domingo, 4 de noviembre de 2007

Promesas del Este

Un elemento tal vez secundario de Promesas del Este sirve perfectamente para acceder a ella: a pesar de que está ambientada en nuestros días, entre el muy violento submundo de la mafia rusa (o ex-soviética), en la película no aparece ningún arma de fuego; en realidad, no se ve ningún arma. La violencia corre a carga de instrumentos afilados, pero de trabajos manuales: una navaja de afeitar, unos cuchillos de esquilar ovejas... Por otro lado, a poco que uno se distencie de la absorbente trama, se dará cuenta de que es imposible que los mafiosos rusos se parezcan tanto a los protagonistas de los dramas de Shakespeare o de las tragedias griegas: y es que, en realidad, Promesas del Este parece más bien una variación del Antiguo Testamento (esa niña que es abandonada en las oscuras aguas de un río por orden de su padre, ese patriarca que ve hundido su reino por el amor incondicional por un hijo incompetente, esa fascinación/odio entre hermanos), o del Nuevo (esa virgen adolescente que vaga en Navidad de puerta en puerta pidiendo ayuda para dar a luz una hija -Cristina- concebido del dios siniestro que reina en la película, ese héroe que resucita redimido tras el calvario que sufre por orden de ese mismo dios padre en una sauna, emplazamiento subterráneo -como un sepulcro- y acuático -como el bautismo-, ese plano en que Mortensen entrega a Naomi Watts la niña, como una imposible sagrada familia).

5 comentarios:

Susana dijo...

Creo que da igual: dramas de Shakespeares, tragedia griega o Antiguo Testamento... al final las grandes historias beben de las mismas fuentes, de los mismos mitos, que en realidad están en todas partes. Desde luego no vas muy desencaminado: la madre de Anna hace aspavientos cuando descubre que su hija le ha puesto a la niña el nombre de Cristina, y en plenas Navidades... Naomi Wats está muy guapa y me gusta mucho, pero es mucho más interesante el personaje de Vigo M. En realidad no sabemos nada de él, descubrimos que es un inflitrado con la película muy avanzada, y aún así seguimos sin saber nada de él, posiblemente porque su condición de inflitrado ha hecho que perdiera completamente su identidad. Cuando en la ceremonia de iniciación reconoce que está muerto, que murió a los 15 años, no está fingiendo, dice la verdad aún por motivos diferentes a los que deben estar creyendo sus iniciadores. El resultado final es que está condenado a estar sólo, a no saber nunca quién es, a vagar entre dos mundos sin poder pertenecer nunca a ninguno de ellos... y mientras, la chica que pertenece al mundo de los justos, aprovecha su incursión en el lado oscuro para poder reconstruir su vida y lograr al fin ser madre. Moraleja: que vivimos en un mundo feliz... gracias a que nos apoyamos en otro lado terrible, injusto, monstruoso. Es mejor no pensarlo.

abbascontadas dijo...

Uno de los aciertos de la película es el paralelismo entre los dos padres. Son un doble uno de otro, como se apunta en la similitud de los comentarios racistas (de hecho, resulta más obsceno muchas veces el tío de Naomi que el siniestro Seymour).
Creo que la pega que se le puede poner a la película es que Mortensen sea un infiltrado (aunque, como dices, no tenemos ni idea de por qué se mete en ese embrollo), ya que, hasta ese momento, parece que su trayectoria moral (marcada por el simple y efectivo hecho de que dejamos de verle con las gafas oscuras y se le ven los ojos) viene dada por el impacto de la lectura del diario (una especie de iluminación). Saber que es un infiltrado le resta precisión (creo yo) a la evolución del personaje.
Otro trabajo interesante sería ver como progresivamente se acercan en el espacio Naomi y Vigo (para cuando tengamos el dvd).

Susana dijo...

No se, no se... yo sí creo que es importante el hecho de que Vigo M. sea un infiltrado, porque de otra manera no se entendería su sufrimiento al final (yo creo que sufre mucho) ni su absoluta soledad, ni su falta de identidad en cuanto a estar absolutamente fuera de un grupo. Si fuera uno más de la pandilla de mafiosos el simple hecho de leer el diario de una chica violada (una más) dudo que lo hubiera conmovido tanto como para actuar como lo hace. El diario y la historia de la chica en realidad sólo conmueven a Anna, que se siente vinculada como madre-sin-hija ante una hija-sin-madre.
En cuanto a Seymour, me recuerda mucho a El Padrino. Es cruel, despiadado, inmoral hasta el límite... pero amable, cariñoso y atento también hasta el límite con la familia. Y como El Padrino, no duda en sacrificar a uno de sus mejores hombres para salvar la vida del inútil de su hijo.

abbascontadas dijo...

Creo que el diario es fundamental en la película. De hecho, lo que arranca la historia es la conjunción del cuerpo (la niña) y la palabra (el diario), sin uno de los dos elementos no habría película, ya que lo que dices de Nikolai valdría también para Anna; al fin y al cabo una enfermera que trabaja en un hospital público de un suburbio de Londres tiene que estar aburrida de ver yonquis y madres solrteras adolescentes. Asi que creo que es el diario (una palabra enunciada en primera persona) la que hace que la chica se eleve por encima del magma de tragedias anónimas y emerja como sujeto radical: el que interpela radicalmente al otro reivindicando su subjetividad. De ahí el impacto que tiene en todos los que lo leen (incluyendo el terror que se apodera del tío de Anna). En la película se anota el cambio en Nikolai. En la escena de la hamburguesería les roba el diario y les amenaza; tras la lectura hay una secuencia clave y sutil: Nikolai va a ver a Anna a su trabajo y realiza tres acciones de grab calado simbólico: le devuelve la moto arreglada (la enorme moto a la que Anna aparece constantemente asociada en la película es un regalo del padre muerto); le entrega la dirección de los familiares del bebé, saldando la deuda contraída por Seymour al faltar a su palabra en el intercambio pactado, y tal vez el más importante, le dice que debe ser ella la que se quede con la niña, ya que estará mucho mejor con ella. Esta última actuación, en que Nikolai actúa como destinador simbólico, ejemplifica lo que es la verdad del relato frente a la verosimilitud, una categoría más "débil": al final de la película, vemos a Anna cuidando a la niña (habrá sido incluso Nikolai el que se la entregue después de haberla salvado de las aguas)como corolario evidente. Sin embargo, si reflexionamos un poco, nos damos cuenta de que es imposible de que, con la demanda que hay de adopciones, y sobre todo de bebés, en el mundo occidental, le entreguen una niña tan pequeña a la hija soltera y huérfana de unos inmigrantes de clase baja (y con un tío ex agente de la KGB)

abbascontadas dijo...

La idea que se ha barajado acerca de la fascinación por el lado oscuro (o por el mal) de Anna me parece errónea. Nada en la película, que yo recuerde, justifica esa afirmación. Lo que mueve a Anna es una indignación por la injusticia, lo intolerable que le resulta que el crimen cometido contra esa niña quede impune debido al poder con el que cuenta el criminal. Esa posición es la de Antígona; y al igual que a ella, a Anna también la familia le recomienda que no se meta en jaleos y que se olvide del tema (y a Seymour el enfrentamiento con esa rival que juzga tan débil como Creonte a Antígona le cuesta su reino, como al tirano de la tragedia). Aunque se ha intentado (por parte de Lacan, por ejemplo), parece imposible decir que Antígona es movida en su actuación por una pasión incestuosa y necrófila por los cadáveres en descomposición, o que en realidad lo que le mola es ser enterrada viva. Más bien parece claro que esa demanda absoluta (y casi inhumana) de justicia, algo aparentemente abstracto, lleva a tener que enfrentarse con lo real en su vertiente más dura. De la misma manera, no parece que a Anna le guste nada el ambientillo de los macarras rusos, pero se da de bruces con él y lo afronta como parte de su cruzada, postura ética donde las haya. Es más, habría que decir que lo que sí existe en la película es la fascinación por el bien, por parte de Nikolai, que nunca ha conocido a alguien capaz de semejante gesto. De ahí la pertinencia de la pregunta de Anna (¿Por qué nos ayudas?), la respuesta sería que, con esa intervención, Nikolai consigue escapar (en ese momento, pero de alguna manera eso vale ya para toda su existencia) del infierno en el que vive (esa muerte en vida que describías en tu comentario)