miércoles, 25 de mayo de 2011

Sobre Cannes (II)



Dentro de ese infinito muestrario de las formas en que un padre puede fallar que ha sido este Cannes, el Palmarés ha destacado también Le gamin au vélo, de los recurrentemente premiados Dardenne. Aquí hay otro niño en permanente estado de desbocada actividad que invoca compulsivamente la figura de un padre ausente. Aquí se ve desde el principio que el padre es un capullo que no quiere saber nada del niño, pero a su rescate viene, de nuevo, la otra figura omnipresente de este festival, la madre incondicional, cuyo amor es ilimitado y previo a cualquier consideración, aquí encarnada en una peluquera guapísima que le cobra un afecto rayano en lo irracional.



Antes de sucumbir a ese amor materno que nunca falla, el chaval prueba con un sucedáneo de padre, un macarrilla de barrio que le ofrece una parodia de lealtad, lealtad que (no creo que desvele nada contando esto) traiciona de manera irremediable. El final nos ofrecerá una coda en la que otro padre también se muestra a la altura del betún, y eso que la peli de los Dardenne no está mal pero es un poco esquemática, un film que da la impresión de que han hecho con la gorra, y en el que resulta algo desconcertante que todos sean tan guapos: el niño, el padre capullo, la peluquera, el delincuente juvenil.



Sobre Cannes (I)



Hay una escena en The tree of life en el que un dinosaurio abusón humilla a lo debe de ser un cervatillo de aquella época. No lo caza para comérselo; le hace bullying directamente, lo que no deja de ser una actitud sorprendente en un dinosaurio, a no ser que ya hubiera en el Paleozoico terapeutas sociales que teorizaran sobre la violencia intergrupal.



A continuación observamos en plano semisubjetivo un pedrusco copnsiderable acercándose a la Tierra; el siguiente plano es el impacto del meteorito y la irradiación que arrasa la Tierra, vista desde el punto de vista de Dios, que antes de la aparición de los hombres se entretenía castigando a los bichos más malos (en Melancholia tenemos un acontecimiento similar, pero -quién lo diría- el más modesto Von Triers lo cuenta desde el humilde punto de vista de los humanos).



Ahora bien, donde el film de Malick es un fracaso total es en la plasmación de ese mundo "intermedio" en el que vaga Sean Penn, exiliado entre el Cielo y la Tierra hasta que es rescatado por la figura materna omnipotente que ocupa el lugar de ese Padre que se derrumba estrepitosamente. Todos los comentaristas se han apresurado a señalar el caracter autoritario de Brad Pitt. Pues no, Brad Pitt es un padre ejemplar que acaba resultando ser sólo semblante, lo que llevará al hijo a la aniquilación, hasta que sea rescatado por la madre.



domingo, 22 de mayo de 2011

Último día



Ayer por la noche estuve viendo un rato la película de clausura, Les bien-aimés, de Cristophe Honoré. A mí Honoré no me gusta, la verdad; me cansan un poco sus elaboradas recreaciones de la Nouvelle Vague. A sus planos les falta verdadera espontaneidad y también un poco de pegada, es como si siempre se quedaran a medio camino. Tampoco me interesa en exceso el tema central de su cine, ese devenir infinito del deseo entre sus personajes. Los conflictos me parecen artificiales. Y Les bien-aimés me parecía un rollo y a la hora me marché (duraba dos horas y media).


Hoy pasan toda la sección oficial a lo largo del día, y me he programado un maratón que no crea que pueda cumplir, le he estado ecahndo un vistazo a Sleeping Beauty, cuento de iniciación moderno en que a La Bella Durmiente se le insta a que siga durmiendo, que ya sabemos que no quedan principes azules capaces de despertar el goce femenino, y en un rato me meto a ver la de los Dardenne, que de tan previsibles se me había olvidado que este año andaban por aquí, aunque al final siempre pillan algo.


En cuanto al Palmarés, el único premio incontestable parece ser el de Tilda Swinton por su interpretación en We need to talk about Kevin, y su única enemiga se diría que es la abrumadora perfección de su caracterización. Como la Swinton me deslumbró cuando la entrevisté, me encantaría que se lo llevase. Por razones incomprensibles para mí Polisse suena con fuerza para premio mayor, y finalmente podría ser una palma consensuada (la peli tiene distribución en España). Kaurismaki debería llevarse un premio pequeño, jurado o dirección, y el barroco Sorrentino podría ver como su guión sale premiado de aquí. También Sean Penn (o Brad Pitt) podrían volver con Palma a casa, aunque suenan más los protagonistas de Michael o, incluso, de Drive, al que le han salido admiradores entre los cinéfilos "modernos". Almodóvar podría llevarse cualquiera (aunque los de interpretación los excluiría) o ninguno, dependiendo de la corrientes que haya levantado a favor y en contra en el poblado y complejo jurado de este año. Desde luego, no ha aparecido nada ni remotamente parecido a la incontestable Uncle Boonme del año pasado.

sábado, 21 de mayo de 2011

De un film que no se acaba nunca



Aquí algunos medios le han dado bola a Drive, un film a competición dirigido por el danés Winding Refn, y ha sido imposible encontrar sitio en el pase de repesca de hoy, con lo que me he metido a ver Érase una vez en Anatolia, de Bilge Ceylan, el director turco oficial según el festival, como Almodóvar es el español o Mendoza el filipino. Dura más de dos horas y media y muestra una noche interminable en la que un grupo de policías y funcionarios recorren parajes idénticos (y más de noche) hasta dar con un cadáver enterrado. Muy bien rodada, para mí es un misterio que alguien se haya tomado la molestia de escribir y filmar a estos personajes. Tal vez en un contexto menos duro que un festival uno podría ser atrapado por cierto devenir hipnótico, pero aquí me he conformado con que la cosa acabe y con reírme con el peculiar humor absurdo que destilan algunas secuencias del film, un poco marca de la casa. En breve intentaré verme Les bien-aimés, el film de Honoré que se proyecta en la clausura, y que también se va a las dos horas y media...

Eterna Juana



El último fin de semana del Festival suele ser muy tranquilo, mucha gente ha hecho ya las maletas y hay sitio en las proyecciones y las salas de prensa. El domingo se vuelven a pasar todas las películas que van a competición, momento que aprovecharé para rescatar alguna que se me ha escapado, como Pater, de Cavalier. Estamos todos deseando volver a Madrid y acercarnos a la Puerta del Sol (las elecciones municipales y autonómicas han dejado de interesarnos, como si la política de verdad se hubiera mudado unos metros, o hubiera atravesado una pared, y hubiera pasado del interior de la sede de la Comunidad de Madrid -que está también en Sol- al exterior, notable cambio topográfico).


Hoy pasaban La source des femmes, de Radu Mihaileanu, cuyo pase nos adelantaron al jueves para los que íbamos a hacer entrevistas. Afortunadamente, imperativos laborales me sacaron de la sala, porque es difícil imaginar una película más inane, con un pueblo árabe poblado por mujeres guapísimas que se ponen en huelga de sexo para conseguir que sean los hombres, que por culpa de la crisis están mano sobre mano, los que apechuguen con el traslado del agua desde la fuente que surte a la comunidad. Yo creo que es el retrato de un grupo femenino más falso que he visto en años, a su lado Mujeres desesperadas es un documento social de verosimilitud radical. La acumulación de tópicos sobre conflictos sexuales y religiosos es tal que uno acaba axfisiado por la vergüenza ajena. Populismo barato, vamos.


Total, que me he acercado a la Quincena de Realizadores a ver Jeanne la captive. Juana de Arco debe de ser un tema obligado para los cineastas franceses, una especie de standard al que se tienen que enfrentar. Aquí se convierte en el trayecto de un cuerpo femenino en un espacio habitado por hombres violentos, y de la fuerza del silencio frente a la agresividad de la palabra. La película se apunta a la corriente que podríamos llamar "sentimiento oceánico" que este año ha hecho furor en el Festival. Aquí la metáfora es muy fácil y la Historia te la da hecha, Jeanne es un cuerpo femenino que arde en un goce para el que los hombres no tienen palabras, asustados ante una experiencia que encuentran inalcanzable. La película es discutible desde varios aspectos, y Ramos no es Bresson, claro, ni Dreyer, pero tiene puntos hermosos.

viernes, 20 de mayo de 2011

Apología del cine pequeño



Frente a los grands auteurs (Malick, Von triers, Almodóvar, Sorrentino) en el festival se ha podido ver la obra de los disidentes, aquellos que simplifican el cine en su origen, que se niegan a ser devorados por su magnificencia. Ahí está Kaurismaki, con sus sencillísima puesta en escena y el adelgazamiento de su relato hacia lo esuqemático, un camino que le lleva a hacer magníficas películas, pero que, en cierto sentido, le lleva a la esterilidad: no es extraño que, tras su prolífica furia filmadora del comienzo de carrera, tarde ahora cuatro o cinco años en montar un film.


Hoy me he visto The day he arrives, de Hong Sang Soo, un nuevo manifiesto del coreano en el que renuncia a esa carrera que parecía conducirle inevitablemente a su consolidación como el cineasta oficial de prestigio de Corea, puesto que parece que ha decidido dejarle al ampuloso Park Chan Wook. Aquí volvemos a tener esos planos largos en que los personajes dialogan eternamente, reencuadrados por zooms que parecen alardear de su mal gusto, y nos volvemos a encontar a ese personaje fetiche de Sang Sioo, el director de cine de autor, un poco ridículo, vagamente fracasado, que va encontrando mujeres a las que decepciona inevitablemente, siempre sorprendido de que alguien se tome la molestia de interesarse por él. Aquí nos lo tropezamos unos días en Seúl, donde en una especie de bucle se encuentra todos los días con la misma gente en los mismos lugares sin que la acción progrese apreciablemente, hasta que irrumpe una mujer a la que le hace promesas que se las lleva el viento.

This must be the place




A falta de lo que nos traiga el turco Bikge Ceylan con su más bien larga Érase una vez en Anatolia, hoy se debería haber cerrado el cupo de grands auteurs que se han paseado por la Croissette con This must be the place, del barroco Sorrentino. La verdad es que es la primera película que he visto del italiano, que se ha llevado a un Sean Penn maquillado de anciana y deprimida estrella del Glam Rock a que le pasee por los paisajes de la América profunda. Para la ocasión Sorrentino ha tirado de la Historia con mayúsculas en sus dos acepciones: tenemos uno de los relatos claves del cine clásico, el hijo que se reencuentra con (el Nombre de) el padre asumiendo la tarea que este dejó inconclusa, y nos topamos con el hecho clave del siglo XX, el Holocausto, el último territorio sagrado que queda en Occidente, hasta el punto de que chascarrillos sobre el Tema le ha valido la excomunión fulminante a un consagrado como Von Triers.



A mí me ha gustado, si bien la principal razón es que durante todo el metraje tenía la sensación de que aquello iba a naufragar de un momento a otro, y sorprendentemente el tinglado se sostiene, incluso bastante bien a ratos. La película se podría llevar de todo, salvo el premio de interpretación femenina, con un Sean Penn omnipresente que parece devorar a los que comparten plano con él. En su contra juega que tengo la impresión de que va a tener detractores furibundos de peso.



Aprovecho para citar Footnote, de Joseph Cedar, otra película con padres e hijos judíos de la que no he hablado y que no ha dejado huella, y que sin embargo a mí me gustó. Prácticamente es incomprensible fuera del ámbito judío, pero cuenta muy bien como la figura patriarcal descansa, en última instancia, en el soporte que le presta el hijo. Fuera de ese delicado equilibrio (que también incluye, por supuesto, la posición femenina), esa figura es insostenible (como por otro lado estamos aburridos de ver). A mí me hizo gracia los chistes sobre la obsesión por la palabra que hacen los judíos sobre ellos mismos, conscientes de que se mueven en un mundo de significados paranoicos que no pueden compartir con nadie más, y de hecho la película es de las menos valoradas en las puntuaciones de la crítica.

Promesas en la casa loca

Dejando aparte la vertiente cósmica de varias películas, el tema estrella del festival viene siendo la emergencia de la locura en el espacio doméstico, que ya hace tiempo que ha dejado de ser la casa familiar que hay que defender de la amenaza exterior para convertirse en el caldo de cultivo de infinitas formas de descomposición.

En la apreciable The Beaver, de Jodie Foster, una comedia sobre la depresión masculina deviene un relato gótico sobre la posesión del cabeza de familia por una marioneta que se comvierte en su doble demoníaco y acaba usurpando su personalidad. El castor del título es un peluche que se convierte en un muñón pulsional que convierte en su sostenedor en un psicótico nitszcheano que no quiere saber nada de la castración simbólico, que acaba emergiendo de una manera bastante radical y sorprendente. Desgraciadamente, el film se permite soluciones un tanto convencionales para su descripción de la imposibilidad del hombre contemporáneo para asumir el rol masculino de padre y marido.

Esta degradación del papel masculino tradicional llega a su extremo en el film de Añmodóvar, donde el protagonista tiene (literalmente) que ver como todas las mujeres de su vida son violadas o arrasadas por el fuego, sin que sea capaz de articular para ellas un camuni hacia el goce que no sea extremadamente siniestro.

En Melancholia los hombres van abandonando el espacio escénico según el planeta "femenino" que amenaza la Tierra va ganando peso visual. Aquí, la devaluación del verbo masculino se manifiesta en la inanidad (e inutilidad= de la promesa paterna de proteger a la mujer y al hijo.

En el único relato verdadero que hemos podido ver en Cannes, Le Havre, de Kaurismaki, la palabra que compromete el héroe respecto a la tarea que el azar o el destino le ha puesto delante tiene tal peso textual que es capaz de operar sobre el caos de lo real de tal manera que al final un "milagro" narrativo se impone sobre la mecanicidad de los procesos físicos.

jueves, 19 de mayo de 2011

Detalles

En la reunión con la prensa española del equipo de La piel que habito no sólo me he enterado de la nongrateidad de Von Triers. También se ha comentado el dictamen de Boyero en su encuentro digital con los lectores. La ha puesto a parir. Almodóvar vivía una historia de amor perenne con El País hasta que aterrizaron por allí el dúo Hermoso-Boyero, por mor de la rivalidad que el periódico mantiene con El Mundo. El caso es que en las pelis de Almodóvar la gente sólo leía El País hasta que en La piel que habito Eduard Fernández se descuelga con La Vanguardia ... En Toledo!!! Una peculiar venganza.

Dios mío

Estábamos apaciblemente a la espera de que llegara la hora de nuestro directo con Antonio Banderas cuando ha saltado la noticia de que Lars Von Triers ha sido declarado persona non grata por el Consejo de Administración del Festival de Cannes, debido a las balbuceantes boutades que soltó ayer en la rueda de prensa acerca de Hitler y supongo que más cosas. Si ya es poco interesante lo que sobre el cine pueda pensar semejante merluzo, más raro es que a nadie le importe lo más mínimo lo que piense de la historia, del nazismo, de Hitler o del chocolate con churros, pero así estamos. En realidad, yo creo que al danés se lo traen, entre otras cosas, para que haga el payaso en las ruedas de prensa, pero esta vez se ha pasado con sus opiniones "contrarias a los ideales de humanidad y generosidad que forman parte del festival", según el comunicado, con lo que los periodistas hemos descubierto que venimos a un cineforum de parroquia y no a un festival de cine.


Imagino que ningún colega se atreverá a firmar una carta en defensa del director, ni nadie se exiliará voluntariamente de Cannes (aunque todo puede ocurrir). Uno menos a luchar por la Palma de Oro, si bien su remake de Armagedón no parecía que fuera a arrasar en el palmarés. Yo me he quedado sin entrevistar a Charlotte Gainsbourg, la única razón por la que madrugué para verme Melancholia (que tampoco es un desastre). La actriz ha cancelado las entrevistas con la excusa de su embarazo y el agotamiento provocado por la tensión de ayer.

La piel que habito

Un comentario a vuela pluma, algo decepcionante la película de Almodóvar, sobre todo después de las expectativas levantadas. La película comienza muy bien, pero se diluye pro los habituales problemas estructurales de guión, a mitad del flm comienza de nuevo con un flash back complicado, con derivas un poco marcianas. Hay imágenes y secuencias poderosas, pero otra vez se sale con la impresión de que Almodóvar se queda corto.

En cuanto a contenido, el film es muy siniestro, con una visión del sexo como herida bastante desasosegante. El primer plano es un homenaje explícito a Tristana, y el triángulo del comienzo es una relectura del film de Buñuel. Luego deriva hacia El coleccionista (o Átame), con un final bastante oscuro, desde varios puntos de vista.

Bueno, a desarrollar...

Cosmos y hogar

Ayer estuve enfangado toda la jornada preparando el directo del TD2 con Almodóvar, y no tuve tiempo de escribir en el blog ni de ver películas, salvo la de Von Triers, cuyo impacto ha quedado aplastado, imagino, por las boutades de la rueda de prensa, que nos obligaron a cambiar la pieza del informativo cuando ya estaba terminada, y sólo se leían titulares con los cantos a Hitler. Por lo que vi, LVT dijo que podía entender a Hitler, y no he llegado a ver si argumentaba su comprensión.

En cualquier caso, Melancholia participa de la corriente cósmica que se está viendo en el festival, partiendo de presupuestos parecidos a la de Malick (erosión de la figura masculina patriarcal, que deja paso a la emergencia de un cosmos de marcada naturaleza femenina), donde el americano trazaba un camino de fusión mística en el danés hay su habitual querencia por el apocalipsis siniestro. La peli se divide en dos partes, en la primera vemos una boda fallida, de estas en que la clase alta se va descomponiendo, y es un pelín aburridilla, y la segunda es una pieza de cámara a lo bergman en que dos hermanas (maravillosas Kristin Dunst y Charlotte Gainsbourg) van intercambiando sus papeles mientras se acerca un planeta destinado a arrasar la Tierra. No está mal, aunque uno acaba deseando que Melancholia acabe ya con las más de dos horas de metraje (bueno, qué comentarios más frívolos me salen).

Hanezu, de Naomi Kawase, es una versión modesta de ambos filmes. Llegué cansadísimo y me quedé dormido al principio, pero está claro que es mejor que las otras dos. Aquí también hay una historia doméstica (una mujer y dos hombres) que conecta con mitos ancestrales, los personajes, a los que Kawase filma en su cotidianeidad, repiten historias de sus ancestros, fantasmas del pasado y fluir de la naturaleza acompañan el devenir de los protagonistas. Filme con menos ínfulas que los de sus colegas masculinos, llega más lejos, o es que uno tiene prejuicios y piensa que a las mujeres y a los orientales se les da mejor plasmar la integración de la vida humana en el devenir natural. Espero poder recuperar esta película el último día, dado que parece poco probable que nadie se anime a distribuirla en España.

Me voy al esperadísimo pase de La piel que habito. Aquí ya ha corrido la voz de que es la pera, y que el Festival le suplicó a Almodóvar que la terminara a tiempo para presentarla, con Malick y el bocazas de Triers fuera de juego, a poco que esté bien el manchego se lleva la Palma de Oro.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Mujeres







Casi todas las películas que he visto del festival están dirigidas por mujeres (¡Hasta Kung fu Panda 2!). Esta mañana me he visto We have to talk about Kevin (Lynne Ramsay), y esta tarde Polisse (Maiween). En Madrid me vi The beaver, dirigida por Jodie Foster, que se pasa la semana que viene. Todas se centran en un espacio doméstico amenazado por el delirio (un hijo psicópata, un marido psicótico, familiares pederastas).



La de Lynne Ramsay muestra los terrores de la maternidad de nuestros días, un hijo incomprensible, al borde del autista, con el que es imposible la empatía. Lynne Ramsay articula como un puzzle la historia, que va ciñendo un punto oscuro que se va desvelando poco a poco, y que, aunque aquí no revele, indico que tiene que ver con uno de los textos "patriarcales" fundacionales de Occidente, la Odisea, y en concreto la escena de los pretendientes, (según me cuentan, Sleeping beauty también es una variación muy siniestra -y fallida- de otro texto clásico, obviamente La bella durmiente).



Polisse sigue al departamento de la policía parisina encargada de la protección de menores. La directora Maiween, que según me cuentan por aquí es un personaje relativamente popular en Francia, interpreta a una fotógrafa que hace un reportaje sobre el grupo de policías, para acabar incondicionalemnte de su lado. Resulta evidente que Maiween quedó fascinada por el cuerpo de protección de menores (lo que no es negatico), y aunque intenta evitar dejarse arrastrar por los peligros de tan espinoso asunto, es incapaz de no filmar los rostros de los niños. Tiene ese problema de realización, que a veces hay que saber resistirse a lo que fascina a la cámara.

martes, 17 de mayo de 2011

Entrevistando a Jennifer

Por razones laberínticas me he visto sentado delante de la realizadora de Kung fu Panda 2, Jennifer Yuh, una chica de inconfundibles rasgos (y tranquilidad) orientales. Me resultaba inverosímil que a tal prodigio de calma le haya caído la responsabilidad de lidiar con un proyecto tan caro. Como no sabía qué preguntar, la verdad, he dado rienda a mi curiosidad acerca de qué es lo que hace el llamado director en un proyecto tan poco personal como este. Parece ser que es una especie de coordinador. Y que si, una vez concluida una escena, puede decirse que no vale y que hay que repetirla. Y me ha dicho que a veces ocurre, y que aunque sea muy doloroso (painful), hay que hacerlo. Y me ha aclarado que el enfrentamiento entre la China buena (el rollito "inner peace") y la China mala (el imperialismo y pisoteo de las libertades individuales) no tiene nnguna implicación política que pueda aplicarse a la actualidad, que para eso es sólo una fábula amable ambientada en los ancien times.

Le Havre



Un brevísimo apunte entre dos actividades (acaba de aterrizar un equipo de Informe Semanal que va a hacer un reportaje sobre Almodóvar) para contar que acabo de salir de ver la maravillosa Le Havre, del maravilloso Kaurismaki, una fábula sobre el recorrido de un bohemio maduro que debe afrontar la tarea de llevar a un jovencísimo inmigrante ilegal hasta la ciudad donde vive su madre.


Para Kaurismaki las cosas están claras: cine es lo que hacían Chaplin, Ozu, Bresson o Ford, y lo demás son chorradas, acepta con modestia su posición epigonal, pero no sería raro que la posteridad pusiera su nombre al lado de los maestros, aunque fuera en una esquina. Ovación para la más bella película que se ha visto en Competición este año.


Continuará...

Sexo y ciencia



Para envidia de los muy exquisitos contaré que ayer me vi en pantalla grande y proyección excepcional la copia restaurada del Viaje a la luna de Melies que el Festival ha traído a su programación con ocasión del lanzamiento en DVD por MK2 de una recopilación de la obra del director, DVD que se había agotado ayer en el Fnac de Cannes, según me cuenta Alberto.


La música electróbica del grupo Air y la extrema frontalidad de la puesta en escena hace que uno tenga la impresión de encontrrse ante un videoarte contemporáneo. En la primera secuencia vemos una reunión de sabios astrólogos con gorros de caperuza que se excitan mucho con la idea del viaje lunar, y a continuación aparece un cohete bastante fálico custodiado por unas azafatas en pantalós corto que empujan a los sabios en su periplo lunar, donde se tropiezan con una corte en el que también lucen estrellas femeninas bastante ligeras de ropas. Tras vencer a paraguazos a los peculiares habitantes de la luna, los astrólogos venerables regresan a la Tierra, donde son agasajados en un acto desconcertante que mezcla la bacanal romana con la etiqueta universitaria. Si Viaje a la luna es un film fantástico es porque traza la utopía de una ciencia que estaría del lado del goce.

lunes, 16 de mayo de 2011

La Gracia está de moda



Un cineasta como Dumont sólo es posible en Francia. Después de ganar un par de premios especiales del jurado el director ha decidido presentar Hors Satan en Un certain regard. o la dirección del festival ha decidido privilegiar otro tipo de cine francés (por cierto, que las limitadas Polisse y The artist han arrasado entre la crítica francesa).


En el cine de Dumont sólo existen la Gracia y las pulsiones, no hay ningún discurso que permita a sus personajes una integración social. Cielo e infierno, sin el hábitat social del purgatorio. Sus películas, en consecuencia, sólo conocen los milagros y las violaciones. La descomposición del cristianismo da lugar a la pervivencia de ritos demenciales y a una religiosidad primitiva. El protagonista, el ángel de la guarda de la protagonista de Hadewijch aparece aquí como querubín que guarda las puertas del paraíso para que la protagonista no huya de allí, esto es, procura que no acceda al conocimiento del bien y del mal, o sea, de la diferencia sexual, conocimiento que parece horrorizar al director. Para ello, como un ángel terrible de Rilke, no se detiene ante nada.

El grueso de la pelçicula consiste en el deambular de la pareja protagonista por los parajes agrestes de la geografía habitual de Dumont, una naturaleza que mantiene los jirones de su belleza primigenia pero que ya petenece al mundo de la Caída: siempre hay algún elemento que la ensucia, el barro, una calva de tierra, una alambrada, o simplemente ese muro mínimo como el cabecero de una cama que es lo único que el héroe de la película necesita para trazar su hogar, de la misma manera que, aparte de los bocadillos que le ofrecen, parece que se alimenta de la luz. Ángel psicótico y autista, parece amar y comprender todo, pero la violencia extrema no está exckuida de su comportamiento; chamán exorcista, el encuentro sexual en su descarnada variante dumontiana puede ser un método tan válido como otro cualquiera para ahuyentar espíritus demoníacos.


Film a ratos de extrema belleza, hipnótico si uno entra en su mundo, siembra dudas sobre las derivas a las que se entrega Dumont, siempre empeñado en filmar ese espacio inhabitable donde la castración simbólica no ha tenido lugar, y donde no ha tenido lugar el advenimiento de la palabra, y sin embargo està habitado por lo sagrado en su más violento esplendor.



El santo job

The tree of life comienza con una cita del Libro de Job, esa parte en que Dios contesta a Job como hacen los compañeros veteranos con muchos trienios, en plan macarra recordando que cuando uno todavía no andaba ellos ya estaban al pie del cañón, participando en batallitas. Por extrañas razones Malick decide dedicar una parte considerable de su metraje a ilustrar todo ese período de tiempo en que Dios se aburría y se dedicaba al pasatiempo de entregarse a la construcción de escenas sublimes. La película nos muestra espectaculares imágenes de aguas primordiales, fuegos fundacionales y abismos primigenios. Como será su visión del mundo que mos saca a un dinosaurio "humillando" a otro animal más débil, y a continuación se nos regala con el plano semisubjetivo de un meteorito acercándose a la tierra, y luego el impacto sobre nuestro planeta que supuestamente borró a los dinosaurios de la faz de la tierra.

The tree of life



La película de Malick, que le ha debido de costar la vida a algún montador, quiere explicar que en cada vida humana se contiene toda la historia del universo, por lo que igual que un meteorito (bueno, que digo un meteorito, el cosmos entero) se cargó a los dinosaurios, el azar puede disponer que un hijo muera. Aceptar el caos y el dolor de la vida es la vía femenina de la gracia, mientras que los hombres ya se sabe que en el peor de los casos se empeñan en actuar a través de la violencia.

Total, que Malick se tira media hora seguida, y con sonrojantes incursiones en el resto del metraje, poniendo imágenes de planetas al amanecer o de lavas volcánicas que son como el plasma primigenio del que nace la vida. Mucha luz y muchas hojas con gotitas, como en los calendarios que venden en las tiendas de alimentación naturista o cuelgan en las parroquias progres. La parte en que seguimos a una familia norteamericana en los 50 está mejor, a pesar de las irritantes vaguedades new age de la madre (mientras que el padre se dedica a parodiar al patriarca fordiano en su empeño de que sus hijos coman con modales en la mesa y lo traten de señor).


Total, al final un delirio más de fusión imaginaria con la madre devenida diosa, aceptación compasiva de que el padre supuestamente duro era en realidad un panoli, Sean Penn caminando por una isla volcánica muy rara, aunque en su vida diaria sea un arquitecto que sólo vive entre estructuras artificiales de acero y cristal, y la constatación de que ya no quedan productores con dos dedos de frente: Tree of life sólo sería soportable en un sensato producer's cut.



domingo, 15 de mayo de 2011

Películas francesas



Ayer ponían una de Guediguian en Un certain regard, y entré por los pelos, una sala con más de mil butacas, abarrotada. Como era el pase de gala, Thierry Fremaux salió a presentar y saludó a los vips que habían acudido a la proyección, entre los que destacaba Nanni Moretti (lo que me pareció un detalle elegante por su parte, y según me contaron aplaudió a rabiar la película). El equipo salío al escenario a decir unas palabras, y luego vimos una película marsellesa de Guediguian, en la que vemos a sus actores un poco (o un mucho, porque hacía tiempo que no veía nada suyo) más viejos y más vulnerables. Al marsellés se le sigue dando bien filmarlos, como se le dan bien los rituales sociales en vía de desaparicón de la también en desguace clase trabajadora. Las nieves del Kilimanjaro es desconcertantemente optimista, tiene una estructura de fábula en la que el mundo de los protagonistas se derrumba a causa de la intrusión de la violencia en su vida, y acaban superando el impasse gracias a la generosidad y la solidaridad de clase.


Por la mañana se ha pasado The artist, de Michel Kazanavicius, director del que no tenía noticias hasta la fecha, pero que debe ser alguien asentado en la industria porque ha contado con una producción más que holgada para reconstruir el período del paso del cine mudo al sonoro. Estoy rodeado de gente a la que le ha encantado, pero a mí me ha parecido una miniatura esteticista en la que nada se salía del tiesto, pero carente de vida. Nada en la pantalla apuntaba a ninguna pasión por el cine mudo, que se convierte en una escusa para algunos gags algo obvios. La película no es que estuviera lejos de las tensiones que desgarraban los filmes de Chaplin de la época (filmes que no es que jueguen en otra división, sino que directanmente habitan otro planeta, inalcanzable para el amigo Hazanavicius), es que ni roza la pasión por la imagen de directores contemporáneos como Tarantino, que también trabaja con los Weinstein. La estructura melodramática me parece demasiado simple, y como comedia carece de los suficientes gags contundentes.


Bonnello se ha traído Recuerdos de la casa cerrada, sobre la vida en un burdel de lujo (más o menos) de principios de siglo (de siglo XX). La cámara se pasea entre las jóvenes que aprenden a ser lánguidas porque es lo que se lleva entre sus refinados clientes, y porque está claro que se aburren un montón. Cínicas y panolis, abundan en supersticiones y delirios románticos. A Bonnello le encanta filmarlas entre las paredes del burdel, un tanto axfisiante con esos cortinajes, espejos y terciopelos que se gasta el lujo, pero algo no acaba de surgir. No está mal y no termina de enganchar. En cualquier caso, la posibilidad de que un distribuidor español la compre es de una entre un millón.


Mañana aterrizan Malick, Dumont, y una copia restaurada del Viaje a la luna, de Melies.

Penélope y los piratas



El sábado del primer fin de semana es el día que Cannes dedica a la película más popular de la programación, o sea, a una superproducción norteamericana (cuando hay una disponible, claro). Por aquí han pasado Indianas Jones, Lucas Skywalkers y Neos matrixianos, y esta edición se ha traído para abarrotar la alfombra roja y toda la Croisette al pelmazo de Sparrow, protagonista de uno de los éxitos más misteriosos de los últimos años, la soporífera hasta la extenuación saga de los piratas caribeños, fruto del magín del enemigo público número 1 del cine Jerry Bruckheimer, que lleva años arrastrando por el fango el antaño glorioso género del cine de aventuras.


Bueno, resulta obvio que no me metí en la sala a comprobar si la cuarta peli era tan tostón como lo que había conseguido aguantar de las anteriores (los testimonios recabados me confirman, en cualquier caso, que así es), ni siquiera para echarle un vistazo a la actuación de Penélope Cruz, no sé si mejor actriz pero desde luego más lustrosa que el palo de la Knightley, que no sé como nadie puede pretender que el espectadorr se crea que esa chica levante pasiones ni nada que se le parezca (los mismos testimonios me cuentan que está muy divertida).


El caso es que hubo zafarrancho de combate para conseguir un totalillo de la actriz en cualquiera de sus paseos entre el fotocall (que tiene lugar en una terraza) y la rueda de prensa (que acontece en el corazón del Palais). Entre uno y otra se atraviesa un corto pasillo que, en acontecimientos importantes, es tomado por la horda de profesionales de todo pelaje que por aquí acampan. Y allí, en situación privilegiada, me aposté un par de horas antes de la aparición de nuestra actriz (y resto de la troupe) para intentar obtener cualquier tipo de declaración. Guardé el sitio a los cámaras hasta que me tuve que ir a hacer las entrevistas a Gus Van Sant, que ha inaugurado Un certain regard con Restless, una historia de amor entre adolescentes con ribetes necrofílicos que parece ser que poco tiene que ver con su tetralogía arty sobre adolescecncia y muerte (que a mí me gusta mucho, todo hay que decirlo). No he visto Restless y poco pedo decir sobre ella (las preguntas me las sopló Alberto Bermejo), salvo que entrevisté a los actores, a los que no conocía de nada (uno es hijo de Dennis Hopper y nos comentó que había venido a menudo a Cannes de niño, imaginamos que con su padre, y la otra se llama Mia y tiene apellido polaco), y a Bryce Dallas Howard, que es la productora pero que aquí lucía como si fuera la estrella. Van Sant casi me duerme en los 4 minutos que te dan en estos casos.


Cuando me quité de encima las entrevistas todo el entramado piratero había funcionado perfectamente, Penélope Cruz se había parado donde Carlos del Amor tenía su sitio, le había contado que era estupendo haber hecho este personaje y que estaba encantada de volver a Cannes por decimonovena vez, de la misma manera que los jugadores del Barça han celebrado por vigesimaquinta vez ganar la Liga (aunque parece ser que en este caso han celebrado que no la gane el Madrid), con lo que la pieza del Telediario estaba hecha.


En la alfombra roja Penélope iba con un vestido muy ceñido e incómodo que, unido a la altura inverosímil de zapatos que últimamente se ha impuesto, hacía que la actriz subiera las escaleras del Palais con suma torpeza y que casi se mate al entrar en la enorme sala Lumiere. Y así se pasó la jornada del sábado. Por los pelos, a última hora, conseguí meterme a ver una de Guediguian, pero eso lo contaré en el próximo post.

viernes, 13 de mayo de 2011

Monodieta



Esperas

Mi compañero, el carismático Sergio, espera pacientemente a que entre a entrevistar a Julia Leigh, directora de Sleeping Beauty, que como es fácil imaginar, es una variación contemporánea, y por lo tanto siniestra, de La Bella Durmiente. La verdad es que no he visto la peli, fui en representación de Alberto bermejo, que a esas horas se tenía que ver un documental. En cualquier caso, en Sleeping Beauty no hay ningún príncipe azul que despierte a la protagonista, que la pobre se queda dormida cuando nada la haría más ilusión que saber algo sobre el goce.
A estos chicos tan monos entrevisté el miércoles. Mi hija me contó que la rubia es la protagonista de El diario de Noah, película de la que lo único que sé es que le gustó a mi hija. Como en muchas películas de Allen, en Midnight in Paris hay un protagonista que está dividido entre una chica a la que aprecia y una mujer que es su verdadero objeto de deseo. Que el director y la actriz consigan hacer creíbles que Rachel McAdams no sea la mujer deseada basta para justificarlos como grandes profesionales. Gil Pender/Owen Wilson es escritor y uno de los personajes más simpáticos de los últimos Allen. Como todo artista, debe enfrentarse al hecho de que a sus espaldas hay una enorme y grandiosa tradición con la que debe confrontarse. Como elige las opciones adecuadas y esta película es un cuento de hadas (una versión masculina de la Cenicienta, como sugiere el título), en la última secuencia es recompensado con un pequeño milagro, la aparición angelical (porque tiene nombre de arcángel) de una chica que le acompañará en su futuro periplo, que para eso el cielo bendice, literalmente, el encuentro.

Allen decía que no entendía por qué la gente pensaba que era una película feliz, ·trata de un hombre que lleva una vida insatisfactoria, y piensa que en otra época hubiera sido más feliz, pero cuando tiene la posibilidad de conocerla se da cuenta de que tampoco lo es: conclusión, la vida nunca es satisfactoria".

Primera cola



Como tengo una acreditación de segunda (lo que no está mal, porque las hay de tercera y de cuarta) me toca esperar cola en la sala Debussy, dedicada sobre todo a Un certain regard, pero que a las siete de la tarde adelanta una de las películas de la sección principal que se proyectarán el día siguiente. Aquí me metí a ver Polisse, una de esas películas realistas francesas corales en que siguen a un grupo de profesionales en contacto con la dura vida de nuestras ciudades (bueno, de las ciudades francesas). Se podría esperar que Polisse fuera una mezcla de La clase y L627, ya que se centra en un grupo de la policía parisina dedicada a la protección de menores, y la espera sería recompensada con el premio del acierto, con la salvedad de que Polisse es peor que sus estimables modelos. Maiween, la directora y actriz, parece que es un personaje de cierta relevancia en los media del país vecino, pero mis fuentes tampoco me aclaran mucho. El caso es que le han dado un dinerillo para hacer algo apañado que naufraga, sobre todo, por incompetencia en el realización: esta chica se mete en charcos a los que ningún realizador con un pelín de talento se acercaría. Y siempre conviene recordar que la cámara es siempre muy golosa y que un buen director debe entregarse a cierta anorexia visual, porque no todo lo que polariza la pulsión visual suma al producto final.



Swinton en el mundo real (o sea, en la película, abajo) y en el mundo marciando del festival (arriba). We have to talk with Kevin comienza con una secuencia onírica en el que Tilda aparece inmersa en una masa de gente, crucificada y rebozada de un fluido rojo que se expanderá a lo largo de toda la ficción, una potente imagen de goce y abismo. Hay que contar que lo que vemos es... ¡la tomatada de Bañol!


Maestro y discípulo



Moretti frente a Piccoli. Sorprendentemente, los dos actores comparten muy pocas escenas, tras su primer encuentro lsus trayectos divergen, y cada uno ocupa el espacio del otro. Habemus Papam es un film sobre la imposibilidad del sujeto para colmar el espacio que abre su estar en el mundo: nunca estamos a la altura de las circunstancias, una brecha se abre siempre entre lo que somos y lo se espera que seamos (hay que decir que, por supuesto, en esta dicotomía la verdad está del lado del segundo término: lo que pensamos que somos no es más que una construcción imaginaria de ese ente blandengue que es el ego; son los elementos externos que nos conforman sociosimbólicamente los que cuentan de verdad).

Habemus Papam



Así estaba la Lumiere esta mañana media hora antes de que empezara la primera película de un palmero (director con Palma en su armario) en la Sección Oficial, Habemus Papam, de Nanni Moretti. De Papa hace Michel Piccoli, y todo apuntaba en el magnífico comienzo a que el director italiano iba a dejar, por fin, espacio en su cine a otro actor, aunque para que eso ocurriera tuviera que ser el enorme Piccoli. Pero nada, la cabra tira al monte y Moretti se carga las muy entretenidas líneas narrativas que se abren en el film metiendo una extraña secuencia en que pone a los cardenales a jugar al voley ball y que no se acaba nunca y que no se entiende muy bien para qué la empezó. Debe de ser consciente de que cuando entra en escena tira para abajo el film, pero qué se le va a hacer, es como el escorpión del cuento.

Total, que la película acaba diluyéndose según se acerca el final y uno sale de la sala lamentando la ocasión perdida para una buena comedia.

Primera película



Parece ser que ha habido un problema en blogger y se han borrado algunas de las entradas que había escrito. Esta foto corresponde a mi primer madrugón para acercarme a la lumiere para ver We have to talk about Kevin, dirigida por Lynne Ransay, escocesa a la que he entrevistado esta tarde, y que hablaba lentamente porque reconocfía que el acento escocés es incomprensible.

Como The beaver, la película que presenta Jodie Foster fuera de competición, We have... habla de la locura que se dispara en el espacio doméstico, en este caso la de un hijo sociópata, cuya madre se siente infinitamente culpable por ser incapaz de empatizar con el monstruo que ha traído al mundo, una pesadilla que asola a la maternidad contemporánea. Tilda Swinton está genial haciendo de madre, y recorre casi tosdo el espectro dramático al que puede aspirar una actriz. En este caso, influye en la opinión que la entrevista con la Swinton ha sido estupenda y ha demostrado que es tan inteligente como buena actriz (y super erótica en persona).

Ramsay se deja llevar por la facilidad que permite una estructura en puzzle para mantener el interés sobre el núcleo siniestro de la historia, un acontecimiento que se va desvelando poco a poco mientras la narración va saltando en el tiempo, de la misma manera en que las texturas diferentes acaban estetizando en exceso el film. Junto a la actriz brilla el joven actor que da vida al hijo psicópata, una presencia extremadamente inquietante.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Cannes express

Sin fotos ni nada, cinco minutos para contar que he visto mi primera peli en Cannes, que ha sido Kung fu panda 2, de cuyo título se deduce que hay un panda que practica el kung-fú, y que hubo un kung fu panda 1, de la que no sé nada. El panda prota salva a China de... el imperialismo militar del malo, que es un chino que no se ha enterado de que el rollito orientalista es cool, y le da al acero y la metalurgia y los cañones. Un montón de pasta tirada a la basura.

La de Woody Allen la vi el otro día, y me hicieron firmar un papel donde me comprometía a no decir nada sobre el film de ninguna de las maneras, y aunque este blog no lo lee nadie me sentí importante cumpliendo mi promesa. Como a todo el mundo, a mí Midnight in Paris me ha encantado, una variación arty del cuento de la Cenicienta (versión masculina) muy conseguida.

Acabo de entrevistar a Allen, que no entendía ninguna de las preguntas que le hacía (mi inglés es más bien flojo) pero Owen Wilson estaba a su lado, y muy enrrollado hacía de portavoz. Rachel McAddams estaba guapísima y Carla Bruni no ha venido. Todos los actores parecían muy contentos y dijeron que sí a la primera.


À suivre

domingo, 1 de mayo de 2011

El buen padre



Una historia de violencia comienza con una sucesión de secuencias que pertenecen a géneros codificados del cine norteamericano, como el cine de instituto (el adolescente sensible que sufre el bullyng del macarra demoníaco de la clase), el de psicópatas (el asesinato gratuito e intrascendente de los empleados de un kotel) o la comedia sentimental (el matrimonio que todavía mantiene vivo el deseo en su relación tras unos cuantos años de relación, si bien con actores tan atractivos como Vigo Mortensen o Maria Bello la cosa es comprensible). Las escenas avanzan de manera previsible hacia una conclusión gratificante para el espectador, sin que Croneneberg apunte ninguna figura sarcástica o distanciadora como guiño para el gourmet cinéfilo resabiado (tal vez la razón por la que me he encontrado con varios cronenberianos que se muestran un tanto displicentes con las dos últimas películas del director canadiense).


Así, el adolescente acosado pone en su lugar a los acosadores, el matrimonio tiene su momento romántico una tarde en que coloca a sus hijos en casas ajenas, y los psicópatas llegan a la idílica población rural para amenazar la felicidad familiar. El director subvierte la placidez de la mirada del espectador de una manera sencilla y eficaz: simplemente, lleva hasta el extremo la lógica implíctra en las secuencias: el chico humillado propina una paliza tan brutal a sus oponentes que la incipiente satisfacción narcisista del espectador se hiela en el horror, el momento romántico deviene una escena sexual tensamente explícita, al respetable padre de familia se transforma en un eficaz killer que convierte a los despiadados asesinos en un par de panolis que le duran un suspiro.


Una historia de violencia pasa así de Perros de paja a Retorno al pasado, con la emergencia a la superficie del pasado violento del ejemplar ciudadano, aunque aquí no hay muerte redentora que limpie la culpa del pasado; más bien se diría que esa figura asesina es, en realidad, la figura fantasmática que fascina a la familia, el deseo oculto de la mujer y del hijo. Entre ese padre imaginario que recita sermones inútiles para hacer frente a las pulsiones vitales y ese psicokiller que arrasa todo lo que se le pone por delante no hay nada, ninguna figura paterna que sea capaz de donar una palabra a su hijo, por lo que la secuencia final se cierra sin palabras, tras la vuelta al hogar del padre de familia, sin que importe si vuelve de una aburrida jornada laboral o de volarle a la cabeza a todos los sicarios de Pensilvania.