jueves, 3 de enero de 2008

La gran marche, de E.L. Doctorow


Desconozco las razones por las que saqué La gran marcha del bibliometro, después de devolver un tochazo chino que no había abierto. Tenía pensado sacar Brooklyn Foolies, ya que hacía siglos que no leía a Auster, y la peli que vimos en San Sebastián había sido un absoluto desastre; pero en el momento de decir un número (los libros en el Bibliometro se piden por números) me fui al de Doctorow (Zizek lo citaba -a Doctorow, no este libro- en alguno de sus innumerables libros, y tal vez desde entonces me había quedado agazapado el deseo de leerlo). El libro se quedó en la mesilla de mi habitación, y cuando terminé de leer Expiación era el que tenía más a mano, así que fue el que cogí. El libro cuenta desde el punto de vista de diversos personajes, algunos ficticios y otros reales, el avance de varias decenas de miles de soldados de la Unión al mando del general Sherman por los estados confederados en lo que sería el golpe definitivo contra el Sur secesionista. Doctorow resulta ser un narrador muy fluido, hasta el punto de que, a ratos, parece que estamos leyendo el guión de una película. Por otro lado, resulta muy convincente en la transcripción de la subjetividad de personajes históricos como el propio Sherman, y parte de su Estado Mayor, lo que confiere mucha verosimilitud a la novela.
Como se ha señalado (supongo) a menudo, existe una corriente literaria que arranca de Stendhal y llega al Spielberg del soldado Ryan, pasando (sobre todo) por el Tolstoi de Guerra y Paz, que describe la guerra como una apoteosis del coas regido por el azar. Se suceden las impresiones sin que ningún discurso pueda enraizarse en la experiencia. Aunque en La gran marcha los soldados participan de esa visión, Sherman parece ejemplificar al militar ideal de El arte de la guerra de Sun Tzu. En un asalto de sus tropas en la semipenumbra del atardecer, unos pequeños signos que arranca a una escena entrevista entre el humo de la pólvora le permite anticipar el resultado de la contienda. Por otro lado, calcula fríamente las necesidades de tropas, alimentos, armas, logística, que se necesitan para combatir en condiciones de superioridad. A Doctorow le encanta describir toda la sociedad "civil" que acompaña a un ejército: cocineros, médicos, ingenieros, músicos...



2 comentarios:

Los Piris dijo...

¿Por qué lees esos ladrillos?

En fin, me ha costado mucho seguir el hilo argumental de tu disquisición librera. ¿Por qué lees esas cosas plúmbeas? ¿Será que mi nivel intelectual no permite acercarse ni de lejos a tus preclaras entendederas? Y yo que pensaba que el "top ten" de la literatura de batallas era Stephen Crane...

De todos modos, ya sabes que mis preferencias se inclinan generalmente hacia los volúmenes de menos de 3 cm. de espesor. Ahora estoy con los cuentos fantásticos de Pérez Galdós y me están gustando mucho.

abbascontadas dijo...

Pues yo creo que a nuestra edad los gustos ya están fijados y uno lee lo que tiene que leer. No te puedo decir por qué. En realidad, lo que me pareció era que el libro era demasiado fluido narrativamente, era más "pesadez" lo que le hacía falta