Alberto Olmos fue finalista del Herralde con 23 años en la década prodigiosa de la literatura veinteañera, la última del siglo XX. Por razones que desconozco publicó sus siguientes libros en Lengua de trapo, editorial que siempre confundo con Caballo de Troya. Por el camino empezó a publicar un exitoso blog de literatura, Lector malherido, cuyo tono destroyer ha causado furor y devastación en la red. Tras su meritoriaje ha publicado sus dos últimas novelas en ese cajón de sastre que es Random House. El viernes pasado vino a la biblioteca de mi barrio por eso del día del libro, y gracias a ello pude sentirme partícipe de uno de esos desternillantes actos que pueblan los diarios de Trapiello. Éramos menos de 20 personas en la sala, de los que calculo que no más de cinco habíamos leído algo del escritor segoviano, que escuchó impetérrito como se establecía entre el público un diálogo demencial en el que se recomendaba leer El Quijote en los resúmenes para niños o en su adaptición a dibujos animados. Ayer hacía un comentario en su blog no sobre la conferencia sino sobre el barrio donde tuvo lugar, que descrito por él podría ser Mogadisco. Hoy he terminado de leer El talento de los demás, una especie de ejercicio brillante de alumno aventajado. En la solapa aparecen 27 títulos de la colección Nueva Biblioteca, de los que sólo he leído este. Samuel Solleiro, Cristina Cerrada, Milagros Frías, Alberto Ávila ¿qué se hizo de ellos?(y así, dos docenas de nombres tragados por el tiempo y el olvido).
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