sábado, 30 de enero de 2010

Para calassianos madrileños



Hoy cierran las exposiciones Las lágrimas de eros, que se han llevado a cabo en el Thyssen y en la Fundación Cajamadrid. La verdad es que han sido como un ciclo de cine B, con mucho interés cultural al agrupar cuadros de distintas épocas con una temática similar (lo que permitía percibir como, en los cuadros acerca de la expulsión del Edén, Adán iba desapareciendo progresivamente), pero con pocas obras verdaderamente relevantes.
Pero para los que sigan esa asombrosa relectura de la cultura occidental (y de las demás) que está llevando a cabo Calasso desde hace un par de décadas, el montaje de la Fundación Cajamadrid tiene un plus de interés, porque la obra más destacada es un Tiépolo, La muerte de Jacinto, al que Calasso sólo dedica una mención de pasada en El rosa Tiépolo, su última novela/ensayo, pero que a mí me pareció deslumbrante (en cualquier caso, en el hipotético caso de que esta entrada se tropiece con algún calassiano, no hace falta que salga corriendo a ver el cuadro porque está habitualmente en el Thyssen).
El grupo central contiene el tema conocido, Jacinto era un hermosísimo joven que tenía locos a bastantes dioses, entre los que optó por Apolo. Un día en que estaban jugando a lanzar un escudo o unas flechas Jacinto fue golpeado en la embriaguez de la competición por el susodicho escudo o por las flechas (en el suelo hay un carcaj con flechas, aunque lo más desconcertante es la raqueta de tenis con sus pelotas que andan desperdigadas por la parte baja del cuadro, una especie de comentario irrisorio a lo "postmoderno" ¿habría muerto Jacinto de un pelotazo jugando al tenis? No aventuro más hipótesis porque no estoy puesto en iconología e igual meto la pata). Si la escena tiene algo de teatral o de operístico es porque asisten dos grupos de espectadores bien delimitados: a la izquierda parecen acercarse, aunque mannteniendo cierta distancia, una heterogénea pandilla con uno de los famosos "orientales" a la cabeza (famosos, nuevamente, para quien haya leído a Calasso, porque antes no había oído hablar de ellos, y la verdad es que tampoco le había prestado la más mínima atención a este pintor). Su mirada es la de alguien que asiste a una desgracia prevista e ineluctable.
Pero lo que más llama la atención es, en la derecha, la estatua de un sátiro que observa la escena con un indisimulado goce extremadamente obsceno. La estatuta lleva inscrita en su deterioro (le faltan los brazos) el tiempo que ha estado esperando para asistir a este acontecimiento. Que su goce es de índole sexual viene marcado por la mano levantada de Apolo, que está justo a la altura del sexo del sátiro, que por otro lado tiene una carnalidad bastante sensual. El caso es que es una mirada bastante moderna, en el sentido de que anticipa la manera en que, en nuestra modernidad, los medios nos ofrecen el espectáculo de lo siniestro.



Provocación



"resulta sumamente difícil explicar por qué los actos genocidas no consiguieron plena afirmación mientras se efectuaban, por qué incluso en los documentos altamente secretos aparecían enmascarados bajo criptónimos como Umsiedlung, esto es, como "deportaciones", que en realidad significaban exterminio."

(Provocación, Stanislaw Lem [1984], Editorial Funambulista, traducción -muy buena- de Joanna Bardzinska y Kasia Dubla)

El primer ensayo de Provocación es un largo comentario de El genocidio, una magna obra en dos volúmenes que el historiador alemán Horst Aspernicus publicó en 1980. Obra que, evidentemente, no existe. Lem prolonga en este libro el artilugio utilizado en Vacío perfecto, la reseña de obras imaginarias. Imagino que tira de este truco para establecer cierta distancia con el material que trata, que es obvio que le afecta profundamente (leo en el prólogo de David Torres que Lem escapó por los pelos del Holocausto). Lem pertenece a ese conjunto de pensadores que considera que sólo la Teología (o más bien ciertas categorías teológicas) puede hacerse cargo de lo que supuso el masivo asesinato de judíos y las condiciones en que se llevó a cabo. Así, establece una sugerente cadena de razonamientos que sitúa el aniquilamiento como eje central del nazismo, por encima de sus aspiraciones imperialistas, y lo enlaza con el desplazamiento que ha efectuado la cultura occidental de la muerte desde el puesto central que antaño tenía en la experiencia humana hasta el borrado simbólico que se ha ido llevando a cabo en los últimos siglos de progresos sociales y científicos.

Lem hace apasionentes reflexiones acerca del hecho, que habitualmente se da por sentado, de que los nazis obligaran a sus víctimas a ir desnudas a las cámaras de gas, una obligación que les obligaba a una labor de "seducción" (como narra uno de los entrevistados en Shoah). Esa última humillación, que según Lem no se aplicaba a los judíos guerrilleros o combatientes, que eran fusilados con la ropa puesta, no obedecía a cálculos económicos, ya que la mayoría de los judíos eran pobres y poco podía hacerse con una ropa que debía de llegar en lamentable estado. Según Lem, la desnudez de los condenados era parte de la escenografía que parodiaba el ritual del campo de exterminio, y que tenía que ver con la iconografía cristiana del Juicio Final. Así, los SS se veían como amos absolutos que asistían a la condenación inapelable del pueblo "elegido", en una inversión demoníaca, obscena y absolutamente kitsch de las representaciones habituales de la tradición judeocristiana.

(la segunda parte de Provocación es la reseña de otro libro imaginario, Un minuto humano, un intento demencial de narrar lo que hace toda la humanidad en un minuto determinado).


viernes, 29 de enero de 2010

Hoy voy a intentar escribir una entrada muy breve


La película que más feliz me ha hecho en una sala en los últimos años.
La estrenan el 19 de febrero.

jueves, 28 de enero de 2010

It for the weekend & other stories

El tochazo


El único libro de Stephen King que me había leído es La zona muerta, que me compré para leer durante un viaje en tren (como muchos otros lectores compulsivos, soy incapaz de subirme a un tren, metro o avión sin un libro entre las manos) hace 25 años y que no me terminé. Pero la lectura de Mundo maravilloso, de Javier Calvo, me ha abierto el apetito de leer algo de este prolífico autor, una especie de Dumas de nuestra época, que más que lectores tiene groupies fanáticos y que ha sido multiadaptado a la pantalla por directores tan solventes como Kubrick y Carpenter. Como no tenía ni idea de la jerarquía crítica de su obra, metí en Google "mejores libros de stephen king" y aparecieron innumerables listados, parece que cada fan tiene uno, así que elegí el primero, del periódico gratuito 20 minutos.
It encabezaba la lista, así que esta mañana la he buscado en la biblioteca del barrio, más de 1500 páginas, varias baldas ocupaban los ejemplares del escritor, todos manoseadísimos, imagino que correrán rumores sobre sus negros. Mercedes me cuenta que se pasó su adolescencia leyendo a King, y que It le hizo pasar tanto miedo que durmió una semana en la cama de sus padres (una hipérbole). Este finde me quedo de rodríguez en casa, que me toca trabajar, así que me he hecho con un cargamento de dvds y con el libraco éste.

A vueltas con el Génesis

Bresson se pasó décadas dándole vueltas a una adaptación del primer libro de la Biblia, proyecto que al parecer tenía bastante avanzado, y que ponía los pelos de punta a los productores que se acercaban a él (a Carlo Ponti le dijo que no se verían los animales que acompañaban a Noé en el arca, sólo sus huellas, aunque conociendo sus métodos de trabajo, seguro que las imprimía una a una con bichos de verdad).



El último artista en acercarse al Génesis ha sido Robert Crumb, cuya versión ilustrada se publicó el año pasado en España de la mano de La Cúpula. Por los comentarios que he visto, los lectores de Crumb no leen la Biblia, y los periodistas no leen la Biblia ni tampoco a Crumb. La adaptación de Crumb es literal, y hasta consigna las traduciones que ha empleado (la edición española ha tirado del Nácar y Colunga, con ese aire vagamente anticuado que tiene, a medio camino entre la de Cipriano Valera y las contemporáneas, que le va bien a la edición). No hay ironía ni parodia, se ve que el autor se ha empollado la ingente producción iconológica que hay en Occidente alrededor de las principales historias y se ha preocupado de que resulte verosímil el entorno (pre)histórico en que se mueven los personajes. Hay el mismo sexo y la misma violencia que en el texto original (en realidad menos) y lo más interesante es el efecto que produce el separar en viñetas y bocadillos la narración pasmosamente rápida del original, lo que en muchos casos da especial relevancia a réplicas y situaciones por las que uno pasa rápido al leer el texto. No sería raro que el libro se vendiera en las librerías religiosas; como bien dice Crumb al comienzo, en una introducción que demuestra su genuino interés por el proyecto, la diferencia principal entre su adaptación gráfica y las que habitualmente se encuentran en las librerías es que la suya es más literal y respetuosa.


Polanski y los educados ajustes de cuentas de Jacob



Sigo leyendo a saltos el entretenido libro de memorias de Gilles Jacob. si bien sólo me interesan, curiosamente, los cotilleos de los certámenes de los que tengo memoria. En la época en que Bresson llevó El dinero (parece ser que en un pase bastante tumultuoso), en el año 83, Cannes proyectaba un corto antes del largometraje (costumbre que mantienen algunos festivales, como Valladolid, aunque cannes ahora prefiere proyectarlos agrupados y desgajados de la selección oficial), y Bresson exigió que antes de su film no se proyectase nada, y si se hacía, que se estableciera un "cordón sanitario" de unos minutos (¡media hora!) de interrupción entre una proyección y otra (y algo se le concedió).


Pero al personaje al que más páginas dedica es a Polanski y a su paso devastador por la presidencia del jurado. Polanski declaró antes del festival que premiaría a la película que le diera dos horas de placer, y arremetió contra los filmes pretenciosos. Parece ser que machacó todo lo visto hasta el último día (especialmente La belle noiseuse, que sólo tuvo detractores en el jurado); y Jungle fever, una de las pocas que encontró favor a sus ojos, se topó con el odio visceral hacia el director de Whoopi Golberg, también en el jurado y en guerra abierta con Spike Lee desde El color púrpura por lo menos. Barton Fink se proyectó el último día, y Polanski decidió que prácticamente todos los premios se los llevara ella, la Palma de Oro, la Mejor Dirección y la Mejor Interpretación Masculina para Turturro, y dejando claro que se lo daban por Barton Fink y no por Jungle fever, donde también salía (intentaron convencer a Polanski de que se lo dieran a Dutronc por su portentosa recreación de Van Gogh en la igualmente portentosa peli de Pialat, pero al jurado tampoco le gustó el film y despachó al actor diciendo que los holandeses no hablan con ese acento).

Es una pena que los cotilleos no lleguen a la edición del 99, la de Cronenberg de presidente y el escándalo de Rosetta y L'humanité, pero como todo se sabe Almodóvar ha comentado alguna vez (siempre que le hemos entrevistado en Cannes) que, aunque era el favorito junto con Lynch, el canadiense odiaba los filmes de ambos (Todo sobre mi madre y Una historia verdadera), aunque a Almodóvar le cayó la mejor dirección. También nos ha contado la experiencia (despiadada) de ser jurado, y de hecho anunció que dejaba de mandar películas a competición después de participar en uno (por cierto, también se sabe que él vetó a Emma Thomson para la Palma a la interpretación femenina, cosa que la actriz sabe perfectamente).

Cuenta Jacob también, siguiendo con directores españoles, que Saura (y Wajda) declinó el ofrecimiento de ser presidente del jurado, porque no le parecía bien juzgar las obras de sus colegas. Otra anécdota que muestra lo puntilloso que es el presidente del festival, al que sólo he visto cuando recibe a los responsables de las películas de la selección oficial en lo alto de las legendarias escaleras rojas del Palais: Almodóvar hizo unas declaraciones a la prensa (siguiendo esa irrefrenable tendencia a ser un bocazas que tiene) en las que decía que Cannes no se había portado bien con el cine español (que también son ganas viendo como le trata la industria española), comentario que le sentó fatal a Jacob, que le envió una carta con el título de las 73 películas españolas que habían competido en la sección oficial.

miércoles, 27 de enero de 2010

Tres veces Cronenberg

Un temprano padrino

" El único director que se me ocurre que ha explorado esta tierra gris entre el arte y el porno-exhibicionismo con constante éxito (y brillantez) película tras película, sin haber dado un paso en falso, es el cineasta canadiense David Cronenberg"
Stephen King escribió estas palabras a finales de los 70, en un largo ensayo sobre el cine de horror americano que cubre el período que va de los años 50 a los 80, ensayo incluido en el libro La danza macabra, publicado en España por Valdemar. Cronenberg no había dirigido todavía Inseparables, ni La mosca, ni La zona muerta (basada en una novela del mismo Stephen King), ni tan siquiera Videodrome, por lo que el prolífico escritor demostró una notable perspicacia. No sé si le gustó la adaptación que hizo Cronenberg de su novela, que yo no he vuelto a ver desde que la vi en el momento de su estreno y que me gustó bastante, por lo que recuerdo.
Las memorias de Jacob

Ayer me tropecé en la bibliotece del Instituto Francés con el libro de memorias que Gilles Jacob, casi eterno director del festival de Cannes, ha publicado recientemente con el título (algo pomposo) de La vie passera comme un rêve, y que es un conjunto de recuerdos del tipo "estaba comiendo con Clint Eastwood cuando un terremoto sacudió Los Ángeles" o "Alain Delon me llamó furioso porque no le había ido a recoger la limusina prometida al aeropuerto". En el libro aparece la pasmosa lista de nombres que uno puede imaginarse si está interesado en el mundo del cine y sigue la vida de los festivales, y se parece al que publicó Diego Galán no hace mucho sobre el Festival de San Sebastián, con la (insalvable) distancia que separa a los dos certámenes de por medio.

Uno de los relatos habituales se refiere a la dificultad para hacerse con un nombre para el puesto de presidente del jurado (estamos hablando de Scorssese, Eastwood, Lynch, Kar-Wei, ese nivel, vamos). Coppola aceptó y se echó para atrás por desacuerdos con la película de inauguración (New York stories, uno de cuyos sketches era suyo), y Jacob consiguió que Wenders aceptara el puesto después de que Bertolucci le contestara que la próxima vez le eligiera como primera opción. Jacob repescó años después a Coppola para el mismo trabajo, el año en que Cronenberg presentaba Crash, que se llevó el Premio a la Mejor Dirección, si mal no recuerdo, a pesar de que Coppola no la había votado. Jacob cuenta que fue un eficaz y democrático presidente.

Hoy Crash es consideradsa una obra fascinante y clave en el cine de los noventa, pero en su día fue recibida de uñas por buena parte de la crítica, y no sólo por Boyero y sus mariachis, que según me contó Weinrichter casi le pegan a la salida de la proyección del Palais cuando les dijo que la consideraba la mejor película del festival; y hasta Jacob cuenta que fue muy cuestionado por seleccionar este film (yo puedo confesar que me aburrió, a pesar de lo extraordinariamente bien rodado que está).

Cronenberg sería presidente del jurado en la legendaria edición en que se presentaban Una historia verdadera y Todo sobre mi madre (las favoritas de todo el mundo), y en las que vencieron Rosetta (la última película a proyección) y L'humanité, una especie de revisitación hermético metafísica de Simenon con un Maigret autista y santo, de tres horas de duración, que había espantado a la mitad de la crítica (en mi inmodesta opinión una de las cinco mejores películas europeas de los últimos veinte años, y que vi tras peregrinar a Gijón y con veinte grapas recién estrenadas en la cabeza tras hacerme una brecha en la cabeza la misma tarde de la proyección).

La lista de Cahiers

1. Mulholland Drive, David Lynch
2. Elephant, Gus Van Sant
3. Tropical Malady, Apichatpong Weerasethakul
4. The Host, Bong Joon-ho
5. A History of Violence, David Cronenberg
6. La Graine et le mulet, Abdellatif Kechiche
7. A l’ouest des rails, Wang Bing
8. La guerre des mondes, Steven Spielberg
9. Le Nouveau monde, Terrence Malick
10. Ten, Abbas Kiarostami

En la misma biblioteca me tropecé con el último número de Cahiers, donde habían puesto a sus redactores a elegir las mejores películas de la década, para emular a Sire, y por tercera vez a lo largo de la tarde me encontré con el nombre de Cronenberg, atravesando esplendoroso década tras década. En el IMDB aparecen tres proyectos suyos en preparación, del que el más conocido es la adaptación del Cosmópolis de DeLillo que está en marcha de la mano de Paolo Branco (al que le debe de haber caído del cielo un montón de pasta para haberse metido en ese fregado). Como es habitual en estos casos las listas individuales son más interesantes que la lista promedio, en la que en cualquier caso sólo me chirría el Kechiche, para mí un film sobrevalorado (en Francia, porque en España pasó, por contra, injustamente desapercibido), aunque a mí me guste más A.I. (sobre todo en compañía de Minority report, una pareja de films descomunales que abrieron una muy buena década de cine fantástico y de ciencia-ficción) que La guerra de los mundos y tal vez cambiase a Bong Joon-ho por Shyamalan (en mi caso The village, cada uno tiene su Shyamalan favorito).

martes, 26 de enero de 2010

La donación psicótica


Mundo maravilloso es (entre otras muchas cosas) una novela de iniciación, en la que un adolescente de treintaytantos años, Lucas Girault, se encuentra con lo que considera un extraño encargo de su padre, del que nunca supo mucho, en forma de inesperada herencia. La mejor amiga de Lucas es una niña de 12 años que es fanática de Stephen King. Todo el mundo piensa que Lucas es un pederasta y se acuesta con Valentina (nombre de la niña), que tiene brotes psicóticos. Pero ellos sólo hablan. En un momento dado, la relación cambia y Lucas tiene que asumir una función paterna ante Valentina (cuyo padre biológico abandonó la familia años atrás, justo en el instante en que la niña le pedía que le arreglara un despertador). Mundo maravilloso está lleno de gente sin padres (y sin hijos). Lucas Girault está a la altura de la demanda de la Valentina: le hace una promesa (rescatarla de la prisión donde se haya, un manicomio) y la cumple contra viento y marea, pero como buena novela contemporánea que es, el relato que Lucas le entrega para conformar simbólicamente su crecimiento es una narración psicótica, la última novela de Stephen King, precisamente Mundo maravilloso (un pastiche homenaje que escribe el propio Javier Calvo), una narración del corte de La invasión de los ultracuerpos, la fantasía paranoica de un individuo que un día se despierta y descubre que sus vecinos se han convertido en algo diferente, están poseídos por un espíritu extraño (que irónicamente les hace ser amables y simpáticos).

lunes, 25 de enero de 2010

Shoah II



Alejo Moreno, redactor de Días de Cine, ha entrevistado a Lanzmann para un reportaje. Una hora de conversación. Me cuenta un poco de la entrevista, le avisan antes de que no hable de La lista de Schindler, que Lanzmann no quiere. Pero luego es el propio Lanzamann el que saca el tema. Parece ser que es un poco hosco. El reportaje se emitirá el próximo jueves.




La segunda parte de Shoah me pareció magistral. Tengo la impresión de que éste sentimiento era compartido con el resto de los espectadores. Todos salimos en trance, una mujer que estaba sentada a mi lado me comentó que el último superviviente del levantamiento del gueto de Varsovia (cuyo relato ocupa el último cuarto del film) murió hace unas semanas. En el film relata una historia que podría ser de Lem o de Ballard: durante el levantamiento, en cuya primera fase los judíos, prácticamente sin armas, pusieron en desbandada a los nazis, le encargan que contacte con la resistencia polaca para pedirles armas. El gueto está medio destruido, hay cadáveres por todas partes. El enlace consigue salir por un túnel, y aparece en un mundo en el que los cafés están llenos y los cines abiertos. Hay polacos que vigilan los alrededores del gueto para impedir que los judíos salgan de él. Consigue escapar y contactar con la resistencia, pero ésta le deniega las armas. Vuelve al gueto a través de las alcantarillas, pero cuando alcanza la superficie todos sus compañeros han sido ya aniquilados (un año después, sería la resistencia polaca la que se levantaría contra los alemanes, esperando la ayuda de los rusos, que estaban acampados a la puerta de la ciudad, y que no movieron un dedo mientras las tropas germánicas aplastaban la rebelión y no dejaban piedra sobre piedra).



Volviendo a la película de Spielberg, uno de sus grandes aciertos fue visualizar la enorme máquina burocrática que era precisa para llevar a cabo no sólo el exterminio de los judíos, si no el borrado de las huellas. Un mecanismo en el que era preciso contar con una infinidad de eficaces funcionarios, funcionarios que invariablemente declararon posteriormente que desconocían el fin del proceso en el que estaban involucrados. En Shoah aparecen a un par de ellos, retorcidos por una vergüenza obscena. Vemos una hoja de ruta, un documento que era expedido a todas las estaciones por donde pasaban los trenes, con horarios fijados y diversas claves. Un historiador nos cuenta que "no había presupuesto para la destrucción", así que el pago del transporte por tren, para el que la empresa estatal de viajes hacía un descuento especial, "una tarifa de grupo", se sufragaba con los mismos bienes que se expropiaban a los judíos deportados. Tanto la hoja de ferrocarril que resume toda la burocracia que había detrás de las deportaciones como la costosa reconstrucción que hace Spielberg de las hileras de funcionarios que participaban en los inevitables listados a los que los alemanes eran tan aficionados forman parte de las posibilidades (o de las obligaciones) del cine, sin que haya necesidad de excluir ninguna.

domingo, 24 de enero de 2010

Viendo Shoah I




El Círculo de Bellas Artes de Madrid está proyectando un ciclo de la obra de Lanzmann, y ayer le tocó el turno a su película más conocida, Shoah, cuya proyección ha sido dividida en dos partes (aunque han reservado un par de días para un pase de la obra íntegra). Como todo el mundo que ha oído hablar de la película sabe, Shoah dura más de nueve horas, aunque habitualmente su pase televisivo (y su edición en dvd) se divide en cuatro partes. Las cuatro horas y media de ayer se me hicieron agotadoras, y la mitad de los espectadores que había en la sala se marcharon en el intermedio. Cada vez que en los medios se habla del film se repite lo del monumento fílmico y todos esos tópicos que hacen sospechar que el periodista no se ha visto la película, y el propio Lanzmann no se queda atrás cuando habla de eso inmortal e irrepetible que hay en Shoah, unos elogios que suenan un pelín obscenos en boca del autor, pero que ayudan a convertir a esta película en algo inatacable y a cimentar el espacio que Lanzmann se ha creado para lanzar todo tipo de anatemas sobre cualquier otra obra que aborde el exterminio de los judíos, en cualquier caso siempre por debajo de su opus magnum (tal vez sus diatribas más conocidos son las que lanzó contra La lista de Schnidler, supongo que por la relevancia de Spielberg y por el prestigio que alcanzó la película, que a mí me parece apasionante por varias razones y fallida por otras)










De Lanzmann sólo había visto Sobibor previamente, un film con una estructura similar a Shoah pero más asequible (porque dura hora y media, también la pasan en el ciclo), en el que se reconstruye el famoso levantamiento del campo de exterminio a través de las declaraciones de los protagonistas. Sobibor fue desmantelado después de la rebelión, en el año 1943; en Shoah uno de los participantes recuerda que en el 44 no quedaban rastros del campo, uno de los leit motiv que recorren la película es la obsesión de los alemanes por borrar toda huella de la aniquilación. Casi todos los supervivientes formaban parte de las cuadrillas de trabajo necesarias para mantener en marcha la maquinaria, cuadrillas que eran a su vez aniquiladas cada pocas semanas (en algún caso al finalizar el día). Los nazis, antecedentes siniestros de la correción política, prohibían denominar a los cuerpos "cadáveres" o "muertos": el término obligatorio, nos cuenta un superviviente que tuvo que desenterrar a los asesinados, a los que en los inicios improvisados de la Solución Final enterraban, para hacerlos desaparecer más eficazmente, era "Figuren", o sea, muñeco o marioneta, aunque también podían llamarlos "trapos", lo que inmediatamente hace recordar la anécdota que cuenta Primo Levi, cuando su camisa fue usada de manera automática como trapo cuando su responsable en el laboratorio del campo donde estaba internado se manchó.




Shoah se articula a base de entrevistas. Primero se ocupa del espacio donde se encontraban los campos de exterminio. Lanzmann ofrece abundantes panorámicas de los hermosos paisajes centroeuropeos bañados por el sol, bucólicos ríos encuadrados por arboladas riberas. Algunos supervivientes se prestan a volver a esos espacios, señalan en el suelo donde se encontraban las dependencias. Luego pasamos al transporte, hay abundantes planos de trenes, ya que es conocido la función clave que el transporte ferriovario tuvo en el holocausto. Uno de los personajes más memorables de la película es el maquinista perennemente triste del tren que llegaba a Treblinka. A continuación asistimos a varias clases de como funcionaba la maquinaria desde el momento en que los judíos descendían en el campo, en muchos casos conscientes de lo que les esperaba (aunque, como comenta otro de los testigos, "el que quiere vivir está condenado a la esperanza").



Lanzmann consigue incluso que uno de los respnsables de un campo le explique minuciosamente el funcionamiento del mismo, en una larga entrevista grabada (supuestamente, aunque hay algo raro en la escena) con cámara oculta. Tras las habituales disculpas acerca del desconocimiento de lo que le esperaba, el personaje en cuestión se muestra bastante animado y didáctico, y hasta orgulloso de lo conseguido en uno de los campos más "artesanales", Chelmo, donde los judíos eran gaseados en camiones.
Otro de los platos fuertes de Shoah son las declaraciones de los polacos que vivían (y viven) cerca de los campos, como asistieron a la progresiva masacre con bastante indiferencia o con una lástima estereotipada. El director consigue que afloren los prejuicios que todavía anidan, aunque a mí me parece la parte más floja, y Lanzmann recurre a trucos que lo convierten en un proto Moore en versión francesa: a una mujer que confiesa que las judías eran muy guapas porque no trabajaban y traían de cabeza a los polacos le hace decir que ahora viven mejor que antaño, en otro momento coloca a un superviviente visiblemente incómodo que ahora reside en Israel entre sus antiguos conciudadanos (y a la puerta de la iglesia del pueblo donde va a salir una procesión) y empieza a preguntar la razón de lo que ocurrió, hasta que un individuo que se parece a los malos comunistas que sacaba Hitchcock en sus pelis, y que tiene toda la pinta de ser un cebo, se arranca con una historia demencial acerca de un rabino que, cuando iba a ser gaseado junto a su comunidad, se dirigió a ellos para explicarles que tal vez lo que les pasaba era un castigo... porque los judíos habían crucificado a Jesucristo 2000 años antes! De todos es sabido el enorme antisemitismo que anidaba en toda Centroeuropa (y hasta en Francia), y que dio lugar a una larga historia de deportaciones y progroms (recientemente leía en la estupenda Las salvajes muchachas del partido, de Covadlo, como decenas de miles de judíos centroeuropeos -entre ellos sus abuelos-emigraron a América, tanto del Norte como del Sur, alrededor del comienzo del siglo XX, huyendo de ese insoportable ambiente), pero los mecanismos que utiliza el director-entrevistador para que emerjan resultan bastante discutibles.
Esta primera mitad acababa con un documento demoledor, un informe técnico elaborado por una compañía industrial en el que se aconsejaba objetivamente las mejoras que se deberían introducir en los camiones para mejorar su rendimiento como cámaras de gas portátiles.
Esta tarde me veo la segunda parte.










)

viernes, 22 de enero de 2010

Mundo maravilloso




Probablemente, aunque muchos no lo sepan, Javier Calvo es el escritor más leído e influyente de su generación (nació en el 73): cualquiera que tenga la costumbre de buscar el nombre del traductor cuando lee un libro se habrá topado con su nombre, al menos si es aficionado a la novela norteamericana actual publicada por Mondadori, ya que Javier Calvo es el Traductor-Oficial-De-La-Nueva-Narrativa-Norteamericana (apréciese la parodia de Foster Wallace, influencia clara en sus libros). Javier Calvo también tiene una obra narrativa propia, compuesta por seis libros, un blog (http://elblogdejaviercalvo.blogspot.com/), una página web (donde no aparecen los títulos de las obras traducidas, desgraciadamente) y una página en facebook, donde también hay un grupo de admiradores bajo el nombre Yo leo todo lo que traduce Javier Calvo en Mondadori. Antesdeayer el escritor publicaba una entrada en su blog para desmarcarse del grupo al que en tiempos se llamó Generación Nocilla (cuando Nocilla dream empezó a coleccionar ediciones y premios), aunque los más puestos prefieren hablar de Generación Mutante (por una famosa antología de relatos que dio bastante que hablar, o que fue muy bien publicitada) o Afterpop, término acuñado, si no estoy equivocado, por Eloy Fernández Porta, el teórico (junto a Vicente Luis Mora) de un grupo bastante aficionado a la teoría literaria, a veces en una versión punk bastante divertida.
Como apunta al final Javier Calvo, el reconocimiento crítico y editorial de la mayoría de los escritores a los que se engloba en esa denominación (casi todos publican en editoriales importantes y ganan premios y sus libros aparecen las listas de los más vendidos y los más guapos) ha hecho que les resulte inútil y hasta engorrosa. Curiosamente, entre los numerosos escritores que cita, prácticamente el único que no aparece es Agustín Fernández Mallo, al que describe en un post posterior como "el pobre tipo al que le robaron el título de su novela".



"Supongo que se puede decir que Mundo maravilloso es una novela conscientemente tardo-modernista (en la acepción que le da a este término Vicente Luis Mora)"

Mundo maravilloso es un libro muy divertido. Hay un atraco perfecto, en cuyo centro hay un treinteañero algo peterpanesco obsesionado con la muerte de su padre. Hay madres que son versiones postmodernas de la madrastra de blancanieves (con un rostro petrificado por la cirugía estética y la gelidez emocional), y figuras paternas que compiten por ver quién alcanza mayores cotas de obscenidad: Bocanegra, el amo del lado oscuro del ocio ampurdanés, y Farinas, un policía que por ahora (página 200) no aparece demasiado pero que resulta todavía más siniestro que su doble con nombre de pirata. También hay una Lolita completamente desexualizada, una niña de 12 años lúcida y nihilista, adicta a Stephen King (del que Javier Calvo se atreve a hacer un pastiche del que yo creo que sale airoso, si bien no he leído casi nada de él), que además de formar parte de la trama sirve para homenajear a Nabokov.

A mí el libro me recuerda más a los autores que Calvo traduce que a sus compañeros de generación patrios, por lo que secundaremos su petición de que le borren en Wikipedia como miembro de la generación nocilla.

jueves, 21 de enero de 2010

La Jetée, por primera vez


Voy a confesar públicamente, cual pecador presbiteriano, uno de los secretos mejor guardados de mi periplo cinéfilo: hasta esta mañana no había visto La jetée, dato que por supuesto me callaba cuando, a menudo, salía el nombre del mediometraje de Marker en cualquier conversación (tampoco he visto Sans soleil, pero como mi hermana me ha regalado el pack Marker podré también solventar ese agujero en mi currículum).





La jetée es un film post apocalíptico que gira, muy hitchcockianamente, en torno a la imago primordial, la de una mujer que al protagonista se le queda grabada en la infancia y que posteriormente intentará recuperar de la mano de una figura paterna extremadamente siniestra, el Científico loco, una especie de Mengele que manda prisioneros al pasado tras una devastadora guerra nuclear. Como todo el mundo sabe, La jetée está construida con fotografías, y tiene el detalle de ahorrarnos la parafernalia aparatosa de los filmes de ciancia-ficción habituales: aquí la gente viaja en el tiempo con unos electrodos y una inyección, lo que no quita para que esta peli tan influyente haya conocido relecturas tan megalómanas (e interesantes) como 12 monos o Terminator.


Dado que no es del todo imposible que alguien lea esta entrada y tampoco haya visto esta película (que no llega a la media hora de duración), termino recomendándola encarecidamente, y más si se es aficionado a la ciencia-ficción y a las historias de amor tristes y hermosas.

miércoles, 20 de enero de 2010

Sherlock Holmes


"...reparte sus horas entre la filosofía y la apicultura"
(Introducción del Doctor Watson a El último saludo de Sherlock Holmes)
Por lo que aprecio en la publicidad, Guy Ritchie ha erotizado notablemente a una de las parejas de hecho más famosas de la historia de la literatura, una pareja de solterones (aunque en algún momento de su dilatada convivencia Watson aparece casado) que vive apaciblemente en un mundo de hombres que se ve entretenidamente afectado por conmociones que vienen indefectiblemente del mundo exterior, entendido éste como a) mujeres y b) extranjeros, empeñados en traer sus cuitas pasionales a un Londres algo espectral que aparece como una perfecta red semiótica en la que los correos y los trenes (los sistemas de comunicación) funcionan asombrosamente bien.
Conan Doyle fue un prolífico autor fagocitado por su personaje más conocido; en la edición en la que leo los últimos cuentos del detective, la de Anaya en la impecable colección juvenil Tus libros, Juan Tébar se ve en la obligación de aclarar en una nota a pie de página que Sherlock Holmes (y Warson, que es el narrador de las historias) es un ser de ficción, y que el verdadero escritor es Conan Doyle, del que en los últimos años Valdemar ha ido publicando muchos de los libros que escribió fuera del corpus holmesiano. Doyle acabó sus días entregado a la práctica y a la publicidad del espiritismo, tal vez convencido de que no sólo el alma de los muertos si no hasta las de los seres de ficción que creamos conviven con nosotros.



He recordado al tropezarme con el cartel de la película que en mis periplos festivaleros he entrevistado tanto a Jude Law (por My blueberry nights) como a Robert Downey Jr (Kiss kiss, bang bang), en ambos casos los dos tenían pinta de haberse corrido una juerga importante la noche anterior y parecían tener todavía menos interés que yo en la entrevista, lo que ya nos aproxima a magnitudes cercanas a la nada más absoluta, aunque recuerdo que Jude Law se enderezó algo en la silla cuando la cámara empezó a funcionar, y al finalizar le pedí que se quitara las gafas de sol un momento, porque iba con el encargo de averiguar si sus ojos eran tan azules como se ve en la patalla (y lo son). Robert Downey sólo pareció animarse cuando dije que la entrevista había terminado, sin haber consumido los cuatro minutos cronometrados que tenía para hacerla.

martes, 19 de enero de 2010

Elogio del amor


(Foto robada del blog NO HAY TAL LUGAR, de Cristina Rivera Garza)

Dos cuentos de los sesenta


".. y después, mirando por las ventanas, vio que el lugar estaba vacío"

John Cheever, El nadador


"entre tantos desconocidos donde nadie sabía nada de los otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia delante, exclusivamente hacia delante"

Julio Cortázar, La autopista del sur

Los dos cuentos son de mediados de los sesenta y se cuentan (merecidamente) entre los más conocidos de sus respectivos autores. Los dos comienzan con una escena anodinamente realista (un matrimonio bien toma un aperitivo en el chalet de unos vecinos, un ingeniero vuelve a París tras haber pasado el fin de semana en el campo) para tomar un desarrollo que los sitúa sutilmente en el ámbito de la literatura fantástica: el protagonista del cuento de Cheever decide volver a su casa a través de las piscinas de las casas que le separan de la suya; por el camino vamos percibiendo cambios en la apreciación social del personaje para acabar descubriendo que en esta especie de Odisea paródica asistimos al deterioro de toda una vida; en el de Cortázar un embotellamiento adquiere tintes míticos al prolongarse indefinidamente, se suceden las estaciones sin que ninguna instancia parezca tomar cartas en el asunto, nunca conocemos a qué es debido la inmovilidad de los coches, según pasa el tiempo se forman proto estructuras sociales que, al final, sospechamos son frutos de la ensoñación del protagonista, y de sus anhelos de verdaderos vínculos sociales.



lunes, 18 de enero de 2010

Lanzmann en Madrid


Lanzmann viene a Madrid esta semana, a presentar, entre otras cosas, un ciclo sobre su obra en el Bellas Artes, que incluye una proyección íntegra (el próximo jueves) de Shoah, aunque para los blandos también habrá proyecciones de la película dividida en dos partes (de más de 4 horas y media cada una).
Hoy viene una entrevista en El País en la que vuelve a meterse con La lista de Schindler y La vida es bella, entre otras cosas bastante (más) interesantes.

domingo, 17 de enero de 2010

Belinchón me alegra el día


Gregorio Belinchón tiene tan buena planta como Clint Eastwood. El viernes glosaba una biografía sobre el director en un artículo que es una involuntaria obra maestra del humor. Patrick McGilligan, al parecer reputado escritor de biografías de gente del cine, se encontró con bastantes problemas cuando escribió 800 páginas mostrando la cara oscura de Clint Eastwood. No sé qué escandalosas revelaciones anidarán en el libro, pero lo que cuenta Belinchón es para partirse de risa.
Resulta que:
- Eastwoos no iba de niño tanto al rancho de su abuela como dice
- Ha exagerado sus éxitos escolares
- Ha sido socorrista
- No fue a la guerra de Corea porque estaba de instructor
- Consiguió entrar en el mundo del cine porque era alto y bien parecido
- Ha ligado mucho
- No ha ganado ningún Oscar como actor
- Es un tacaño y el pavo que le manda la Warner el Día de Acción de Gracias se lo da a su madre (Clint Eastwood es vegetariano), aunque McGilligan lo cuenta así; "Cada año exige un pavo congelado a Warner para regalárselo a su madre en el día de Acción de Gracias"
- Nunca ha pagado en un restaurante (en este caso se entiende que desde que es famoso, es probable que Brad Pitt o Cristiano Ronaldo tampoco tengan que pagar nunca en los restaurantes)
- Es un machista porque saca a sus novias haciendo de putas en las películas, aunque no queda claro qué ocurre cuando en el guión no hay ninguna (yo juraría que alguna vez he visto a Sandra Locke haciendo de heroína casta, pero probablemente esté equivocado)
- No se va de copas con los guionistas. Además, rueda lo primero que le cae en las manos. Leyendo el artículo, da la impresión de que cualquiera se acerca a Eastwood con un guión escrito a mano y le dice: "anda, rueda ésto; mira, he metido un zorrón para que coloques a tu chica", y el director coge el teléfono y llama a Morgan Freeman y a Gene Hackman y les dice que si tienen la tarde libre que se van a poner a rodar una peli, y que no sabe de qué va porque él no se lee los guiones pero que ya verán.
- Pero lo mejor es este comentario: "No guía a los actores, le suele valer la primera toma y todo lo rodado suele estar en pantalla. No me parece que ésos sean los mimbres de un genio del cine"; un comentario que también valdría para John Ford (o Aki Kauriasmaki, que comentaba que él produce -como Eastwood- sus películas y los descartes no los hace en la moviola sino en el guión, y que todo lo que rueda se ve en la pantalla). La verdad es que uno pensaría lo contrario, que un director que a la primera acierta con lo que quiere y que es tan infalible que todo lo que rueda es válido es el paradigma del genio, pero se ve que a Mcgilligan le molan los directores que ruedan con 15 cámaras y cuyas secuencias extras en el dvd duplican el metraje original, cada cual tiene sus querencias.
Aquí el artículo:

sábado, 16 de enero de 2010

La Deidad Oscura


El último vestigio que queda en Occidente del delito de blasfemia es la prohibición legal expresa que existe en muchos países (entre ellos España) de negar el Holocausto (que es un término teológico). Uno podría preguntarse quien se entretiene dedicando su tiempo a desarrollar teorías que en condiciones normales te llevarían a codearte con chalados que han contactado con marcianos y con asociaciones que se dedican a demostrar que la tierra es plana, pero que en la práctica hace que te prohiban la entrada en algunos países, aunque te paguen las vacaciones en Irán, donde reina el erudito más conocido en la materia, el inefable y siniestro Ahmadineyad (tan parecido al inocuo y posmoderno farsante de Close-up). Pero al parecer sí que los hay, y hasta la corriente tiene un nombre, el Negacionismo, cuya última lumbrera conocida, al parecer, es un cardenal que ha visto fotos aéreas de los campos de exterminio donde no se aprecia la sombra de las chimeneas de las cámaras de gas, lo que para el resto de los mortales sería un indicio de que la foto se ha hecho al mediodía, cuando el sol cenital no proyecta sombras, pero que para él es una indicación de que hay mucho mito en eso de que hubiera campos para gasear judíos.
Toda esta larguísima introducción para contar lo de siempre, que en nuestra contemporaneidad el horror se ha convertido en el único espacio en que parece que se puede articular algo de del orden de la verdad, o más bien, dado que es improbable que nada se articule ahí, la única verdad que se considera es esa experiencia. La última prueba la vi anoche, mientras hacíamos el especial de Informe semanal sobre el terremoto en Haití, donde se aplicaban epítetos a la catástrofe que antaño se reservaban a la divinidad: inimaginable, indescriptible, inconmensurable...



La sangre y el ámbar, el libro de viaje de David Torres por Polonia, abunda también en comentarios de este tipo, con esa engolada retórica que siempre se descubre en los medios de comunicación. En una visita a un campo de concentración, descubre a un lado el cementerio católico de la ciudad: "La tapia señalaba el lugar donde los muertos tienen todavía un nombre, una genealogía, un orden, un lugar en el mundo", una buena idea estropeada por el alargamiento innecesario de la frase, que parece buscar el aplauso final de la platea.


Shoah acaba de editarse en dvd en España, pero yo me he tropezado con una edición escrita de las entrevistas (Arena libros, 2003, traducción de Federico de Carlos Otto), ordenadas con un fraseo similar al de la sucesión de subtítulos, y sin más indicación que el nombre del entrevistado, con lo que no hay apoyo audiovisual para interpretar la relación de las palabras con su enunciación: a veces es difícil saber si la persona que habla está nerviosa, incómoda, molesta, lo que dota al libro de una gelidez aterradora.

jueves, 14 de enero de 2010

Un condenado a muerte se ha escapado


Un condenado a muerte se ha escapado (un título que es el spoiler más famoso de la historia del cine) es una variación evangélica del mito platónico de la caverna. El protagonista debe escapar de la prisión en la que se halla preso, y para ello recibirá la ayuda de un par de sacerdotes que funcionan como ángeles de la guarda y como destinadores simbólicos que le pasan pistas en forma de citas de los evangelios (es conocido que el subtítulo del film hace referencia al Espíritu, "El viento sopla donde quiere").
A Bresson le debían de gustar las historias carcelarias, además de ésta tiene El proceso de Juana de Arco, y la tercera parte del metraje de El dinero transcurre en una prisión, sin contar con que su primer film, Los ángeles del pecado, se desarrolla tras los muros de un convento. Se ve que para el director la condición del hombre es la del encerramiento. Pero el film no tiene nada de una alegoría abstracta, al contrario: basada en una historia real, a Bresson le preocupaba que Andre Devigny, el referente del teniente Fontaine, protagonista del film, encontrara falsas las peripecias, preocupación vana pues parece ser que se quedó impresionado con la fidelidad con que se reflejaba la parte más ficcionalizada, la de la relación del condenado con su imprevisto compañero de celda y de escapada, un chusmilla adolescente con pinta de chapero, mimado y consentido, que se apunta al ejército alemán por divertirse y que acaba en la cárcel por pegarle un tiro a un policía mientras jugaba con su arma.
La película se centra en la meticulosa preparación de la huida, con lo que Bresson tiene la excusa perfecta para dedicarse a uno de sus planos favoritos, el de unas manos entregadas a una actividad manual que requiere atención, todo punteado por una voz en off, también recurso bastante recurrente en el Bresson de aquellos años.



El programa ideal para acompañar Un condenado... es la relectura "demoníaca" que realizó hace un par de años el videoartista Steve McQueen. Hunger también está basada en hechos reales (la huelga de hambre de varios presos del IRA en las cárceles norirlandesas de principios de los 80), también transcurre en una prisión en que los presos son torturados y también hay curas de por medio, aunque aquí certifican el fracaso del trayecto que elige el protagonista, que es el de la autodestrucción. Aquí las manos intervienen no para dibujar un relato hacia la salvación, sino para trazar círculos infernales a base de heces y orina, una metáfora del callejón sin salida que espera al protagonista, finalmente reducido en un cuerpo/cadáver al que ha abandonado todo vestigio de trascendencia.

miércoles, 13 de enero de 2010

Addenda a Una de los nuestros


...her shy -immortal face
(Emily Dickinson, 1859)


I like a look of Agony,
Because I know it's true -
(Emily Dickinson, 1862)


Una de las obras de Cristina Lucas es un vídeo en el que se glosa un texto de Virginia Wolff en el que la escritora recoge varios testimonios a lo largo de la historia en los que se compara a las mujeres que llevan a cabo una labor creativa, sobre todo en el ámbito de la escritura, con perros que caminasen sobre sus patas traseras. Las mujeres que aspiraban a encontrar un hueco en el espacio de la palabra pública eran poco más que objetos circenses, y varias obras ridiculizan a las damas que se las daban de cultas, si bien hay que recordar que parecido destino les aguardaba a los escritores (y científicos) de las colonias que aspiraban a compararse con sus colegas de la metrópoli (el tiempo tiene curiosas formas de venganza, y ya hace décadas que la literatura en español y en inglés se ha desplazado a los territorios de ultramar).



Parece haber consenso acerca de la razón por la que Emily Dickinson no publicó prácticamernte ningún poema en vida: su padre, al que idolatraba, era de los que denostaban a las mujeres que publicaban. Sin embargo, la Dickinson nunca pensó en destruir su obra tras su muerte (el mito de Kafla), y se encontró su ingente obra poética perfectamente copiada en impolutos cuadernos. Escribió casi 1.800 poemas, una burrada en términos convencionales aunque una producción normal si tenemos en cuenta que se tiró más de 25 años prácticamente recluida en su habitación, sin otra ocupación que escribir sus intensísimos poemas y cartas igualmente poderosas, de las que Lumen ha publicado una selección este año de la mano de Nicole D'Ammonville Alegría, que también es la traductora de la antología de poemas que leo en estos momentos (a la escritora siempre se la publica en antologías, claro). También tenía muy buena mano con los pasteles, dando origen tal vez a la curiosa y espléndida estirpe de poetas pasteleros.


(En el vídeo de Cristina Lucas -Tú también puedes caminar- todos los perros de un pueblo de la Andalucía profunda se ponen al alimón a andar sobre sus patas traseras y desfilan de esta guisa ante la atónita mirada de sus dueños, que no salen de su asombro ante tamaña manifestación)






































martes, 12 de enero de 2010

Una de los nuestros


En este suplemento de El Mundo resuelven que Cristina Lucas, una de los/as artistas que más admiro, es una de los indispensables de la década, e ilustran con una fotofija de su vídeo Habla la introducción al artículo.
Leyéndolo me entero de que la próxima aparición de la artista en nuestro país será en Murcia y en marzo (http://www.pacmurcia.es/).

Y como me llena de alegría esta noticia de reconocimiento en medio de este neblinoso día, aquí lo consigno. Ojalá la artista se avenga algún día a adornar su curriculum con una página web en la que podamos visionar sus trabajos y disfrutar de su ácida y divertida revisión de los roles.

http://abbascontadas.blogspot.com/2009/11/cristina-lucas-y-el-elogio-del.html

Drácula lee a Heidegger



Me llevé a mis hijos mayores a ver la adaptación de la novela de Bram Stoker que Ignacio García May ha preparado para el Centro Dramático Nacional. Por el camino hablaban de videojuegos y series de televisión, un mundo para mí ignoto y al que no creo que acceda en lo que me queda de existencia. Para ellos los vampiros son seres que viven en sociedad: no han visto las adaptaciones de Tod Browning, Terence Fisher o Coppola, donde Drácula era una encarnación solitaria del mal. Ellos conocen Blade, Crepúsculo o True blood, donde los vampiros son ya mogollón, no la encarnación del Otro siniestro sino más bien unos vecinos tirando a raros.


García May mantiene el tono y el ambiente victoriano de la novela, los diálogos anticuados hacen que los actores tengan un punto hierático que a mi hija no le gustó, aunque uno entra en el juego. La obra cuenta con que el espectador conoce toda la descendencia de la novela, que por otra parte Mercedes (la especialista en literatura fantástica) me confirma que más que un relato fundacional es una summa que acertó a fijar al personaje del vampiro. Yo la leí hace décadas y me pareció premiosa; también en la obra uno se impacienta porque, a estas alturas, todos sabemos quién es Drácula y no acabamos de entender por qué los personajes tardan tanto en descubrir la naturaleza de su misterioso visitante.



Pensaba yo que tal vez mis hijos se habrían aburrido con la obra, pero no, mi hijo la calificó de "mazo de guapa", que para los que no estén puestos en las categorías teóricas de la Estética hegeliana indica un alto grado de excelencia. García May ha obviado el carisma erótico que suele tener el vampiro en las versiones cinematográficas, y le ha dotado de un halo romántico y maldito que no recuerdo que tuviera en un principio: como si hubiera leído a Heidegger, clama que la condena a la eternidad priva de sentido a su existencia; a su discípulo Reinfeld le dice que, lejos de encarnar una hipertrofia del principio de la Vida más allá del bien y del mal, él es un no-muerto incapaz de disfrutar de su existencia. En ese sentido, el final del personaje tiene una grandeza sacrificial que tampoco me suena de la novela (aunque no recuerdo casi nada de ella) y que parece deber más al Rutger Hauer de Blade runner.

lunes, 11 de enero de 2010

La felicidad regalada


Esta mañana había una luz inusual en la calle. El cielo estaba despejado y el manto blanco que cubría el suelo reflejaba su luminosidad azulada. Todo estaba inundado de una luz perfecta y uniforme, y los chavales volvían con la cara radiante de alegría tras descubrir que las clases se habían suspendido. Mi hijo estaba remoloneando por casa hasta que le han llamado para decirle que no había instituto, y en seguida se ha vestido para entregarse al lujo de las batallas de nieve. Los estudiantes llevan tres semanas de vacaciones, pero la alegría que se veía en todos era la de lo inesperado y gratuito, así que iba a escribir una entrada a lo Montaigne acerca de que no hay felicidad más grande que aquella que se nos da inesperada y regalada, pero como este es un blog posmoderno y propio del siglo XXI, basta con la enunciación de las intenciones.


Hacía frío, claro, pero en el metro leo La sangre y el ámbar, un libro de viajes en el que David Torres elige el invierno para darse una vuelta por Polonia, y allí estaban a 20 grados bajo cero cuando el escritor estuvo por allí. En la solapa me entero de que David Torres ha sido guionista de Al filo de lo imposible, un programa donde los que escribimos este blog tenemos buenos amigos (la gran Carmen Portilla. directora que en su día compartió con Susana tareas de producción en Curso de español, y María Belmonte, que vino a caer en Días de cine en mi lugar tras alguna discusión sonada con Gasset).

Las fotografías corresponden a un recuerdo monstruoso de la arquitectura estalinista, el Palacio de la Cultura y de la Ciencia, de Lev Rudniev.

"Cuando se inauguró, en 1955, se convirtió en el segundo edificio más alto de Europa. Todavía hoy domina todas las perspectivas del centro de la ciudad. Con semejante mostrenco, Bierut, el perro faldero de Stalin, logró al fin olvidar una de sus fantasías fálicas: castrar las torres de las iglesias de Varsovia."

El libro tiene este estilo de periodista, pero es muy ameno, por lo que llevo leído, y la historia de Polonia es apasionante. Hace unos meses en El País se metían con su gobierno porque no colaboraban en la penúltima bajada de pantalones de la Unión Europea ante el neozar estalinista Putin, y porque los polacos estaban encantados de que los americanos (y encima Bush!) les pusieran unas defensas contra los rusos que a estos les molestaban mucho, como si hubieran tenido alguna vez aviesas intensiones contra sus vecinos del oeste; pero bueno, esperar que los periodistas sepan algo de historia tal vez sea excesivo.

Las fotos las he sacado de esta página http://foro.meteored.com/reportajes+de+viajes+pueblos+naturaleza+y+montana/varsovia+congelada+fotocronica+de+mi+viaje+al+invierno+con+mayusculas-t8608.0.html , hay más de Varsovia y están muy bien.

sábado, 9 de enero de 2010

Oceanografía del tedio


Son las cinco de la madrugada, una hora perfecta porque la calle y la casa están en completo silencio, y parece que este momento suspendido se va a prolongar eternamente. En unos minutos me llegará el ruido de los primeros autobuses, que siempre imagino vacíos o con un viajero misterioso (alguna vez me ha tocado ser ese viajero), un par de horas más tarde se colarán por la ventana las primeras luces del día y mucho después, puesto que hoy es domingo, se levantarán mis hijos, directos al ordenador y a la videoconsola.

Después del palizón de la semana dedicada a la Presidencia Europea ayer fue un día explícitamente dedicado al aburrimiento. Todo el día en casa con la bata puesta (antaño yo era el único miembro de la familia que tenía una bata, como si fuera el fetiche que asignara la preeminencia simbólica del orden patriarcal en mi familia, pero tanto el deseo mimético como los aires deconstructores del orden logocéntrico/falocrático se han extendido por mi entorno, y todos han recibido de regalo navideño sus respectivas batas, con lo que ayer mi mujer y mis hijos también se quedaron en casa con la bata puesta, haciendo uso del derecho a no hacer nada que otorga esa prenda de vestir desde tiempos ancestrales, o al menos desde Galdós), leyendo en la cama y comiendo a deshoras.


Por la mañana salí un momento a devolver unos libros y dvds a una biblioteca que me pilla muy lejos, pero convencí a mi mujer para que me llevara en coche (yo no conduzco). Es una biblioteca que me gusta mucho porque tiene muchas películas de Bresson y porque tiene un servicio de autopréstamo del que me valgo para sacarme libros con los carnets de mi mujer y mis hijos (a los que, de hecho, les he obligado a que se hagan el carnet para este menester). Siempre que voy saco diez libros o más. Mi mujer no entiende que cargue con tanto libro cuando es obvio que no tengo tiempo de leerlos, pero siempre le tengo que explicar que el placer de comprar libros (o de sacarlos de la biblioteca, que es algo parecido en versión económica) es diferente al de leerlos.


Por la tarde vi con mi hija Una noche en la ópera. Mi hija no había visto ninguna película de los Hermanos Marx; ahora ya conoce el origen de la expresión "esto parece el camarote de los Hermanos Marx". No recordaba la película, sólo las réplicas de Groucho. Cada secuencia es un caos originado por alguno de los hermanos, la trama es un intento in fructuoso de que la sucesión de gags tenga un mínimo sentido. Me encantó una escena que era una utopía de promiscuidad erótico-social, los polizontes que viven escondidos en el baúl de Groucho durante la travesía por el mar hacia Nueva York se escapan la última noche para comer algo y acaban en la cubierta de tercera, atestada de emigrantes europeos. Como van a llegar a puerta se ve que celebran una fiesta, un potlach en el que hay una mesa con una cantidad inverosímil de comida, ante su sorpresa les sirven un plato enorme sin preguntarles nada, primero una torre de espaguetis, luego van añadiendo más comida encima, salsa, una mortadela entera, una hogaza de pan, una botella de vino... Cuando terminan de comérselo todo se hacen cargo de un arpa y un piano que hay por allí y cantan una canción, de repente todo el mundo va vestido con trajes regionales y se pone a bailar, primero de manera algo caótica, pero después la cámara se eleva y en un contrapicado se nos ofrecen figuras perfectas, geométricas, que se hacen y se deshacen como en un caleidoscopio. Luego la cámara se sitúa a ras del suelo y filma las piernas de las mujeres que quedan al aire con los giros vertiginosos, luego vemos caras de niños embelesados con la música. Al final suben los pasajeros de primera al puente y el malo de la peli señala que los músicos y el cantante son polizontes, y la seguridad del barco desbarata la fiesta.

Dancing with the King

En el Real


He estado un par de días viviendo en el Teatro Real, preparando la retransmisión del Acto Inaugural de la Presidencia de la Unión Europea, lo que en teoría me tenía que haber ilustrado acerca de los mecanismos que rigen las esferas donde se mueve el poder de verdad, aunque lo único que puedo decir es algo que se sabe desde siempre, que el poder reproduce la estructura del cosmos y que se articula mediante círculos concéntricos que se van alejando progresivamente del centro irradiador.


Aquí tenemos el núcleo duro del poder simbólico en España, la Reina justo en el eje de la imagen, los Príncipes ligeramente desplazados, las mujeres cerrando la imagen. lo que se puede leer como cierta marginalidad o como que lo femenino es el alfa y el omega del poder: lo centra y lo cierra. En medio, los hombres siempre parecen más incómodos que sus mujeres. Confieso que las tres que aparecen en la foto me gustan bastante y me caen bien, y que tienen pinta de ser bastante más inteligentes que sus respectivos consortes.



¿Hablan de fútbol o de mujeres? Siempre bajo la mirada indulgente femenina, que mira con ternura la eternamente adolescente camaradería masculina, mientras que ellas parecen saber que lo suyo es la competencia feroz. En el equipo de TVE circulan anécdotas entre los veteranos de los eventos gordos sobre las medidas de seguridad que impone la Casa Real, más arbitrarias que draconianas, con lo que me temía que en cualquier momento nos hicieran levantar el portaviones en forma de unidad móvil que teníamos para emitir la muy sobria ceremonia y el espectáculo posterior, o que no dejaran entrar a la mitad del equipo porque habíamos puesto mal los acentos en el listado que mandamos a seguridad, pero luego el control fue estricto pero lógico, inferior al que he vivido en algún pase de prensa de películas de Tom Cruise, donde te requisaban el móvil y te cacheaban.



En el Telediario me enteré de que era la primera vez que María Pagés y Tamara Rojo coincidían en un escenario; yo a un tabique de vivir en directo un acontecimiento tal (sin duda una metáfora de la famosa conjunción cósmica de los dos astros del firmamento progresista a la que asistiremos en los próximos seis meses, astros que sobre todo han coincidido en la ideológicamente avanzada decisión de mandar más soldados a Afganistán, país poblado por extraños lugareños a los que no les hace gracia que su tierra se llene de soldados extranjeros prestos a despanzurrar a sus familiares y vecinos) y me lo perdí, supongo que porque ni la danza ni el flamenco me dicen gran cosa, aunque parece ser que lo que más llamó la atención es que Tamara Rojo bailara con un par de bailarines cubanos.



En El País (que es de donde saco la información, porque anoche lo único que quería saber era cuando podía empezar a desmontar el inmenso dispositivo para terminar pronto y no morir congelado) Roger Salas arremete contra lo que juzga una elección de índole político que adjudica a Moratinos (la información de que la Sinde no tenía ni idea del programa se la podía haber ahorrado porque era obvia), aunque igual era por ahorrar, tal vez el caché de los bailarines cubanos en horas bajas sea inferior al de los españoles, que los de Prisa se han vuelto unos malpensados.


(El) Aire (de) Nuestro (tiempo)


En medio de ese maremágnum de preocupaciones me leo el último libro de Manuel Vilas, que se vende como novela pero que en realidad es un conjunto de relatos pegados mediante un prólogo en el que se nos informa de que lo que leemos son los programas de un canal de televisión del futuro, Aire Nuestro. El prólogo es una versión trash y desmelenada del famosísimo cuento de Borges sobre aquel mapa tan grande que suplanta la realidad que se supone que cartografía, probablemente el relato que más cerca se ha encontrado de anticipar internet. Mi hermana me contó que el libro era una soberana y escandalosa gilipollez, y los amigos de Vilas han escrito por todas partes que es una obra maestra. En la solapa se nos avisa de que Manuel Vilas, además de haber nacido en Barbastro en 1962, "practica ya, como otros escritores de su generación, una forma de narrar del siglo XXI", lo que tal vez sea el mejor gag del libro. A mí los cuentos me recuerdan a las historias de Muchachada Nui: en el Purgatorio Sergio Leone se queja de que los number one estirados, como Bergman y Dreyer, le miran por encima del hombre; o se forman imposibles parejas de poetas, Lezama Lima con Ginsberg, Reynaldo Arenas con Philip Larkin, Lorca con Whitman (los estiradillos de la pandilla), cosas así. Las distancias largas no se le dan bien y los cuentos más extensos pierden fuelle hacia el final, o igual son largos porque no sabe como rematarlos y se los quita de encima, como uno en el que se aparece Elvis al autor para que lleve a cabo un atentado, que empieza bien y se desinfla en la conclusión (bien, siempre se puede justificar diciendo que hace estallar las expectativas narrativas). A mí me parece divertido, pero si me voy a tirar el siglo XXI leyendo esto, igual me paso a las contrarreformistas huestes decimonónicas.