Voy a confesar públicamente, cual pecador presbiteriano, uno de los secretos mejor guardados de mi periplo cinéfilo: hasta esta mañana no había visto La jetée, dato que por supuesto me callaba cuando, a menudo, salía el nombre del mediometraje de Marker en cualquier conversación (tampoco he visto Sans soleil, pero como mi hermana me ha regalado el pack Marker podré también solventar ese agujero en mi currículum).
La jetée es un film post apocalíptico que gira, muy hitchcockianamente, en torno a la imago primordial, la de una mujer que al protagonista se le queda grabada en la infancia y que posteriormente intentará recuperar de la mano de una figura paterna extremadamente siniestra, el Científico loco, una especie de Mengele que manda prisioneros al pasado tras una devastadora guerra nuclear. Como todo el mundo sabe, La jetée está construida con fotografías, y tiene el detalle de ahorrarnos la parafernalia aparatosa de los filmes de ciancia-ficción habituales: aquí la gente viaja en el tiempo con unos electrodos y una inyección, lo que no quita para que esta peli tan influyente haya conocido relecturas tan megalómanas (e interesantes) como 12 monos o Terminator.
Dado que no es del todo imposible que alguien lea esta entrada y tampoco haya visto esta película (que no llega a la media hora de duración), termino recomendándola encarecidamente, y más si se es aficionado a la ciencia-ficción y a las historias de amor tristes y hermosas.
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