Bresson se pasó décadas dándole vueltas a una adaptación del primer libro de la Biblia, proyecto que al parecer tenía bastante avanzado, y que ponía los pelos de punta a los productores que se acercaban a él (a Carlo Ponti le dijo que no se verían los animales que acompañaban a Noé en el arca, sólo sus huellas, aunque conociendo sus métodos de trabajo, seguro que las imprimía una a una con bichos de verdad).
El último artista en acercarse al Génesis ha sido Robert Crumb, cuya versión ilustrada se publicó el año pasado en España de la mano de La Cúpula. Por los comentarios que he visto, los lectores de Crumb no leen la Biblia, y los periodistas no leen la Biblia ni tampoco a Crumb. La adaptación de Crumb es literal, y hasta consigna las traduciones que ha empleado (la edición española ha tirado del Nácar y Colunga, con ese aire vagamente anticuado que tiene, a medio camino entre la de Cipriano Valera y las contemporáneas, que le va bien a la edición). No hay ironía ni parodia, se ve que el autor se ha empollado la ingente producción iconológica que hay en Occidente alrededor de las principales historias y se ha preocupado de que resulte verosímil el entorno (pre)histórico en que se mueven los personajes. Hay el mismo sexo y la misma violencia que en el texto original (en realidad menos) y lo más interesante es el efecto que produce el separar en viñetas y bocadillos la narración pasmosamente rápida del original, lo que en muchos casos da especial relevancia a réplicas y situaciones por las que uno pasa rápido al leer el texto. No sería raro que el libro se vendiera en las librerías religiosas; como bien dice Crumb al comienzo, en una introducción que demuestra su genuino interés por el proyecto, la diferencia principal entre su adaptación gráfica y las que habitualmente se encuentran en las librerías es que la suya es más literal y respetuosa.
Polanski y los educados ajustes de cuentas de Jacob
Sigo leyendo a saltos el entretenido libro de memorias de Gilles Jacob. si bien sólo me interesan, curiosamente, los cotilleos de los certámenes de los que tengo memoria. En la época en que Bresson llevó El dinero (parece ser que en un pase bastante tumultuoso), en el año 83, Cannes proyectaba un corto antes del largometraje (costumbre que mantienen algunos festivales, como Valladolid, aunque cannes ahora prefiere proyectarlos agrupados y desgajados de la selección oficial), y Bresson exigió que antes de su film no se proyectase nada, y si se hacía, que se estableciera un "cordón sanitario" de unos minutos (¡media hora!) de interrupción entre una proyección y otra (y algo se le concedió).
Pero al personaje al que más páginas dedica es a Polanski y a su paso devastador por la presidencia del jurado. Polanski declaró antes del festival que premiaría a la película que le diera dos horas de placer, y arremetió contra los filmes pretenciosos. Parece ser que machacó todo lo visto hasta el último día (especialmente La belle noiseuse, que sólo tuvo detractores en el jurado); y Jungle fever, una de las pocas que encontró favor a sus ojos, se topó con el odio visceral hacia el director de Whoopi Golberg, también en el jurado y en guerra abierta con Spike Lee desde El color púrpura por lo menos. Barton Fink se proyectó el último día, y Polanski decidió que prácticamente todos los premios se los llevara ella, la Palma de Oro, la Mejor Dirección y la Mejor Interpretación Masculina para Turturro, y dejando claro que se lo daban por Barton Fink y no por Jungle fever, donde también salía (intentaron convencer a Polanski de que se lo dieran a Dutronc por su portentosa recreación de Van Gogh en la igualmente portentosa peli de Pialat, pero al jurado tampoco le gustó el film y despachó al actor diciendo que los holandeses no hablan con ese acento).
Es una pena que los cotilleos no lleguen a la edición del 99, la de Cronenberg de presidente y el escándalo de Rosetta y L'humanité, pero como todo se sabe Almodóvar ha comentado alguna vez (siempre que le hemos entrevistado en Cannes) que, aunque era el favorito junto con Lynch, el canadiense odiaba los filmes de ambos (Todo sobre mi madre y Una historia verdadera), aunque a Almodóvar le cayó la mejor dirección. También nos ha contado la experiencia (despiadada) de ser jurado, y de hecho anunció que dejaba de mandar películas a competición después de participar en uno (por cierto, también se sabe que él vetó a Emma Thomson para la Palma a la interpretación femenina, cosa que la actriz sabe perfectamente).
Cuenta Jacob también, siguiendo con directores españoles, que Saura (y Wajda) declinó el ofrecimiento de ser presidente del jurado, porque no le parecía bien juzgar las obras de sus colegas. Otra anécdota que muestra lo puntilloso que es el presidente del festival, al que sólo he visto cuando recibe a los responsables de las películas de la selección oficial en lo alto de las legendarias escaleras rojas del Palais: Almodóvar hizo unas declaraciones a la prensa (siguiendo esa irrefrenable tendencia a ser un bocazas que tiene) en las que decía que Cannes no se había portado bien con el cine español (que también son ganas viendo como le trata la industria española), comentario que le sentó fatal a Jacob, que le envió una carta con el título de las 73 películas españolas que habían competido en la sección oficial.
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