martes, 1 de septiembre de 2015

Los hijos perdidos



Como la Filmoteca da vacaciones al personal en agosto y no tiene infraestructura para organizar ciclos o subtitular películas dedica las tardes de agosto a las reposiciones, con lo que los asiduos nos dedicamos a repetir cosas que nos gustaron o a repescar alguna que dejamos ir en su día por pereza o desconocimiento. Generalmente uno descubre que hizo bien dejando pasar ese trozo de celuloide, y como agosto es un mes en el que no se tiene mucho que hacer, tampoco lamenta malgastar un par de horas en la sala oscura. 

El caso de Prisoners es algo distinto: todo el mundo parecía haberla visto, y guardar buen recuerdo de ella..., pero nadie recordaba el argumento (me ha pasado con tres personas). Yo la seguí con interés, y me quedé desconcertado cuando vi que no había descubierto lo que resulta obvio (aquí spoiler total):

que la mala es la madre, y eso que la película no deja de emitir señales hacia ese punto, con todas las carencias imaginables en el campo de la figura del padre, lo que indefectiblemente señala un punto: figura materna loca a la vista.

En este sentido el comienzo es extraordinario: aquí la magnitud de la palabra/función paterna está extremadamente marcada: tras el rezo del padrenuestro vemos a un padre guiando a su hijo en su primera experiencia con un arma de fuego. Más tarde, en el coche, ese mismo padre transmite a ese mismo hijo la que considera la enseñanza más importante recibida de su propio padre. Y, sin embargo, algo raro pasa, algo siniestro circula en esa palabra, en el discurso paterno, tal vez la señalada presencia del cervatillo abatido, una presencia sublime al comienzo que deviene resto excrementicio a causa de la violencia masculina, tal vez el tinte paranoico de la instrucción que pasa de padres a hijos en esa familia.

Esas fallas de la figura paterna se irán haciendo visibles a lo largo de la película (que transcurre significativamente, aunque no se haga hincapié en ello, en un ambiente de fundamentalismo cristiano): descubriremos que ese primer padre que transmitió a su hijo tan memorable enseñanza se suicidó, que el policía que protagoniza la trama (interpretado por Jake Gyllenhaal, lo cual quiere decir que está loco) es huérfano, que uno de los sacerdotes que ejerció de padre para él era un abusador...

Al final queda un paisaje arrasado en el que la madre impone la no ley del odio a Dios y, en consecuencia, se secuestran niños para romper la cadena simbólica e impedir la donación de una palabra paterna (que, en cualquier caso, estaba ya habitada desde el principio por la locura).

2 comentarios:

Sergio Sánchez dijo...

Tiene su punto esa política de programación, pero a mi personalmente me parece un rollo amargante, tanto que hace años que maquino cambiar mi estancia por motivos familiares a Julio pero...siempre se imponen otras razones. La última vez que lo hice pillé una memorable copia de "Su juego favorito".

Debo ser el único bicho viviente que llega a Madrid en agosto.

abbascontadas dijo...

Ja,ja,ja!

Debe de haber otro tipo de "bichos" porque han cerrado la filmo para "desinsectarla".

La verdad es que viendo la fauna que la frecuentamos no me extraña, seguro que Txema du Pré sueña con un público más cool