martes, 20 de julio de 2010

Lecturas veraniegas I




"¿Qué dote puede llevar más rico una doncella, que serlo, ni qué limpieza puede ni debe agradar más al esposo que la que la mujer lleva a su poder en su entereza?"


Estas escandalosas palabras no las pronuncia Edward, el vampiro adalid de la castidad que protagoniza las novelas de Crepúsculo, sino uno de los muchos personajes que pululan por el Persiles, la novela "total" con que Cervantes cerró su carrera, publicada ya póstumamente.

Como mis prejuicios culturales me incapacitan para leer las famosísimas novelas de Stephanie Meyer, con sus historias de vampiros que pregonan la virginidad y de hombres-lobo que arrastran por toda la eternidad sus penas de amor, le pregunté a mi hija, adicta a la saga, si era cierto lo que leí a raíz del estreno de Eclipse en algún foro progre y puritanamente escandalizado: que Edward le dice a Bella que debe llegar virgen al matrimonio y que se niega a tener relaciones sexuales con ella. Pues así es (hay que ver como han cambiado los vampiros), a pesar de la insistencia de la prota, Edward se mantiene casto y hace caso omiso de los requerimientos de la chica, lo que no quita para que se comporte como un rendido enamorado. No deja de ser curioso que esta puesta al día de estética gótica del Amor Cortés haya arrasado entre las adolescentes de todo el mundo (y no tan adolescentes, mi hija me cuenta que hay un fenómeno denominado Twilight Mums, madres también enganchadas al fenómeno).

Al lado de esta evidente nostalgia por unos códigos de caballerosidad que las nuevas generaciones sólo han conocido por el cine, hay otro aspecto a destacar en el libro: una de las razones por las que Edward se niega a irse a la cama con Bella es porque el encuentro sexual de un vampiro con una mujer resulta mortal para ésta. Lejos de leer este dato como un apenas encubierto aviso acerca de los peligros del sexo, habría que verlo como un anhelo femenino de un goce absoluto.


Los trabajos de Persiles y Sigismunda están abarrotados de elogios de la virginidad y la honestidad de las doncellas, entre las que destaca la sin par Auristela, cuya hermosura no tiene igual en este mundo y cuya belleza deslumbra a todos los que la contemplan, hasta el punto de que, aunque es requerida por reyes y secuestrada por un montón de corsarios, a ninguno se le pasa por la cabeza ponerle la mano encima.

El Persiles se parece a Lost, serie bizantina por excelencia, con esa profusión de historias que se entremezclan continuamente, y que pasan revista a todos los géneros literarios de su tiempo. No es difícil ver por qué era el libro favorito de su autor, con esos alardes estructurales y la habilidad con la que cuela sus reflexiones sobre la ficción y la narratividad, aunque también es fácil explicar por qué es una novela menos leída que el Quijote: que la pareja protagonista (Periandro/Persiles y Auristela/Sigismunda) sea tan perfecta de principio a fin acaba resultando agotador, y el carácter de alegoría cristiana que el peregrinaje de los personajes tiene resulta bastante distanciador para un lector de nuestros días (en realidad, uno termina por encontrar bastante sospechoso tanto alarde de ortodoxia). Mucho más controlada que el Quijote, no es de extrañar que Cervantes fuera consciente de los peligros que entrañaba esta summa de toda su carrera literaria, y admitiera, aunque fuera con la boca chica, que podría ser "el más malo (...) que en nuestra lengua se haya compuesto". Finalmente le salió una gran novela "para escritores", con inesperados placeres por doquier (por ejemplo, me ha encantado descubrir en uno de los episodios el origen evidente de El duelo, extraordinario relato de ese gran lector de Cervantes que fue Heinrich von Kleist).

1 comentario:

alejo dijo...

algun día te nombrarán humorista del año, jajaja, ni el mismo eugenio está altura! La entrada de "lecturas veraniegas" acompañada de la foto de la portada de un librejo del siglo XVI es brutal!! jajajajaja. Sería bueno poder imaginarte en la playa, con la sombrilla y el tinto de verano, rodeado de horteras y niños, y tu leyendo, absolutamente ajeno, un libro de tal calibre en su edición original... esas que son al menos de un metro de alto!! jhajajaja