viernes, 30 de marzo de 2012

Mi día de huelga



Ayer hubo huelga general en España (esto lo cuento porque entre los infinitos gadgets con que Google te llena el ordenador hay unos en que te dice donde se lee el blog, y para mi estupor hay lectores de ... México y Argentina!), y mis amigos más fundamentalistas o concienciados me habían explicado que la huelga no es sólo no ir a currar, sino que tampoco se puede comprar ni consumir nada, vamos, que le pregunté a uno si esto era como el sábado judío, que no se puede llamar al ascensor o cortar el papel higiénico (esto lo vi en un documental, los niños de la casa cortaban el scotex en trozos el viernes por la noche, mientras la madre terminaba de preparar la comida). El miércoles por la noche, antes de entrar a ver Une femme douce, me tiré un cuarto de hora en la cola de un supermercado para llevarme una botella de vino, y por la mañana me había sacado unas cuantas películas de la biblioteca. Al final me vi The big country, que me encantó, y La vida útil, que también me gustó.


Lo único que tienen en común es que en el último plano el héroe se aleja de cámara con su chica recién conquistada del brazo. La película de Veiroj plantea como si nada la situación más aterradoramente apocalíptica que el cine contemporáneo haya dibujado jamás:¡El cierre de la Filmoteca! (en este caso, la Cinemateca de Montevideo), que ya sólo de escribirlo se me pone la piel de gallina. En The big country dos padres de la horda se enfrentan en plan bíblico en un proceso de antagonismo especular hasta que llega el forastero de turno a servir de chivo expiatorio; si bien, inteligentemente, éste se cambia de género y se apunta a la comedia romántica, donde descubre que la chica con la que se iba a casar no es lo que él creía, y se tiene que ligar a su mejor amiga, que además resulta la nieta del patriarca fundacional en cuyos tiempos se vivía en paz y armonía. Una película "de las de antes", o sea, muy bien escrita y rodada, y con actores con carisma.

jueves, 29 de marzo de 2012

Fear X


Con más pena que gloria ha pasado el ciclo de Winding Refn por La Casa Encendida, el otro día éramos cinco o seis viendo Fear X, que proyectaron en dvd. John Tuturro es un guardia de seguridad cuya mujer fue asesinada en el aparcamiento del lugar donde trabaja, y anda obsesionado con hacerse con cintas de seguridad por ver si alguna pista ilumina su (más bien escasa) mollera acerca de ese suceso sin sentido. El caso es que su mujer hace de vez en cuando apariciones fantasmáticas en su casa, y hasta tiene el detalle de guiarle hasta un espacio donde se topa con una posible pista, una foto completamente anodina pero que le guía a un pueblo que está en el culo del mundo (si bien hay un detalle importante, en la foto hay otra mujer con un niño, que es algo que no hay en su vida). Bueno, que Fear X es como un digest de Lynch para las sobremesas televisivas del sábado, el prota descubre más o menos una conspiración de extrema derecha aunque luego parece que es un brote de conspiranoia, y se inventa (o se topa con) un policía que fue el que mató a su nujer de manera completamente azarosa, o al menos al margen de cualqueir atisbo de significado. El espectador se queda turbado ante la posibilidad de que en el mundo del cine haya directores de casting a los que se les pase por la cabeza juntar a esos dos tolilis con las pedazo de rubias que les ponen de pareja, y a mí se me escapa por qué ellos salen tanto y ellas tan poco.

Podría ser Godard

 Pero es Bresson




Ayer pasaron Une femme douce en la Filmoteca




Dominique Sanda como la bella durmiente

miércoles, 28 de marzo de 2012

I wish I knew


Parece ser que se estrena por fin esta estupenda película de Jia Zhang Ke, con la que retomo el hilo del comentario de 55 Días en Pekín en el que hablaba del esfuerzo del cine chino por reapropiarse de su historia, hasta ahora, en la mayoría de los casos, un simple contraplano en el género occidental de aventuras exóticas. Aquí ese esfuerzo es explícito y se convierte en el eje narrativo del documental, en el que a las declaraciones de los protagonistas (más o menos anónimos) de la compleja historia de Shangai desde los años treinta hasta la actualidad se le suma alguno de los hitos fílmicos con el que la cinematografía china ha  narrado su devenir (un documental propagandístico de Wang Bing sobre la entrada de las tropas comunistas en la ciudad portuaria, una ficción de los 60 de Xie Jin, Flowers of Shangai y Days of being wild como películas recientes, y un reportaje de Antonioni que probablemente quiso ser laudatorio y que desencadenó intestinas luchas en el seno de la Revolución Cultural, ya entonces en sus postrimerías); todo acompañado de las imágenes majestuosas de los documentales de su director, que parece contar con todos los medios del mundo para captar una ciudad en permanente transformación en el que día a día desaparecen los restos de su pasado más reciente mientras la mayoría de sus habitantes (por lo menos los de cierta edad) se entregan a los rituales de siempre para sobrellevar su existencia.

sábado, 24 de marzo de 2012

El supremo goce de la víctima


Probablemente Hegel se equivocó al diagnosticar las razones por las que la tragedia es imposible en el mundo contemporáneo (aunque ya Hegel, que no conoció los ordenadores ni los móviles, nos parezca de la prehistoria): hoy Edipo y Antígona habrían fundado una asociación de víctimas de los dioses, o del destino, y hubieran perseguido tenazmente a los que hubieran puesto en entredicho su superioridad moral. Tan intenso y excelso debe de ser el goce de la víctima que esa asociación mafiosa conocida por el Real Madrid, aburrida de pasearse por la Liga con tropecientos puntos de ventaja, ha decidido tirar por la borda todo su trabajo y forzar situaciones demenciales para poder aparecer ante su caterva de seguidores como víctimas de extrañas conspiraciones. Como cretinos no le faltan al club ni en el césped ni en las gradas, no le ha sido difícil al siniestro luso que dirige el cotarro orquestar una aparatosa trifulca para poder aparecer como mártir ante la plebe. El que es sin duda uno de los entrenadores más geniales de la historia del fútbol, pues mucho talento hay que tener para conseguir que tu equipo juegue tan mal con los pedazo de jugadores que tiene, ha conseguido que hasta Casillas, que resulta palmario que lo desprecia y detesta, participe en el chanchullo dejando que entre la pelota en su portería cada vez que le tiran una falta. Si bien resulta obvio que el Madrid va a ganar la Liga porque tampoco tensarán la cuerda hasta el final, no hay que olvidar que no es infrecuente que las situaciones adquieran una evolución propia y todo se le puede ir de las manos a Mourinho y sus mariachis.

En cualquier caso, esta entrada lo que quería decir es que ningún periódico (de los que he leído, claro) se ha molestado en reseñar lo que tenía que haber sido la información deportiva de la semana: ¿qué película se supone que estaba viendo en la 2 Guardiola con su familia el pasado miércoles, mientras el Real Madrid hacía el cazurro en tierras levantinas? Pues Azuloscurocasinegro, primera obra de Daniel Sánchez Arévalo.

miércoles, 21 de marzo de 2012

El texto como construcción de sentido


Tras verme Meek's Cutoff me saqué de la biblioteca Wagon Master, del que el film de la Reichardt se puede decir que es un spin off. Frente a la doxa new age del cine contemporáneo en la que la verdad es algo oscuro que yace bajo capas de falsas apariencias que el héroe tiene que desenmascarar (para acabar averiguando casi siempre lo mismo, la tópica y tediosa impotencia u obscenidad incestuosa de la figura del padre), Ford visualiza el sentido como una tarea heroica que hay que construir. Nada mejor para mostrarlo que esos planos en los que los mormones tienen que trazar el camino que les llevará a la Tierra Prometida con picos y azadas, o esos alardes invisibles para el profano en el que las carretas trazan por primera vez unos surcos en la arena (como esa nieve virgen que hollaban los protagonistas de The searchers, planos muy complicados de rodar porque tienes que acertar a la primera, cualquier mácula en el plano te lo estropea). La heroica tarea de la comunidad es construir la verdad, ese espacio humano, siempre frágil, en el que pueda desarrollarse la civilización.

Es difícil saber si Wagon Master fue complicada de rodar o Ford se la hizo con la gorra. Ese mismo año rodó Rio Grande, un programa doble majestuoso (aunque de apariencia ligera) en el que el director concentró los temas de su obra anterior y abrió el camino para las descomunales décadas posteriores.

El mito como excrecencia


Supongo que Gigante la he visto de pequeño en la tele; no recordaba nada de ella. Es como Horizontes de grandeza, pero al revés, aquí el texano se trae a una pija del Este como esposa, y la pobre tiene que lidiar con el rechazo de los aborígenes, auténticos cafres. En la casa familiar debe enfrentarse a la hermana incestuosa, una especie de fantasma que lo invade todo, como en Rebeca, si bien tiene el detalle de palmarla (buen detalle de guión, esta hermana bruja se mata intentando montar el caballo de la pija del Este para demostrar que ella se monta cualquier cosa).

Pero esta hermana deja un resto excrementicio (en forma de obsceno objeto sexual) que acabará contaminando todo el universo, un James Dean absolutamente insoportable de histriónico y pasado como va, incapaz de ir erguido, que acabará siendo la cifra que explique el paso de una economía texana basada en el ganado a otra que descanse en la explotación del petróleo, lo que a la vez supondrá el derrumbe de la figura patriarcal clásica, si bien este lado Written in the wind está contado en una clave menos trágica que en el film de Sirk. De hecho, Giant tiene un punto atonal que le acaba dando una pátina bastante moderna; y el hecho obvio de que la conclusión del film no puede ser la que estaba prevista en un principio (ya que a ningún guionista con dos dedos de frente se le pasaría por la cabeza echar por la borda las posibilidades que planteaba el affaire de James Dean con la hija de Elizabeth Taylor, su eterno objeto de deseo) también le dota de un aire contemporáneo.

sábado, 17 de marzo de 2012

El periodista según Oblómov


"Escribir de noche -pensó Oblómov-, ¿cuando dormirá? Seguro que gana más de cinco mil al año. ¡Eso sí que está bien! Pero escribir todo el tiempo, derrochar el alma, el pensamiento en menudencias, cambiar de convicciones, comerciar con la inteligencia, violentar la propia naturaleza, sufrir la inquietud, la indignación, no conocer el reposo y estar siempre en movimiento... Y escribir, escribir siempre, ser como una rueda, una máquina: escribir mañana y pasado mañana, en días de fiesta, en verano, escribir constantemente: ¿Cuando podrá detenerse y descansar?¡Qué desgraciado!"

Iván A. Goncharov, Oblómov, Alba editorial, traducción de Lydia Kúper de Velasco

Scorsese en España


Resulta desconcertante y descorazonador que lo que cualquier persona medianamente decente y con un coeficiente intelectual de andar por casa ha percibido a simple vista como una nueva y desvergonzada versión del timo de la estampita haya causado tanto furor y entusiasmo en la camarilla política que rige (más o menos) nuestros destinos. Me refiero, por supuesto, al anuncio de uno de los miembros más elevados de la lista de delincuentes más prestigiosos que se suele conocer habitualmente como Forbes (delincuentes tan importantes que consiguen que popularmente se les llame los hombres más ricos del planeta, pero todos sabemos de lo que hablamos -¿alguien desearía que su hija -o hijo, seamos políticamente correctos-se casara con alguno de los que ahí aparecen?-) de su intención de construir un engendro llamado Eurovegas en nuestro país, engendro que según él acabaría con el paro, la sequía, la delincuencia, la inflación, la crisis del cine español, el arte conceptual y los reality-show, y para lo que sólo pide que le regalen los terrenos, el agua y la energía, y le eximan de pagar impuestos y de someterse a las tiránicas leyes laborales que rigen nuestro país para poder así restaurar la sana institución de la esclavitud, sobre la que grandes civilizaciones como el imperio romano, el chino y el norteamericano levantaron sus inmortales cimientos.

Creo que la idea más brillante de este estafador ha sido airear que duda entre Madrid y Barcelona, reavivando la secular competencia entre ambas ciudades; y si bien uno esperaría que en cada comunidad se solicitase que el muerto le cayera a la otra, parece ser que no ha sido así, y, por lo menos en Madrid, nuestra inefable Esperanza ha saltado de alegría, probablemente pensando que este modelo de relación laboral (básicamente, sin ninguna protección para el trabajador) debería ser extendido al resto del territorio que gobierna (o tiraniza), que afortunadamente para muchos españoles parece que no se va a extender fuera de los límites de ese extraño artefacto burocrático que es la Comunidad de Madrid, aunque sea en el que me ha tocado vivir, lo que también tiene sus momentos buenos porque da ocasiones sobradas para el despiporre desenfrenado.

Si bien ya se han organizado movimientos de resistencia y oposición a este desafuero, sinceramente creo que la acción más efectiva sería pedirle a Scorsese que, por un módica cantidad, nos permitiera hacer una millonaria tirada de Casino, y repartirla entre madrileños y catalanes para que pudiéramos visualizar con claridad el futuro que nos espera si nuestros próceres dan carta de legitimidad al aterrizaje de la mafia en nuestra tierra.

A place in the sun, o las razones del abuelo


Uno de los muchos detalles que indican que voy ya camino de la vejez es que empiezo a darle la razón a mis mayores cuando dicen que no hay actores como los de antes. Afortunadamente para la nueva hornada de actores, los jóvenes no tienen interés en el cine del pasado. El otro día, en la Filmo, casi era el más joven viendo A place in the sun, llena la sala de hombres solitarios que debieron de quedarse en su juventud noqueados por la belleza de Ángela/Elizabeth Taylor, y de grupos de mujeres jubiladas (ellas siempre con amigas) a las que escuchas a la salida comentar lo bonita que es la historia, y se preguntan por qué ya no se hacen películas así.

Y el caso es que esta película de George Stevens (un director al que tengo la impresión que le pasa un poco como a William Wyler, y es que pasó algún momento de descrédito crítico del que no acaba de salir por pereza historiográfica) tampoco es que sea una obra descomunal. Tiene grandes momentos (enorme la secuencia en que Shelley Winters va a la consulta de un médico para poder abortar, sin atreverse a formular la petición), pero falla en el momento nuclear de la muerte en el lago. que se pasa de efectista y arty (aunque tampoco demasiado, para el que piense que Von Triers es un buen director la escena resultará de un jansenismo bressoniano).

A place in the sun está basada en una novela de Theodore Dreisser, aunque los títulos de crédito nos informan de que la adaptación se ha hecho de la obra teatral escrita a partir del libro. Resulta curioso comprobar como la costumbre de hacer remakes norteamericanos de películas europeas (o asiáticas) ya existía en el campo de la literatrura: Un lugar en el sol es la versión puritano-norteamericana de Rojo y negro.


miércoles, 14 de marzo de 2012

Valhalla


Comentaba mi mujer a propósito de Meek's Cutoff que tal vez el indio que se encontraban los peregrinos perdidos era el tonto de la tribu y por eso andaba solo por el campo. Ayer, viendo Valhalla rising, que también va de un grupo de cristianos colgaos que se pierden camino de la Tierra prometida (aquí es literal, pues son cuatro gatos que se van de cruzadas a Jerusalén, aunque teniendo en cuenta que salen de Escandinavia y acaban en lo que parece Escocia uno se puede hacer una idea del percal), tuve también la impresión de que el guerrero protagonista, el Tuerto, era el bobo del Valhalla al que Odín echa de allí para que espabile por estos mundos de Dios (tal vez en castigo por haber echado barriguilla en ese Paraíso para mercenarios de elite).

Se supone que esta peli de Winding Refn transcurre en el Medievo, en un lugar donde la densidad de población es de tres habitantes cada 100 kilómetros cuadrados. La última tribu pagana, formada por seis o siete guerreros, tiene un prisionero (el Tuerto citado) que habla más bien poco y tiene visiones apocalípticas en rojo, que es lo más que sabremos de él. Tras cargarse a la tribu entera se enrola con un grupo de hooligans que se va a Tierra Santa en una cáscara de nuez, que acaba, como la nave de la Balada del Viejo Marinero, varada en una calma chicha que está a punto de llevarse a todos por delante, hasta que recalan en un espacio lleno de helechos y lagos donde se enfrentan a unos indios que parecen salidos del final de Apocalipse Now.

Con una banda sonora que crispa los nervios y un uso efectista del gran angular que se parece bastante al de un alumno en primero de audiovisuales, Valhalla rising se hace simpática por sus desaforadas pretensiones con tan pocos mimbres (sobre todo económicos); si bien se da mucho pisto con alusiones a dioses, infiernos, cruces y demás baratijas religiosas, consigue que a su lado Transformers parezca un tratado serio de cosmología.

domingo, 11 de marzo de 2012

Minimalismo de diseño


Decepcionante este film indie de diseño, que pretende (imagino) ofrecer una imagen novedosa (por hiperrealista) de lo que fueron las caravanas de pioneros que se lanzaron hacia el interior de Estados Unidos a mediados del XIX, y que resulta pasmosamente convencional en el retrato de sus personajes, especialmente en el del Meek del título, un veterano de la guerra de los indios que se ofrece como guía a tres matrimonios puritanos para llevarles a la tierra prometida, y que resulta un fraude total, aparte de racista, violento, misógino y todo lo esperable de una figura patriarcal en una película de una directora joven en vías de consolidación en el universo autoral internacional (Meek's Cutoff se presentó en Venecia y ganó un premio en Gijón, nuestro festival de cine más cool, y donde Kelly Reichardt tiene su hogar español).

Como contrapunto a este degradado producto del falocratismo occidental el grupito, en sus andanzas por desiertos y áridos roquedales, se topa con un indio al que secuestran con la esperanza de que les lleve a buen puerto, o al menos a buen arroyo. A la Reichardt hay que reconocerle aquí el acierto al retratar la radical otreidad del desconocido, incapaz de comunicarse con los miembros de la mini caravana. Por descontado, dado que estamos en territorios de la modernidad políticamente correcta, las tornas se invierten con respecto al cine clásico, y aquí son los cristianos peregrinos los analfabetos incapaces de entender los mensajes que les dirige el aborigen, al que la heroína del film (Emily Theterow/Michelle Williams, que ya protagonizó Wendy y Lucy) supone unos conocimientos cósmico telúricos en plan New Age (si bien la prota no puede articularlos en estos términos, claro, pero el espectador lo tiene claro), aunque también se percibe el buen gusto de la directora al no cargar la mano en este aspecto, dado que el secreto de lo indio seguirá siendo un secreto para todos, protas y espectadores, hasta el final, que resulta ser una variación vaciada de sentido del relato del paraíso terrenal del Génesis: los caravaneros acaban siendo dirigidos hacia un árbol epifánico cuyo significado se les escapa. Tal vez la última, y opaca, mirada que el indio le dirija a su protectora antes de perderse en la llanura venga a anticipar el aforismo de Kafka que nos recuerda que el hombre permanece en el Paraíso, pero es incapaz de apreciarlo.

jueves, 8 de marzo de 2012

El retorno de la madre omnipotente


El otro día se llenó la Filmoteca para ver la nueva versión de Metrópolis, esa en la que han pegado unos cuantos planos encontrados en un cineclub argentino. Quitando una secuencia en la que el medio novio proletario que se echa el protagonista se va de putas en vez de dirigirse al encuentro con Josaphat, como se le había encomendado (pecado que luego expiará sacrificando su vida para salvar la del Mediador), y que había desaparecido por completo, el resto es lo habitual en estas reconstrucciones, planos diferentes que pertenecen a distintas copias y que al final dilatan las secuencias. Lo que no ha cambiado es el guión, que es un batiburrillo pegoteado de temas diferentes que no casan bien; cada uno por su lado apunta grandes posibiidades y juntos no llegan a ser un desastre por la abrumadora imaginería y por la potencia de algunas escenas, lo que no quita para que otras produzcan un poco de vergüenza ajena, como esa reconciliación final del capital y la clase obrera en el marco de una catedral. En cualquier caso siempre le estaremos eternamente agradecidos a esta superproducción de Fritz Lang por el evidente impacto que tuvo que producir en Hitchcock, que años después repetiría planos y retomaría el tema de la reconstrucción fantasmática del objeto absoluto de deseo despojándole de toda la morralla mesiánica en Vértigo, película hermosa donde las haya.

El oficio más saludable del mundo


En el mismo día me veo películas de directores que en cualquier otro empleo llevarían décadas jubilados, Les herbes folles, de Resnais, que a sus 92 años anda en la postproducción de su nueva película (lo que antes se llamaba el montaje), y J. Edgar, de Clint Eastwood, que tiene ochenta y pocos y se dirige y produce una todos los años, y no de andar por casa precisamente. Las dos me han parecido muy buenas, y aunque tienen poco que ver coinciden en la naturalidad con la que convierten en sencillo lo complejo.

domingo, 4 de marzo de 2012

War arrow


De esta película de George Sherman se puede decir que cuenta en menos de 80 minutos lo que hubiera podido contar en dos horas y media, tal es la proliferación narrativa de la que hace gala, que no hay escena que no abra líneas nuevas en esta película muy bien planteada que acaba con demasiadas prisas por cerrar todos los conflictos abiertos (por ejemplo, en el caso de la hija del jefe indio, fuente de tensiones que se resuelven de un plumazo sin mayores explicaciones).

El Mayor Brady llega a un fuerte asediado por los kiowas y comandado por un coronel con el que entrará en conflicto desde el principio. Todo se entiende en cuanto aparece la espectacular melena rojiza de Maureen O'hara, una viuda que ha dado calabazas a todos sus pretendientes pero que cae más o menos rendida ante el recién llegado (un Jeff Chandler bastante flojo). La O'hara y los indios tienen mucho que ver, como se desvelará a lo largo del film; mientras, el Mayor, en su doble labor de combatir a los indios y rendir a la pelirroja recurre a los semínolas para escándalo de los neuróticos habitantes del fuerte, incapaces de entender que para combatir lo indio hay que transformarse en (o ser transformado por) lo que combates.

Seul contre tous


A la espera de poder ver Enter the void en pantalla grande, que a mi alrededor tengo algunos incondicionales de este film, al parecer basado en El libro tibetano de los muertos, me he visto el primer largometraje de Gaspard Noé, Seul contre tous, una mezcla de Zola y, sobre todo, El único de Stirner en el que se nos muestra, a través de la figura de un ex-carnicero, la desaparación de la clase obrera europea y su reconversión en un lumpen proletariado adicto al discurso paranoico de extrema derecha, plasmado en el monólogo interior de corte psicótico del protagonista, hijo de un activista comunista que murió durante la Segunda Guerra Mundial en un campo de concentración, una carencia que se manifiesta en las dificultades que tiene en las relaciones intersubjetivas, percibidas casi siempre como una agresión y vividas como humillación ante la que la única respuesta es la violencia imaginaria. En un momento dado se hace con una pistola con tres balas, como en La diligencia (le primera referencia que me vino a la mente), lo que le provoca delirios de omnipotencia, aunque a esas alturas de la peli el espectador adivina que semejante panoli no es capaz de ir a ninguna parte. Filmada en un scope que a Noé le sirve para mostrar a su personaje en enormes espacios deteriorados (hay un punto gracioso en su obsesión por venir a París y abandonar "las provincias", para acabar feliz y contento en una zona de polígonos abandonados, el París más feo que se ha debido de retratar nunca), el film se va acercando a su punto nuclear, la pulsión incestuosa de su antihéroe, obsesionado con su hija. Si bien el director, con la arrogancia propia de la juventud, considera que la pirotécnica apoteosis incestuosa con la que finaliza el film (da la impresión de que, incapaz de decidirse entre dos finales, metió los dos, uno escondido bajo el ropaje de estallido psicótico) es la pera limonera y va a dejar al espectador patidifuso, aquello no es más que la enésima manifestación de la obligada figura del padre violador (en realidad la otra cara de su impotencia), que ya sabemos que retratar padres fordianos es algo sólo al alcance de Eastwood o Kaurismaki.

viernes, 2 de marzo de 2012

Mujeres con pistolas


Hay un momento hacia el final de Johnny Guitar, durante el duelo final de las heroínas, en que la narración se suspende y se nos muestra el rostro fascinado de los hombres, hasta ese momento enfrentados, y a punto de liarse a balazos, de repente capturados por el fascinante espectáculo de las dos mujeres cara a cara y enarbolando el falo/pistola. Esta intuición visionaria de Ray se expandiría décadas después por todo el cine de acción ( y casi de cualquier género) y avispados productores se llenarían los bolsillos poniendo en manos de atractivas mujeres super falos (eso sí, las feas no tienen derecho a ello), lo que aquí llamamos la figura de la doncella fálica, de la que este western de Nicholas Ray se puede considerar el Urtext y cumbre del género, porque la distancia que hay entre Johnny Guitar y Laracrofes y residentevils y underworldes hay que medirla en años-luz.

jueves, 1 de marzo de 2012

Dios en el exilio



¡Una peli de Béla Tarr en la cartelera madrileña! Y la sala no estaba vacía, ni mucho menos; es más, casi todos los espectadores nos quedamos hasta el final, a ver si por fin pasaba algo en la peli, con la curiosa recompensa de descubrir que se acaba el mundo, pero que lo importante de verdad es que los dos protagonistas dejan de comer patatas, actividad ésta a la que el director que más partido le ha sacado nunca al alquiler de una steadi dedica muchos minutos, aunque no tantos como al ponerse y quitarse ropa, un elemento tan crucial aquí que se nos muestra siempre sin ápice de elipsis, figura retórica a la que el cineasta húngaro sólo recurre para ahorrarnos las dos horas de cocción que le debe de llevar a la chica conseguir cocer las dos patatas que representan todo el condumio diario de los héroes de El caballo de Turín (junto con un par de vasos de aguardiente que de desayuno se mete sin pestañear el padre), sin que haya que renunciar a la esperanza de que en la extended version ese tiempo se nos restituya.


El caballo de Turín no está mal; al comienzo una voz en off nos cuenta la historia del abrazo de Nietzsche a un caballo que está siendo furiosamente azotado por su cochero, y que siempre se cita como su entrada definitiva en la locura. La voz se pregunta por el caballo, y, efectivamente, la imagen nos muestra un caballo lanzado al galope por los golpes de su cochero. Igual es una pista falsa, a partir de ese momento seguimos al cochero y a su hija, que no viven en Turín, sino en una casa perdida en el campo y permanentemente azotada por un viento apocalíptico, y las 30 palabras que pronuncian en toda la película deben de pertenecer al húngaro, porque italiano no es. El padre tiene pinta de patriarca del Antiguo Testamento, o al menos como nos imaginamos a los patriarcas tras Miguel Ángel: a ratos es calcado al Moisés, y también le da un aire al Dios Padre gagá de La Trinidad, de Ribera (uno de los mejores cuadros del Prado). La otra pista bíblica del film son los carteles que nos indican : "El primer día", "El segundo día", y así hasta el sexto, que remiten a la Creación del Génesis, pero al revés. Aquí el mundo se apaga (literalmente) y regresa a las tinieblas indiferenciadas.

Y es que el vaciado narrativo tiene estas cosas, que al texto se le pueden echar encima paletadas de literatura. Comparada con ésta The man from London parece una de James Bond, aunque los protagonistas se rían lo mismo que en ésta, o sea, nada. Aunque es la primera película de Tarr que se distribuye en salas en España (bueno, en Madrid y Barcelona), parte de su obra está en dvd (aunque no la mítica Satántango). Más suerte ha tenido el coguionista, Lázló Krasznahorkai, al que Acantilado le ha publicado varios libros.