martes, 12 de enero de 2016

La pesadilla de Griffith

   Las confusas noticias que nos han llegado de los incidentes que ocurrieron en Nochevieja en la ciudad alemana de Colonia vuelven a sacar a la superficie una pesadilla recurrente de Occidente: Ellos (los negros, los árabes) quieren violar a nuestras mujeres, pesadilla que con enorme intensidad plasmó Griffith en El nacimiento de una nación, ganándose imperecedera fama de racista; curiosamente nadie ha reparado (hasta donde yo sé) en como los relatos que se han recibido de Alemania participan del mismo molde.

   Como es sabido, en las películas que protagonizara Lilian Gish esta es asediada por todo tipo de hombres: negros, blancos, franceses, irlandeses, aristócratas, mendigos... En la que es probablemente su mejor obra, o la que más me gusta de las que he visto, Broken blossoms, es el padre el que viola sistemáticamente a su hija. Pero hoy toca hablar de Way Down East, realizada un año después. Ésta comienza con unas sorprendentes palabras en las que se habla de la poligamia innata del hombre, contrapuesta a la pureza femenina, y hasta manifiesta el deseo de que su película consiga que la desgracia que el egoísmo masculino trae a la mujer desaparezca (o, al menos, se atempere). Estas palabras ponen sobre la pantalla la obsesión de Griffith: todo el mal del mundo viene de que los (inevitable y ontológicamente) malvados hombres quieren follarse a las mujeres, especialmente a las que encarnan los más altos ideales de pureza e ingenuidad. Que con estos mimbres propios del folletín más inmundo Griffith pergeñara absolutas obras maestras de un intensidad casi insoportable es de esos misterios tal vez inefables del arte, pero que aquí podemos intentar desentrañar.

   Si hablo de pesadilla es porque en el film se inscribe así: cuando el malvado Lennox monta un simulacro de boda con la (comprensible, aunque infame) intención de cepillarse a la muy virginal, ingenua y arrebatadoramente hermosa Anna Moore, un corte nos muestra a Barlett (el héroe que encarna todas las virtudes que los hombres tienen que tener para que la felicidad reine en la tierra, básicamente pasar por la vicaría antes de entrar en el lecho femenino) sufriendo un mal sueño. Resulta muy curioso que este inserto se sitúe en medio de la falsa boda que sella la caída de Anna, y no en la noche de bodas que consuma el crimen, como si el horror fuera la inversión demoníaca del buen ritual. Pero lo más desconcertante del film, y su apuesta más arriesgada, es que en la elipsis del encuentro sexual, en el tiempo narrativo que va del largo prólogo (largo porque el director parece fascinado con lo que allí se cuece y se diría que se niega a abandonar esa escena que le tiene atrapado y horrorizado) en la habitación del hotel con cama matrimonial al fondo en que se recogen Lennox y Anna para pasar su noche nupcial, y el momento en que Anna regresa a casa de su madre la mañana siguiente, Griffith introduce una escena algo chocarrera en la que presenta una variación grotesca de la historia de amor "sublime" de Way Down East (la de Barlett y Anna), que es el cortejo ridículo al que un personaje algo payaso somete a la vieja cotilla del pueblo, acompañado de una extraña historia del robo de unos pocos sellos en la oficina de correos que sirve para mostrarnos al sheriff como un representante de la Ley absolutamente patético.

   El film todavía nos mostrará otra variación cómica del noviazgo, lo que obliga al director a dar alguna función narrativa a sus protagonistas sin que la cosa vaya a ningún lado (esa Kate a la que le tira los tejos el profesor que caza mariposas y sobre la que pone los ojos el malvadísimo Lennox para nada, porque es una línea argumental que no despega nunca). Particularmente creo que esas líneas cómicas paralelas son bastante fallidas, pero plantean la pregunta de por qué Griffith se vio obligado a desarrollarlas, no tanto por presiones externas como por cierta necesidad interna. Una respuesta es que la pasión con la que estaba absorbido por el relato era tanta que necesitaba esas variaciones tontorronas para poder lidiar con el relato (algo parecido a lo que hacía que en Atenas tras la trilogía trágica se interpretara una comedia).

   Para finalizar, un spoiler. La película termina con el famoso salvamento en el hielo (bueno, termina con la boda simultánea de las tres parejas, la boda "verdadera"), supuesto ejemplo de esa mecánica de la tensión de la que Griffith sería el primer y aplicado calígrafo según esas aburridas historias del cine en que se cuenta que nuestro director inventó el plano contraplano y chorradas así. Esa secuencia lo que ejemplifica es la diferencia entre un director de cine y un obrero que ensambla trozos para alargar mecánicamente la resolución de un más que previsible clímax. Aquí la desacostumbrada longitud de la escena va creando un extraño ambiente en el que parece emerger el verdadero fantasma de su autor: ver muerta a su heroína. Los (hermosísmos) planos de una desmayada Lilian Gish a punto de ser tragada por las aguas se repiten sin más razón que la innegable fascinación que producen en Griffith (innegable porque la misma reacción provocan en el espectador). Se diría que su deseo más oculto es verla así, congelada, hasta el punto de que uno siente la tentación que debió acometerle de aniquilar a sus criaturas.  

3 comentarios:

Sergio Sánchez dijo...

Estas cosas no dejan de ser en parte arbitrarias y caprichosas, pero ennumeras buena parte de los motivos. "Way down east" o "Las dos tormentas" es la película de Griffith que me impresiona más.

abbascontadas dijo...

He descubierto que en youtube hay bastantes películas de Griffith pre-Nacimiento, pero estoy perdido en ese mundo, desconozco cuales son las buenas

Sergio Sánchez dijo...

"The musketeers of Pig Alley" tiene fama de ser el primer film de gangsters, mucho antes que el "Underworld" de Von Sternberg. Yo diría que es de las más apreciadas. Yo no soy tan entusiasta o me cuesta ver los valores pre-nacimiento pero...ahí están...