martes, 22 de junio de 2010

Electra


Parece ser que en su día Electra levantó pasiones y alborotos en España, y hubo hasta obispos que consiguieron que se prohibiera la representación en sus diócesis, mientras que en otros teatros se interrumpían las funciones para cantar el Himno de Riego o para dar Muertes a los jesuitas. Debe de ser la única obra de teatro de Pérez Galdós que todavía se representa, ahora en el Español, el teatro del Ayuntamiento (conservador) de Madrid.
No está mal, aunque tiene errores de bulto, como una secuencia larguísima en un laboratorio, que se podría haber aligerado. La adaptación de Nieva carga las tintas en las motivaciones incestuosas del personaje de Pantoja, el integrista obsesionado por que Electra entre en un convento y no se vea mancillada por el contacto carnal con su pretendiente. Ese lado obsceno y siniestro del personaje le viene muy bien, sin él la obra sería bastante esquemática, mientras que el ilustrado Máximo, científico racionalista y sincero enamorado de Electra, acaba siendo un pelmazo poíticamente correcto.
La verdad es que fui a ver esta obra por casualidad, aunque con un punto de reivindicación literaria: por razones para mí incomprensibles, en nuestra literatura se considera un insulto llamar a un escritor galdosiano. Galdós escribió novelas buenas, regulares y algún tostón, pero tiene Fortunata y Jacinta, la gran novela épica de la cartografia sentimental burguesa, obra total y mejor que el mejor Balzac, pero que por nuestros pagos me temo que sólo leen los escolares por obligación, que hasta diría que las únicas ediciones disponibles son las críticas para estudiantes.

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