Tras verme Meek's Cutoff me saqué de la biblioteca Wagon Master, del que el film de la Reichardt se puede decir que es un spin off. Frente a la doxa new age del cine contemporáneo en la que la verdad es algo oscuro que yace bajo capas de falsas apariencias que el héroe tiene que desenmascarar (para acabar averiguando casi siempre lo mismo, la tópica y tediosa impotencia u obscenidad incestuosa de la figura del padre), Ford visualiza el sentido como una tarea heroica que hay que construir. Nada mejor para mostrarlo que esos planos en los que los mormones tienen que trazar el camino que les llevará a la Tierra Prometida con picos y azadas, o esos alardes invisibles para el profano en el que las carretas trazan por primera vez unos surcos en la arena (como esa nieve virgen que hollaban los protagonistas de The searchers, planos muy complicados de rodar porque tienes que acertar a la primera, cualquier mácula en el plano te lo estropea). La heroica tarea de la comunidad es construir la verdad, ese espacio humano, siempre frágil, en el que pueda desarrollarse la civilización.
Es difícil saber si Wagon Master fue complicada de rodar o Ford se la hizo con la gorra. Ese mismo año rodó Rio Grande, un programa doble majestuoso (aunque de apariencia ligera) en el que el director concentró los temas de su obra anterior y abrió el camino para las descomunales décadas posteriores.
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