lunes, 23 de diciembre de 2013

Moisés en Chile



Freud sacó mucho partido en su celebérrimo y extraordinario ensayo Moisés y la religión monoteísta de la tartamudez de su protagonista, un defecto también clave en la no menos célebre ópera de Schoenberg Moses und Aron (para los que no sepáis alemán traduzco: Moisés y Aarón) que yo, para qué os voy a engañar, he sido incapaz de oírme entera en disco, pero que gracias a la versión que hicieron los Straub para la televisión (así como lo cuento: hubo una época en que las televisiones públicas encargaban cosas como una ópera de Schoenberg a Straub y Huillet, y no es la única) conozco enterita, lo que es una suerte, porque al final de la misma hay un diálogo genial entre Moisés y su hermano (por cierto, que sin música, no sé si es una obra inacabada) en el que el profeta se muestra atormentado porque la experiencia epifánica y sublime de la Palabra se convierte en el portavoz en que se ha erigido su hermano en pura charlatanería que, sin embargo, y para su sorpresa, opera sobre el mundo como si verdaderamente estuviera sustentada por una presencia divina.

La estupenda No viene a ser una variación chilena y contemporánea de esa tensión entre la experiencia inefable y su inevitable traición al convertirse en palabras, si bien en ese caso la verdad de la experiencia no viene del ámbito de lo sagrado (definitivamente clausurado en la modernidad) sino del horror, que ya se sabe que es el único espacio que en nuestros días tiene el acrisolado prestigio de lo incontestable. 

Reminiscencias



Todos coincidíamos a la salida del pase de Inside Llewyn Davis en que los Coen eran irregulares y que unas nos gustaban bastante más que otras; lo curioso es que diferíamos completamente en nuestras favoritas, que había hasta quién encontraba muy superior True Grit a No es país para viejos, para escándalo y estupor de quien esto escribe.

Ésta última gustó bastante, aunque a mí me parece demasiado melancólicamente correcta, con esa pátina de pesimismo de buen gusto que te garantiza buenas críticas en los ambientes cool y premios en las listas indies. Como todo el mundo sabe, trata de un cantante folk que no ve venir el terremoto Dylan; Weinrichter la define como la versión Coen de La vida de Brian. Lo más interesante es el retrato de un artista que supuestamente se entrega a la transmisión de un legado cultural, pero que vive completamente desarraigado, asaltando los sofás y las parejas de sus amigos. La película es un muestrario de figuras paternas contemporáneas que van de lo ridículo a lo afásico, el protagonista, consecuentemente, huye del compromiso de la paternidad.

Resulta curioso que al hilo de Inside... no se haya hablado de una película con la que comparte bastantes elementos, Love with the proper stranger (Amores con un extraño), en la que Steve McQueen es un músico que tiene que buscar dinero para que aborte una chica (Natalie Wood) a la que ha dejado embarazada tras un encuentro casual, una película tan hermosa como sorprendente (por el cambio de registro que el desarrollo de la historia provoca) que bien merece ser revisitada. 

sábado, 7 de diciembre de 2013

Estrenos

Para que no se oxide el teclado, o se acartone, o lo que sea que haga el plástico cuando no se usa, voy a hablar de algún estreno de esta semana, que para sorpresa mía me he visto varias de las cosas que han hecho su aparición en la cartelera este puente (supongo que la razón es que dado que hay doscientas o trescientas pelis nuevas por semana, lo raro sería no conocer ninguna).


Le week-end y La grande bellezza transcurren en las dos metrópolis europeas en las que la presencia del pasado es más abrumadora (París y Roma, respectivamente), y en ellas abundan los planos generales en los que los protas figuran enanos ante la majestuosidad de una herencia ante la que, obviamente, no dan la talla. Ambas remiten al cine de los sesenta a través de dos de sus directores más emblemáticos, Godard en el caso de Roger Mitchell (que da la impresión de que no ha visto la obra posterior del suizo) y Fellini en el de Sorrentino (que probablemente se sabe de memoria todos los planos que rodó aquel). Le week-end tiene gracia en la manera en que muestra las ancestralmente espinosas relaciones de los anglosajones con la intelligentsia gala, mezcla de admiración, envidia y horror, y lo mismo pasa respecto a la obra de Godard, a la que se homenajea a destajo pero manteniéndola a distancia: Mitchell parece tan enamorado de la nouvelle vague como contento de haberla dejado atrás. Tampoco deja de tener gracia este ejercicio de nostalgia por tiempos mejores e inalcanzables ejemplificados en Godard, un director que parte ya en su obra de la consciencia de haber llegado tarde a la historia del cine, cuando la era de los grandes maestros había quedado definitivamente atrás (lo que hace de Le week-end un divertimento decididamente menor).


El film de Sorrentino, por el contrario, tiene algo se monstruoso en su fagocitación del maestro italiano, al que no se sabe bien si homenajea o devora; en cualquier caso no tiene pudor en mostrarse como legítimo heredero de su legado. Al margen de citas y copias, La grande belleza repite el deambular de los personajes fellinianos (y también de Antonioni) , en una versión algo más trash, entre restos de una cultura sublime y atravesados por discursos vacíos: una religión cristiana inoperante que va dejando paso a relatos más absurdos como el espiritismo o el orientalismo new age, un compromiso político que sólo se utiliza para brillar en sociedad, el intercanbio de datos sobre la versión más canallesca de las relaciones sentimentales como sucedáneo de la amistad. Como en Fellini, aquí tenemos también momentos epifánicos que acaban apagándose, promesas de redención que acaban frustradas, nostalgia de maestros que atesoren un cierto saber, pero cuya aparición acaba sometida a la burla. Probablemente Sorrentino tenga razón al enarbolar con orgullo esta estética como todavía pertinente para hablar de nuestro presente; he comprobado que comparto con otros espectadores cierta incomodidad ante una obra que en muchos momentos me atrapa casi contra mi voluntad.


La jaula de oro es una magnífica película a la que su aire de docufición para cineclubes progres creo que va a pasar factura (por la pereza que he detectado entre alguno de sus potenciales espectadores). Asume con talento la condición de los textos contemporáneos de residuos o ruinas de los relatos míticos, erosionados por la virulencia de lo Real, en este caso la ausencia de Ley alguna en muchos de los territorios de nuestro tiempo. Así, la película es una relectura del Éxodo bíblico, el viaje a través del desierto (un México en el que la emergencia de los representantes de la ley puede ser tan letal como su ausencia completa) de unos adolescentes que quieren llegar a la Tierra Prometida (Los Ángeles, la Meca del imaginario occidental del último siglo). Diego Quemada-Díez (espeñol afincado en México, ninguno nos resistimos a contar que es de Burgos, lo que aplicado al cine parece el colmo del exotismo) logra que esa impronta mítica no se imponga arbitrariemnte desde fuera, sino que emerja de manera natural desde la propia peripecia de sus protagonistas. 

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Una guionista olvidada




Frederica Sagor-Maas (1900-2012), hoy en el olvido como otros muchos pioneros del cine mudo, fue guionista en docena y media de películas de los años veinte y treinta, cuando en Hollywood daban sus primeros pasos William Wyler, Josef von Sternberg o Erich von Stroheim.
En su biografía, escrita a la edad de 86 años, describe el funcionamiento de los grandes estudios cinematográficos por los que pasó, las miserias tras los oropeles, los sueños rotos, los declives y olvidos. La crítica de los derroches y abusos que sufrió o fue testigo se alterna con los recuerdos de sus orígenes familiares (hija de judíos rusos emigrados a los USA) en un telón de fondo de acontecimientos históricos: los locos años veinte, el "crack" del 29, la Gran Depresión, la llegada del sonoro, la II Guerra Mundial, la Caza de Brujas…

Culta, inteligente, independiente, sus observaciones están inevitablemente sesgadas por su condición de género, un obstáculo en una profesión dominada por los hombres. Después de muchos reveses laborales y sufrir cómo “colegas” masculinos se apropiaban impunemente de sus ideas, amparados por el statu quo dominante, decidió dejar el mundo del cine. Una veinteañera ambiciosa y genial que transitó por caminos llenos de trampas y que nos permite hacer, gracias a sus vivencias, una reflexión emocionante sobre la autonomía emocional y laboral de una mujer del siglo XX.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Top ten 2013



Este fin de semana me he entregado a una de las ocupaciones más tediosas que en mi trabajo se pueden dar, que es acercarse a Huelva para coordinar el envío de la señal de la gala de clausura del festival de cine iberoamericano a Torrspaña para su posterior emisión a indecentes horas de la madrugada. Desde luego. el festival ha conocido mejores tiempos, y la misma noche del palmarés me encontraba en la emisión del canal 24 horas de TVE rótulos con la vencedora de Gijón y nada sobre Workers, que es la peli mexicana que se ha llevado el lo que sea de oro que se da por aquí (hasta citaban un premio asiático que le habían dado a Tsai Ming-Liang, director que, como es sabido, provoca disturbios entre sus numerosos fans españoles cada vez que se estrena una peli suya por estos lares, que es nunca, como es fácil de imaginar).



Una de las estrategias para sortear el aburrimiento ha sido elaborar la lista de mis películas favoritas del año que terminará en breve para Días de cine, que ya he pedido a su director, el gran Gerardo, que publique en la página web del programa las votaciones individuales para que a uno no le asocien con los demenciales resultados que resumen el estado de opinión del programa. Aquí van las mías, que tampoco es que asusten por su originalidad o radicalidad:


Películas extranjeras:

1- Tabú
2- The master
3- Un verano ardiente
4- Mud
5- En otro país
6- Mud
7- Nana/Perder la razón
8- La vida de Adele/Camille Claudel 1915
9- Laurence anyways
10- Django desencadenado/Lincoln/
     12 años de esclavitud




Películas españolas:

1- Arraianos
2- Aquí y allá
3- La casa Emak Bakia
4- ¿Quién mató a Bambi?
5- Historia de la meva mort
6- El muerto y ser feliz
7- Stockholm
8- La herida
9- Mi loco erasmus
10- Vidrios partidos/A story for the Modlins





Supongo que no hace falta añadir que esta lista no refleja exactamente mis gustos, sino que entran en juego infinidad de factores a la hora de confeccionarla, desde la vanidad hasta el encono (por ejemplo, Laurence anyways aparece -en lugar de No, que me parece más interesante- como una broma privada, ya que hay un compañero que la detesta). En cualquier caso, como diría Albert Serra, no encontrarán una lista mejor que ésta, al menos dentro de Días de cine.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Un guionista de Lubitsch



Para Mar, que me ha descubierto el libro

Herbert Marshall es un gran estafador que se hace pasar por un barón y Miriam Hopkins es una ladrona que se hace pasar por condesa. Durante su primera cita en la suite de Marshall, el romance nace al desenmascararse el uno al otro. Resulta que ella le ha birlado el reloj y la cartera, y él le ha robado a ella un valioso broche y, a saber cómo, también una liga que le ha  quitado de debajo del vestido de noche. Era una idea inverosímil y que no cuadraba con la imagen de Marshall como rey de los ladrones. Pero Lubitsch se aferró a la idea y jugamos con ella hasta extremos delirantes.



Amistad, el último toque Lubitsch (Samson Raphaelson, Intermedio, 2013, traducción de Pablo García Canga) podría ser una obra maestra de ficción, digna del mejor Henry James: el retrato que traza un escritor mediocre de un creador genial al que no comprende por prejuicios culturales. Raphaelson era uno de esos escritores de teatro obsesionados con triunfar en Broadway que fueron llamados por Hollywood en los 30 para echar una mano a una industria que tenía que reconvertirse a marchas forzadas para afrontar la llegada del sonido (o más bien de los diálogos). El autor teatral comparte el complejo de superioridad que tenían sus colegas, que miraban por encima del hombro una industria que despreciaban.



Resulta enternecedora la ceguera de Raphaelson ante la brillantez (incluso sobre el papel) de una secuencia como la que describe, una de las mejores de la comedia clásica, y es fácil detectar el origen de esa ceguera, esa inverosimilitud que le echa en cara, y es que (como ocurre con tanto texto mediocre contemporáneo) el guionista confunde verdad con verosimilitud: si resulta (relativamente) inverosímil que Monescu le quite inadvertidamente la liga a Mariette, ese robo traza la verdad del deseo de ambos (que viene a ser el del espectador, motivo por el que la improbabilidad de la acción para nada interfiere en el disfrute de la película). Largo y tendido se podría hablar de los otros objetos robados, que trazan también el itinerario del deseo (sexuadamente diferenciado) de los dos protagonistas, por no hablar del recorrido que tendrán a lo largo de este film absolutamente genial las joyas, el dinero, la identidad y los relojes, pero eso requeriría una enciclopedia y no una breve entrada en un blog.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Proyecto de road movie



Recorrer las ciudades que, según la enumeración de Félix de Azúa en nota a pie de página, vieron el tiempo suficiente a Casanova como para tener noticia de alguna aventura suya:

Venecia
Padua
Corfú
Constantinopla
Ancona
Roma
Nápoles
Dresde
Praga
Viena
Lyon
Milán 
Mantua 
Cesena 
Bolonia 
Parma 
Vincenza 
Ginebra 
París 
Dunquerque
Amsterdam 
La Haya
Munich
Colonia 
Bonn
Stuttgart
Estrasburgo 
Zurich
Baden
Berna
Basilea 
Lausana 
Aix-les-Bains
Grenoble 
Avignon
Marsella 
Metz
Antibes
Génova 
Livorno
Florencia 
Turín 
Londres 
Riga 
Mitau
San Petersburgo
Moscú
Berlín
Wesel
Leipzig
Ludwigsburg
Aix-la-Chapelle
Ausburgo
Madrid
Toledo
Zaragoza
Valencia
Barcelona
Montpellier
Nîmes
Aix-en-Provence
Praga
Spa
Varsovia
Niza
Pisa
Siena
Sorrento
Trieste
Gorizia
Duchov

miércoles, 20 de noviembre de 2013

El show de Albert Serra



Las presentaciones de Albert Serra, al menos en España, están cortadas todas por el mismo patrón e incluyen números obligatorios: felicitar al público por asistir al pase de una buena película española (a veces añade "la mejor del año", ayer se conformó con calificarla como "la más original que cualquier espectador en esta sala vaya a ver esta temporada"), los actores profesionales son los seres más estúpidos que pueblan la tierra, su método de trabajo es la pera limonera y lo ha inventado él, y diversas variaciones del tema "yo molo mucho y el resto de cineastas son caca de la vaca". Con el paso del tiempo nuestro enternecedor enfant terrible va adquiriendo una vis cómica que hace de lo más ameno sus actuaciones en directo, y raro sería que no acabara haciendo monólogos en el club de la comedia; al menos ya contamos en España con alguien parecido a Godard, una figura que conjuga una obra tirando a minoritaria con una presencia pública un tanto clownesca.

Historia de la meva mort está más que bien, aunque a duras penas consigue su confesado propósito de aburrir al espectador: cuando uno está hasta las narices de ver deambular a un Casanova grotescamente anclado en la oralidad, gozando en la analidad más desaforada y desternillante, aparece el personaje de Drácula y la película tiene una parte final bastante hipnótica, si bien habría que considerar que lo otro del libertino ilustrado que fue Casanova no es el mito gótico-romántico de Drácula, sino la figura psicótica-racionalista de Sade. 

martes, 19 de noviembre de 2013

Memoria y fotografía


Dos de las películas españolas más interesantes del año son mediometrajes que giran en torno a la construcción de la memoria a partir de la fotografía como huella (o residuo) de la historia. Por lo demás, A story for the Modlins, de Sergio Oksman, y Vidrios partidos, de Víctor Erice, tienen poco que ver: Oksman elabora una posible articulación narrativa (abiertamente ficcional) a partir de los restos de una indescifrable aventura familiar: un montón de fotos y papeles que aparecen en una caja de una calle de Madrid. Erice, por su parte, recoge los recuerdos de los trabajadores de una importante fábrica portuguesa de principios de siglo que fue arrasada por el devenir del capitalismo, recuerdos que fluyen en un registro a medio camino entre Straub y Jia Zhang-ke, figuras tutelares bastante explícitamente convocadas. Dos películas maravillosas. 


lunes, 18 de noviembre de 2013

Una frase de Kafka en una novela de Philip K. Dick



Encontró la referencia que buscaba, pero parecía ya demasiado fatigado para enseñársela; se limitó a quedarse allí, sosteniendo el libro.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Blue Jasmine, o de como las malas intenciones también hacen un buen empedrado hasta el infierno



A estas alturas todo el mundo sabe que la última película de Woody Allen es un cruce del caso Madoff y Un tranvía llamado deseo (signo de los tiempos, aquí Kowalsky/Chili es un panoli considerable), y que transcurre en San Francisco. También es una de las películas más obscenas que he visto en los últimos tiempos: insta al espectador a disfrutar con el espectáculo de la aniquilación de un sujeto femenino desde una posición bastante canalla, sin que apenas el entramado dramático alcance a enmascarar el goce evidente del director a la hora de orquestar el trayecto de la insoportable Jasmine hacia la locura. Blue Jasmine transmite la embarazosa sensación de asistir a un enfrentamiento entre una pareja en la que salen a relucir detalles demasiado íntimos, sin que Allen le dé la menor oportunidad a su contrincante, aunque a la postre eso signifique arrojar una obra con muchas posibilidades al desagüe de la iniquidad.  

viernes, 4 de octubre de 2013

La mujer que goza en el vacío



Ya sé que siempre digo lo mismo, pero es que los textos contemporáneos se empeñan una y otra vez en mostrar el goce femenino como un acontecimiento completamente autónomo del orden fálico, y habitualmente sesgado hacia el lado de la locura, si bien en Gravity el personaje masculino tiene ciertamente una intervención heroica de orden sacrificial (como ya ocurriera en la anterior incursión de Cuarón en la ciancia-ficción de autor. la estupenda Children of men) que permite a la heroína llevar a cabo un trayecto mítico de muerte y resurrección que la traslada del apocalipsis al renacimiento triunfal como diosa invulnerable en los albores de la creación, una vez limpiado el cosmos de la cacharrería tecnológica y de la presencia masculina, a la que aquí, al menos, se le agradece gentilmente los servicios prestados.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Variaciones sobre un mismo tema



La verdad es que lo que más me gusta del (estupendo) palmarés del Festival de San Sebastián es que me he visto todas las pelis premiadas; divisibles en dos grupos: los premios gordos (Pelo malo, La herida y Club Sandwich, que se ha llevado la mejor dirección), que giran en torno a parejas madre/hijo (hija, en el caso de La herida) en las que el padre brilla escandalosamente por su ausencia, y la pedrea (Le week-end, Quay d'Orsay y Caníbal), que retrata a personajes masculinos que fallan estrepitosamente en sus roles, si bien en un amplio registro que va de la farsa (Tavernier) al gore comedido de autor (Martín Cuenca).

Las tres primeras me parecen las mejores que se han visto, y seguramente yo las hubiera puesto en el mismo orden (a la de Eimbke se le nota demasiado el rollito minimalista resultón que siempre da el pego para colocarte en una selección oficial de un festival, mientras que las dos entronizadas son las más "vivas" que han pasado por aquí, con todos sus defectos). Las tres segundonas se ven bien (La de Tavernier es bastante divertida y su premio de guión era casi tan obvio como el de Marián Álvarez, que todos dábamos prácticamente por seguro desde antes del certamen, de la misma manera que se puede vaticinar su Goya con la misma seguridad con la que se puede afirmar que el Madrid no va a ganar nada esta temporada) y poco más.

Vi la mitad de Enemy (la otra mitad la pasé dormido), y me pareció el típico ejercicio manierista que sólo puede soportar un adolescente, con truquitos de parvulario en cada secuencia para desconcertar al espectador acerca de la identidad de un Dr Jeckyll, un infra-Lynch que, por otro lado, es algo más transitable que Devil's knot, un insoportable telefilm con ínfulas al que me acerqué porque me tocó entrevistar a un Egoyam que sigue en horas muy bajas. No muy por encima vuela Vivir es fácil, que a un retrato limitadísimo del franquismo añade esa lacra de la corrección política que es extirpar cualquier rasgo de virilidad de todo personaje masculino que se atreva a encarnar la posición paterna, con lo que ese profesor encarnado por Javier Cámara acaba siendo una especie de eunuco que no parece saber nada de la experiencia sexual.  

sábado, 7 de septiembre de 2013

Holy cows



Un segundo visionado de Arraianos en la Sala Berlanga (un cine incomodísimo con una proyección digital fabulosa) confirma la película de Eloy Enciso como mi favorita española de este año. Construida a partir de la filmación de una obra de teatro gallega (para mí completamente desconocida) con actores aficionados y con técnica straubiana, el resultado parece que fue tal desastre que el director se replanteó todo el proyecto, volviendo al mismo espacio para rodar a los protagonistas en su entorno. En el film van quedando huellas de todas las fases, elaborándose como un yacimiento arqueológico en el que van aflorando distintos estratos que acaban cristalizando en una experiencia sensorial bastante hipnótica y que parece la ilustración perfecto del dicho rivettiano de que una película es el residuo de su rodaje.

A destacar la muy hermosa secuencia en que unas ancianas se arrancan a cantar canciones populares de su juventud que hablan de amores, sin que acaben de dar con la letra, hasta que una de ellas acierta a enhebrar un romance, el rostro surcado por las arrugas transfigurado por la historia que canta, la de un amor joven e inevitablemente desdichado, la historia de la vida de todas alles, mujeres seguramente filmadas por primera vez y a punto de desaparecer, una secuencia en la que emerge lo sublime a través de lo real de la erosión que el tiempo causa en los rostros y los cuerpos.  

martes, 27 de agosto de 2013

Programa doble para final del verano




Si bien el cine de Capra y el de Tarkovsky están alejadísimos en todos los aspectos, empezando por el hecho de que las películas del primero están pobladas de héroes activos sustentados por el deseo de una mujer, mientras que en las del segundo sólo hay empanaos que lidian con mujeres atrapadas en espirales melancólicas, el ver ¡Qué bello es vivir!/It's a wonderful life a continuación de Solaris depara un shock considerable: ¿cuál es una de las imágenes emblemáticas del cineasta ruso? Ese interior extremadamente deteriorado en el que cae lluvia a mansalva (aunque a menudo sus habitantes no se enteren, bien porque las goteras fueran muy abundantes en la URSS, bien porque los protagonistas tarkovskianos suelen estar locos, aunque sea de una manera muy arty, y esas nimiedades no les importan). 
Pues nada, podemos afirmar sin lugar a dudas que Andrei le robó la idea a Frank: cuando James Stewart se acerca a la dirección donde su mujer le ha citado para pasar su luna de miel, para estupor del personaje y del espectador, el protagonista se adentra en un universo absolutamente tarkovskiano, un caserón medio derruido en cuyo interior llueve torrencialmente y donde todo está a punto de derrumbarse, si bien la extrañeza queda rápidamente evacuada merced a un deslumbrante: primer plano del rostro de Donna Reed, resplandeciente en su deseo. A partir de ahí ese espacio doméstico sigue un proceso opuesto al habitual en Tarkovsky: aunque el posible retorno de la ruina esté siempre presente, la casa irá progresivamente haciéndose más y más habitable. Y ¿cuál es la energía que mantiene esa casa? No hay duda: ¡El goce de la mujer! Que es un elemento marcadamente ausente en todas las pelis de Tarkovsky, que así no hay casa (ni relato) que se mantenga en pie.

jueves, 22 de agosto de 2013

La medicina como enfermedad

Abbas parece haberse tomado una temporada sabática y el blog está mortecino y desnortado por la falta de su luz y guía. En espera de su resplandeciente regreso, voy a inaugurar este último tramo veraniego con una entrevista que he encontrado gracias a la web de Los libros del lince. No es de cine pero... en ausencia de libro de estilo, me permito sacar un tema que me resulta de lo más interesante.



"El mayor peligro de infarto es la pobreza"
Juan Gérvas, médico ortodoxo contra los excesos de la medicina ortodoxa, acaba de publicar el polémico libro Sano y salvo (y libre de intervenciones médicas innecesarias).

Matías Vallés Juan Gérvas (Badajoz, 1948) se licenció –con 22 matrículas de honor– y doctoró en Medicina, cuyo ejercicio ha compaginado con la enseñanza en media docena de universidades y con la redacción de 300 artículos científicos. Acaba de publicar el polémico libro Sano y salvo (y libre de intervenciones médicas innecesarias), escrito con su esposa Mercedes Pérez Fernández, también médico.

–Para que se haga cargo del tipo de entrevista: ¿Los enfermos trabajan para los laboratorios farmacéuticos?
–No, pero el equilibrio entre quienes no mueren gracias a los laboratorios empieza a verse compensado por quienes mueren a consecuencia de los medicamentos, que son cada vez más. La codicia ha roto el consenso tácito entre el paciente y la industria farmacéutica, hoy peor valorada que las tabaqueras.

–¿La medicina actual crea enfermos?
–Sí, por ejemplo cuando el suplemento de un periódico hablaba el domingo del "envejecimiento como enfermedad". Supone una crueldad, porque envejecer es salud, un estado gozoso de quienes pueden alcanzarlo gracias al esfuerzo social.

–En su libro: "No se mida el colesterol, ¡sea feliz!".
–No hay que medirse el colesterol nunca, salvo en caso de problemas en las coronarias. Los chequeos médicos son perjudiciales y obedecen a intereses comerciales. Cinco TAC equivalen a la radiación de la bomba de Hiroshima, imagine los que se chequean anualmente. Por si acaso va a morir usted mañana, sea feliz hoy.

–¿Dos médicos ortodoxos contra la medicina ortodoxa?
–Contra sus excesos, recordando que hay una colusión o confluencia de intereses con personas que esperan no morir y ser siempre jóvenes. El que juega a los trileros, tiene expectativas infundadas. Y no sólo vende mierda la industria farmacéutica, también la de alimentos.

–¿Angelina Jolie es una heroína por amputarse los pechos?
–No. Como persona es intocable, nadie puede discutir su decisión. Como ejemplo es nefasta, una víctima de la industria quirúrgica –dio el nombre del centro donde se había operado– y genética, cuyas acciones subieron tras el anuncio.

–Se han contabilizado 200 factores de riesgo de infarto, roncar incluido.
–Un factor de riesgo es una asociación estadística, no una condición necesaria ni suficiente. El mayor peligro de infarto es la pobreza. El segundo es el tabaco, y son los pobres quienes fuman. Si quiere disminuir la probabilidad de enfermar, conviértase en rico, pero eso no está en la seguridad social.

–¿Cómo sabe Michael Douglas que contrajo su cáncer por la práctica del sexo oral?
–Es una vergüenza dolorosísima, un insulto. Sólo un mínimo de cánceres orofaríngeos guardan relación con el virus del papiloma humano. De nuevo, la población de riesgo son pobres, fumadores y alcohólicos. Sucede que para los médicos tienen más interés los culos de los ricos que la boca de los pobres.

–¿Los afortunados que tienen el sexo oral a su alcance pueden seguir practicándolo?
–Claro, practique el sexo oral y disfrute. En pareja de distinto sexo, del mismo sexo o en grupo. Recuerde que es gratis, que se puede repetir y que siempre da placer.

–Su libro concede gran importancia al sexo.
–Porque considero que hay especialidades médicas que persiguen el sexo con más rigor que la religión durante la Edad Media. Es una parte importante de la vida, que gusta en la juventud y a los ochenta años, aunque se cambie de la cantidad a la calidad.

–Hay millones de personas vivas gracias a la medicina agresiva que usted critica.
–Hay millones de personas que se creen vivas gracias a la medicina agresiva. En Estados Unidos, más de un millón de mujeres piensan que han sobrevivido a un cáncer de mama que nunca las hubiera matado. Lo mismo sucede con más de la mitad de los tumores de próstata. ¿Han sobrevivido al cáncer? No, han sobrevivido al médico.

–Con estas tesis, sus colegas deben verlo como el Doctor Yayoflauta.
–Formo parte de una red mundial que lleva medio siglo trabajando en estos asuntos, y a la que se incorpora cada vez más gente joven. La mayoría de mis compañeros me adoran, salvo algún radiólogo o ginecólogo. No hay hostilidad, porque digo lo que otros no se atreven, rompo con el statu quo.

–¿Nos hemos vuelto locos?
–Ha disminuido la tolerancia a la variación mental, que se ha transformado en enfermedad. Todos tenemos días en que nos comeríamos el mundo y otros en los que querríamos desaparecer, no podemos homogeneizar.

–Niños atiborrados de fármacos.
–Se quiere medicalizar el fracaso escolar para quitarse las responsabilidad de encima.

–¿El miedo disminuye la esperanza de vida?
–Si tienes una actitud optimista, vives ocho años más. No podemos destruir nuestras vidas a la espera de que se resuelva el tremendo momento económico que atravesamos. No voy a dejar de follar porque haya crisis.

martes, 16 de julio de 2013

Humor de antes de la guerra


José Santugini Parada (Toledo, 12 de septiembre de 1903 – Madrid, 1 de abril de 1958) es uno de los humoristas menos conocidos de la generación que surgió de las páginas de la revista Buen Humor. Fue director de cine y de teatro, aunque quizá sea más conocido como guionista de cine por sus trabajos en colaboración con Ladislao Vajda y con Edgar Neville en La torre de los siete jorobados.

Por sus relatos campan orquestas caníbales, trepadores de fachadas, mujeres extraordinarias y actores extras, fantasmas residentes, almas de tamaño descomunal, magos de la caracterización y otros singulares personajes. Su prosa ligera (que no frívola) apareció en las primeras décadas del siglo XX en revistas de entonces, como Buen Humor, Blanco y Negro o Cinegramas.

Nunca antes estos textos habían saltado de las páginas de aquellas revistas a las de un libro, gracias a los esforzados visionarios de la editorial Pepitas de Calabaza. Santugini es, en la actualidad, un escritor prácticamente desconocido, aunque los historiadores del cine lo puedan recordar como guionista. De buen humor nos muestra a un escritor que posee un humor fino, muy moderno y nada costumbrista. Un soplo de aire limpio, y una muestra de aquella frescura literaria que resultó arrasada tras el levantamiento militar y el consecuente hundimiento vital e intelectual que la Guerra Civil trajo consigo.

lunes, 17 de junio de 2013

El (futuro) Conrad del castellano



El Cervantes organiza un concurso de cuentos entre todos los estudiantes de todos sus centros que está ya en su fase final: los tres finalistas están colgados en la página web y, una vez pinchados todos (lo que indica que te los has leído), se te abre una pestaña para que puedas votar. Los tres cuentos son de palos muy diferentes, así que es fácil elegir según los gustos de cada cual (hay que darse prisa, el plazo termina este sábado)

viernes, 14 de junio de 2013

Diarios solitarios



Un tedio que incluye la anticipación de más tedio todavía: la pena de sentir mañana pena por haber sentido pena hoy -grandes marañas sin utilidad ni verdad, grandes marañas...



Pienso que mi experiencia actual no es nada, y que mi experiencia pasada lo es todo. Ninguna experiencia que pueda tener hoy es comparable a la experiencia de mi niñez. Y no sólo es esto cierto, sino que, hasta donde puedo recordar, he referido siempre mis experiencias, de modo inconsciente, a un estado de existencia previo. Mi vida era éxtasis. En la juventud, antes de que perdiera mis sentidos, recuerdo que estaba vivo y habitaba mi cuerpo con satisfacción inexplicable; tanto su cansancio como su frescura me eran dulces. Recuerdo como me asombraba. Buscaba en los libros experiencias parecidas y, es extraño decirlo, no encontraba ninguna. Incluso con toda la ciencia del mundo, ¿es posible decir cuándo y cómo entra la luz en el alma?

domingo, 9 de junio de 2013

Campanas y sexo



Hay en Dogville tantas inversiones especulares respecto a El hombre tranquilo que la cosa no puede ser casual. En ambas películas un extraño llega a una comunidad rural, pero mientras que en el film de Ford es un hombre que regresa a su pueblo natal arrastrado por la voz materna, en el de Von Triers es una mujer la que aterriza en un poblacho desconocido huyendo del castigo del padre. Si en Innisfree hay dos sacerdotes (uno católico y otro anglicano), en Dogville andan a la espera de que alguna autoridad eclesiástica venga a hacerse cargo de una iglesia todavía por construir, por no hablar de los abundantes figuras patriarcales que pueblan el universo fordiano y que en el danés se convierten en piltrafa. En cualquier caso la experiencia de los dos forasteros viene a ser la misma, la del encuentro con el sexo, si bien la trayectoria será (también) diametralmente opuesta. Sean Thorton participa de la tarea del héroe clásico: deberá vencer al dragón (en este caso, el hermano de Mary Kate Danaher) para demostrar que está capacitado para afrontar lo Real del cuerpo femenino. Grace tiene bastante más mala suerte, porque su pretendiente resulta ser un aspirante a escritor, y ya se sabe que las figuras de escritores y cineastas en el cine contemporáneo corresponden a cantamañanas absolutos que suelen dejar a las mujeres al borde de la locura o inmersas en la psicosis más arrasadora. Aquí Tom Edison no sólo es incapaz de escribir una frase articulada sino que no puede evitar que todo el pueblo utilice a Grace como esclava sexual (incluido su padre).



En este contexto aparecen las campanas en ambos filmes. Como es sabido, las campanas servían para marcar en las comunidades tradicionales lo que podríamos llamar el tiempo sagrado. En El hombre tranquilo se oyen en el momento en que comienza el noviazgo "oficial" de Sean y Mary Kate a la vista de todo el pueblo, se diría que tocadas por el mismo texto, ya que toda la población parece estar concentrada en la puerta de la casa de la novia. En Dogville asistimos a una brutal (y sin embargo irrisoria) inversión de esta función: allí los niños tocan la campana cuando algún hombre se acerca a la cabaña de Grace para violarla. Sin ningún rito mediador, la campana anuncia directamente a la comunidad el encuentro sexual, devenido siniestro estupro. Excluida del goce fálico mediado simbólicamente, a Grace le queda la típica salida de las heroínas contemporáneas: pasar el rato dividida entre su papel de víctima humillada y el de diosa aniquiladora.

sábado, 8 de junio de 2013

La obra maestra desconocida



En algunas listas muy cool apareció La morte rouge como una de las mejores películas de la pasada década. Para el muy improbable caso de que algún lector de este blog la desconozca, aclararé que La morte rouge es un mediometraje de Erice fruto de un encargo del CCCB y La casa encendida enmarcado en el proyecto Correspondencias (los mini-dvs que Kiarostami y Erice se enviaron durante unos años, si es que han dejado de hacerlo) en el que el director español habla de su encuentro fundacional con una pantalla de cine, que fue en el Kursaal donostiarra el día que se proyectaba La garra escarlata, una especie de tv movie con Sherlock Holmes y el Dr. Watson de protagonistas, de cuando todavía no existía la televisión (no hace falta decir que una de esas listas era la mía, que siempre mola citar pelis que sabes que casi a nadie ha visto, porque hasta que se editó hace un par de años en dvd La morte rouge sólo había sido accesible para los que se habían acercado a ver la citada exposición).



Tengo la impresión de que a Erice le ofrecieron realizar uno de los fragmentos de Chacun son cinema y que rehusó por lo que fuera (que no le dieran dos años para rodar, que tuviera que durar sólo cinco minutos), pero que la idea germinó en los casi 40 minutos hipnóticos que dura este (así subtitulado) soliloquio en el que  desgrana el descubrimiento de la muerte y de la radical otreidad del mundo de los adultos que se le aperecieron como una revelación en una sala de cine. La morte rouge funciona también como un genial prólogo (o comentario) a El espíritu de la colmena en el que se desarrollan las razones biográficas que le llevan a asociar la imagen cinematográfica con un signo de marcado sesgo siniestro que representa la pérdida del paraíso encarnada en la irrupción de la violencia y la muerte.



El dvd incluye el corto Alumbramiento, la aportación de Erice al largometraje colectivo Ten minutes older, pero desgraciadamente no se les ha ocurrido añadir La garra escarlata (en su lugar hay una larga entrevista que podrían haber añadido en un folleto), que para mi sorpresa y alegría sí está en Filmin. Llena de efectos expresionistas de ilumiación, no es de extrañar que pusiera los pelos de punta a un niño de cinco años que iba por primera vez al cine, pero para un adulto lo que llama la atención es que la solución del enigma resulta evidente para quién conozca un relato de Chesterton que tiene por culpable a un ... (bueno, no lo voy a contar), pero es que ese relato aparece en mitad de la película citado ... ¡por Watson! (¡Lector de Chesterton!) que acaba señalando al asesino real, aunque él no lo sepa. Resulta curioso el status que ya tenía Sherlock Holmes en los años cuarenta: amo absoluto de la ficción, en todos los espacios en que se mueve es obedecido sin rechistar, mientras que hace uso de teléfonos y cualquier aparato sin que se tome la molestia de pedir permiso, como si fuera consciente de que el ámbito ficción era su reino. 

miércoles, 5 de junio de 2013

The imposter



"There are two sides of every lie". Esta es la frase promocional de The imposter, un documental que mezcla realidad y ficción (o mejor dicho, que utiliza la realidad como amalgama de una historia de ficción) para construir un excepcional thriller de intriga.

La historia comienza con la desaparición de Nicholas Barclay, un niño de Texas de 13 años. Tres años y medio después se reciben noticias asombrosas sobre el caso: el niño ha sido hallado a miles de kilómetros, en España, y dice que ha sobrevivido a un calvario de secuestro y torturas.
Su familia está encantada de tenerlo de vuelta a pesar de lo extraño de la situación. Aunque le aceptan, las dudas de personas ajenas a la familia comienzan a rodear a la persona que dice ser Nicholas. ¿Cómo es posible que el hijo rubio y de ojos azules de los Barclay haya vuelto con la piel y los ojos más oscuros? ¿Cómo pueden haber cambiado de una forma tan profunda su personalidad y hasta su acento? ¿Por qué la familia no parece notar unas diferencias tan manifiestas? Y si este chico no es el niño desaparecido de los Barclay... ¿quién es? ¿Y qué le pasó en realidad a Nicholas?

El director Bart Layton ha dosificado con gran maestría datos policiales y periodísticos en su construcción de este perturbador puzzle. Su mayor logro es haber conseguido que el espectador no pueda identificarse, no pueda etiquetar a los personajes y clasificarlos en el cómodo binomio malos/buenos. Pasas la película enganchado a su ritmo y debatiéndote entre las distintas versiones, hasta concluir que todos mienten, o que quizá todos dicen la verdad, SU verdad, y la creen tan a pies juntillas que la hacen realidad delante de los ojos del espectador.

No voy a desvelar toda la intriga de la trama; basta con reproducir una declaración del director:
"Me preguntaba si tal vez El impostor no fuera la historia, sino el conducto hacia una historia mucho más interesante sobre el engaño y el autoengaño y sobre la habilidad de la gente para construir sus propias verdades (...) Como director la pregunta era cómo contar una historia en la que la verdad es tan difícil de encontrar. Mi solución fue intentar llevar a los espectadores a un viaje con tantos giros y vueltas como las que experimentamos nosotros haciendo la película, embarcándoles en el viaje de cada personaje junto a ellos, abrazando sus realidades subjetivas; un viaje en el que damos bandazos de una versión de la verdad a otra, desde la comprensión a la condena y vuelta otra vez (...) Mi idea era hacer virtud de las versiones contradictorias,  y visualizarlas en un estilo tan fuerte como la historia misma".

En definitiva, todos elegimos a sabiendas lo que queremos creer, y cerramos los ojos deliberadamente a lo que no queremos, no podemos, creer. Por tanto el ojo del espectador no es inocente, sino un cómplice más de la impostura.




sábado, 1 de junio de 2013

El imposible goce de Diana



Hay un momento curioso en Demonlover en el que asistimos al paso de la animación porno japonesa en formato tradicional al digital en 3D. El cambio no sólo se refiere a la textura y el realismo de la imagen. La última película de los viejos tiempos nos ofrece la típica (y desagradable) escena en la que varias adolescentes son sometidas sexualmente por un monstruo polifálico que las penetra de todas las maneras posibles. Pero cuando damos el salto tecnológico lo que nos encontramos es la imago fascinante de una diosa invencible que con su sable/falo va descuartizando a todos sus oponentes masculinos (imago que, por ejemplo, retomaría pocos años después Tarantino en una célebre secuencia de Kill Bill), una figura deslumbrantemente erótica que cautiva la mirada de Diana, la protagonista del film de Assayas que como su tocaya mitológica es fría y alérgica al sexo, aunque en su condición de mortal deberá confrontarse inevitablemente al goce de lo Real de su cuerpo. Por otro lado, no hay ningún suspense en esto: dado los textos que pueblan el mundo de Demonlover, el más articulado de los cuales no pasa de la pornografía violenta, es fácil adivinar que ese goce emergerá en sus variantes más siniestras imaginables, esto es, en forma de snuff movies, en las que Diana participará primero como espectadora fascinada (como, por otro lado, su alter ego/opositora, Karen) y después como protagonista.

Que yo recuerde, sólo un hogar aparece en la película, el de Volf, personaje paterno con bastante peso inicial pero que irá desapareciendo progresivamente según se vaya adueñando la locura de la narración. Tiene todas las características de las casas que le gusta sacar a Assayas, un salón acogedor y un jardín iluminado por el sol y con bastante vegetación. El resto son hoteles, aeropuertos, despachos, discotecas, restaurantes, espacios asépticos y difíciles de localizar, intercambiables en su impersonalidad, que irán deteriorándose según nos dirigimos hacia el final, en que irán convirtiéndose en sótanos y zulos anónimos, los espacios de la tortura y, a la vez, del goce de una mirada entregada a la pulsión aniquiladora, la otra cara de las apacibles urbanizaciones de los países desarrollados.

La ciudad de los delirios que se bifurcan



El personaje que abre Slacker y enuncia el primero de los demenciales monólogos que articulan la película está interpretado por el propio Linklater, que de buenas a primeras le suelta a un taxista inmutable (imaginamos que habituado al tipo de locura que aparentemente se extiende por Austin, retratada aquí como una de las ciudades más feas de la historia del cine) una teoría sobre los universos paralelos y la relación entre los sueños y la realidad, teoría a la que el director se ha mantenido bastante fiel a lo largo de su carrera, si bien el tono festivo que en Slacker tienen los delirios de sus personajes (es difícil decidir si seguimos a distintos protagonistas con variadas formas de psicosis, o nos damos un paseo por las paranoias massmediáticas contemporáneas alojadas en distintas encarnaciones) se bifurcará en su díptico animado, que incluye el lado siniestro de la locura (Scanner darkly) y la apología mística de la irracionalidad como vía de conocimiento (Waking life), sin olvidar que la trilogía "hegeliana" de la pareja Hawke/Delpy parece definir el amor como el arte de aguantar las mitomanías del otro. 

lunes, 27 de mayo de 2013

Palmarés

Pues como hacemos todos los que por aquí pasamos voy a hacer una valoración pe los premios, que se reduce a la impresión de que había una serie de pelis a premiar y hubo que repartir los galardones de alguna manera, así que es fácil imaginarse los descartes: ni Heli, ni Kore-Eda ni Jia Zhangke podían rascar bola en las interpretaciones, así que les cayeron Dirección, Jurado y Guión respectivamente, que para Escalante es un enorme espaldarazo y para los discípulos asiáticos de Ozu calderilla en su prestigiosa carrera. Bruce Dern/Nebraska se hizo con la interpretación masculina, lo que vista la enorme competencia en este campo se puede entender como un reconocimiento de la estupenda película de Payne, mientras que el anuncio del nombre de Berenice Bejo dejó helada la platea de la sala de prensa y estupefacta a la propia actriz, si bien a posteriori también se entendió como el premio que le tocó a la película, con considerable enfado de Farhadi, al que nada màs terminar la ceremonia nos cruzamos en la Croisette con un rebote de campeonato. Para el final quedaban los Coen y Adele, y se hizo justicia. La película de los hermanos no está mal pero está lejos de ser de las mejores en su carrera, y había tanta presión a favor de la de Kechiche que Spielberg habría sido ridiculizado hasta la exasperación si le hubiera dado lo espalda. Para justificar que el nombre de Adele no figurara junto al de mejor interpretación femenina el presidente del jurado mencionó el nombre de las actrices como co-ganadoras de la Palma de Oro, una decisión muy ovacionada.

domingo, 26 de mayo de 2013

Quiniela

Aquí todos contemplamos dos escenarios posibles: La vie d'Adele se lleva la Palma de oro y la mejor interpretación femenina, o el jurado decide que va servida con la interpretación femenina y el premio especial del jurado, y entonces el premio gordo podría recaer en varios candidatos de la clase media alta: los Coen, Kore-Eda, Farhadi, Jia Zhangke o Payne. Heli y Grigris tal vez se lleven la pedrea que les suele caer a las cinematografías esforzadas, y si el premio de interpretación femenina está cantado, por la parte de los chicos hay bofetadas. En cualquier caso aquí nadie espera que Spielberg se suelte la melena y se descuelgue con un premio a marcianadas como el noir cósmico-chusquero de Winding Refn.

La película perdida

Sin qué sirva de precedente voy a recomendar una película que no he visto, o al menos voy a llamar la atención sobre ella a mis distinguidos lectores, por sí en el fragor del festival no le han prestado atención. Me tuve que ir de la sala un minuto antes de que comenzara la proyección de L'image manquante por cuestiones laborales (un clip que no aparecía por ningún lado) con la sensación de que me quedaba sin ver la película del festival. Cumpliendo las expectativas se ha llevado el premio de Un certain regard, y aunque es mucho esperar que alguien se anime a distribuirla en España, Rithy Panh tiene suficiente nombre como para aventurar que nos encontraremos su film por algún festival o ciclo filmotequero. Lo dicho, a seguirle la pista.

Level the genders

A priori podría pensarse que, con sólo dos actores y una localización, La Vénus à la fourrure sería un juego maniréista tipo Sleuth, y a posteriori uno se regocijaría de su perspicacia, aunque lamentara la insubstancialidad de la película. Tampoco iba con grandes expectativas, que la novela de Sacher-Masoch de dónde parte la idea ya es un notable pestiño, aunque en Francia tiene ilustres exégetas, que ya se sabe cuanta teoría se puede sacar de las perversiones más triviales.
Por la tarde la redacción de informativos nos sacó del cine (en mi caso, Tip top, de Serge Bozon, a cuyo humor absurdo no acababa de pillare el punto) porque a alguien se le había ocurrido vender un titular con unas supuestas declaraciones escandalosas de Polanski en la rueda de prensa, y había que empaquetarles un minuto para el intermedio de la final de la Champion. Polanski dijo que la parecía una pena que se considerara una indecencia que un hombre ofreciera flores a una mujer, que la igualdad de géneros le parecía una idiotez, que los avances médicos habían cambiado a las mujeres, que la píldora las había masculinizado (esto es literal, aunque no se sabe muy bien qué quiso decor con ello) y que era una lástima que el romance hubiera desaparecido de nuestras vidas.

sábado, 25 de mayo de 2013

Una heroína contemporánea

Dentro de las sorpresas agradables de la Competición se encuentra La vie d'Adele, una película de Kechiche que pertenece a ese género contemporáneo que parecen cultivar en exclusiva los franceses y que podríamos llamar la heroica pedagógica, un recordatorio de que la transmisión del saber sigue siendo una labor sagrada bastante ardua. En la película seguimos el trayecto de Adele (el premio de interpretación más evidente de la historia del festival, si no se lo dan probablemente las masas enfurecidas quemarían el Palais) desde que en el Instituto estudia clásicos franceses (la conexión Marivaux) hasta que se convierte en una profesora de infantil que escenifica cuentos para los más pequeños o inicia en la lectura a los benjamines de primeria. Tal vez lo único que le vaya a la contra sea el consenso tan abrumadoramente favorable que ha generado, mientras que la única duda que hay sobre el palmarés es si Spielberg le dará el placet a escenas de sexo tan largas y tan realistas.

El lugar del padre

Una pequeña muestra del poderío cannoise es que la presentación de una copia restaurada de El gusto del sake corrió a cargo de Kore-Eda y de Jia Zhagke, hermanados chinos y japoneses en el tributo al maestro. El  gusto del sake tiene uno de los momentos más grandes de la historia del cine, la mirada que la hija dirige al protagonista en los instantes previos a una boda que ella acepta con resignación.
Ese mismo día se pasaba Nebraska, una película muy entretenida acerca de un viaje demencial en el que un hijo sostiene contra viento y marea la posición (insostenible) del padre, un descomunal Bruce Dern, según me cuentan tan genial en la vida real como en la pantalla.