Uno de los descubrimientos cinematográficos del año ha sido el de David Robert Mitchell, un director que pasados los 40 tiene el detalle de haber realizado sólo dos películas, con lo que su filmografía te la ventilas en una tarde, que prácticamente es lo que hice yo. The myth of the American sleepover & It follows son prácticamente la misma película, adolescentes que pasean en formato panorámico un tedio que no acierta a decir su nombre por las calles de barrios residenciales que se transforman sin darte cuenta en zonas arrasadas y abandonadas, y una curiosa y discreta ausencia de adultos. Como no conozco Estados Unidos no sé si se trata de geografías reales o de metáforas sobre el hundimiento moral de la cultura urbana, o las dos cosas.
It follows rescribe el argumento de La ronda: aquí es una especie de maldición lo que se transmite por vía sexual, una cosa asesina que persigue infatigablemente al último copulador de una cadena que no se sabe donde comenzó: si la sífilis era la enfermedad de transmisión sexual de la Viena de principio de siglo, en nuestros días es la psicosis lo que pasa de cuerpo a cuerpo a través del sexo.
La celebérrima House of cards invierte/reactualiza el comienzo de Macbeth: aquí la bruja anuncia al protagonista que no va a ser rey (en este caso, Secretario de Estado), lo que dispara su ira y, sobre todo, la de su mujer, en estos primeros episodios (dirigidos por Fincher) una helada Lady Macbeth que vuelca toda su pulsión en su afán de poder. Como es sabido, los Macbeth no follan, que eso sería desperdiciar energías en chorradas; por eso la serie pierde todo su interés en cuanto Kevin Spacey se mete en la cama del patito feo (momento en que la abandoné para siempre); además, y sin que sirva de precedente, en España tenemos un casting muy apañadito para el remake cañí que nos procura en directo el Psoe día sí día también.
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