martes, 31 de marzo de 2009

El cine en casa III


Siguiendo infinidad de recomendaciones me he iniciado en la visión de Los Soprano, serie que ha generado una competición de ditirambos que no se sabe donde va a acabar. El personaje central, Tony Soprano, tiene que enfrentarse a las dificultades de ser un honrado mafioso hoy en día a la altura de sus gloriosos ancestros ; el tema de la serie es como hacer un film de género hoy en día a la altura de sus sublimes precedentes. El personaje opta por la opción mafiosamente incorrecta de acudir a una terapeuta, lo que facilita mucho las cosas a la hora de articular la narración. La serie asume gozosamente todo el pasado cinéfilo del cine negro y lo asume por activa y por pasiva: mediante cita directa y mediante los personajes, que se saben representando un rol mediático y casi estrellas populares, y que tienen a los personajes de las películas como su principal referente (cosa que parece que es cierta; todas las declaraciones sobre el mundo de la mafia hablan de la devoción de sus miembros por la película de Coppola y Vito Corleone). La longitud de una serie le permite adoptar un punto de vista enciclopédico, donde no sólo cabe el cine negro post-Padrino si no que incluye el cine negro de los 40 y Kitano.
Total, que aprovechando que mi hija se quería ver El Padrino me senté a verla un rato. Siempre la he visto en cine, pero mantiene su contundencia en la pantalla pequeña. El dvd permite parar y repetir escenas. Para no ir muy lejos, veamos el magistral comienzo. Hay una habitación a oscuras en la que sólo hay hombres, pero sólo se habla de mujeres, en concreto de hijas. Un hombre desgrana una letanía de quejas: siempre creyó en la democracia, la justicia, la igualdad, los valores de la democracia americana. Todo eso se derrumba cuando su hija es agredida. Los valores laicos muestran su debilidad para hacer frente a lo real. En ese momento se recurren a los dioses atávicos, los de la sangre y los sacrificios; es el momento en que la película nos muestra el rostro de Marlon Brando, el dios patriarcal que preside el mundo del film. Por supuesto, Vito Corleone no cree en la igualdad; como buena deidad veterotestamentaria exige sumisión y obediencia: evidentemente, no entiende la venganza como un intercambio crematístico: la sangre es algo bastante anterior al dinero. En oposición a esa hija que es brutalmente golpeada está la propia hija de Don Vito, que está celebrando su boda en ese momento, aunque esa agresión infligida a una joven virgen acabará contaminando también a esa Corleone que parece destinada a un feliz encuentro con el sexo, o prefigurando su futuro.
Puestas al lado una de otra, Los Soprano no aguanta la comparación con la película de Coppola, si bien hay que reconocer que ni siquiera lo intenta: la serie trata con infinito respeto a sus mayores, una opción que se ha demostrado más que exitosa.

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