lunes, 13 de julio de 2009

El cineasta de nuestro tiempo


Nada como las vacaciones para dedicar un rato a esos dvd que uno aparca a la espera de que cumplamos con las obras maestras que hacen cola para ver por primera vez o para revisitar. Uno de esos dvd era el capítulo que Cineastas de nuestro tiempo había dedicado a Kiarostami, y que en España ha editado (como no) Intermedio, una distribuidora de la que no me canso de escribir elogios (anuncian la edición de ... ¡Straub/Huillet! Bien acompañados por la Duras, Hong SangSoo, Lisandro Alonso, y más Godard, claro, que para eso su filmografía es casi infinita).
El reportaje sobre Kiarostami lo firma Jean-Pierre Limosin, pero parece una de las películas del director iraní, y es un auténtico festín para los admiradores del mismo. Por supuesto, estamos en un coche, que de la mano del propio Kiarostami recorre las localizaciones de sus filmes más conocidos de su primera época buscando a los actores no profesionales que aparecieron en ellos. Los niños de Donde está la casa de mi amigo? son ya unos adolescentes, y el Hossein que se declaraba infatigablemente a su esquiva amada aprovechando el caos del terremoto es padre de un niño. Todos hacen gala de algún tipo de cortesía oriental al reconocer que los elogios recibidos por su interpretación eran inmerecidos y que su actuación era muy mala, y que todo se debía a la calidad del film. Todos parecen, también, algo intimidados por la presencia del director, que cuenta con toda naturalidad como no tiene ningún empacho en machacar a sus intérpretes para conseguir la respuesta que necesita (el dvd, abundante en material de las películas, muestra el plano más famoso del documental "Deberes", en el que un niño aterrorizado ante la cámara se muestra incapaz de hacer otra cosa que implorar la presencia de su amigo).
Curiosamente, el que más aplomo muestra es el actor que daba vida al héroe de El viajero, el primer largo de Kiarostami, una especie de film picaresco sobre un chaval fanático del fútbol que recurre a todo tipo de artimañas para poder pagarse un billete a Teherán y ver un derby especialmente importante. Es el único momento en que vemos al director hablar de igual a igual con alguno de sus contertulios. Kiarostami le lleva un vhs con el film, que vuelven a ver, en compañía de la mujer del intérprete. Éste recuerda anécdotas del rodaje, como que no se sentía intimidado en absoluto por la cámara ni por el director, y que en una secuencia en que recibía azotes con una vara a manos del director de su colegio (otra de las abundantes secuencias de Kiarostami en que un adulto causa dolor a un niño) pidió que se los dieran de verdad.
Desgraciadamente, hay una ausencia clamorosa y explícita en el film, la de Sabzian, el héroe ambiguo de Close-up, al que deberían declarar santo patrón de la cinefilia y uno de los personajes más memorables del cine contemporáneo. Close-up fue el film que dio a conocer a Kiarostami en Occidente, o al menos en Francia (que es como decir lo mismo), pero en España tengo la impresión que es bastante menos conocido que su trilogía sobre el terremoto, así que cuento que es la historia de un cinéfilo compulsivo (hasta el punto de que perdió trabajo y mujer por su inextinguible pulsión por ver películas) que entra en contacto con una familia de clase media alta a la que hace creer que es Mahkmalbaf (el director de cine más conocido de Irán), y con la excusa de que va a hacer una película sobre ellos consigue arrancarles unos dinerillos. La estafa de medio pelo es descubierta en seguida y Sabzian/Mahkmalbaf es detenido y juzgado. Según cuenta Kiarostami aquí (y ha contado muchas veces) se enteró de la historia dos días antes del juicio, suspendió el rodaje que tenía entre manos, y se puso a rodar a este personaje peculiar. Consiguió que todos los involucrados se interpretasen a sí mismos (cosa que no fue nada fácil, porque ninguno salía bien parado) y el resultado es una de las obras maestras de finales del XX y una de las películas más pérfidas que se han hecho nunca sobre el cine y su capacidad de fascinación. Como este es un blog en el que se pretende contagiar el deseo de ver las películas de las que se habla y a la vez detesta destripar finales, contaré que el final es genial, sorprendente, triste y a la vez hilarante. Aunque, como decía, Sabzian no sale aquí, se convirtió en una pequeña celebridad que ha sido objeto de posteriores filmes, donde al parecer se muestra que el pobre sigue enganchado a su adicción.

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