viernes, 22 de noviembre de 2013

Un guionista de Lubitsch



Para Mar, que me ha descubierto el libro

Herbert Marshall es un gran estafador que se hace pasar por un barón y Miriam Hopkins es una ladrona que se hace pasar por condesa. Durante su primera cita en la suite de Marshall, el romance nace al desenmascararse el uno al otro. Resulta que ella le ha birlado el reloj y la cartera, y él le ha robado a ella un valioso broche y, a saber cómo, también una liga que le ha  quitado de debajo del vestido de noche. Era una idea inverosímil y que no cuadraba con la imagen de Marshall como rey de los ladrones. Pero Lubitsch se aferró a la idea y jugamos con ella hasta extremos delirantes.



Amistad, el último toque Lubitsch (Samson Raphaelson, Intermedio, 2013, traducción de Pablo García Canga) podría ser una obra maestra de ficción, digna del mejor Henry James: el retrato que traza un escritor mediocre de un creador genial al que no comprende por prejuicios culturales. Raphaelson era uno de esos escritores de teatro obsesionados con triunfar en Broadway que fueron llamados por Hollywood en los 30 para echar una mano a una industria que tenía que reconvertirse a marchas forzadas para afrontar la llegada del sonido (o más bien de los diálogos). El autor teatral comparte el complejo de superioridad que tenían sus colegas, que miraban por encima del hombro una industria que despreciaban.



Resulta enternecedora la ceguera de Raphaelson ante la brillantez (incluso sobre el papel) de una secuencia como la que describe, una de las mejores de la comedia clásica, y es fácil detectar el origen de esa ceguera, esa inverosimilitud que le echa en cara, y es que (como ocurre con tanto texto mediocre contemporáneo) el guionista confunde verdad con verosimilitud: si resulta (relativamente) inverosímil que Monescu le quite inadvertidamente la liga a Mariette, ese robo traza la verdad del deseo de ambos (que viene a ser el del espectador, motivo por el que la improbabilidad de la acción para nada interfiere en el disfrute de la película). Largo y tendido se podría hablar de los otros objetos robados, que trazan también el itinerario del deseo (sexuadamente diferenciado) de los dos protagonistas, por no hablar del recorrido que tendrán a lo largo de este film absolutamente genial las joyas, el dinero, la identidad y los relojes, pero eso requeriría una enciclopedia y no una breve entrada en un blog.

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