen la última anécdota, la última putada. Yo también pienso que las cosas van mal en la tele, y que se van a poner peor, pero lo de este finde no es para abrirse las venas. O tal vez sí. Me llama Cristina para decirme que se ha muerto la suegra de uno de los cámaras que iba a Mérida. El que lo sustituye no quiere hotel, pero la habitación no se puede anular (se puede, pero te la cobran igual). Al final accede, sin demasiados problemas porque hay un kilometraje extra que a la postre es casi lo mismo que el tanto por ciento que te ahorras por darte el madrugón o dormir en un camastro. Ahora hay que conseguir que todos los firmantes estampen su nombre en la modificación antes de que cierren la caja. Las tres primeras firmas no dan problemas, pero Diana está ocupadísima de reunión en reunión: la semana que viene no está y temerá que la tele se venga abajo sin su presencia. Les dejo una fotocopia de la dieta firmada hasta el estamento más alto alcanzado, para que la vayan agilizando, por si se ablandan y la pasan así, y nos vamos mientras rezo para que la dieta esté o Ramón (el cámara sustituto) no se tome la molestia de pasarse por caja, habida cuenta de que hemos cobrado y tampoco le hace falta mucho dinero para una noche.
Paramos a las dos a comer, Sobrino elige el sitio. Según nos sentamos me huele que nos van a clavar. Nos ofrecen un cabrito recién sacado del horno, un lechal buenísimo, aceptamos una fuente central con cabrito y cochinillo. Calculo 40 € por cabeza. Acierto. Jesús se había comprometido a invitarnos, y lo hace, aunque intento compartir gastos. Me comenta a la salida que la comida estaba muy buena, pero que había preguntado si tenían menú del día, y se habían hecho los suecos, y posteriormente, a la mesa de al lado, sí se lo han ofrecido.
Jesús tiene ganas de ver una ermita del siglo VII (o tal vez VIII, hay disputas en la comarca entre los eruditos locales), así que nos vamos para allá. Nos pilla casi de camino. Resulta que el pueblo donde se encuentra alberga a un amigo y compatriota de nuestro auxiliar de montaje, rumano él. La ermita está muy bien, tal vez demasiado restaurada (hay unos mármoles impolutos que tal vez durante el esplendor originario armonizaban con el conjunto, pero que ahora, entre cascotes, resulta extravagante), rodeada de naranjos. Salgo de la minibús y tengo la impresión de que no he respirado un aire tan limpio en meses. El viento es frío, pero todavía no molesta. El sol se está poniendo, pero todavía da para iluminar el amplio valle que se ve ladera abajo. La ermita tiene adosada un centro de interpretación, con una maqueta y un vídeo explicativo, y un lugareño que muestra una entrañable admiración por la erudición, y al que casi se le saltan las lágrimas cuando habla de la romería de catedráticos de toda laya que acuden a soltar teorías a mogollón acerca del templo (la que más entusiasmo le produce es la que asigna al lugar un temprano culto a una diosa romana, cuyo nombre pronuncia con perversa sensualidad). Aparece el colega de nuestro mozo, colega que en cualquier película interpretaría con solvencia el papel de asesino a sueldo extremadamente profesional. Mientras vemos el vídeo nos llaman los conductores. Aunque habíamos quedado a las ocho (y son las seis), ya han llegado al Centro Territorial, donde les había pedido que soltaran los camiones. Les digo que en media hora estamos ahí, no sé por qué, ya que es evidente que antes de una hora no vamos a llegar. Nos despedimos del entusiasta pedagogo y ponemos rumbo a Mérida. No tardamos demasiado, pero damos bastantes vueltas hasta que nos enteramos de cómo se entra al parador. Soltamos a Jesús y a Lucien (el rumano) y acompaño a Víctor al Centro a recoger a sus colegas, más que nada para que no lo linchen. Vuelve a hacerse un lío con el GPS hasta que damos con una calle buena. Resulta que los conductores llevan en la calle una hora, nadie les ha dicho que esperen dentro. Todo se resuelve rápido, porque dos de ellos se hospedan en el NH (se han venido con las respectivas mujeres, rasgo de refinamiento que les honra), y el resto, tal vez reconcomidos por la envidia, deciden quedarse en el NH en habitaciones dobles tras apañar un precio aceptable (60 €). Víctor me trae al Parador, que es precioso, y tiene WiFi, y llego a la habitación contento de haber sobrevivido a otro día, aunque ligeramente preocupado porque no ha llegado casi nadie. Enciendo el ordenador y compruebo que el wifi no funciona, o no llega hasta estos extremos del hotel. Pienso que tal vez en el bar tanga conexión, y al final llego a la conclusión de que el problema está en el ordenador. Así que decido irme a la cama, que mañana será otro día.

Como siempre que duermo en un hotel, me despierto a media noche, y me desvelo. Me incorporo y enciendo la tele. Debe de ser pronto porque ponen la porno en el plus, y un espanto de Keanu Reaves, y una de las tres partes de los anillos. Me canso en seguida de la porno (me parece ridículo que los tíos siempre se corran en la boca de sus partenaires), y aún antes de la de Keanu Reaves, un rollo fantástico-paranoico rodado de una manera muy efectista y ampulosa. La de los anillos ni me lo planteo. Apago de nuevo la luz, y funciona, porque abro los ojos a las seis y media, y bastante descansado. Me levanto, leo un rato, a las siete y media abren el comedor; bajo a desayunar. Soy el primero, una camarera que da la impresión de llevar treinta años en el Parador (como el resto del personal) está terminando de poner la comida. Es algo ruda en su familiaridad. Tengo hambre y me lleno el plato de grasas y calorías. Espero que fuera haga frío y queme lasmigas y el picadillo y el lomo y el jamón y los dulces de manteca que me sirvo. Van apareciendo compañeros. A las nueve y media salimos para Arroyomolinos; los camiones han salido con anterioridad y nos llevan ventaja. Me hubiese gustado llegar antes que ellos al pueblo, pero no va a ser posible. Llegamos y los camiones están ya colocados, sólo queda el grupo electrógeno, el más grande, que tampoco tiene problemas para colocarse. Una vez que están los los camiones colocados, todo es fácil. Empieza el montaje, todo el mundo sabe lo que tiene que hacer. Hay que estar atento por si alguien necesita a alguien que no conoce, pero puedo ir a tomar un café. Lo único es que los de sonido no aparecen. A las once y cuarto empiezo a preocuparme. Cuando voy a llamar a Andrés aparecen, les habían citado a las doce, refunfuñan porque el día anterior se habían enterado de que les obligaban a coger hotel (en realidad les obligaba yo). Una vez que sé que están, deja de interesarme cualquier opinión relacionada con el tema. Ya sé que la Misa se va a retransmitir sin problema, una sensación que surge siempre en un momento dado de cada retransmisión. Lo que venga después serán pequeños inconvenientes, roces, discusiones, pero el trabajo está salvado (por ejemplo, Sobrino se molesta con el jefe de la Unidad –Espinosa- porque no le permite ver el reportaje sobre el pueblo con el alcalde antes de que se terminen las pruebas. En venganza, Jesús no piensa citar a Espinosa en la Misa de mañana, a pesar de que es la última retransmisión que éste va a hacer antes de jubilarse, en lo que coincide con Maxi, el grupista, y, evidentemente, con Agustín, el regidor, en cuyo honor se celebra esta Misa en Arroyomolinos, su pueblo natal).
Terminamos el montaje y nos acercamos a la churrería del Primo de Agustín, que supuestamente nos tiene preparado un almuerzo. Supuestamente porque ha entendido mal y pensaba darlo el domingo. Pero es lomo y jamón y queso y tortillas, todo material que se prepara en minutos, y allí va la horda televisiva, feliz como siempre de comer de gorra y ser invitada (hecho este que considera parte de sus derechos y privilegios irrenunciables) y ahorrarse así unas pelillas. Al rato de comer jamón y carne en salsa me aburro y me doy una vuelta por el pueblo. Al poco nos volvemos a Mérida, yo con Joaquín, que por el camino me cuenta que se acaba de separar (cosa que, no sé por qué, me barruntaba) y que lo está pasando bastante mal. Tras pasar por recepción y dejar las cosas en el parador nos vamos a ver el Museo romano, lleno de esculturas, mosaicos, monedas y todo tipo de cachivaches. Uno diría que a los romanos, de todas las virtudes, sólo les interesaba una idea mediocre de lo que es la dignidad. Cuestiones como el Bien, la Verdad o la Belleza debían de parecerles entretenimientos de segunda categoría que dejaron en manos de subordinados como los griegos o los judíos.
Tras un paseo por el pueblo, donde nos tropezamos con bastantes columnas y restos a cachoporro por todas las esquinas, recalamos de nuevo en parador, donde nos damos a la bebida de agua con gas mientras Joaquín me cuenta todo tipo de anécdotas eruditas, en las que es un portento (una de ellas consiste en relacionar las vías romanas con los cohetes Apolo que se dedicaban a ir a la luna).
Un rato de lectura en la habitación. Como tengo algo de hambre quedo con Joaquín para cenar algo. Pasamos por delante de un bar donde se oye bastante animación. Entramos, pero no hay comida, así que lo dejamos para la última copa. Nos metemos en una cafetería cualquiera y pedsimos estricta dieta vegetariana: ensalada y panaché de verduras. Somos los únicos comensales del salón del restaurante, así que nos vamos en seguida al bar, que es muy chulo. Ponen jazz, está muy bien decorado, la música no está muy alta, la camarera es muy mona. Joaquín se dispara y me habla de su crisis matrimonial; a ratos desconecto y me concentro en lo que suena. Tampoco le puedo decir mucho, con escuchar basta. Llegamos al parador a tiempo para ver el final del partido de fútbol, el Barcelona y el Español empatan a uno. En cuanto termina el partido apago la televisión y me quedo frito.
Abro los ojos a las cinco y media. Me termino el periódico del día anterior. Hoy el comedor está muy animado a horas tempranas. Me siento a comer con los cámaras; hace años que no les veo, pero continuamos con los mismos chistes de la última vez. Le digo a Joaquín que le pago el parking del hotel, dado que me ha traído y me va a llevar al pueblo éste. Como tengo la tarjeta de los paradores no me lo cobran, lo que me pone de buen humor. Hay niebla en todo el trayecto, pero en Arroyomolinos luce un sol espléndido. Todo el mundo está de un humor estupendo. Nos vamos a tomar más cafeses por oleadas, como yo no tengo mucho que hacer me apunto a todas. Agustín, el regidor, me presenta a un señor con bigote que no sé quién es, que me pide la dirección del productor. Pienso que quiere una copia de la misa, así que le digo que soy yo. Luego entiendo que va a enviar un obsequio, con lo que me reafirmo en que soy la persona indicada. Quiere agradecer que Arroyomolinos haya salido en la tele. Me despido de él sin saber quién es, ni lo que quiere. Todos los que no tienen que estar en la iglesia ni en la Unidad están en el bar. Aguanto un rato viendo la retransmisión, pero en cuanto veo que todo va bien (al final fallará un micro) me voy a que me dé el aire. Agustín está muy emocionado, rodeado por sus compañeros y sus familiaresm pero para el resto del equipo es una retransmisión más; en cuanto pueden se marchan. Salvado el último obstáculo (un coche que obstruye la salida de los camiones) nosotros también nos vamos. Como he desayunado una barbaridad dejo bien sentado que tenemos prisa y que como mucho nos tomamos un pincho en un bar de carretera, cosa que hacemos. A las cuatro estamos ya en Madrid, y colorín, colorado...

domingo, 25 de noviembre de 2007

Paula Rego en el Reina Sofía






Aconsejado por Mercedes, una fría y soleada mañana de un domingo otoñal me pasé por el Reina Sofía para ver la exposición de Paula Rego, pintora de la que no sabía absolutamente nada, y de la que pensaba que era una pintora española y (relativamente) joven. Lo segundo lo deseché cuando vi que tenía obras de mediados de los 50; y a la salida, cuando me hice con un programa de mano, vi que era portuguesa.






La primera etapa estaba compuesta por obras como esta, collages y murales bidimen- sionales en los que se desa- rrollaban distintas escenas, con figuras más o menos informes. En el catálogo pone que son muy políticos y critican con dureza la dictadura de Salazar, pero imagino eso será en el folleto explicativo del cuadro, porque no creo que a Salazar le quitase el sueño ni éste ni 5000 cuadros como éste que se pintasen.

















El caso es que Paula se pasa a la figuración en los 60, y de ahí no se mueve. En el programa se habla de Goya y Hogarth, pero a mí a quién me recuerda es a Gutiérrez Solana, aunque algo (no mucho) menos tremebundo. Dado lo extenso de la exposición, me quedé en los 80, en una serie bastante terrible de retratos femeninos que llevaban por título "Aborto", y que indefectiblemente mostraban a mujeres solas postradas en lechos que evidenciaban no pertenecer a ningún hospital, y donde la ausencia masculina era evidente. Pero esa ausencia estaba en toda la exposición. Hay hombres en elgunos cuadros, pero en la mayoría no. Lo que no quiere decir que el mundo de Paula Rego sea el de una feminidad autosuficiente. Las figuras de las mujeres suelen llenar la superficie del cuadro (en general, el espacio de sus cuadros se reduce a una habitación esquemática, un mueble, algún juguete, un animal...). Nada del orden del goce fálico se manifiesta en esta obra, si acaso. a veces, algo parecido emerge en juegos con animales, bastante presentes a lo largo de su obra.








Según parece, este es uno de los cuadros más famosos de nuestra pintora. Se llama "Familia", y muestra una escena cotidiana teñida de un aura siniestra. En el dormitorio familiar, una mujer, ayudada por quién se supone es su hija, desviste al marido. El rostro del hombre está tapado por el brazo de la mujer, pero en sus ojos se adivina una mirada de pánico (en la obra, no en esta reproducción canija). La posición de la niña es obscenamente incestuosa, con su sexo pegado al de su padre. Una segunda niña, más pequeña, asiste complacida al extraño ritual. En la pared del fondo, una representación muestra al paradigma del héroe cristiano occidental, San Jorge aplastando al dragón espada en alto, irrisión irónica del falo. Es curioso que en el apunte que hay de este mismo cuadro en la exposición no aparezca esta alusión en clave sarcástica al héroe masculino.

Breve encuentro



El viernes me acerqué al Bibliometro que hay en la estación de Legazpi para devolver el ejemplar de 2666 que cuatro semanas antes me había llevado del Bibliometro de Moncloa. Todavía no lo he terminado, pero Inma me había sacado otro ejemplar de la biblioteca pública de Villaverde, así que voy a poder terminarlo en este mes.

Mientras ojeaba el catálogo para ver si tenían Blade Runner (que pensaba podía ser una lectura interesante para Quique, que me había pedido un libro tras haberse leído en dos días La sombra del viento, y en otros dos La muerte lenta de Luciana B; y sí estaba, y en este caso ha tardado un día en leerlo, y me ha recordado la bulimia lectora que yo tenía a esa edad, cuando era capaz de leerme Rojo y negro de una sentada, por ejemplo, mientras que hoy es raro que esté una hora seguida leyendo) apareció una mujer que indicó que precisamente quería el libro que yo acababa de dejar. Tras aconsejarla que le dejasen el libro cuatro semanas (que es lo que me lo dejaran a mí), entablamos una pequeña conversación acerca de las bondades del libro, sobre las que mis conocimientos, obviamente, eran superiores a los suyos. Y así, elevado por una buena acción que tan poco me había costado, me fui con mi libro de Philip K. Dick a casa; y por el trayecto hasta me dio tiempo a ver que en la novela Deckard está casado, y que participa de todas las características paranoicas de nuestro hiperparanoico autor.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Blade runner




Blade runner ha sido remasterizada por enésima vez para la distribución en dvd de una edición conmemorativa, lo que ha justificado su estreno en cines como forma de publicidad. La proyección digital en Kinépolis es espectacular, con una precisión de todos los detalles en cualquier punto de la pantalla que es casi imposible encontrar en las proyecciones anamórficas. Pero con el paso del tiempo los defectos de la película se hacen más evidentes. Ridley Scott atesoró prestigio y dinero gracias a Alien y a Blade runner, decayendo luego su estrella crítica según acumulaba metraje mediocre. El hecho de que la fama de sus dos éxitos se mantuviera hizo que empezasen a circular teorías acerca del verdadero autor de las citadas películas. Hay que decir que, en muchos aspectos, los aciertos de Alien y Blade runner hay que adjudicárselos a otros colaboradores, gionistas, diseñadores de producción, escenógrafos, reconociéndole al bueno de Ridley el que no estropease en exceso las cualidades de los que le rodeaban.
Madres en Blade Runner
Blade runner es un mundo sin madres. Las androides creadas son, literalmente, putas. Sin embargo, en el comienzo del film, esa ausencia está muy marcada. En el interrogatorio al que es sometido Leon, la violencia estalla cuando este es interrogado acerca de la suya. Un recuerdo agradable de ella. Frente a esa demanda aparentemente inocua, o amable, el personaje (del que todavía no sabemos que no es humano) saca una pistola y mata al interrogador. El origen será un asunto especialmente delicado en esta película. Los androides llevan implantados recuerdos falsos de una infancia más o menos feliz. Rachel enarbola oegullosa y desafiante una foto en la que aparece recostada en los brazos de su madre. Pero también recuerda como una multitud de arañitas, recién escapadas del huuevo, devoran a su madre.
Las personas de la trinidad viven solas
Mientras que los androides son más o menos sociables y solidarios, y suelen moverse en parejas y preocuparse por sus colegas, los tres personajes masculinos (Tyrrell, JF Sebastian y Deckard) viven solos. Los tres espacios en que se mueven son muy diferentes: Tyrrell (el Dios Padre Creador de esta Trinidad) se mueve entre un despacho inmenso e hipertecnológico y un dormitorio decimonónico y barroco, iluminado con infinidad de velas, con doseles en la cama. Sebastian, temeroso e infeliz Espítitu Santo, habita un inmenso edificio deteriorado, de principios del siglo XX, acompañado de juguetes sólo un poco más desoladores que él. Deckard, el héroe que tal vez comparta la condición humana y divina (o replicante) vive en un extraño piso de soltero, donde conviven estatuas de Buda con (supuesta) alta tecnología (en la novela Deckard, al menos en las tres primeras páginas, está casado). Deckard tiene un siniestro ángel de la guarda que le deja mensajes herméticos en forma de papiroflexia. El futuro, nos dice la película, será un detritus de naufragios históricos y espirituales.
El futuro se ha quedado anticuado
Aunque en la película está más o menos implícito, el libro nos cuenta que la historia de Blade Runner transcurre en una Tierra, arrasada tras una guerra, de la que todo el que tiene un poco de dinero escapa. La guerra ha debido de ser dura, porque ha acabado con internet, los móviles y los televisores de plasma (y con las cámaras de vigilancia). En realidad Blade Runner es cine negro con una pátina de estética futurista. Parece raro que cueste tanto encontrar a unos replicantes tan bien hechos (para luego encontrárselos en cada esquina de una supuesta megalópòlis que, al parecer, sólo tiene una calle), cuando hoy se localiza cualquier llamada en cuestión de segundos.
La historia más simple jamás contada
Unos cuantos superandroides se escapan de su lugar de trabajo y se vuelven a la Tierra a conocer a su padre. La policía da orden de cargárselos, para lo que hay un cuerpo especializado denominado Blade Runner. Se lo encargan al supuestamente más listo de todos, aunque vista su actuación uno se pregunta cómo ha podido sobrevivir tamaño zopenco con ese curro. El susodicho mataandroides se los va encontrando uno a uno, repitiéndose en todos los casos la misma estructura: el robot lo infla a hostias, y en el momento en que va a rematarlo, algo pasa que da la vuelta a la tortilla, y el poli se lo carga, con o sin ayuda (el último se muere sólo, en una de las escenas más famosas y-todo hay que decirlo- cursis de la película). En la ciudad donde todo esto se desarrolla (llamada Los Ángeles) siempre llueve y siempre es de noche, o por lo menos el sol brilla por su ausencia (salvo en el zigurat donde habita la suprema divinidad). Por ignotas razones cuyo secreto sólo concen el director y el iluminador, los personajes están casi siempre a contraluz, y tal vez la única norma del ausente gobierno que se cumple es que todas las luces tienen que ser azules. En algunas de las posteriores ediciones que se hagan de la película, alguien debería darse cuenta de que la música de Vangelis es insoportable. Con la evolución de la tecnología, tal vez será posible algún día cambiar al merluzo de Harrison Ford por un actor medio en condiciones. Y ya puestos, un programa de ordenador tal vez consiga arreglar espantos como la muerte pretenciosa y ridícula de la primera ejecutada, atravesando cristales a cámara lenta entre maniquíes, y acompañada por el trompeterío electrónico de la banda sonora con un corte que parece pensado para otra cosa. Todo llegará

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Marat-Sade, de Brook

"La persecución y asesinato de Jean Paul Marat interpretada por lo pacientes del manicomio de Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade" es una famosísima obra de teatro de Peter Weiss que fue llevada al teatro en los años 60 por el archirrequeteafamado Peter Brook con la Royal Shakespeare Company, que tras el abrumador éxito recogido hizo una película basada en su montaje y, según los títulos de crédito, rodada en los estudios Pinewood. Como cuenta el título, Sade aprovecha algunas de las temporadas que se pasó en el manicomio a instancias de su suegra (sin duda una mujer sensata e inteligente) para escribir obras que son interpretadas por los locos. Al parecer esto es un hecho cierto, aunque no parece que escribiese ninguna acerca del asesinato de Marat a manos de Cordelia Corday. Probablemente a estas alturas ya ha quedado claro que la película me pareció un rollo, y que aproveché el tiempo para dar unas cabezaditas, dado que el llenazo que había en la sala chica da la Filmo impedía la salvífica huida sin molestar a demasiada gente. Hay que reconocer que la copia estaba impecable, y que para la torpeza que había demostrado Brook en la película que había hecho sobre un libro de Gurdjieff ("Encuentro con hombres notables") Marat-Sade demostraba cierta maña. Pero, salvo como explicación de por qué la izquierda ha naufragado a (casi) todos los niveles tras el 68 (a saber, compelida a elegir entre las paranoicas peroratas apocalípticas de Marat, el delirante nihilismo hipernarcisista de Sade y los griteríos inarticulados de Jacques Roux la izquierda se ha hecho el harakiri en cuanto a posibilidad de intervención social), la cinta no tiene mayor interés (y esta entrada tampoco, así que a otra cosa)

martes, 20 de noviembre de 2007

Berlín

Gasset me llama y me cuenta que hay que poner en marcha el festival de Berlín del año que viene. Me quedo un poco de piedra, porque lo último que imagino es que el año que viene voy a estar en disposición de acudir como responsable de producción a un festival de cine, pero me doy cuenta de que lo mejor es tirar para alante, porque nunca se sabe qué es lo que va a pasar.

2666





Sigo leyendo el tochazo de Bolaño (más de mil páginas). Está compuesto de cinco libros con bastante independencia entre sí, aunque se cruzan ciertos temas y personajes. El primero tiene cierto carácter satírico, los protagonistas son profesores universitarios europeos obsesionados con un escritor alemán aquejado del síndrome de Pynchon (no hay fotos suyas, nadie le ha hecho nunca una entrevista), lo que les permite viajar por toda Europa asistiendo a congresos literarios y entregándose a variaciones sentimentales. Al final acaban en un periplo más o menos delirante en un pueblo industrial de la frontera de México y EEUU, donde emerge el verdadero tema de la novela, perfectamente ceñido por la cita de Baudelaire que abre el libro:


" un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento"


El horror emerge en la forma de los asesinatos en serie de mujeres. Este tema va adquiriendo más peso en el siguiente libro, que gira en torno a un profesor universitario español afincado en Santa Teresa (nombre de la ciudad mexicana, que no sé si existe, aunque es obvio que se trata de Ciudad Juárez) que tiene una hija en edad "asesinable", sobre la que van creciendo presagios inquietantes. El tercer libro sigue a un periodista negro que, tras la muerte de su madre (¿un guiño a Camus?), se embarca en un viaje de trabajo a Santa Teresa para escribir una crónica de un combate de boxeo. Allí conoce a la hija del profesor del libro anterior, en unas compañías poco recomendables, de las que consigue escapar en el últinmo momento, y contacta con una periodista que consigue atrapar su interés hacia los asesinatos. El cuarto libro se ocupa directamente de los crímenes. Si Rosa (la chica que ha aparecido en los dos últimos libros) escapa salvada por el periodista negro, peculiar paladín, no ocurre lo mismo con las mujeres que son asesinadas en esta parte central del libro (literalmente central, el libro tiene 1100 páginas y este capítulo ocupa de la 400 a la 700). El horror estalla totalmente. La lista de asesinadas es interminable, algunas mueren a manos de su novio o su chulo, pero la mayoría responden al mismo patrón: pelo largo, sus cuerpos aparecen en un basurero, son violadas anal y vaginalmente (así aparece reflejado literalmente siempre, la novela adopta el punto de vista forense para describir los crímenes), y a menudo se cita un coche negro con las ventanillas tintadas, auténtico carro de la muerte. Algunas de las muertas permanecerán en el anonimato siempre, de otras conocemos una pequeña biografía. Las hay niñas, maduras, embarazadas. La lectura bordea lo insoportable. Entre medias conocemos los entresijos de la corrupta policía de la ciudad (en una escena se detiene a las compañeras de una prostituta asesinada. Un recién llegado al cuerpo policial oye gritos en la comisaría, cuando baja a los calabozos se queda de piedra viendo a sus compañeros violando a las detenidas; de este tenor es esta parte del libro). A su vez, se relata las hazañas de un profanador de iglesias, un maníaco que entra a mearse y a defecar en los altares. En cierta manera, la desacralización de los templos y el brutal asesinato de las mujeres pertenecen al mismo universo: la mujer es tratada como un trozo de carne, y luego eliminada como un desperdicio excrementicio, mezclada con la basura; una negación brutal del carácter sagrado de la mujer. El carácter completamente infernal que adquiere la ciudad aquí recuerda un poco al de James Ellroy, aunque Bolaño es mejor escritor y más honesto. Y en esta parte estoy.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Cumpleaños de Alejo

Tras un corecto examen para sacar la plaza de redactor de televisión me fui a casa de Alejo, que había preparado una soirée cinematográfica y una cena. Cuando llegué acababa de empezar uno de esos cortos que hacían los animadores checos con plastilina. Era la historia de un pobre hombre que tras un accidente tiene que andar con los ojos vendados, y como consecuencia de ello todo su entorno cotidiano se convierte en un espacio hostil y acerado. En esas surge un ser angelical, una especie de ángel de la guarda que le socorre en los peores momentos. Tras la recuperación de la vista, el ex-ciego descubre que esa figura cuyo nivel de realidad no estaba claro resulta ser una enfermera cuya bondad sólo tiene parangón con su belleza. Al final todo se llena de color y la pareja asciende a los cielos abrazada. El corto es naif y bonito, y marcará el tono de las secuencias con las que Alejo nos amenizará durante la velada. Así, nos regalará con una de las secuencias más desarmadoramente kitsch de la historia del cine, cuya sinceridad hace que bordee el ridículo para aposentarse con seguridad en los dominios de lo sublime: Catherine Deneuve implorando a su chico que no se aliste en Los paraguas de Chersburgo. Luego vendrán Candilejas (el éxito de la bailarina en la representación de Cascanueces), un inquietantemente hermético cortometraje del Polansky de los inicios polacos, una sorprendente secuencia de una película de los primeros años del sonoro, Amanecer en París, Rouben Mamoulian, y algunos vídeos musicales de Michel Gondry, a la vez brillantes y sencillos. En uno de ellos, una cantante que parece que es Kylie Minogne se da una vuelta por su barrio en un plano secuencia muy coreografiado, para volver de nuevo al punto en que empezaba la acción, momento en que una doble de la cantante aparece y repite el trayecto de la primera, que no desaparece de plano, y así una tercera vez. Creo que Gondry se ha convertido en el maestro sentimental de una generación de cinéfilos, con esa puesta al día de los cuentos de hadas que hace. La verdad es que resultó una selección curiosa para alguien que cumplía 23 años. A mí me pareció digna de alguien bondadoso, aunque a Mercedes le resulte insoportable. Qué le vamos a hacer.

Redactor de radio

El examen de redactor ha sido relativamente sencillo, pero ha tenido un problema. Ha consistido en la redacción de una crónica de un minuto y cuarto a partir de una rueda de prensa de Víctor García de la Concha y de Juan Luis Cebrián, y de un reportaje de unos cuatro minutos que había que elaborar a partir de tres extensos teletipos. Y ahí estaba el problema: el primero contaba la aventura de dos policías argentinos que, patrullando de madrugada, se tropezaban en el campo con cuatro extraterrestres más bien canijos, que tras el encuentro se volvían a su nave y desaparecían. El segundo recogía una rueda de prensa en la que 14 individuos de diferentes países pedían a Estados Unidos que volviera a retomar la investigación del fenómeno de los OVNIS, fenómeno que al parecer, en un momento de sensatez, alguien suspendió en 1969. El tercero hablaba de un profesor universitario tinerfeño que funda asociaciones y escribe libros para criticar (o deconstruir, hablando en posmodernés) las comunicaciones paranormales (o para anormales) que pululan por los medios acerca de este asunto. Lo dicho, cada loco con su tema, pero no parece de recibo que haya que escribir una extensa pieza sobre semejante majadería para una oposición en la que mucha gente se juega su futuro laboral. El tono del escrito ha sido de pitorreo, porque no se me ha ocurrido otro, y doy por perdida la posibilidad de pasarme a la radio, aunque si lo que hay que escribir es esto, prefiero dedicarme a otra cosa.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Primer examen

Sábado, 17 de noviembre de 2007. Una de la tarde, Escuela de gestión y marketing en Pozuelo, probablemente uno de los lugares en la Tierra con menos proporción de pobreza por metro cuadrado. Casi todos los presentes son más jóvenes que yo, pero me junto con los fijos que conozco, de mi edad o peor, y con poco ánimo. Pasamos a una sala inundada de ordenadores. El primer ejercicio consiste en escribir una noticia para internet a partir de tres o cuatro teletipos, cuyo tema central es la luna: los rusos junto con los indios van a mandar un laboratorio allí, los chinos acaban de lanzar su primer satélite de órbita lunar, una nave japonesa ha grabado en alta definición un amanecer de la tierra grabado desde la luna, un astronauta ha presentado un video juego en España. Lo engarzo todo bien y le meto un par de fotos. No es la bomba, pero demuestro mis conocimientos de política exterior (la carrera espacial china está causando bastante revuelo en EEUU). Luego tenemos que pergeñar la portada de una web de noticias con 10 titulares. Mi experiencia me dice que las declas de Casillas defendiendo a Luis Aragonés se llevarían siempre el hueco más importante. El resto es a rellenar con las fotos más molonas, y noticias como las huelgas en Francia y Alemania, o la ley de la violencia de género, al basurero de recuadros chicos. La tercera prueba consistía en desarrollar la página web de un programa. Desgraciadamente había que elegir entre la de una serie, Desaparecida, y el programa de RNE España directo. Para desaparecida sólo se me ocurría algo como Ringu, la peli de miedo en que la gente que veía un vídeo moría a la semana. Pues igual, cualquiera que se metiese en la página web de la serie, al paredón. Así que optp por el programa de radio, pero no se me ocurre mucho. Para terminar, nos largan un vídeo de Al Gore recién nobelizado. Titular y entradilla; a esas alturas no tengo ganas de ser brillante, y remato la faena con la solvencia (que creo) necesaria para aprobar (el vídeo es en inglés, lo que nos favorece a los algo parlantes, aunque algo me dice que somos casi todos).
En un rato, el segundo examen.

jueves, 15 de noviembre de 2007

La importancia de la simetra en la vida cotidiana

Hoy, jueves, he salido de Prado con Mercedes. Hemos llegado a Plaza de España, y la he acompañado al H&M que hay en la Gran Vía, haciendo prácticamente el mismo recorrido que hice el martes con Susana. La he dejado en la puerta, y antes de coger el metro me he metido en la Casa del Libro, para que la sucesión de hechos sea similar. Voy decidido a comprar (por fin) Nocilla dream. Mientras espero al lado de un ordenador a que algún dependiente dé señales de vida echo un vistazo a la caja, para ver si está la misma chica que el otro día me llamó la atención. Su rostro, desde tan lejos, parece petrificado. Mientras pasa el tiempo fantaseo con que la chica, al ir a pagar, me reconoce; pero antes de que la narración imaginaria se desarrolle mucho aparece la ansiada librera, que, al alimón con un colega suyo, me indica que el libro está agotado, así que me marcho, vagamente inquieto porque la simetría con la tarde anterior se ha visto alterada, pero confiado en que la intención haya sido suficiente para aplacar a los dioses que velan por el orden en nuestras vidas.

Pecados y penitencias

Me he comprado el abono transporte del mes de noviembre, información tal vez poco significativa, dado que cientos de miles de madrileños comparten conmigo esa costumbre mensual. Tengo el B-1, que me permite coger el tren ligero que pasa por la puerta de Prado. Dos veces a la semana lo cojo hasta la estación de Aravaca, y allí me monto en el Cercanías hasta Majadahonda, estación que ya pertenece al área que corresponde al abono B-2. Como nunca pasa un revisor no compro el billete preceptivo. Pero ayer sí pasaron, y justo en los dos minutos que median entre la parada de El Barrial y Majadahonda. Ni siquiera me molesté en fingir ignorancia. Me quedé de piedra cuando me hicieron pagar 8'30 € de billete. Los pagué sin rechistar, ideando alguna queja al servicio de cercanías, o una carta a algún medio gratuito. Pero, al fin y al cabo, está bien que se nos haga pagar por nuestros pecados aunque tanto la magnitud de estos como el de la penitencia sea pequeña.

Pequeños presagios sin importancia

Jueves, nueve y venticinco de la mañana, línea 3, trayecto entre Lavapiés y Sol. Tengo el tiempo justo para coger el autocar que sale a las diez menos venticinco. Pero el vagón se para un rato, primero entre Sol y Callao; después entre Callao y Plaza de España. Me resigno a hacer transbordo, llegar hasta Colonia Jardín y tomar el tren ligero. Un pequeño desánimo se abate sobre mí, y pienso que va a ser un mal día.
Pero no lo ha sido.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Obras de Banksy






He aquí alguno de los grafitis y obras sobre papel de Banksy, del que ayer no sabía nada, pero que tras una búsqueda superficial en internet se puede decir que me he convertido en un experto.

Más Banksy



Esto aparece como manifiesto en la página de Banksy

http://banksy.co.uk/




An extract from the diary of Lieutenant Colonel Mervin Willett Gonin DSO who wasamong the first British soldiers to liberate Bergen-Belsen in 1945.


"I can give no adequate description of the Horror Camp in which my men and myself were to spend the next month of our lives. It was just a barren wilderness, as bare as a chicken run. Corpses lay everywhere, some in huge piles, sometimes they lay singly or in pairs where they had fallen. It took a little time to get used to seeing men women and children collapse as you walked by them and to restrain oneself from going to their assistance. One had to get used early to the idea that the individual just did not count. One knew that five hundred a day were dying and that five hundred a day were going on dying for weeks before anything we could do would have the slightest effect. It was, however, not easy to watch a child choking to death from diptheria when you knew a tracheotomy and nursing would save it, one saw women drowning in their own vomit because they were too weak to turn over, and men eating worms as they clutched a half loaf of bread purely because they had to eat worms to live and now could scarcely tell the difference. Piles of corpses, naked and obscene, with a woman too weak to stand proping herself against them as she cooked the food we had given her over an open fire; men and women crouching down just anywhere in the open relieving themselves of the dysentary which was scouring their bowels, a woman standing stark naked washing herself with some issue soap in water from a tank in which the remains of a child floated. It was shortly after the British Red Cross arrived, though it may have no connection, that a very large quantity of lipstick arrived. This was not at all what we men wanted, we were screaming for hundreds and thousands of other things and I don't know who asked for lipstick. I wish so much that I could discover who did it, it was the action of genius, sheer unadulterated brilliance. I believe nothing did more for these internees than the lipstick. Women lay in bed with no sheets and no nightie but with scarlet red lips, you saw them wandering about with nothing but a blanket over their shoulders, but with scarlet red lips. I saw a woman dead on the post mortem table and clutched in her hand was a piece of lipstick. At last someone had done something to make them individuals again, they were someone, no longer merely the number tatooed on the arm. At last they could take an interest in their appearance. That lipstick started to give them back their humanity."


Source: Imperial War museum

Un rostro en la librería

Como delante de mí había dos o tres personas pagando los libros adquiridos en La Casa del Libro, tuve tiempo suficiente de fijarme en la chica que atendía la caja. Al pronto me pareció bastante guapa, pero tenía un rictus que al pronto pensé era de cansancio o de disgusto o de resignación ante la impericia del maduro comprador que tenía en ese momento delante, y esperé a que esa mueca que le disfugaraba la cara desapareciese para apreciar esa belleza prometida. Con el siguiente cliente la cara le cambió. Era un joven que, según percibí cuando giró la cabeza atendiendo una llamada que venía de mi fuera de campo (que es casi todo el campo), era bastante atractivo. Pero la cara de la chica seguía sin regresar a su estado de reposo, si es que eso existe. Me pareció que sus rasgos estaban en perpetuo movimiento, girando alrededor de una forma nunca alcanzada, pero siempre prometida, lo que generaba una particular forma de anhelo erótico, el de vigilar su rostro para descubrir el momento en que se producía el milagro de la coincidencia entre la cara y la máscara.

Pasión por los números

Absorbido por un sudoku especialmente difícil se me ha pasado la parada de Prado cuando iba en el tren ligero. Buscando un número para un hueco he vislumbrado la ruta de Torrespaña en la rotonda de entrada a Prado, pero yo creía estar en otro sitio, y he sentido ese extrañamiento próximo a la psicosis que sentimos cuando encontramos una cosa (o una persona) en un sitio que no le corresponde. Cuando me he dado cuenta de lo que pasaba me he limitado a seguir haciendo el sudoku y bajarme en la siguiente parada. Cuando esperaba el tren he encontrado un 3 que me ha abierto la puerta para desbloquear el juego. El problema es que he vuelto a coger un tren en el sentido que me alejaba de Prado. Así que me he tenido que bajar otra vez, y ya he acertado con el tranvía, he terminado el sudoku y me ha dado tiempo ha enfrascarme en sesudas reflexiones acerca de la locura que acecha tras los números, y en por qué los hombres se abisman en juegos matemáticos y las mujeres en estructuras narrativas. Por fin he llegado a Prado, y he abierto el ordenador para fundirme con mi avatar virtual.

martes, 13 de noviembre de 2007

Un día con Vicente Luis Mora

Empecé el día con la revista Quimera, a la que estoy suscrito desde hace años sin que habitualmente haga mucho más que hojear sus páginas, simplemente para comprobar que este mundo está lleno de lumbreras de la Literatura cuyo nombre no conozco de nada y probablemente permanezcan en ese limbo por toda la eternidad. Pero en el metro me leí un artículo sobre un blog que giraba en torno a lo que al parecer se denomina generación nocilla, que agrupa a un conjunto de nuevos talentos nacidos en los 70 (más o menos) y que tendrían en Nocilla dream su obra más conocida. Como no tenía mucho que hacer en el trabajo me dediqué a sobrevolar por el blog citado, para descubrir que, en general, era una recopilación de artículos aparecidos en distintos suplementos culturales, por lo que es fácil imaginar su interés. Pero había varios links con blogs de los autores citados, entre ellos el de Vicente Luis Mora, que es el que visité. Vicente tiene un par de libros de creación y de ensayo, y un grupo de lectores que le cuentan cosas. Tiene un standard de jazz de banda sonora de la página de inicio, que me ha acompañado toda la tarde mientras hacía otras cosas en el ordenador. Como uno se vuelve caprichoso con la edad, o tal vez nunca deja de serlo, he pensado que me podía pasar por la Casa del Libro para hacerme con el Nocilla dream, y así añadir lustre a mi currículum, una vez que de Foster Wallace y de Palaniuk puedo hablar con soltura. Todo se ha puesto a mi favor, ya que Susana iba en la misma dirección, y su compañía me ha ayudado a superar la incomodidad de recorrer la Gran Vía ya de noche pero llena de gente. No he encontrado Nocilla dream, pero sí Circular 07, un proyecto que se define como work in progres, del ya a estas alturas omnipresente Vicentito L. Mora. Pero lo mejor es que bajando por Preciados para alcanzar el metro alcanzo a oír una melodía muy familiar que encuentra inmediatamente acomodo en mi cerebro antes de darme cuenta de que era el mismo tema que V. Luis Mora tiene te portada en su web. Reconfortado por estos destellos de un orden oculto y estético, que a veces parece emerger para decirnos que este mundo es probable que no tenga sentido pero a menudo tiene buen gusto, me he metido en el vagón, sólo para descubrir que el circular del título es la línea de metro con ese nombre, tal vez una indicación amistosa de ese mismo orden para recordarme las distancias entre ficción y realidad, ya que la línea que me lleva a casa es la 3.

Una aventura de nuestros días

Según iba camino del metro recién salido de casa me he dado cuenta de que me había dejado el móvil. Descontando la pereza que causa siempre desandar lo ya caminado, me asaltó la curiosidad de como sobreviviría un día sin el depositario de nuestra identidad y nuestra alma. Y así ando, sin móvil. Desgraciadamente tengo que confesar que nada novedoso me ha ocurrido, esa zambullida en el anonimato, similar en nuestra contemporaneidad a lo que probablemente es fundirse con el tao, no se ha producido. El siguiente paso en esa radicalidad negadora será abandonar el móvil e internet.

El grafiti más bonito del mundo

Me encuentro esta foto en el blog de Vicente Luis Mora; al parecer el autor es un tal Banksy, principal estrella del universo grafitero, conocido sobre todo por haber soltado un globo en Disneylandia de un preso de Guantánamo, intervención realmente brillante.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Contenedores

Ayer noche llamaron al timbre a las doce de la noche. Inma y yo estábamos dormidos. Quique, que al parecer estaba leyéndose el libro de Luciana B., vino a despertarnos, imagino que porque se asustó de una visita a horas tan intempestivas. Para cuando nos levantamos el visitante se había ido. Esta mañana, al mirar por la ventana, hemos visto que habían quemado el contenedor de papel que tenemos enfrente del portal, y que el coche que había al lado también había sufrido los efectos del fuego, aunque desde arriba era difícil comprobar la gravedad del daño. El coche es de un amigo nuestro, así que Inma, que es una máquina compulsiva de establecer relaciones causales, rápidamente llegó a la conclusión de que una vecina había subido a avisarnos de que estaba ardiendo el coche, y que si podíamos avisarle. Al salir a la calle para coger el metro me he encontrado a Ramón (el dueño del coche) examinando los desperfectos, que eran bastante aparatosos vistos desde cerca. Algo culpable me he sentido, porque en ese momento he pensado que deberíamos haberle llamado nada más descubrir el suceso. Pero bueno, le he acompañado en la profusión de insultos hacia los vándalos, he convenido con él en que ya podían haber cogido a los culpables (no es el primer contenedor que arde por la zona) y le he dejado con su hija, a la que iba a llevar al colegio, mientras yo enfilaba la calle que me lleva al quiosco donde compro el periódico todos los días antes de meterme en el acogedor espacio del metro.

domingo, 11 de noviembre de 2007

La muerte lenta de Luciana B

Mercedes me ha pasado un libro de un escritor argentino para mí desconocido, Guillermo Martínez, aunque según lo que leo en la solapa (donde se le define sin rubor como "un autor de referencia de la literatura contemporánea") debo de ser el único mortal que permanecía en la ignorancia acreca de tan preclaro escribiente. La muerte lenta de Luciana B. es un divertimento cuyo origen es obvio, aunque la bibliografía que acompaña a la novela ayuda a discernirlo, ya que ahí averiguamos que Guillermo tiene un libro sobre Borges (y la matemática). Y es que esta nouvelle es una especie de variación extendida de un relato de Borges, al que se cita más de una vez (la novela está llena de citas explícitas, que funcionan como pistas evidentes para que el lector aprecie el juego). Así, tenemos abundantes reflexiones sobre el azar y la necesidad, y sobre el escritor como demiurgo menor de mundos paralelos que acaban conectándose con el mundo real; hay referencias a sectas gnósticas más o menos de pacotilla y a distintas teorías acerca de la creativadad artística; y el relato se estructura con un montón de simetrías y estructuras dobles: en varios episodios se apunta a que Kloster y el narrador son la misma persona, o dos variaciones de la misma persona separada por 10 años (prácticamente tienen la misma experiencia con Luciana cuando trabaja para ellos, el narrador recoge la vida solitaria y apartada de Kloster cuando éste se entrega a una vida pública desenfrenada, los dos escritores parecen conocer sorprendentemente todo lo que escribe el otro), los mismos que separan a Luciana de Valentina, que es descrita al final explícitamente como un doble (algo mejorado) de su hermana mayor, que como en el retrato de Dorian Gray pareece haber cargado con todo el peso de la tragedia familiar precisamente para que su hermana resplandezca.
El problema de la novela, al margen de frase como "librado a las fuerzas de la entropía" para decir que el cuarto estaba desordenado, es que los personajes son marionetas necesarias para que la estructura narrativa avance, pero no tienen nada de vida (lo mjismo que en los relatos de Borges, todo hay que decirlo). El libro es un puro artefacto, y el interés que provoca es mecánico; hasta la acumulación de referencias que buscan hacer cosquillas intelectuales en el lector cómplice resulta cargante. Tal vez para sacar musculatura profesional funcione, o como descanso entre obras de más entidad, pero desde luego no anima a seguir la trayectoria del señor Martínez.

Oposiciones a productor

Pues no hubo ni trampa ni cartón. No pusieron trampas en el examen a productor. Había que hacer un plan de trabajo y un presupuesto de la gala de presentación de la Expo, y un plan de trabajo de un desfile del rey en día de la constitución. Cuando leí los supuestos tuve una revelación: ni tenía ganas de hacer el examen ni pensaba dedicar el resto de mi futuro profesional a hacer presupuestos de algo tan absurdo como una gala de la expo. Así que emborroné de manera poco elegante un montón de cuartillas, las metí en un sobre y me marché a casa a dormir tras el cansancio provocado por la falta de sueño.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Cena en Gastromaquia

Contaré la salida nocturna desde el presente hacia atrás, en plan narrativa posmoderna, y es que estoy sentado en la biblioteca del barrio porque al levantarme esta mañana tras haber dormido no más de cuatro horas (afortunadamente no me dolía la cabeza ni tenía resaca, cosa sorprendente después de lo que bebí) había tal peste a tabaco en el salón que he agarrado las ropas infectadas y me he ido a la calle a que se aireen, ellas y yo. El problema es que en la calle no se nota, pero al sentarme en el ordenador he tenido la impresión de que en kilómetros a la redonda apesto a nocturnidad y ausencia de ducha.
El caso es que creo me acosté a las tres, me dormí en el taxi, y el taxista, que afortunadamente tenía GPS, me despertó en mi calle, que no en mi portal. Me costó darme cuenta donde estaba. El taxi lo había cogido en la Gran Vía, no tuve que esperar nada, y eso que la últinma conversación con Alejo y Alicia (los dos contertulios que aguantaron hasta el final en la Taberna del Pan, donde recalamos para las obligadas copas) giró en torno a la dificultad de encontrar taxis en Madrid a esas horas, y la posibilidad de ir en búho a casa (yo hababa de oídas, porque en la noche de los tiempos se perdía la última vez que tuve que recurrir yo a un transporte nocturno). El caso es que, como suele ser habitual con Alejo, acabamos hablando de los males que acechan a nuestra civilización, inmersa en una imparable espiral de decadencia por culpa del desprecio hacia el espíritu de la doxa contemporánea.
Enla Taberna nos encontramos con Nando, lo que fue divertido porque por un momento se me pasó por la cabeza mandarle un sms para que viniese a la cena, momento que pasó con la misma velocidad con la que llegó. Mercedes todavía llegó a entrar en el oscuro antro, a pesar de que estaba cansada y tenía a Bernardo convaleciente en casa. No sé como la convencieron para que continuase el periplo nocturno, porque ni una copa se tomó. En un momento dado Ana Belén, su novio y Mercedes se marcharon, y me puse a hablar con Nando de Jesse James, Gijón, su futuro profesional y el rollo en el que le ha metido Arranz para que le hagan fijo, cuando probablemente es lo que menos desea en este mundo.
La cena estuvo bien, pero probablemente adoleció de un problema estructural. Como todo surgió a raíz de que fuese a ver a Oliva para darle el móvil, lo que posibilitaba quedar para tomar un vino con algún amigo, la idea era (por mi parte) tomar algo ligero y que cada cual partiese para lo que la noche le tuviese preparado (razón por la que quedé tan pronto, a las nueve). Pero nadie llegó a las nueve. Para cuando estuvimos los seis sentados (Mercedes sin Bernardo, Ana Belén con su chico, Alejo con Alicia, y yo) ya estaba claro que la noche iba a ser eso, la cena y las copas, pero pedimos un número exiguo de raciones (lo cual a mí me venía bien, pues regresaba de un rodaje en Extremadura donde lo pantagruélico había sido la norma) para conformar un ágape en condiciones. Por alguna razón que se me escapa, me pagaron la cena, cuando el pacto era que invitaba yo, pero la jugada se fraguó cuando estaba en el servicio, y tendrán que ser otros los que cuenten esa historia.
De los platos, el más curioso era algo que al parecer se conoce (supongo que paródicamente) como tortilla de patatas deconstruida, un puré de patatas servido en copa con yema en el fondo y cebolla caramelizada en la superficie. Se podría hacer un sesudo ensayo acerca del aire de los tiempos sólo a partir de semejante invento (al fin y al cabo, la tortilla de patatas es algo que alcanzó la perfección hace siglos, y que ha permanecido más o menos invariable desde entonces, con variaciones de corte familiar que se transmitían dentro de círculos privados, pero en torno a un núcleo duro inalterable), pero nos conformamos con sacar una foto que incluyera a Mercedes y a Alejo para mandársela a Susana, que estaría plácidamente entregada a su deporte favorito, que es estar lo más lejos posible del mayor número de prójimos.
Mercedes y Alejo tuvieron el detalle de regalarme libros suyos, y no comprados para la ocasión, cosa que siempre me ha parecido de muy buen gusto porque a mí me encantan que los libros hayan pasado por otras manos y que otros ojos hayan leído esas mismas líneas (recuerdo que, antaño, en la biblioteca del Instituto Alemás se apuntaba a mano el nombre de los lectores que cogían los libros, y yo seguía el iotinerario de las personas que cogían los mismos libros que yo, y alguna vez pensé en dejar alguna nota señalando que teníamos trayectorias lectoras parejas).
Y aquí termina el relato, porque se acaba el tiempo del ordenador y voy a cogerme un Conrad, escritor que conviene releerse cada cierto tiempo y que no suele decepcionar.

En Extremadura

La retransmisión de la Misa desde Arroyomolinos de Montánchez, el pueblo natal de Agustín Fragoso (regidor durante más de 15 años de El Día del Señor, y a punto de jubilarse) me llevó dos días a tierras de Extremadura. Como el pueblo es bastante pequeño y no tiene hoteles, y en Montánchez el único alojamiento que cumplía con las sacrosantas normas del convenio en cuanto a categoría y estrellas estaba cerrado, nos tuvimos que ir al hotel de tres estrellas más cercano, que resultó ser un local en un polígono industrial en Miajadas. Resultó que la caerretera de Miajadas a Arroyomolinos está toda levantada, a la espera de ser asfaltada casi en su totalidad. Yo tenía la impresión de que Agustín era una celebridad allói, pero en realidad no va casi nunca, y sólo tiene primos como familiares cercanos.
La primera noche (que también habría de ser la última, porque en cuanto dimos carpetazo al reportraje salimos escopetados de allí) no pegué ojo, no sé por qué, ya que la cama era bastante cómoda, y eso me permitió hacer un cursillo acelerado de televisión nocturna: Muchachada Nui, La (2) Noticias (a quién se le habrá ocurrido lo de los paréntesis), 59 segundos, Noche Hache, Caiga quién caiga, programas que hacía meses que no veía (si es que había llegado a verlos alguna vez), consumidos en poco más de una hora.
Tenía el alojamiento acústica tan refinada que el menor soplido proferido en la otra punta llegaba con claridad meridiana a mis oídos. A altas horas de la noche una cama se puso a crujir como si estuvieran haciendo gimnasia encima, pero por más que aguzaba el oído ni el más mínimo sonido proferido por cuerpo humano, ya sea voluntaria o involuntariamente, llegaba hasta mí ¿Estarían follando dos sordomudos?¿estaría un atleta pobre ensayando números en el colchón como si fuese una cama elástica? No fui el único que oyó la dichosa cama, y coincidimos en que no debían de pasárselo muy bien los que ayuntaban tan silenciosamente.
Para comenzar el rodaje nos fuimos a Montánchez, donde las ruinas convenientemente restauradas de un castillo dominan, como es su obligación, varios panoramas que se extendían hasta muy lejos. Era una mañana preciosa, con un sol diáfano. Yo había llevado abrigo y jersey de cuello alto, por las noticias que llegan del frío extremeño en invierno, pero me pasé todo el día en camiseta. En el pueblo hicimos acopio de jamones y lomos, rodamos unos molinos de agua (también restaurados), una panorámica del pueblo, calles con escudos con blasones, fachadas e interiores de la iglesia y de la ermita, y un reportaje más. El párroco había sido misionero, y en la comida nos contó anécdotas de su paso por Camerún y el Amazonas (a pesar de que en los medios los curas sólo aparecen cuando sueltan soflamas más o menos reaccionarias o cuando son acusados de pederastia, la mayoría de ellos son gente agradable, bondadosa, y de conversación más que amena). Tras la vuelta al hotel infame por la infame carretera no hubo problemas para consensuar una huida veloz hacia las hospitalarias tierras de nuestro querida y contaminadísima urbe, y a las once estaba en casa, para sorpresa y alegría de Inma, alegría que fue objeto del habitual choteo por parte de mis hijos.