lunes, 31 de octubre de 2011

Un día cualquiera



El 20 de febrero de 1.829 Eckermann almuerza con Goethe. El almuerzo da para:



- que Goethe se muestre muy contento por haber terminado Los años de peregrinaje de Wilhelm Meister.



- que se comente un cruce de opiniones sobre La teoría de los colores (que particularmente creo que es el libro más raro de Goethe). Eckermann cuenta, como si tal cosa, que Goethe "se ha ido aproximando a mi opinión" ... sobre la sombra azul en la nieve!


- que el escritor anuncie que va a reemprender la escritura del Viaje a Italia.

- que Goethe hable del enfoque que la va a dar al cuarto volumen de Poesía y verdad (Eckermann no puede evitar anotar el agradecimiento de Goethe por las notas que tomó en 1824)

- que se lea en voz alta unos pasajes del diario de Göttling (filólogo que se ocupó de la edición de las obras completas de Goethe, según leo en el índice onomástico de la edición de las Conversaciones de Acantilado, a cargo de la sin par Rosa Sala).

Y es que, cuando no había fútbol, los hombres hablaban de cualquier cosa...



The guard




OLa Seminci ya parece del siglo pasado, pero quiero escribir de la última película que vi, The guard, del para mí desconocido John Michael McDonagh (efectivamente, es irlandés), que es una efectiva comedia tarantiniana, en plan asumidamente epigonal y con chistes europeos: los malos charlan en el coche de sus filósofos favoritos y el protagonista habla con su asesino potencial de Chet Baker. Es un producto bien empaquetado que se vuelca en la gratificación de su público, al que se le supone versado en las claves secretas del film, que no son tan secretas: es fácilmente consumible por cualquiera, una apuesta tan honesta como cualquier otra, sobre todo cuando las escenas están tan cuidadosamente construidas.



El actor se ganó un merecido premio por la composición de un guarda costero que hace de su descreimiento y nihilismo virtud, y que se gana al espectador con su indolencia y su genialidad. Si bien es una película fácilmente olvidable, destaca la extraordinaria, divertidísma y feliz secuencia en la que el protagonista queda con dos putas, todo un canto a la carnalidad sin culpas.

viernes, 28 de octubre de 2011

En enkel till Antibes, otro cine sueco es posible



Richard Hobert y Lena Endre se han separado, lo que es improbable que le diga nada a ninguno de los lectores de este blog, pero al parecer es portada en las revistas suecas del corazóny fue comidilla en el vuelo de la nutrida delegación escandinava que ha aparecido por Valladolid para presentar el ciclo de Nuevo cine sueco, o algo así, que estos días se pasa en la Seminci. En cualquier caso la noticia me la dieron en la fiesta que hubo anoche, y la desconocía cuando le hice la entrevista a Richard, que parece ser que es una figura bastante importante y respetada dentro de la cinematografía de su país, aunque en Valladolid se toma encantado un expresso doble en una pastelería mientras los cámaras (los carismáticos Iván y Paco) montan las luces.


En cualquier caso En enkel till Antibes no va de parejas rotas sino de padres que en el ocaso de su vida ajustan cuentas con los fantasmas del pasado, lo que aquí no es una frase hecha sino una descripción objetiva, ya que tras un ataque al corazón a George, el protagonista, se le aparecen los muertos de su vida. Las apariciones fantasmáticas son peliagudas en el cine, y a Hobert no le salen mal ni le acaban de salir bien. En todo caso George acaba reconciliándose con ellos y con sus hijos, que le quieren vender la casa y mandarlo a un asilo. El protagonista tiene un ángel de la guarda en forma de amigo incondicional, y decide ejercer de padre competente (a sus 73 años) de una asistenta de hogar muy joven que anda liada con un yonqui. La película reescribe la estructura de La edad de la inocencia, aquí el héroe sí decide visitar a su objeto de deseo, el que fue sacrificado en aras de su matrimonio y sus hijos. El director contó en la presentación de la película que ésta surgió cuando, tras la muerte de su madre, una mujer le telefoneó para pedirle permiso para ponerse en contacto con su padre, que había sido el amor de su vida. No contó como acabó la historia real, pero la película tiene un final feliz, una opción que defendió en la entrevista, aunque el film mejora en los momentos en que se pone más duro.


Ein enkel... es un telefilm hecho (y escrito) con bastante oficio, pero es dudoso que nadie que no tenga un canal sueco de cable se la tropieza fuera de su país. En cualquier caso fue curioso toparse con un film que no juega con la marca de la fábrica Zoetrope que ha hecho tan exportable e identificable el cine sueco en los últimos años.

jueves, 27 de octubre de 2011

El fantasma del incesto

Creo que era a propósito de Antígona que Steiner comentaba que la sutil y refinada relación entre hermanos había ido derivando en los últimos siglos hacia la tosca y trivial solución del incesto (cito muy de memoria, es improbable que lo que escriba se parezca al original, pero la idea era esa). El cine de los últimos tiempos se ha llenado también de tortuosas relaciones entre hermanos, aquí en la Seminci se han visto dos muy diferentes (aunque parejas en su excelencia). Si en HabemusPapam Melville/Piccoli elige el camino de renuncia y de la castidad para separarse de esa hermana de la que sutilmente se nos dice que estaba muy enamorado, hasta el punto de juzgar imposible que otra mujer ocupara su sitio (justo lo contrario de Shame, su opuesto radical), en Wuthering heights Heathcliff no tiene ninguna posibilidad de escapar a esa pulsión que le une a su objeto de deseo absoluto, Cathy, el objeto incestuoso con el que está fundido desde antes de que surja ninguna diferencia sexual (en cierta manera un encuentro sexual entre ambos los hubiera "curado", pero éste sólo tiene lugar en clave necrofílica, el encuentro con el objeto de deseo y su aniquilación van de la par). Considero un acierto la conversión de Heathcliff en el ilm de Andrea Arnold en un negro (o tal vez mulato), ya que radicaliza su otreidad. Convertido en un magma de pulsión pura, nadie se molesta en educarle, con lo que carece de cualquier discurso que le pueda cercenar de sus pasiones, extremadamente intensas, ya sean el odio o el amor (o más bien la fascinación).

El buen padre



Starbuck es una comedia errática en la que uno tiene la impresión de que el director dejó de estrujarse el cerebro una vez que se topó con el brillante punto de partida, defecto este de la pereza mental bastante extendido. Como consecuencia, la primera mitad del film tiene bastante lustre y gracia y la segunda es un arrastrarse para quitarse de en medio la narración y cerrar la peli de cualquier manera.


Aquí hay un personaje entrañablemente desastroso que descubre a la vez que su pareja se ha quedado embarazada y que en un maratón masturbatorio veinte años atrás su semen sirvió para que 500 y pico niños fueran concebidos. No están muy claras las razones por las que los veinteañeros deciden ir a juicio para saber quién es el fabricanta estajanovista de espermatozoides que fueron inyectados en los vientres maternos, pero Starbuck decide irlos conociendo poco a poco y convertirse, ya que no en un padre, en un ángel tutelar, dando lugar a algunos gags bastante divertidos. Luego todo es un ir cuesta abajo, acumular situaciones para rellenar metraje y rematar con sonrojante impericia un final previsible y feliz.

miércoles, 26 de octubre de 2011

La madre loca



El mejor corto que he visto en la Seminci es el primer plano de The red virgin, en el que Hildegart Rodríguez desgrana mirando al espectador su historia. No hace falta conocer su vida para saber que nos habla más allá de la muerte. Luego algunas secuecias desgranan episodios con su madre, y me parece que la directora se arriesga bastante al mitificar el asesinato como una especie de fatum trágico en el que las dos mujeres colaboran. Todo apunta a que Aurora Rodríguez asesinó a su hija mientras esta dormía, y la realizadora me ha contado que uno de los cuatro tiros que le descerrajó fue en la vagina, dato poco conocido que parece ser que consta en el telegrama del forense. Aunque no hace falta este detalle extremadamente siniestro para descubrir que esta madre empeñada en modelar una hija perfecta estaba como un cencerro, si bien su locura era ejemplarmente materna, en su imposibilidad de separarse del cuerpo que había concebido, una locura que se ha vuelto omnipresente con esa pléiade de hijos sin padre que puebla nuestro universo.

Wuthering heights



Uno recuerda un festival con agrado si hay al menos una película verdaderamente memorable, que te hace sentir que ha merecido la pena estar un par de semanas fuera de casa currando bastante. No había visto ninguna de las películas previas de Andrea Arnold, y cierta tibieza en la recepción de Wuthering heights en Venecia me tentaba para saltarme también ésta, lo que hubiera sido una lástima porque esta adaptación extremadamente sensorial del clásico de la hermana rara de las Brontë me ha parecido fascinante en su acusada fisicidad y extraordinariamente inteligente en su aproximación a un texto muy conocido al que limpia de su pátina victoriana para renovar la mirada que lanzamos sobre sus personajes y las desbocadas e inarticulables pulsiones que los habitan. Una experiencia de cine total.

Un polaco en Argentina



Para paliar la frustración de no tener los Diarios de Uriarte, me he traído a Valladolid el segundo volumen de los Diarios de Gombrowick, publicado por Alianza hace más de 20 años (aunque creo que hay ediciones mucho más recientes), y que cubren los años que van del 57 al 61. El autor de Ferdydurke se dedica a polemizar con las interpretaciones que la crítica literaria polaca hace de su obra, y para mí es un misterio como un exiliado en la otra punta del mundo podía estar tan al tanto de lo que se cocinaba en los cenáculos intelectuales de la Polonia comunista.


Nunca he terminado este segundo volumen, lo que ha sido una suerte para él, ya que el primero se perdió tras terminar de ser leído, pero he leído muchas veces las características que el hombre posee para el escritor polaco:



- Es un hombre que está siendo creado por la forma, en la acepción más profunda y general de este término.


- Un hombre creador d la forma, su infatigable productor.


- Un hombre degradado por la forma (siempre "incompleto",no acabado de formar, inmaduro).


- Un hombre enamorado de la inmadurez.


- Un hombre creado por lo Inferior y lo Joven.


- Un hombre subordinado a lo "interhumano", una fuerza superior, creativa, la única divinidad accesible para nosotros.


- Un hombre hecho "para" el hombre y que desconoce cualquier instancia superior.


- Un hombre "dinamizado" por los hombres, exaltado y reforzado por ellos.


martes, 25 de octubre de 2011

Feodor en Finlandia




Mika Kaurismaki se ha marcado sin complejos una adaptación finlandesa y actual de Los hermanos Karamazov, aunque uno tarda un pelín en darse cuenta que ese desmelenado padre de la horda que le disputa a su hijo un zorrón ruso es el patriarca psicótico de los Karamazov, y eso que los diálogos y escenas de grupo son tan demenciales en la película como lo son en las novelas de Dostoievski. El experimento no acaba de salirle bien al hermano de Aki, tal vez porque se nota que ha trabajado con cierta rapidez, o porque ha elegido secuencias que ponen de manifiesto los defectos del torrencial escritor ruso, al que parece que le cuesta terminar cada escena.



También es cierto que al final la peli gana, si bien tengo que confesar abochornado que en una de las mejores escenas me sonó el móvil, que yo juraría haber apagado, y se me fastidió el clímax final. Hay que destacar las variaciones post-holocausto de la famosa alegoría del Gran Inquisidor y de la celebérrima cita de que si Dios no existe todo está permitido. Aquí es ser un compuesto aleatorio de átomos lo que da libertad absoluta al hombre, lo que no parece servirle de mucho.

El abominable cuerpo de la madre




Monsieur Lazhar parece una película que calca el modelo de Incendies, que el año pasado se presentó también en la Seminci y que llevó a Canadá a acariciar el Óscar a la mejor película extranjera: un texto teatral de base que se adivina poderoso aderezado con una realización apañadita que lima las aristas de la obra original en aras de un empaquetado exportable.


Una pena porque los mimbres del film son excelentes, un planteamiento extraordinario acerca de la dificultad que nuestra sociedad sufre para articular textos que encarnen lo que en el psicoanálisis clásico se llamaba la castración simbólica, ese proceso por el que el niño consegue separarse del cuerpo materno para encontrar su posición simbólica en el entramado social.


Todos los elementos están aquí, un drama que se desarrolla en el primer espacio social objetivo que el niño conoce (la escuela) , una mujer que encarna la figura materna incestuosa (una maestra adorada por sus alumnos que se ahorca en el mismo aula), y una encarnación del padre simbólico que intenta que los niños consigan separarse de ese cuerpo que infecta con la culpa y la desesperación ese aula que se ha convertido en una prolongación de su cadáver, mientras todo el estamento burocrático y parental intentan evitar a toda costa que esos mismos niños conozcan algo de lo real mediante el corpus artístico y literario de Occidente a través de las infinitas formas de censura que la corrección política ha instaurado en nuestra cultura.


Esa figura paterna es, por supuesto, el Monsieur del título, que el film y el colegio tienen que importar de Argelia, un país donde la violencia ha estado tan presente que no se ha podido obviar (y no deja de ser significativo tampoco que haya sido una mujer la que haya escrito esta apología del rol masculino en el desarrollo emocional del niño). La película, finalmente, adolece de los mismas deilidades que critica, y se queda en tierra de nadie a la hora de denunciar la fragilidad de una sociedad incapaz de desarrollar ritos o textos con los que los niños puedan afrontar la experiencia de la muerte o la violencia. Una pena, y una muestra más de la carencia de realizadores que azota al cine actual.

Después de dejar al Señor Lazhar




Tras ver Monsieur Lazhar, de la que escribiré cuando tenga un rato, me paseé por las diez mejores librerías de Valladolid en una infructuosa búsqueda de los Diarios de Iñaki Uriarte, recomendación de Francis Black que va camino de convertirse en una (pequeña) obsesión. En todas las librerías tuvieron que consultar el ordenador, sólo un librero me dijo con seguridad sin mirar pantalla que no tenían ese libro, se ve que ya no quedan libreros con toda la librería en la cabeza.

lunes, 24 de octubre de 2011

Padre/s e hijo/s




Hoy llueve mucho en Valladolid. Lleva lloviendo toda la noche. Valladolid es una ciudad muy oscura cuando llueve. Y como la primera película que se proyecta esta mañana dura dos horas y media (una de Agnieska Holland que va a los Óscars por Polonia), el pase lo han puesto a las ocho y media, he decidido quedarme en el hotel escribiendo de la película que vi anoche, Restauración, que va de las relaciones entre tortuosas e inexistentes que hay entre un padre con cara de palo y un hijo que ve como su lugar (como hijo y como marido) es suplantado por un advenedizo.



Estos datos son suficientes para adivinar que el film es israelí, o al menos firmado por un judío, los únicos que parecen dispuestos a seguir filmando el espacio paterno. La película se llevó premio al mejor guión en Sundance, y aquí, a la Seminci, se ha venido a defenderla su guionista, y es que el guión es lo mejor de Restauración (los actores tampoco están mal), que cojea en su realización, un poquito vaga y esteticista, que desde que la puesta en escena pasó a considerarse una figura periclitada los directores ya no saben mover a los actores en un decorado, por no hablar del desastre que ha supuesto la extensión del uso de la cámara al hombro, con el partido que se le puede sacar a un travelling para definir un espacio.


Pero qué le vamos a hacer, el otro día me encontré con una boutade de Godard, que decía que el cine se hace ahora con el 20% o el 30%, y es la sensación que dejan muchas películas, que más de la mitad del esfuerzo del cineasta se concentra en montar la producción y después en vender el producto, y que la energía que queda para el rodaje es poca.

domingo, 23 de octubre de 2011

Velada musical con Moretti




Alberto Bermejo entrevistaba a Moretti para Días de Cine, y tenía el firme propósito de estar presente en la entrevista para reproducir las respuestas más sabrosas en este blog. Y la cosa ha empezado bien, porque mientras se montaba la cámara y la iluminación le hemos preguntado por su equipo de fútbol, y nos ha dicho que era de la Roma, actualmente entrenada por Luis Enrique, y que le parecía una parodia del Barcelona, mucho pase pero sin la calidad del club de Messi, sin duda el personaje de ámbito hispano más famoso de lo que llevamos de milenio.



Y mientras desgranaba la primera respuesta, una larga disgresión acerca de las diferencias de Habemus Papam con respecto a su film anterior, El caimán, y su entronque con el resto de su filmografía, y definía al personaje encarnado por Piccoli como "un hombre que no quiere, o no puede, perder su individualidad, con sus defectos y limitaciones, para pasar a representar a toda la humanidad", ha empezado a sonar a todo trapo en el salón del Olid el hilo musical. La chica de prensa del festival (paloma) ha salido escopetada para solucionar el enturto, y el hilo musical se ha ido a negro, pero al poco de retomar la entrevista ha vuelto a sonar, me ha tocado a mí buscar a un responsable del hotel para que apagasen el soniquete, y ya me he perdido el resto de la conversación, con lo que es probable que la humanidad se pierda una considerable porción de la sabiduría que derrama el director italiano más importante del momento, con permiso de Bellochio.



(Con respecto a Piccoli, ha dicho que le gustan los actores que son capaces de meterse en la piel del personaje sin perder su personalidad de actor)

El cine indie se muda a Buenos Aires



Madianeras empieza muy bien, con unos planos generales de Buenos Aires acompañados de una voz en off que desgrana un muy divertido lamento por el caos urbanístico de Buenos Aires, que por lo que se ve podría transplantarse sin cambiar una coma a Madrid. Pero al cuarto de hora se desinfla. El film presenta a dos personajes más bien tópicos, los habituales peterpanes solitarios del cine indie, y el espectador espera pacientemente a que llegue el momento del encuentro, y para llenar el hueco el film acumula rasgos más o menos neuróticos de sus protagonistas.


La película es, descaradamente, un corto alargado, tanto en metraje como en presupuesto, y cabe imaginar que el corto era mejor. Hay que decir, en su defensa, que el empaque visual es más sólido de lo quele ser habitual en sus primos gemelos norteamericanos, y que como el director es argentino, el abanico de musiquillas que puebla la banda sonora es bastante más amplio que esas soserías de los indies norteamericanos.


En la sala me he sentado al lado de Miñarro, productor del film, y que se ha quedado lo justo para comprobar que el proyeccionista no se había equivocado de ventanilla. Después me lo he cruzado en el inevitable hotel Olid, donde Alberto estaba haciendo las entrevistas a Moretti, y le he dicho que la película me había gustado, que la buena educación es un valor más alto que la sinceridad.

sábado, 22 de octubre de 2011

Moretti otra vez



A punto de comenzar la Seminci nos encontramos a Moretti de invitado estelar a la alfombra roja de la gala de inauguración, y para celebrar tamaño evento me he vuelto a ver Habemus Papam, y tengo que decir que me ha parecido mejor que cuando la vi en Cannes. Se mantiene el espectacular comienzo, la extrqordinaria primera hora, pero la segunda mitad no parece tan descompensada, Moretti parece realmente generoso abandonando la pantalla para cedérsela a un extraordinario Piccoli, las virtudes se mantienen y los defectos se diluyen. Alberto también la he vuelto a ver y coincide con mi apreciación, los dos coincidimos en que un festival es el peor sitio para ver películas, conviene volvérselas a ver.


Supongo que repito mi crónica de Cannes al recordar que el tema central del film es la imposibilidad para el sujeto para encarnar adecuadamente el lugar sociosimbólico que le está destinado; aquí un caso extremo, el de un Papa, prácticamente el topos más importante simbólicamente de Occidente, cuya elección recae, directamente, en Dios. Resulta obvio que nadie puede ocupar ese espacio "imposible", el de la palabra divina, pero tiene gracia como describe la película el engrasado mecanismo de que dispone la institución vaticana para que la cosa funcione. La verdad es que Moretti sería el último director en el que uno pensaría para pergeñar esta historia, tan arrogante como parece, mañana le entrevistamos, a ver qué nos cuenta (corre el rumor de que le han perdido el ordenador nada más llegar).

viernes, 21 de octubre de 2011

Dirección, un poema de Sepehri


¿Dónde queda la casa del amigo? preguntó el jinete en el crepúsculo.
El cielo se paró en seco.

El peregrino entregó a la oscuridad de la arena
el ramo de luz que salía de sus labios
y dijo señalando a un álamo:

Delante del árbol
hay una callejuela con jardín, más verde que el sueño de Dios
donde el amor es azul como las alas de la verdad.
Ve hasta el final de esa calle que empieza en la adolescencia
luego gira hacia la flor de la soledad
y justo dos pasos antes de la flor
quédate al lado de la fuente eterna de las leyendas terrenales,
donde te alcance el miedo transparente.
En la sinceridad que fluye alrededor oirás un susurro.
Verás a un muchacho,
ha trepado a un pino alto para coger un polluelo del nido de la luz.
Le preguntarás: ¿Dónde queda la casa del amigo?

Es opinión unánime entre los conocedores de la poesía persa que el título de la celebérrima película de Kiarostami es una cita de Dirección, uno de los poemas más conocidos del más conocido de los poetas persas del siglo XX, Sohrab Sepehri (bueno, quiero decir que debe de serlo porque es el único que yo conozco).
Si bien aparecen muchos elementos reconocibles en el film, allí no alcanzan esa estatura iniciática: en la película nadie es capaz de guiar a su protagonista a través de las colinas, los bosques y los laberintos; incluso el personaje más positivo, el ebanista tradicional que parece poseer una sabiduría ancestral, acaba diluido en la equivocación y en un balbuceo cansino y repetitivo. Si finalmente algo del orden de la revelación se produce, esto es ajeno a la intervención de los adultos: es el viento y la noche y las sábanas los que parecen acercar el conocimiento a Ahmad.

(Es fácil encontrar versiones ligeramente diferentes del poema en la red, yo lo he copiado de Salvo el crepúsculo)

martes, 18 de octubre de 2011

Finde con A.K.




El sábado me acerqué a La Casa Encendida a ver la Correspondencia entre Erice y Kiarostami, que a día de hoy me parece la mejor (y es improbable que el ladrillo de dos horas y media que le envía -o le lanza- Albert Serra a Lisandro Alonso me vaya a hacer cambiar de idea), y que incluye piezas nuevas respecto a la instalación presentada hace unos años en el mismo centro.



Una de las cartas veteranas de Erice se titula Arroyo de la Luz, que no es, como pudiera parecer, una cita de algún poema de Rumi, sino un pueblo de Extremadura de hermosísimo nombre y con un cuerpo de profesores que debería ser envidia y guía de la docencia en el mundo entero. Si bien es probable que con los años el corto quede como muestra de lo que era la educación pública en España antes de que el PP la arrasara para dejar la pedagogía en manos de las mafias clericoprofesorales, a día de hoy se lee como un ejemplo de cinefótum con niños.



En una clase de primaria se proyecta (subtitulada!) Donde está la casa de mi amigo? y el profesor charla con los agudísimos alumnos acerca de lo que han visto. Erice juega al homenaje con el film de Kiarostami y reproduce varios planos de su primera secuencia, si bien un abismo separa al competente y dialogante profesor extremeño del capullo integral que abre la nutrida nómina de adultos incompetentes que pueblan el film iraní.

jueves, 13 de octubre de 2011

Nuevos espacios



Ayer, día del pilar, de la hispanidad, de las fuerzas armadas y de sabe dios cuantas cosas más, aproveché la jornada festiva para descubrir nuevos sitios en Madrid. Por la mañana me di una vuelta por la ribera del manzanares, ese gran paseo que se ha conseguido enterrando la M-30 y endeudando al ayuntamiento para las próximas décadas. Es una maravilla de espacio público, abarrotado de familias, skaters, ciclistas, jubilados...


Pasa por la trasera del Matadero, ese centro que también el ayuntamiento está intentando levantar en esta época de crisis. Lo más conocido son las salas de teatro, pero han inaugurado recientemente una sala de cine especializado en documentales. Ayer me fui con mi mujer a ver El cuaderno de barro, el documental de Isaki Lacuesta sobre la perfomance de Barceló y un colega suyo con plastilina a lo bestia (cinco toneladas de arcilla). Miquel se va al pueblo de Mali donde pasa unos meses al año y monta la sesión; sus colegas (que son los mismos que actúan en Los pasos dobles) van altavoz en mano por el poblado piiendo a la gente que acuda a verla, porque el pintor es un tío muy majo. En Mali no debe de haber liga de fútbol porque cuando los tíos se toman una birra en la cena no hablan de Messi, sólo de mujeres (bueno, de una mujer pez, sirenas, cosas así, en plan arty, pero da igual, hablan de mujeres). La perfomance es muy conocida, es una mezcla de mito cósmico, con protoformas emergiendo de una pared inmaculada, el posterior desarrollo de infinidad de formas que regresan al magma original, y la hora de las manualidades en la guardería, con los dos tíos muy serios guarreándose con la arcilla y la pintura. Los contraplanos del público muestran a unos niños con pinta de preguntarse cuando va a acabar aquello y por qué los blancos hacen cosas tan raras, aunque al final todo el mundo se pone a ovacionar como loco, y no como en Sanse, que hubo quién abucheó, se ve que en Mali los espectadores están mejor educados o están imbuidos de un alto sentido de la hospitalidad.


A mi mujer le gustó más El cuaderno de barro que Los pasos dobles; durante un par de semanas hay sesión doble con las dos obras, el miércoles que viene Lacuesta estará allí para charlar con el público, tal vez en el estupendo bar que han abierto al lado de la sala. Todo muy recomendable.

Noches de Días de Cine


El otro día Días de Cine celebró su 20 aniversario, nos reunimos en El Diurno un montón de amigos y antiguos colaboradores, en estas dos fotos la vieja guardia rodea a la sin par Georgina (a quién le he robado las fotos del facebook, por cierto).



Espaguetis y análisis fílmico

Hay una escena hacia el final de Somewhere en la que el protagonista se prepara una cantidad considerable de espaquetis para, posteriormente, comérselos solito. Tan intensa secuencia, que asocia la pasta con el tedium vitae, fue motivo de acaloradas discusiones familiares. Mi mujer, que comparte con casi todas las mujeres casadas una idea más bien tibia de las habilidades culinarias de los hombres, opinaba que el prota no tenía ni idea de cocinar y era la primera vez que se hacía la pasta y se le fue la mano en la cantidad. Mi hija apuntaba que, dado que Johnny se va a quedar solo una temporada, se ha preparado espaguetis para una semana (la idea se la di yo, que me hice espaguetis a la boloñesa para cenar diez días cuando me quedé solo en Madrid en agosto). Como yo tiro a pretencioso en mis interpretaciones, explicaba que tanta comida era una forma de invocación para que alguien ocupara el espacio que la hija deja vacío.

La verdad es que, dado que la película no aclara la razón por la que el personaje se hace un kilo de espaguetis, podemos decir que todas las interpretaciones son correctas, y que una buena lectura del film exige tenerlas a todas en cuenta.

miércoles, 12 de octubre de 2011


Le mandé esta secuencia a Susana, para que se la pusiera a su hijo, el mejor gag de la historia del cine. Siempre me pregunto cuánto tiempo le llevó a Chaplin planificar, ensayar y grabar esta coreografía

No places


A mi mujer Somewhere le aburrió soberanamente (Inma ha inventado una medida del aburrimiento cinematográfico, el apichapón, y a la película de Coppola hija le da cinco apichapones), pero a mi hija y a mí nos gustó, tal vez porque en la peli la madre desaparece en seguida y se quedan solos padre e hija. Es cierto que el padre, aparte de jugar a la wii y llevársela a un hotel de caerse de espaldas, poco más hace por su hija: la mira mientras entrena (¿o ensaya?) un número de patinaje sobre hielo, y a su vez la chica toma nota molesta, indiferente o celosilla de la pléiade de desconocidas que pasan por un lado de la cama del papá famoso.


Todos nos fijamos en que en la habitación del apartahotel donde malgasta sus días Johnny Marco no hay un solo libro, que para eso hay encuadres que muestran una estantería vacía (el vacío es más bien en su cabeza), si bien es cierto que el primer plano del film te lo cuenta todo: en el encuadre se ve un paisaje desértico en el que apenas hay dibujada una pista circular en la que un deportivo de lujo de vueltas, una pulsión inútil que no lleva a ninguna parte, encerrada en una cápsula narcisista que semeja un ataúd de lujo y que será uno de los leit motiv visuales del film, ya que el actor protagonista pasa casi tanto tiempo transitando por calles y autopistas anónimas como en su impersonal residencia de paso.

lunes, 10 de octubre de 2011

Comunicado 2: Ripstein




En mi carrera he tenido la fortuna de haber ganado muchos premios y la desdicha de haber perdido galardones muchísimas más veces.
La profunda emoción del triunfo no se compara ni poco con la agonía de la derrota.
De mi carrera puedo decir que la han arropado la buena suerte y la contumacia.
Confieso que me arrepiento de algunas de las películas que he perpetrado pero me arrepiento muchísimo más de las entrevistas que he dado.
Siempre que las he leído, parecen dichas por otra persona, un poco mas imbécil que yo.
Y eso me da mucha vergüenza.
Para hablar de mí el adjetivo "irascible" es el frecuente. Y es cierto. Soy pasional.
Así son mis películas. O al menos eso quisiera pensar yo.
Si fuera una persona reflexiva y equilibrada, hubiera trabajado en la alta pedagogía o en algo que requiriera de delicadeza, diplomacia y buenos modales.
Pero no lo soy.
Quizás por eso me dedico a lo que me dedico.
Hablé hace unos días sobre el festival de cine de San Sebastián y sus entretelones.
Habló la ira.
Esa furia agónica de la derrota.
Y la ira es como una borrachera.
No la pude controlar.
Cuando yo era muy chico y soltaba algún improperio, mi nana Rosa decía que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.
Eso es francamente cuestionable, además cuando hablé hace unos días, ni estaba borracho ni soy un niño
Y como era una entrevista donde dije lo que dije, me arrepiento una vez mas.
Y mucho.
Con esta nota quisiera dar por terminado un penoso asunto, que de no ser yo un colérico nunca habría ocurrido.
Hago mías las palabras de Jorge Luis Borges cuando escribió
"no es que tenga razón, es que así soy..."

Arturo Ripstein


La entrevista de marras la dio a Gara

Comunicado 1: Von Triers




Today at 2 pm I was questioned by the Police of North Zealand in connection with charges made by the prosecution of Grasse in France from August 2011 regarding a possible violation of prohibition in French law against justification of war crimes. The investigation covers comments made during the press conference in Cannes in May 2011. Due to these serious accusations I have realized that I do not possess the skills to express myself unequivocally and I have therefore decided from this day forth to refrain from all public statements and interviews.


Lars von Trier
Avedøre, 5. October 2011




(Acabo de fijarme en que la policía que interroga al bueno de Lars no es de New Zealand, sino de North Zealand, con lo que me han fastidiado el comentario)

La era del comunicado

Si en tiempos mejores lo suyo era publicar un manifiesto, una de las señales más sutiles de la decadencia en la que chapoteamos es que los artistas sacan comunicados, como hace el Real Madrid cada vez que Mourinho abre la boca.

En los últimos días me han llegado dos de afamados cineastas, en uno muy divertido Lars Von Triers contaba que, después de que la policía de (nada menos) Nueva Zelanda le interrogara por apología de crímenes de guerra, había decidido dejar de comparecer en público dados los problemas que tiene para expresarse correctamente. Que a uno lo interrogue la poli de Nueva Zelanda por soltar chorradas en una conferencia de prensa resulta desconcertante, aunque lo primero que se nos ha ocurrido a todos era que qué hacía el danés en el Índico, si se suponía que sólo viajaba en autocaravana.

Ripstein aparentemente se disculpa en el suyo por sus exabruptos (geniales) postdonostiarras, pero en realidad viene a decir que un tío tan cojonudo como él resulta temperamental por obligación, y que si nos regala películas tan molonas como las que él hace, luego hay que aguantarlo como es, que todo va en el mismo pack, de lo que se deduce que tenemos que agradecerle que ponga a parir a todo bicho viviente (por cierto, que teniendo ya dos Conchas de oro, para qué quería otra, que se ve que el ego de los directores es insaciable).

Pasando el Rato





Ayer fui a comer con mi mujer en la pequeña y coqueta cafetería de La Casa Encendida, donde tienen menús multiculturales (aunque la mousaka y el humus se les habían acabado cuando llegamos) y cervezas de quinoa de cultivo ecológico y comercio justo, características estas que comparten con todos los productos que venden en la pequeña y coqueta tienda que hay al lado de la cafetería. Había un par de camareros muy guapos, aunque de estilos diferentes, uno tenía una barba rubia y parecía salido de una peli indie y el otro se gastaba unas patillas y un bigote vintage que le daba el aire un secundario del Cuéntame de los años setenta.



Luego nos fuimos a ver los vídeos de la Correspondencia entre Jaime Rosales y Wang Bing, que es un documentalista chino que tiene en su haber uno de los docuemntales más famosos y más largos de la pasada década, Al oeste de los raíles, nueve horas que se suelen proyectar en tres partes (se pasó en la filmo y mi hermana me lo ha regalado en dvd, pero no he tenido tiempo de verlo). Los vídeos eran una castaña pilonga y además se proyectaban en un formato equivocado, así que nos fuimos a la terraza de La Casa Encendida, que daba un solecito estupendo, y luego nos pasamos, de camino a la salida, por una exposición sobre arte soviético que daba gusto escuchar, porque sonaba La Internacional a todo trapo en un loop sin fin, que te entraban ganas de coger un fusil con bayoneta y asaltar el palacio más a mano.




Por las paredes se anunciaban todo tipo de actividades culturales de (más o menos) vanguardia, y cursos supersostenibles sobre medio ambiente y candentes cuestiones sociales (urbanismo, atención a la tercera edad, agricultura ecológica).


Para quién no lo sepa, La Casa Encendida no es un centro cultural regentado por okupas universitarios, sino una fundación propiedad de Cajamadrid, ese banco dirigido por el ex-director del FMI y político pepero Rodrigo Rato y supervisado por Lady Macbeth, digo Esperanza Aguirre, cuyo máximo fracaso en las despiadadas batallas que libra de puertas adentro en su partido fue, precisamente, no poder colocar a su mano derecha al frente de la supercaja.

domingo, 9 de octubre de 2011

La mugre y lo sublime


Aunque muchos espectadores (y directores) no sepan nada de ella, Stalker es una de las películas más influyentes de las últimas décadas, y no, evidentemente, por lo que cuenta (una alegoría reaccionaria sobre la desaparición de lo sagrado a manos de los científicos y de los intelectuales, un poco en plan Dostoievski), sino por la fascinante imaginería postindustrial que se gasta, y que posteriores superproducciones carísimas han intentado emular sin acercarse a la pasmosa fisicidad que el ruso conseguía sabe Dios como (que es el que sabrá como la Unión Soviética ponía tal cantidad de medios y de pasta para hacer, por ejemplo, ese descomunal canto a la Santa Madre Rusia y a la Santa Madre Iglesia que es Andrei Rubliev).



Stalker comienza con unos travellings majestuosos e imponentes que recorren la casa más mugrienta que el cine haya conocido nunca, que si bien en otras pelis de Tarkovski también aparecen, solían alternar con dachas relucientes, evidentes emanaciones de esa madre fascinante que aparece a ratos en sus películas, antes de que todo se vaya a pique. En Stalker el período de esplendor se lo salta el director, y entramos ya en plena ruina en el dormitorio materno, donde el stalker (que para quién no lo sepa no es un acosador, sino el guía furtivo que lleva ilegalmente curiosos al interior de la Zona, un espacio misterioso y prohibido sobre el que circulan rumores tanto siniestros como sublimes) duerme con su mujer y su hija.

El stalker se prepara para una nueva visita guiada, pero su mujer le echa en cara que se marcha para alejarse de ella y de su familia, y que más valdría que hiciera algo de provecho en vez de empeñarse en chorradas como preservar los últimos resquicios de lo sagrado en el mundo, que eso no da de comer. Y es que da igual que uno se vaya al fútbol, a tomar cañas con los amigos, al cine, de putas o a salvar la Tierra de los alienígenas o de los banqueros, a tu mujer siempre le va a parecer que te piras para huir de su lado (todo hay que decirlo, la escena es tan poderosa que uno sospecha que de pequeño Tarkovski tuvo que vivirla de manera parecida).


Los curiosos que quieren adentrarse en la Zona son un novelista de éxito con pinta de capullo (lo que se verá confirmado posteriormente) y un profesor con aspecto de derrotado (más bien parece un pescador a punto de jubilarse), y que ha tenido ya algún contacto con la Zona. La mejor escena de Stalker es la de la entrada en ese espacio prohibido, con ese look de campo de concentración que se gasta, alambradas, soldados, barro por todas partes, trenes fantasmales que salen de una niebla filmada en un extraordinario blanco y negro.



La Zona es en color, vemos un montón de hierba por primera vez, aunque aquí y allá se ven residuos de la industrialización, postes telefónicos abatidos, coches calcinados, ruinas, jeringuillas y casquillos emergen inesperadamente de apacibles riachuelos. El centro neurálgico de la Zona, y destino del viaje iniciático de los protagonistas, es un cuarto donde, según el stalker, se cumple el deseo más íntimo y verdadero de cada visitante. El paraleismo del filme con el arquetípico relato místico es evidente, pero en Tarkovski la narración se va enquistando, entra en marasmos, encuentra a menudo resoluciones irrisorias, como esa manera desconcertante de encontrar el camino que tiene el guía, que es arrojando unas tuercas a las que se ata un pañuelo (uno de esos rituales sin sentido que pueblan su cine), o ese teléfono que aparece en el edificio, también cochambroso, donde les aguarda el cuarto que les devolverá su imago vera. Como en Sacrificio, el deseo de una Presencia trascendente que garantice el sentido de la vida (o del relato) se resuelve en un quiebro sarcástico, en el último film del director ruso eran los loqueros que se llevaban al prota y cuya aparición denunciaba toda la historia del sacrificio como una pantomima psicótica; en Stalker esos tres hombres en medio de un edificio ruinoso comprendiendo que están haciendo el primo mientras les cae un chaparrón, o el monólogo en el que la mujer le cuenta a la cámara que su marido es tonto, pero que ella no se imagina otra vida que la que lleva junto a él.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Para mantener el blog

Como no tengo tiempo para escribir una entrada sesuda acerca de las tensiones que hacen de la Lola de Demy una película tan peculiar, cuento que el otro día me fui a la biblioteca y me saqué tres libros elegidos por la editorial que los editaba: un Adriana Hidalgo (La luna y las fogatas), un Sexto Piso (Edipo en Stalingrado) y un Atalanta (Pan y la pesadilla).


Postdata para Francis Black: Jacobo no ha ido pero sí lo ha hecho su ex, a la que imagino que no se le pasaba por la cabeza perderse la boda por batallitas intestinas de ricos.