domingo, 3 de febrero de 2008

Tú y yo



Leo McCarey era un director que, según se cuenta, tenía un enorme prestigio entre sus colegas, aunque hasta hace poco la única de sus películas que se recordaba era Sopa de ganso, con diferencia la mejor de las protagonizadas por los Hermanos Marx. Pero de un tiempo a esta parte Tú y yo (An affair to remember es el título original) se ha convertido en película de culto total, moda que proviene de Francia, como suele pasar en estos casos. Viéndola, resulta obvio que, por ejemplo, Wong Kar Wei y Almodóvar la adoran. La primera parte funciona como una estupenda comedia romántica, en la que Cary Grant y Deborah Kerr coinciden en un trasatlántico rumbo a los brazos de sus respectivas parejas, las dos forradas de pasta, siendo esa la principal razón de la relación que con ellos mantienen los protas, que es obvio que acaban enamorándose, proceso muy bien escrito y rodado (soberbio el primer beso fuera de campo, y magníficos algunos de los gags a que da lugar el que la pareja no quiera dar que hablar al resto del pasaje, cuya principal diversión es seguir la evolución de la relación entre ellos). Justo antes de desembarcar, los dos se dan cuenta de que esta es, probablemente, la última oportunidad de llevar una vida sentimental digna que les queda, y en otra escena memorable (que, como la mayoría, está rodada en largas tomas en las que un uso sobrio y refinado del scope permite que ambos personajes estén en el plano, dejando la articulación del plano/contraplano para escasas y elegidas ocasiones) se dan un plazo de seis meses para ver si su amor perdura y son capaces de sobrevivir sin la ortopedia económica a la que están acostumbrados. El signo visual que articula esa promesa es el Empire State, que aparece en varias ocasiones a lo largo del film, y que es un ejemplo perfecto de la movilidad simbólica que un elemento de este tipo podía adquirir en el cine clásico (para que la cosa no quede tan vaga y teórica lo explicaré con ejemplos: en los títulos iniciales, su figura algo difuminada en segundo término funciona como icono identificativo de Nueva York; cuando están buscando un sitio para la cita y aparece en campo se convierte en la cifra de una promesa; en el momento en que Deborah Kerr rompe con su amante, la torre reflejada en un cristal tiene el entramado imaginario de los anhelos; y en la penúltima secuencia, en la que aparece en un acusado contrapicado como contraplano de un desdichado Cary Grant -que acaba de ver a su amada en el teatro acompañada por otro-, es tanto un recuerdo de un paraíso inalcanzable como una llamada a asumir el reto pendiente de encontrar a aquella que fue convocada y no acudió). La segunda parte es un melodrama sorprendente, en el que la sobriedad formal convive con el desmadre narrativo, algo así como si Bresson hubiera rodado Rompiendo las olas: corriendo para acudir a la cita, a la que llega tarde, Deborah Kerr es atropellada en la misma base de la torre, mientras Cary Grant aguarda en lo alto. Mientras ella se debate entre la vida y la muerte delirando su nombre, él se cree vilmente estafado. Con un elegante uso del punto de vista, asistimos a la parte final desde el personaje femenino, ya que sabemos lo que le ha ocurrido, pero a la vez somos partícipes de la desdicha de él, pues la peli nos permite ponernos en su lugar. A pesar de su aparente sencillez, la secuencia final está abrumadoramente bien escrita (para apreciar lo cual hay que ver la película más de una vez), pero no la voy a contar por si Mercedes tiene ganas de hartarse a llorar algún día.


Tú y yo fue rodada a finales de los 50, cuando las nuevas escrituras cinematográficas estaban a la vuelta de la esquina. Al igual que otra obra maestra de ese período cuyo aprecio crítico es reciente y que visualmente tiene puntos en común, Un ganster para un milagro (la última película que rodó Frank Capra), esta de McCarey tiene algo de obra de resistencia y de manifiesto teórico, de defensa de un modo de hacer cine que estaba desapareciendo.


Y para terminar, recordar que el propio McCarey rodó una primera versión de esta misma historia en el 39, versión que yo no he visto.

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