Es curioso que a La aventura no se le reconozca la misma valentía que a Psicosis por hacer desaparecer a la que es designada como protagonista a la media hora de comenzar el metraje. A tiempo pasado es fácil dar por hecho que Monica Vitti se hará con el protagonismo en el film, pero los primeros espectadores debieron de imaginar que seguirían las andanzas de la adusta Lea Massari.
La película comienza con uno de los mejores diálogos de la historia del cine, un diálogo que resume todas las carencias de la posición masculina en la modernidad. Aquí el padre de Anna, la chica que desaparecerá posteriormente, diplomático de profesión, reconoce que en su trabajo la verdad está prohibida (¿sería en ese caso un profesional de la mentira?), pero que quiere ser sincero, verdadero, con su hija. Pero ¿cuál es esa verdad que transmite a su hija? Pues... que es incapaz de ejercer de padre (en este caso, que no puede impedir que pase una semana de vacaciones con su amante, al que imaginamos que reputa de indigno, lo que la peli confirmará). Y cuando la hija le replica que hay una verdad que necesita saber, él se escaquea, a pesar de la palpable angustia que hay en la demanda de ella (si bien no se explicita, resulta obvio que su interrogación tiene que ver con el deseo de la madre, marcadamente ausente de la topografía familiar). Como despedida, el padre lanza una profecía/maldición:
- Él nunca se casará contigo. A lo que Anna contesta que es ella la que no quiere casarse con él.
No hace falta esperar mucho para averiguar que, efectivamente, el objeto de deseo de Anna es un merluzo, y que si bien tiene un innegable magnetismo falla irremisiblemente en el campo de la palabra, lo que aflorará una y otra vez a lo largo de la película. Infatigable fascinador de mujeres, acaba sumiéndolas en la angustia por la inanidad de un discurso del que la verdad parece excluida, en un registro tal vez diferente pero que hace eco con las palabras del padre.
Y en ese extraño y potencialmente siniestro encuentro sexual que antecede al viaje a la isla volcánica encontramos otro paralelismo con la secuencia inicial de Psicosis, aquella en la que Marion anhelaba por parte de su amante un compromiso en el campo de la palabra que nunca llegaría.