domingo, 28 de junio de 2009

El padre de la horda



En Los abrazos rotos uno de los personajes propone al protagonista coescribir un guión acerca de un joven sensible e inteligente que vive aplastado por su padre, que intenta anularlo por todos los medios. Ese guión en ciernes es la historia de Tetro, la película que Coppola ha montado con financiación española con el extraño resultado de que vemos una superproducción patria que parece una indie modesta, lo que la llena de momentos de quiero y no puedo y lastra alguna de sus propuestas, aunque a mí me gustó bastante.


Decía Zizek (más o menos) que el padre de la horda que Freud describe en Totem y tabú resulta completamente inverosímil como protofigura del orden patriarcal, pero que recoge acertadamente una de las máscaras que la figura masculina ha adquirido en nuestra contemporaneidad, que diría un periodista; y así debe de ser, puesto que un listado de los avatares de ese padre en el cine llenaría páginas, aunque el texto definitivo probablemente sea la Carta al padre de Kafka, donde se señala el reverso de esa violencia paterna, la inconsistencia del personaje (en el pasaje más memorable Kafka escribe que nunca se pudo tomar en serio las palabras de su padre).


Desde Pasión de los fuertes hasta Celebración, este padre incestuoso y tiránico, que acapara todas las mujeres y anula a los hijos, ha tenido un evidente tinte siniestro, pero como la realidad siempre supera a la ficción nos hemos encontrado con una sorprendente encarnación del lado de lo grotesco en la figura del inefable Berlusconi, al que unas fotos supuestamente filtradas lo muestran permanentemente rodeado de modelos, presentadoras, actrices y prostitutas. Los panolis puritanos del País nos dicen que aquello es un escándalo, que Berlusconi hace todo lo posible por censurar las fotos y que Italia está adormecida por no levantarse en armas contra el gran follador, cuando hasta un niño se daría cuenta de que todo es un montaje del histriónico cavalieri, sabedor de que nada gusta más al inconsciente colectivo que un jefe que lleva a cabo las fantasías de los votantes, fantasías, todo hay que decirlo, fabricadas por el mismo individuo a través de sus famosos canales de televisión.


Y la verdad es que parece imposible que este señor, de más de 70 años, tenga fuerzas, ganas ni tiempo para llevarse a la cama a tanta velina como se le supone (y tampoco se entiende por qué lo que a los bienpensantes redactores de nuestro periódico español "de cabecera" les parece tan mal en Berlusconi no les produce los mismos sarpullidos cuando hablamos, por ejemplo, de John F. Kennedy, un obseso sexual patológico).

sábado, 27 de junio de 2009

The visitor


Tras haberse especializado en sacar más que petróleo de la distribución de documentales como Ayurveda, Y tú que sabes? o Eso es ritmo (aunque pinchara con dos de los mejores, Grizzlie man y Retorno a Normandía), Karma lleva una exitosa temporada con su cuidadosísima selección de ficciones, de la que The visitor es su buque insignia, una película indie de manual que lleva meses en cartel y que ayer me decidí a ver para descansar de esta semana laboral en la que ando preparando uno de las galas más absurdas del absurdo mundo de las galas, la de los premios ATV, que sólo el sancta sanctorum de los iniciados sabe que se refiere a una cosa llamada Academia de la Televisión, evidente parodia de esa parodia que es la Academia de Cine.


The visitor se ve muy bien, pero tiene bastantes carencias, o unas pocas bastante gordas; es muy previsible, y sobre todo fracasa (casi por voluntad propia) en su retrato de la otreidad. El protagonista es un zombie emocional, un profesor universitario por encima de los cncuenta que evita compulsivamente la proximidad de cualquier atisbo de subjetividad ajena (echa a un alumno de su despacho en cuanto éste le insinúa que tiene problems personales) y que gasta su tiempo en comer solo, en aparentar que escribe un libro y en practicar al piano, instrumento para el que manifiestamente está muy poco dotado. Pone en sus clases sobre economía en el Tercer Mundo tan poco entusiasmo como en todo lo demás. Su vida cambia cuando se tropieza en un apartamento que posee en Nueva York y al que nunca va a una pareja de okupas de esos países subdesarrollados de los que habla en conferencias que repite como un papagallo pero de los que en realidad no sabe nada, protegido en ese mundo de wasps y edificios inmaculadamente aislados que, según el film, es el de las uiversidades y fundaciones norteamericanas.


Tras ese primer choque algo traumático con tercermundistas de carne y hueso, Tom McCarthy comete el error garrafal (desde mi punto de vista, claro) de ceder el punto de vista a éstos, con lo que el espectador no tiene posibilidad identificarse con la zozobra del profesor. Y lo que sabemos de la chica senegalesa y, sobre todo del chico sirio, es que no son inmigrantes ilegales que tienen que sobrevivir en la inhóspita y despiadada sociedad norteamericana post 11/s, si no ángeles enviados desde el cielo frankcapriano para sacar al bueno de Walter Vale, el profe, del autismo sentimental en el que le sumió la muerte de su esposa. Total, que no hay enigma en el Otro, en seguida descubrimos que es un espejo donde brillan las mejores virtudes olvidadas por Occidente, la bondad, la confianza, la lealtad, y que han de venir a redescubrírnoslas, deletreando su sintaxis desde párvulos, de la misma manera que no es el sofisticado piano lo que conviene al muy intelectual Walter: para volver a aprender a vivir hay que empezar por lo más primario, los latidos del corazón y el ritmo de los pasos, o lo que es lo mismo, un ancestral tambor africano que se toca en taparrabos (bueno, calzoncillos) y con los pies desnudos. Como toda iniciación tiene un precio, el joven pasará un calvario que permitirá a profesor comportarse como el padre que parece ser que no fue para su hijo, al que tiene convenientemente lejos. En premio recibirá como don a una princesa, la guapísima madre del joven, que desde su primera aparición adivinamos destinada a reverdecer apagados fuegos sentimentales.


El otro días me vi Casa de lava, un Costa primitivo o un Costa antes de que Costa fuera Costa, aunque es una película en la que aparecen en germen propuestas que desarollará posteriormente. Aquí también hay un occidental (una enfermera portuguesa) que aterriza en una comunidad ajena, Cabo Verde (años más tarde Costa se iría a filmar a los caboverdianos a Portugal, pero antes fue a verlos a su tierra natal, que tal como la muestra es el paradigma de la aridez). Aquí ocurre al revés, no sólo la comunidad caboverdiana resulta opaca, tirando a impenetrable (salvo en el deseo que todos tiene de pirarse de allí, cosa bastante comprensible), si no que Costa mantiene tal distancia con su protagonista, la que podría articular el punto de vista del espectador, que hace que se frustren las hipótesis que uno se formula acerca de su comportamineto, y en general el film: no sabemos si esto es una peli de fantasmas en la que la chica y el muerto viviente al que acompaña aterrizan en un espacio donde habitan los muertos, o si vamos a ver un relato romántico de amores imposibles en el trópico, o simplemente la enfermera aprovecha su estancia para hacer turismo sexual; según sea la secuencia se puede optar por una línea argumental u otra.


Si The visitor es un relato de iniciación clásico (con sus variantes "modernas", como que sea el hijo el que deba enseñar al padre), Casa de lava pertenece a ese extenso grupo de obras contemporáneas en las que el protagonista no aprende nada, ya sea porque no hay nada que aprender, o que enseñar, o porque la comunicación es imposible.


miércoles, 24 de junio de 2009

Mes petites amoureuses


Según cuentan los viejos del lugar, La maman et la putain fue un exitazo de crítica y público que debió de pillar a todos desprevenidos: dura más de tres horas, está hecha con cuatro duros y Jean Pierre Leaud no para de hablar. En España no se llegó a estrenar, y creo que tampoco está editada en dvd, aunque cada cierto tiempo la pasan en la Filmoteca para que los mitómanos repitan y las nuevas generaciones se sorprendan de como fue el post mayo 68 (bastante desolador sentimentalmente).
El caso es que por primera vez en su vida Eustache se vio con pasta para rodar, y por lo que vi el domingo la empleó, un tanto bressionanamente, en restar más que en sumar: si bien llena de figurantes alguna localización, como la iglesia y el colegio, más parece haber invertido el dinero en reservarse lugares públicos por donde mover a sus actores y figurantes. La película fue un fracaso, e imagino que decepcionó a los que esperaban la segunda parte de La maman...
Mes petites amoureuses debe de ser autobiográfica, y está compuesta por pequeños cuadros que retratan la vida de un chico que entra en la adolescencia de la mano de una madre distante y antipática, demasiado pintada, un poco como las madres de Truffaut, que anda liada con un inmigrante español que trabaja en el campo, y al que el chico intenta reciclar en padre infructuosamente. Todo ello en una ciudad de provincias, que es francesa pero podría ser española perfectamente, un infierno después de conocer el paraíso en el campo de manos de una abuela especialmente cariñosa.
El caso es que nuestro aprendiz de adulto es expulsado de ese paraíso campestre, en el que reinaba sobre sus compañeros de juegos, ante los que aparecía como mediador ante los misterios de la vida, y pasa a convertirse en torpe aprendiz de todo, de mecánico y de seductor, resultando un tanto pusilánime especialmente en el ámbito laboral. Eso le obliga a pasar de ser maestro a ser discípulo, ya no descubre lo asombroso de la existencia a sus compañeros de juego, tienen que ser otros los que lo guíen por los misterios del sexo y el capitalismo. Como es de rigor, las figuras paternas brillan por su mediocridad, y sus éxitos y fracasos en todos los ámbitos están marcados por la medianía.
Eustache no articula ningún suspense alrededor de su película, el protagonista se va hundiendo poco a poco en ese ambiente espeso que le prepara su familia, en el que parece que va a axfisiarse, y del que escapa in extremis al final de la temporada y del film, de regreso al campo, a su abuela y a sus amigos; el tiempo no ha pasado en balde y nuestro adolescente pondrá en práctica lo poco que ha aprendido de las chicas de manera razonablemente torpe y exitosa, probablemente en la última oportunidad que tendrá de entregarse a la felicidad sin culpa de la infancia.

sábado, 20 de junio de 2009

Los abrazos rotos


Debo de ser la primera persona en España a quien le ha gustado Los abrazos rotos, que ayer me vi en compañía de otros cinco o seis despistados en los Princesa. Tiene los habituales errores de bulto del Almodóvar guionista (el personaje de Ernesto hijo crea unas expectativas que tira por la borda al final, como si hubiera tenido que acortar el guión; no le saca partido al accidente; la confesión final de Blanca Portillo resulta inane después de lo que nos han contado, cosas así), y se le puede echar en cara esa imposibilidad para renunciar a tours de force esteticistas, como algún complejo plano contrapicado o el plano aéreo del coche en Canarias, que parece pensado para poner los dientes largos a tanto realizador español que no se puede permitir tamaños alardes.
Pero Almodóvar pertenece a esa gloriosa estirpe de realizadores contemporáneos para los que el cine ocupa el lugar del Absoluto, y no temen ponerse en la picota en su intento de que sus obras estén a la altura de la tarea. Tal vez sea Tarantino el realizador con más similitudes en su concepción "sagrada" del oficio de cineasta con el director español. En ambos casos se tiene la sensación de que nos encontramos ante dos compulsivos cinéfagos cuya adolescencia fue empleada en el consumo adictivo de celuloide, en un intento de colmar la ausencia de una figura paternal iniciática. Esto viene a cuento por la presencia recurrente de un personaje en las películas de ambos, la de un padre demoníaco y omnipotente que, a la postre, acaba siendo desenmascarado como un fraude, o al menos una figura débil. Es el caso de David Carradine en Kill Bill, Samuel L. Jackson en Jackie Brown, el mafioso en Pulp Fiction, Kurt Russel en Death Proof y el genial Cristoph Waltz de Inglorius Bastards; y es el caso, también, del poderosísimo empresario interpretado por José Luis Gómez (muy bien, desde mi punto de vista; me habían dicho que estaba patético), del que, por otro lado, lo primero que sabemos es que ha muerto tras caer en desgracia, aunque durante los flash backs que componen el film viene adornado con el don del la omnisciencia (vía vídeo). La paternidad, en cualquier caso, es el tema recurrente de la película; curiosamente la relación paterno-filial más exitosa será la "involuntaria" de Mateo y Diego, que junto a la Judith García interpretada por una gran Blanca Portillo componen una de las familias "blancas" más conseguidas que se han visto últimamente en la pantalla.
La discutida cita de Viaje en Italia me parece pertinente como concreción de esa percepción sublime del cine (en realidad, lo que según me parece le han echado en cara al director es que sea tan explícito como para que todo el muindo entienda la referencia, en vez de hacerla más escondida y sólo puedan cazarla los iniciados): esa imagen de los amantes pompeyanos unidos para toda la eternidad rima, obviamente, con esa fijación también eterna que permite la imagen electrónica, que convierte en memorable un instante fugaz y olvidado. El cine se convierte en una utopía, una alquimia que dota de sentido y peso la sucesión sin forma de los hechos de una vida; una cámara que registra el último beso que se dan unos amantes que instantes después serán separados por la muerte se convierte en un milagro. Almodóvar persigue recuperar esos momentos epifánicos que vivió (y probablemente viva todavía, puesto que sigue siendo bastante cinéfilo) en el cine, pero al igual que Tarantino es consciente del carácter imposible de su empeño: en ambos casos los directores pueblan sus filmes de caídas en la irrisión y la burla de su intento, curiosamente los fragmentos que popularmente se identifican con sus autores, y que más fácilmente copian sus epígonos.
Otra forma de entrar en Los abrazos rotos es a través del protagonista, un director de cine que se ha quedado ciego. Resulta curiosa la manera en que el cine contemporáneo inscribe en sus obras la figura del realizador, casi siempre como un ser débil e impotente (el caso más palmario tal vez sea Hong Sang Soo, pero hay ejemplos para aburrir, sin salirnos de la excelencia citaremos Muholland Drive, Salvaje inocencia, Cazador blanco, corazón negro, Barton Fink o todos los avatares de Godard, en persona o vía algún actor; en todos los casos se trata de demiurgos que creen controlar el universo para revelarse al final como unos cantamañanas). Y si en un texto tenemos un personaje que se ha quedado ciego, lo primero que nos viene a la cabeza es Edipo, claro. Y qué castigo debería expiar Mateo Blanco, hasta el punto de que debe abandonar su nombre durante años, hasta ser capaz de volver a utilizarlo? Pues, tal como se desarrolla el film, Mateo es castigado por el dios del cine (o más bien la diosa) por abandonar su sagrado sacerdocio por una mujer (que, por otro lado, se lleva la peor parte). Ese retiro fraudulento a un paraíso imaginario, abandonando todo el material filmado en manos del mal por un deseo patológico y terrenal es el verdadero pecado de Mateo Blanco, por el que tendrá que penar condenado a que sus guiones los filmen (y vean) otros ojos.

miércoles, 17 de junio de 2009

El cine a dos euros: Eustache, Costa, Straub

Hoy me voy a saltar las brutales restricciones que mis compañeras de blog ejercen en la sombra sobre la longitud de estas entradas, y la voy a escribir larguísima. Su amenaza siempre es que no se las leen si pasan de las veinte líneas, con lo que pierdo el 66% de los lectores, pero a veces es necesario un golpe de autoestima y afirmación, y allá voy.
¿Y qué es eso que tengo que contar que tanto espacio requiere? Pues la verdad es que nada, sólo que he leído que los cines van a poner en marcha una propuesta un poco demencial para llevar a las nuevas generaciones al cine, o algo así; una cosa que han copiado de los franceses, que para el peculiar imaginario de todo el establishment cinematográfico español es un pueblo que ha dado con la fórmula mágica para que la gente vaya a ver películas patrias, e intentan dar con esa poción milagrosa, aunque nunca se les ha ocurrido hacer pelis tan interesantes como las que hacen ellos, si no que andan dando vueltas a sistemas de subvención y cosas como lo del cine a dos euros; que por lo que he leído consiste en que el domingo le dan un "pasaporte" a todo el que se acerque a un cine para que durante tres días vean todo lo que quieran al precio de dos euros la entrada.
Es dudoso que las nuevas generaciones, acostumbradas a ver un flujo infinito de imágenes en el ordenador, se animen a hacerse un maratón de cine por esta razón; y si al final se apuntan probablemente sea para dejar de ir al cine el resto del año. Porque el problema que le veo yo a estas iniciativas es que consiguen vaciar los cines el resto de la semana. Pero bueno, da igual, yo el domingo lo tengo ocupado con un Costa y un Eustache en la Filmoteca, que cuesta dos euros todos los días del año, y tiene una programación incomparablemente superior a lo que nos puedan ofrecer todos los cines del mundo mundial: esta semana, para no irse lejos, nos podemos ver un Straub (Sicilia!), un Bresson (Cuatro noches de un soñador), La maman et la putain, un Rohmer (Cuento de Invierno), un Kaurismaki (Nubes pasajeras), un Malick (El nuevo mundo) y Tras-os-montes. También ponen El piano de la Campion, que a mí no me gusta pero hace bulto en la lista; vamos, donde vamos a ir a parar, comparemos con cualquier cosa que nos ofrezca la cartelera. Cuenta Françoise Lebrun (protagonista de La maman et la putain) en el Cahiers España de este mes que Eustache le dijo que si quería estudiar cine dejara su escuela y se fuera a la Filmoteca, probablemente en la gloriosa época de Langlois (a Erice, uno de los pocos directores que se deja ver por la filmo, le leí algo parecido hace tiempo).
Ayer ponían el capítulo de Cineastas de nuestro tiempo que Costa dedicó a los Straub, a los que graba mientras montan Sicilia! (hay un momento curioso en que Danniell Huillet comenta que los actores no profesionales que eligieron no los conocían de nada, ni a ellos ni a sus películas, porque las pasan en la televisión italiana a la una de la madrugada, cuando ellos duermen; no me imagino a ninguna tele española poniendo un Straub ni a la una ni a ninguna hora, aunque da igual, aquí son los redactores de programas cinematográficos los que no han oído hablar de ellos). ¿Dónde yace tu sonrisa escondida? podría ser el piloto de una sitcom de vanguardia: una mujer está sentada trabajando continuamente mientras el marido no deja de importunarla con sugerencias y comentarios. Straub (que así le llama su mujer tras 50 años de colaboración) aprovecha cualquier plano para soltar una disertación teórica sobre cualquier cosa, la banda sonora, la gestualidad en Chaplin, la relación entre la idea, la forma y la materia (aunque oyéndole habría que escribirlas con mayúsculas), la dicción de los actores no profesionales, el eje del campo/contraplano, el comunismo de Holderlin, Eisestein, Buñuel, los técnicos, el viento; bueno, es imposible que sea así de verdad, porque Danniell lo hubiera asesinado; está claro que es la cámara y la presencia de Pedro Costa (al que alguna vez se le oye en contracampo) los que disparan sus reflexiones, un poco a la manera de Godard.
Straub y Huillet montaban en moviola (imagino que Straub lo sigue haciendo), él comenta lo importante que es trabajar con las manos, aunque la única que toca la película es su mujer, y no parece que fuera a permitir al marido que metiera la zarpa en su reino: no hay imágenes del rodaje, ni siquiera una foto, pero en la sala de montaje sólo hay una reina: las sugerencias de Straub no son tenidas en cuenta, más parecen las frases de una obra de teatro constantemente repetida. Y ahí me imaginé la serie, una mujer que trabaja pacientemente (porque hay que ver lo pacientes, precisos y meticulosos que son en el montaje) mientras su marido no para de dar vueltas a su alrededor y de soltar discursos sobre todo lo divino y humano.
Lo dicho, esta semana (y el resto del año), cine de verdad a dos euros.

lunes, 15 de junio de 2009

En la Feria del Libro


Siempre me gusta ir a la Feria del Libro aunque sea un día, y aunque sean cinco minutos; generalmente me paso por las casetas de editoriales que me gustan para recopilar catálogos, y lo normal es que acabe comprando cinco o seis libros. Este año lo tenía difícil, pero el jueves leí en sublog que Javier Moreno firmaba ejemplares de Click en la caseta 20, y como decidí que para salir de la apatía que me atenaza desde hace días nada mejor que imponerse una tarea titánica y llevarla a cabo contra viento y marea allí me fui, al Retiro con los 40 grados que caían.

Como nunca he ido a que me firmen un libro desconocía los ritos asociados al caso. Imaginaba que habría una fila de admiradores y que aquello sería como una cadena de montaje, coges el libro, das el nombre y te ponen una dedicatoria estándar. Pero Javier Moreno estaba solo detrás de una pila de ejemplares de su novela, así que cogí uno y se lo di, pero él también se quedó a la expectativa, se ve que a mí me correspondía decir algo, pero no se me ocurría qué; total, que me preguntó el nombre y me dijo que si quería una dedicatoria. Y en ese momento se me ocurrió que prefería que me escribiera cinco títulos de obras que considerase que un lector de su novela debería conocer (o algo así). Bueno, al final puso cuatro (El nacimiento de la tragedia, El corazón de las tinieblas, Nocilla dream y Derrumbe, por si alguien tiene curiosidad), y le conté por qué había ido a comprar el libro, que es una historia relativamente extensa donde se ve como se fragua ese deseo curioso que es el de leer un libro: Click está publicado en Candaya, y en la solapa de los libros de la editorial aparece al lado de Nocilla dream, el best-seller de la casa; luego me lo he topado citado alguna que otra vez (elogiosamente) en la blogosfera; mi hermana, que anda por China, me pidió que se lo comprara para tenerlo por allí, y no me dio tiempo a leerlo antes de que se lo enviara; el deseo de volver a tenerlo flotaba en algún rincón de la mente donde duermen los deseos vagamente insatisfechos; cuando me topé con la noticia de que el autor estaría firmando ejemplares decidí pasarme por el Retiro. Y así más o menos se lo conté al propio Javier; y allí nos despedimos, con promesas de informes futuros de lectura.

miércoles, 10 de junio de 2009

Juventud en marcha


Como hitos de mi regreso a la normalidad tras las semanas pasadas fuera de casa están mi visita a la biblioteca del barrio, de donde he sacado la autobiografía de Ballard y una novela de Pablo d'Ors, y el regreso a la Filmo, donde me acerqué a ver un rato Juventud en Marcha, la celebérrima película de Pedro Costa, que a estas alturas ha debido de ver todo el mundo porque éramos pocos en la sala. Como estaba cansadísimo sabía que no la vería entera, y en cuanto empezaron a cerrárseme los ojos me fui a casa. En el metro me entretuve leyendo el fascículo que han sacado los de Cahiers cantando loas al radical cine del portugués. Yo debo confesar que no aguanté entera En la habitación de Vanda, qué le vamos a hacer, todos tenemos nuestros momentos de debilidad.
El caso en que Juventud... es mucho más transitable, desde luego. Tiene bastante gracia, aunque no creo haber leído en ningún sitio ese lado de comedia que tiene, empezando por el título, ferozmente irónico. Ya se sabe que el protagonista es Ventura, un inmigrante caboverdiano jubilado un tanto pusilánime al que acaba de dejar su mujer, o su novia (en realidad el propio Ventura no tiene muy claro quién ha sido la mujer que lo ha abandonado), a la que vemos en una secuencia fabulosa al principio de la peli (tras un plano general en el que salen despedidos por una ventana todos los enseres de una casa, plano emblemático de la comedia de toda la vida) rememorar un recuerdo de su infancia cuchillo en mano y mirando agresivamente a cámara, antes de fundirse con el negro del fondo y salir de la ficción. Luego nos enteramos de que no es a nosotros, si no a Ventura al que van destinados improperios y amenazas.
Total, que Ventura se dedica a vagabundear por el barrio y a contarle sus cuitas sentimentales a todo el que se encuentra por el camino, a los que denomina sus hijos aunque las más básicas leyes de la genética hacen imposible que esos pálidos habitantes de las chabloas tengan nada que ver con nuestro héroe, salvo una chica que no le hace mucho caso ni cuando le lleva comida. Aunque Ventura es habitualmente grabado en un contrapicado majestuoso, como protagonista tira más bien a débil. Salvo quejarse un poco de la situación y confesar que se la tiene bien merecida, poco más hace que escuchar pacientemente las diatribas de la famosa Vanda, que cuando hace acto de presencia no deja meter baza a Ventura y no para de hablar.
Hay una secuencia bastante divertida en la que un agente social le ofrece un piso blanquísimo a nuestro personaje, que se queja de que hay pocas habitaciones para tantos hijos como tiene, y la última secuencia que recuerdo tiene lugar, un tamto desconcertantemente, en un museo, lo que choca con todo lo que hemos visto hasta ahora. Ahí es cuando me di cuenta de que el cansancio me cerraba los ojos, y como me estaba gustando bastante lo que estaba viendo decidí esperar con paciencia a que la pongan otra vez y así descubrir si Ventura recupera a su mujer, se hace con un piso más grande, celebra su cumpleaños rodeado de su inverosímil progenie o ver como acaba todo.

viernes, 5 de junio de 2009

Cayetana, Leire y Calasso

Como ando en la luna, intentando recomponer el desastre financiero de las aventuras cinematográficas, me pierdo los acontecimientos verdaderamente importantes que suceden a mi alrededor; afortunadamente Susana no deja que me hunda en la ignorancia más abyecta y me provee de material para sesudas reflexiones acerca de nuestra época y sus sorprendentes ritos.
Así, la noticia del día por estos lares ha sido el bautizo laico del hijo de Caye, que es como nombramos a Cayetana Guillén Cuervo; como es de imaginar el cachondeo ha sido mayúsculo, y más teniendo en cuenta que en vez de una ceremonia más o menos discreta han montado un sarao considerable con el inefable e infaltable Zerolo oficiando de sacerdote laico, sacerdote que ha dejado una perla teológica que provocará profundas disputas teóricas en el futuro al afirmar que los bautizos de este tipo deberían dejar de ser "actos simbólicos", sin que se sepa muy bien qué es lo que pretende que sean ni qué es lo que entiende nuestro concejal por acto simbólico.
Caye no se ha quedado atrás al afirmar que aunque se le llame bautizo laico no tiene nada que ver con la ceremonia religiosa, para acabar afirmando que "es más como cuando se bautiza un barco o un edificio".
No le falta razón a Calasso cuando repite que nuestros ritos se levantan sobre las ruinas de los antiguos dioses, y cuando sugiere que en el cambio se pierden bastantes cosas, aunque habría que añadir que, desgraciadamente, lo que más deprisa ha hecho mutis ha sido el sentido del ridículo.
(La inclusión de Leire en el título se debe a que Susana también me ha mandado una entrada en Youtube en la que Leire Pajín habla del acontecimiento cósmico de la próxima temporada, dos presidentes progresistas a ambos lados del océano, Obama al frente de Estados Unidos y Zapatero comandando con paso firme y progre los destinos de Europa; esto habría que comentarlo al estilo Karl Krauss, poniendo unas simples comillas a la transcripción literal del discurso)

miércoles, 3 de junio de 2009

Estreno de Paranoid Park


Me llega un email en el que se anuncia el estreno de Paranoid Park para el 10 de julio, de manos de Avalon, aunque era Vértigo quien tenía precomprada la película. Al igual que ocurrió con Last Days se estrena con dos años de retraso, y con esas fechas y el dinero que habrá para promoción imagino que irá a los leones de los estrenos fugaces. Y sería una pena, porque Paranoid Park es una de las películas más hermosas de los últimos años, un retrato de adolescente ensimismado que recorre un camino iniciático que combina el sexo y la muerte de una manera también ensimismada (y casual).

martes, 2 de junio de 2009

El paradigma angelical

Como un viaje en coche desde Granada da para mucho, me puse al día en lo último en el planeta fútbol, lo que quiere decir que leí algo sobre ese peculiar proceso electoral del madridismo organizado para que lo gane Florentino Pérez sin tener que votar siquiera. El constructor Pérez ya fue presidente del Madrid durante un lustro, donde cosechó éxitos inmediatos para ver como la lucha de clases (Zidanes contra Pavones) y las guerras entre los señores de la guerra corrompían sus sueños utópicos de una maquinaria perfecta de ganar títulos y divisas.
Todos los periódicos se han prestado a hacer propaganda de su proyecto, que es más de lo mismo: traerse a las estrellas del balompié, que a día de hoy y desde hace tiempo tienen nombre: Cristiano Ronaldo y Kaká. Acompañados estos de gladiadores de lujo, como Rivery y Villa (que cuentan que no vino antes al Madrid porque Raúl lo vetó).
El problema es que, si hace dos años estos fichajes hubieran sido la bomba, hoy tienen aire de outlet de lujo: lo más cool (y al parecer inalcanzable) del momento es Leo Messi, evidentemente, al que John Carlin ha dedicado un reportaje que probablemente fije para siempre la imagen de idiot savant o bendito del jugador blaugrana. Ronaldo ganará más dinero, hará más anuncios y ligará mucho más, pero hoy por hoy parece que jugará el papel del Salieri condenado a envidiar la gracia (en el sentido teológico) que al elegido argentino le ha sido concedida. Ronaldo pertenece al paradigma beckhamiano, a medio camino entre el buen jugador y la estrella de cine, paradigma enterrado por la timidez del Messi, al que una cámara le parece un instrumento de tortura
Y lo que se dice de los jugadores puede decirse del entrenador. Hoy por hoy todo lo que no sea esa extraña mezcla de carisma cultivado, refinamiento modesto y mirada ligeramente alucinada de Guardiola parece mercancía gastada. Ya se podría traer el presi a Wegner y a Mourinho y a Fergusson y a Capello todos juntos, que a todo el mundo le parecería poca cosa (Javier Marías proponía a Laudrup como única alternativa estética viable al entrenador del Barça)
Total, que Florentino puede llenar el Bernabeu de mercenarios de lujos, y ganará ligas y copas de Europa, pero es difícil que alcance lo que ha conseguido el Barcelona, esas hipérboles acerca del mejor fútbol de la historia (ese cáncer del periodismo, obligado a agrandar todo lo que toca, ya sean gripes o crisis económicas) y encima con gente de la casa, esos majísimos colegas que son Xavi e Iniesta (que encima le dieron la Eurocopa a España), el angelical Messi, al que le debe de parecer marciano que le pregunten si se quiere ir del Barça, el mismo Guardiola, que hasta tuvo su pequeño via crucis por Italia antes de volver como el hijo pródigo y redentor en una sola tacada.
Es probable que el año que viene el Barcelona no gane nada, por eso que decía el creador de los replicantes en Blade Runner acerca de las llamas que brillan el doble y duran la mitad; desde luego no repetirá el triplete, pero a partir de ahora cualquier éxito del fútbol español se comparará con lo conseguido esta temporada.

Diario de rodaje (final)

Ya hemos vuelto a Madrid, ayer, un viaje en nuestro Rover antiquísimo siempre con miedo a que se quedara tirado en Despeñaperros, con la carísima Redone en el maletero y apilada en el asiento de atrás.
El domingo, último día de rodaje, tuvimos una jornada algo sensata y fue lo más parecido que hemos conocido a una pla de roaje cumplido. Rodamos enlos Bañuelos, unos baos árabes qu hay en el Albaicín. Descargar el material fue una pesadilla, las furgonetas tenían que interrumpir el tráfico y Granada es una ciudad con muchos cortes y un tráfico demencial, así que cualquier actuación de este tipo encuentra siempre una respuesta indignada en la población, ya preparada automáticamente por la costumbre para el cabreo y la disputa. Un conductor llamó a la Policía Local, seguro de que se nos caería el pelo; afortunadamente teníam,os algo parecido a un permiso impreso en papel oficial: nos cayó un pequeño chorreo y los policías, probablemente habituados a este tipo de lances, se marcharon a otro sitio haciendo la vista gorda.

La noche del sábado teníamos previsto grabar en el Albaicín, que supone ser un laberinto en el mundo onírico de la niña protagonista, pero un tormentón vespertino nos hizo renunciar y cambiar de planes sobre la marcha: El barrio morisco quedará para más adelante, cuando nos caiga del cielo financiación.

Uno de los problemas más curiosos de este mundo de los rodajes es que nadie confiesa sus limitaciones o carencias. A cualquier pregunta se responde con que uno es capaz de hacerlo, aunque eso no sea cierto. Con lo que hay cosas que se podrían hacer de manera sencilla que acaban complicándose. Un ejemplo: se le preguntó a la steadi si podría hacer un plano contrapicado fijo, dijo que sin problemas y luego perdimos un montón de tiempo por esa chorrada.

El corto no está terminado, nos faltan planos y la escena del Albaicín. Como dice Mercedes, tal vez ha llegado la hora de dar con un gestor eficaz.