domingo, 28 de junio de 2009

El padre de la horda



En Los abrazos rotos uno de los personajes propone al protagonista coescribir un guión acerca de un joven sensible e inteligente que vive aplastado por su padre, que intenta anularlo por todos los medios. Ese guión en ciernes es la historia de Tetro, la película que Coppola ha montado con financiación española con el extraño resultado de que vemos una superproducción patria que parece una indie modesta, lo que la llena de momentos de quiero y no puedo y lastra alguna de sus propuestas, aunque a mí me gustó bastante.


Decía Zizek (más o menos) que el padre de la horda que Freud describe en Totem y tabú resulta completamente inverosímil como protofigura del orden patriarcal, pero que recoge acertadamente una de las máscaras que la figura masculina ha adquirido en nuestra contemporaneidad, que diría un periodista; y así debe de ser, puesto que un listado de los avatares de ese padre en el cine llenaría páginas, aunque el texto definitivo probablemente sea la Carta al padre de Kafka, donde se señala el reverso de esa violencia paterna, la inconsistencia del personaje (en el pasaje más memorable Kafka escribe que nunca se pudo tomar en serio las palabras de su padre).


Desde Pasión de los fuertes hasta Celebración, este padre incestuoso y tiránico, que acapara todas las mujeres y anula a los hijos, ha tenido un evidente tinte siniestro, pero como la realidad siempre supera a la ficción nos hemos encontrado con una sorprendente encarnación del lado de lo grotesco en la figura del inefable Berlusconi, al que unas fotos supuestamente filtradas lo muestran permanentemente rodeado de modelos, presentadoras, actrices y prostitutas. Los panolis puritanos del País nos dicen que aquello es un escándalo, que Berlusconi hace todo lo posible por censurar las fotos y que Italia está adormecida por no levantarse en armas contra el gran follador, cuando hasta un niño se daría cuenta de que todo es un montaje del histriónico cavalieri, sabedor de que nada gusta más al inconsciente colectivo que un jefe que lleva a cabo las fantasías de los votantes, fantasías, todo hay que decirlo, fabricadas por el mismo individuo a través de sus famosos canales de televisión.


Y la verdad es que parece imposible que este señor, de más de 70 años, tenga fuerzas, ganas ni tiempo para llevarse a la cama a tanta velina como se le supone (y tampoco se entiende por qué lo que a los bienpensantes redactores de nuestro periódico español "de cabecera" les parece tan mal en Berlusconi no les produce los mismos sarpullidos cuando hablamos, por ejemplo, de John F. Kennedy, un obseso sexual patológico).

No hay comentarios: