martes, 29 de junio de 2010
Maradona según Cervantes
jueves, 24 de junio de 2010
miércoles, 23 de junio de 2010
Perec/Warburg
!Si al menos esta pertenencia a la especie humana no viniera acompañada de este insoportable jaleo, si al menos estos pocos pasos irrisorios que hemos dado en el reino animal no tuvieran que pagarse con esta indigestión perpetua de palabras, de proyectos, de grandes comienzos! Pero se paga un precio demasiado alto por estos dos pugares oponibles, por la posición erguida, por la rotación imperfecta de la cabeza sobre los hombros: ¡esta caldera, este horno, esta parrilla que es la vida, estos miles y miles de requerimientos, de provocaciones, de amenazas, de exaltaciones, de desesperaciones, este baño de obligaciones que nunca se acaba, esta eterna máquina de producir, de triturar, de engullir, de superar baches, de volver a empezar de nuevo una y otra vez, este dulce terror que insiste en regir cada día, cada hora de tu ínfima existencia!
Georges Perec, Un hombre que duerme (Impedimenta, traducción de Mercedes Cebrián)
martes, 22 de junio de 2010
Electra
sábado, 19 de junio de 2010
El Apocalipsis que viene
jueves, 17 de junio de 2010
El Anti-Edipo
martes, 15 de junio de 2010
Mil rizomas suenan en mi corazón
viernes, 11 de junio de 2010
Modestas formas de eternidad
Acabo de recoger un ejemplar de La persuación y la retórica, de Carlo Michalstaedter, nombre que supongo que sólo sonará a los lectores de Magris y de Calasso (que presentaron al alimón en La Central esta edición en español de la obra más conocida del escritor, como en su día reseñó Francis Black en su blog), que ha menudo han glosado la obra de este (al parecer) genio fulgurante de las letras italianas, y que se pegó un tiro con 23 años. La verdad es que nunca imaginé que editorial alguna se animara a traducir al castellano esta obra, pero ahí están los muy calassianos Sexto Piso, que en la cuidada edición del texto incluyen varios textos adicionales, entre ellos un artículo de Claudio Magris que he venido leyendo en el metro.
miércoles, 9 de junio de 2010
El genio de la Literatura
martes, 8 de junio de 2010
Lo sublime irrisorio
lunes, 7 de junio de 2010
La caja de Pandora
Labor didáctica: La caja de Pandora gira en torno a Lulú, un personaje creado por Frank Wedekind, al que dedicó dos obras que en castellano son accesibles en Cátedra (El espíritu de la tierra y La caja de Pandora). Aparte del film de Pabst, la otra encarnación conocida del personaje es la ópera de Alban Berg. Como no conozco la ópera de Berg ni he leído las obras originales de Wedekind sólo puedo hablar de la visión de Pabst del personaje, mediado por la presencia de Louise Brooks, actriz de un "aterrador magnetismo. Desde que ella aparece, la pantalla se desgarra, la tela blanca se convierte en un paisaje desesperado, en un sol peligroso, en una perspectiva sin fin. Ella es embriagadora: Melusina, mujer animal, mujer niña, amante, es la mujer bella" (Ado Kyrou, Le Surrealisme au cinema, en el folleto de la Filmoteca acerca de la película).
Así, Lulú es, en la primera parte del film, que tiene lugar en ambientes de la alta burguesía, una presencia que inmediatamente concita el deseo (y la rivalidad mimética) de todos la que la rodean (independientemente de su sexo y edad). Amante de un editor importante, éste tiene que claro que "uno no se casa con mujeres como ésa", y así el film comienza cuando él va a casarse y desesa cortar relaciones con su amante. Pero en un giro extraño, para evitar que Lulú desaparezca de su universo, le pide a su hijo que la incluya en una comedia musical que está preparando, con lo que el enfrentamiento entre padre e hijo por hacerse con ese objeto de deseo absoluto está servido.
En esta constelación, lo más sorprendente es la aparición de un personaje que acompañará a Lulú durante todo el film, un obsceno amante/padre que será una especie de mancha que acompañe a la fascinante mujer siempre, su primer amante de claro carácter incestuoso (Lulú lo declara su padre en un momento dramático del film, sin que quede del todo claro si la afirmación es totalmente falsa), de aspecto algo repulsivo, aunque Lulú lo trata con gran cariño (una imagen que se repite constantemente es la de ella sentándose en sus rodillas). Esta extraordinaria figura puede leerse de muchas maneras, por ejemplo como cierto exceso excremental que acompaña a Lulú, no tanto como parte de su personalidad sino como la sombra indecente de los apetitos que los hombres proyectan sobre ella. Porque una de las cosas que Lulú hace casi mecánicamente es sonreír a todos los hombres (y mujeres) que se cruzan con ella, pero Louise Brooks imprime un carácter, por así decirlo, abierto e inocente a esa sonrisa.
En cualquier caso Lulú tampoco escapa a esa danza del deseo, y se enfrenta a la futura mujer de su amante, una rubia que encarna los valores del puritanismo germánico (y la victoria de la protagonista en este lance, y posterior "caida" en el orden burgués del matrimonio sellará su descenso a los infiernos de la segunda parte). Lo curioso es que, tras la resolución trágica del enfrentamiento del padre y el hijo, el polo del deseo se desplaza, y los hombres se arremolinan en torno a una mesa de juego y buscan desesperadamente dinero, con lo que Lulú pasa de ser el objeto de deseo total a un mero intermediario que, en cuanto cuerpo deseable, puede poseer un valor de mercado interesante, ya sea como prostituta o como delincuente cuya cabeza tiene un precio.
viernes, 4 de junio de 2010
Sobre la lectura
René Girard, Los orígenes de la cultura (Trotta, 2006)