Por ignotas razones estaba convencido de que la segunda película dirigida por Ben Affleck era un ejercicio de virtuosismo manierista en el que una ciudad abstracta estaba en manos de estamentos cada vez más corruptos (en plan Sin city, para entendernos). Pues nada de eso, por el contrario está muy anclada en un territorio concreto, un barrio (ex-) obrero de Boston donde habita el protagonista, ladrón de bancos que en sus ratos libres trabaja en una cantera, interpretado por un Affleck que se muestra bastante más competente como director que como actor, por lo que sería de desear que, una vez apuntalada su carrera como realizador (en Sanse se anuncia el estreno de Argo, tercer film dirigido por él) se olvidara de sus cuitas interpretativas.
Pues bien, en este relato nuestro héroe vive en un espacio familiar arrasado (padre en la cárcel, madre en paradero desconocido desde la infancia) cuando se tropieza con su objeto de deseo, ante el que, lógicamente, no sabe muy bien qué hacer, sin guías que le ayuden a enfrentarse a esa experiencia nueva. A un lado la pulsión, ejemplificada en su amigo/hermano, un protopsicópata de barrio que se mueve por leyes de lealtad tribal, y que acarrea como excrecencia una hermana con la que el prota tiene encontronazos sexuales inquietantes. Al otro, la Ley, pero como ésta hace su aparición en el cine contemporáneo, como una vía igualmente aniquiladora, aunque amparada por la legalidad (el personaje del FBI es realmente bueno). Un padre mitificado cuya figura se va derrumbando a lo largo del metraje, hasta convertirse en poco más que un castrati carcelario. Unos sustitutos patriarcales progresivamente obscenos, y que al final acaban explicitando la amenaza por antonomasia del padre canalla: la castración real (casi en los mismos términos en los que lo hace la encarnación de la Ley, el agente del FBI).
Total, que en The town están todos los elementos, y además en su sitio, sin que Affleck parezca interesado en llamar la atención acerca de sus logros, lo que hace que su peli resulte a la postre más satisfactoria que otras obras similares que se dan más pisto (ahora pienso en Heat, que vi no hace mucho, una buena película que parece empeñada en hacerse antipática por los aires que se da la realización)
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