miércoles, 12 de diciembre de 2007

Viaje a Estella




Camino de Estella nos fuimos, a rodar el reportaje de la misa que retransmitiremos en enero. Recordaba vagamente la zona de cuando hace casi 20 años me hice el camino de Santiago en solitario (empecé en Jaca y me rendí en Sahún, donde encontré un Talgo que me devolvió a Madrid. Muchos años después me hice el tramo de Ponferrada a Santiago).
Esperamos un rato a que habrán la caja para cobrar las dietas, pero como el sistema no acaba de arrancar nos vamos, yo con 50 € en el bolsillo. Aparte de Víctor nos metemos en la mini-bús Dolores (la realizadora) y Jesús Navarro, el operador de sonido, cuya forma de hablar siempre me ha hecho mucha gracia. Jesús nos contará por el camino el curioso destino del Azor, el yate de recreo de Franco. Ahora anda emplazado en un motel pegado a la carretera entre Lerma y Burgos. Como tenemos tiempo de sobra nos paramos a echarle un vistazo. Está plantado en una especie de plazoleta, con pinta de abandonado, inundada la cubierta de cemento, con la pintura descascarillada. El motel que se encuentra tras él (el motel Azor) tiene también un aspecto bastante desastrado, y parece el escenario ideal de crímenes sórdidos y truculentos. Sólo un coche se ve junto a la fila de habitaciones, lo que acentúa el aspecto de abandono del entorno. También hay un mesón, amplio y decorado con utillería campestre, hoces, guadañas, cosas de ese tipo. Ni rastro de imaginería franquista. Da la impresión de que el que ideó el traslado del barco al páramo castellano se arrepintió en seguida. En el mesón no hay ningún cliente, y los camareros están almorzando cuando llegamos. Nos tomamos unas cervezas en la barra, sumamos una pequeña anécdota a nuestro listado de experiencias de la España profunda y seguimos la marcha. Decidimos comer entre Burgos y Logroño. Como parece no ser una zona precisamente sembrada de restaurantes de carrtera cogemos un desvío al azar y nos metemos en un pueblo llamado Cenicero, más grande de lo que parece a primera vista parece, y plagado de bodegas y con un hotel de 4 estrellas cerca de la plaza, lo que parece un indicio de prosperidad económica. Un lugareño nos encamina hacia el restaurante Olano, donde por 10 € nos metemos entre pecho y espalda unas judías rojas estupendas (llamadas carrajones, término que nadie en la mesa había oído en la vida) y un filete de atún a su altura. Llamo a Cultura del TD para que me digan a qué hora aparecen las medallas de Bellas Artes en el Telediario; como nadie me coge el teléfono le mando un sms a José Fernández, que me contesta que no está en la tele y no tiene ni idea del minutado. Antes del postre me levanto a ver la tele (que no está en el comedor, algo que en cualquier otra circunstancia me hubiese alegrado sobremanera, sino en el bar), y previo a la pieza de las medallas veo una noticia sobre protección a la infancia y a la juventud de los peligros del acoso y la pornografía en internet y los móviles, y otra sobre el cambio de la guardia real en el palacio también real, espectáculo que al parecer alguien cree va a congregar a las masas turísticas, aunque para el reportaje de hoy sólo parecen haber conseguido totales de un par de inmigrantes despistados. En la esperada pieza se ve a los príncipes de Asturias avanzar entre una masa indiscernible de gente, mientras Ana Blanco cita a Versión Española. Como el redactor que ha montado la pieza no debe de tener muy claro quién ha recogido el premio, salen varias premiadas, un plano general de los galardonados en que no reconozco a nadie y en seguida se pasa a otra cosa. Me tomo unas natillas de postre, invito a Víctor a comer y al hotel, que es feo y amplio y cómodo. Desde el enorme ventanal que hay en mi habitación se ven unas preciosas montañas encendidas por la luz del atardecer, y un mar de adosados con pinta de prefabricados que en una cultura sana hubieran supuesto la muerte por lapidación de todos los responsables del engendro. Hemos quedado a las siete para reconocer el terreno y ver la iglesia, y mientras espero en la habitación me llama Gasset, con el que hablo del Festival de Berlín y de su jubilación, y del cretino de Míchel.

1 comentario:

Susana dijo...

El Motel Azor tiene pinta de ser verdaderamente tétrico.
En cuanto a la pieza del telediario y al tratamiento informativo en general que se le ha dado al premio del programa, no tengo palabras. Está claro que ninguna cabeza pensante de nuestra empresa ha ido a las clases de Requena ni ha leído sus teorías acerca de la retroalimentación del mundo televisivo. Cualquier otra empresa de televisión hubiera explotado al máximo este premio y hubiera aprovechado para promocionar al máximo el programa (vale que es un programa pequeño, pero cumple una función importante y es un claro ejemplo de programa de televisión pública). Parece que la ridícula noticia del cambio de guardia en el palacio real es mucho más interesante (¿¿¿???) entre los contenidos de Cultura, porque la repiten en el TD2, pero no vuelven a mencionar las medallas de oro. Por no hablar del desastre que sigue siendo el departamento de prensa. Sin duda era mucho más importante destacar a Bertolucci en El país, pero es que Versión Española no aparece ni siquiera citado entre el resto de los galardonados. En fin, así nos luce el pelo. Como lo de Días de Cine. Espero que se replanteen su desaparición. Soy capaz de encadenarme a los árboles de Prado del Rey como la baronesa Thyssen