Ayer domingo me llevé a mis hijos mayores a la Filmo a ver la versión restaurada de Campanadas a medianoche. con tan mala suerte que pasaban la copia doblada, lo que les pareció raro. El otro detalle que terminó de sacarles de la peli es que el príncipe de Gales se parecía mucho a Messi. Cosas de la juventud. Campanadas a medianoche es un mix de Shakespeare que viene a contar el fin de la monarquía divina y su transformación en una forma de poder moderna, en el que la legitimidad ya no viene de las alturas y tiene que ser negociada a varias bandas (bueno, sobre todo en el campo de batalla). Al contrario de lo que pasa en España, aquí nos encontramos con un rey que encarna la majestad del poder regio (de hecho la hipersignafica, consciente de que no pasa de ser un usurpador) mientras que su hijo es un putero y un borracho aficionado a las compañías dudosas. El cambio de paradigma se ejemplifica en el resto que es abandonado en forma de chivo expiatorio, de residuo corporal de una época "sagrada": el cuerpo hipertrofiado de Falstaff, padre obsceno que nombra lo Real de un tiempo que sería sacrificado para entrar en la modernidad semiótica.
Campanadas a medianoche es la perfecta inversión del otro gran film medieval "de autor" de los 60, Andrei Rubliov, igualmente megalómano y deslumbrante en sus mismas aspiraciones de cine total. El film de Tarkovsky cuenta en clave cósmica el doloroso parto de la Santa Madre Rusia, equiparado explícitamente a la Pasión de Cristo, por el que la promiscuidad del paganismo da paso a la Palabra Sublime de la Iglesia Ortodoxa, sin que la violencia sea menor en este caso que en el del nacimiento de la Inglaterra moderna. La diferencia viene a radicar en el excedente que hace de testigo, Falstaff por un lado, Andrei Rubliov, el más grande pintor de iconos de la historia, por el otro.
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