viernes, 20 de mayo de 2011

This must be the place




A falta de lo que nos traiga el turco Bikge Ceylan con su más bien larga Érase una vez en Anatolia, hoy se debería haber cerrado el cupo de grands auteurs que se han paseado por la Croissette con This must be the place, del barroco Sorrentino. La verdad es que es la primera película que he visto del italiano, que se ha llevado a un Sean Penn maquillado de anciana y deprimida estrella del Glam Rock a que le pasee por los paisajes de la América profunda. Para la ocasión Sorrentino ha tirado de la Historia con mayúsculas en sus dos acepciones: tenemos uno de los relatos claves del cine clásico, el hijo que se reencuentra con (el Nombre de) el padre asumiendo la tarea que este dejó inconclusa, y nos topamos con el hecho clave del siglo XX, el Holocausto, el último territorio sagrado que queda en Occidente, hasta el punto de que chascarrillos sobre el Tema le ha valido la excomunión fulminante a un consagrado como Von Triers.



A mí me ha gustado, si bien la principal razón es que durante todo el metraje tenía la sensación de que aquello iba a naufragar de un momento a otro, y sorprendentemente el tinglado se sostiene, incluso bastante bien a ratos. La película se podría llevar de todo, salvo el premio de interpretación femenina, con un Sean Penn omnipresente que parece devorar a los que comparten plano con él. En su contra juega que tengo la impresión de que va a tener detractores furibundos de peso.



Aprovecho para citar Footnote, de Joseph Cedar, otra película con padres e hijos judíos de la que no he hablado y que no ha dejado huella, y que sin embargo a mí me gustó. Prácticamente es incomprensible fuera del ámbito judío, pero cuenta muy bien como la figura patriarcal descansa, en última instancia, en el soporte que le presta el hijo. Fuera de ese delicado equilibrio (que también incluye, por supuesto, la posición femenina), esa figura es insostenible (como por otro lado estamos aburridos de ver). A mí me hizo gracia los chistes sobre la obsesión por la palabra que hacen los judíos sobre ellos mismos, conscientes de que se mueven en un mundo de significados paranoicos que no pueden compartir con nadie más, y de hecho la película es de las menos valoradas en las puntuaciones de la crítica.

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