miércoles, 29 de julio de 2015

Clooney en Italia

   
The american parece hecha para dar la razón a Godard cuando dice que es imposible seguir haciendo películas en las que pones a una estrella a interpretar a un personaje y que aquello te lo puedas creer. Simplemente, no funciona. Una steadi sigue a Clooney deambulando por un empinado pueblo italiano, y aquello tiene un pase; ahora, que nos traguemos que Clooney es un asesino a sueldo y un luthier que hace armas de encargo, eso es harina de otro costal. El director, Anton Corbijn, es holandés, y como buen calvinista debe de encontrar pintorescos a los curas católicos y a las putas mediterráneas, pero un espectador español no se los cree. A los cinco minutos sabemos quien quiere matar a Jack, y si Jack no lo adivina es porque va poco al cine y no sabe que en cualquier film moderno detrás de una figura paterna siempre hay un criminal, y que si éste le dirige hacia una mujer no será porque le guíe hacia su objeto de deseo (de hecho, lo normal es que el padre compita con el sujeto protagonista por el mismo objeto y que se lo birle); aquí, obviamente, la dama en cuestión es la encargada de aniquilarle, lo que ese alma de cántaro es el último en descubrir, cuando resulta obvio desde que le dictan la tarea de cederle el falo y descubrimos que la chica podría trabajar de modelo entre disparo y disparo, con lo letales e invulnerables que son las doncellas fálicas.



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