Acaba de estrenarse una película francesa aquí titulada Los recuerdos y cuya mejor baza publicitaria, a juicio de su distribuidora (Filmax), es el nombre de su coguionista (y autor del libro en el que está basado), David Foenkinos, que debe de ser como una marca de fábrica. Foenkinos escribió La delicadeza, novela y guión, y creo que la dirigió también, aunque esto del rodaje le debió de parecer un rollo y le ha dejado para su nueva obra esa trabajosa tarea a un colega (en concreto, Jean-Paul Rouve), que se ve que aguantar actores no es cosa de gente bien. De este filón francés tan exportable de peli feel good o buen rollito sólo había visto Intocable, cuya eficacia narrativa era tan primaria que a uno le daba vergüencilla terminársela. Esta es parecida, lo que traducido a la refinada terminología que nos gastamos en este blog quiere decir que cualquier atisbo de conflicto social debido a diferencias de clase o de status (o de género o de etnia) es subsumido en un potaje narrativo en el que los pequeños desajustes que sufren sus encantadores personajes son finalmente resueltos gracias a la heroica asunción de las pequeñas virtudes burguesas. Por poner un ejemplo colateral que no spoilea en exceso la peli, aquí uno de los protas comparte piso con un árabe que persigue tan infatigable como inútilmente francesitas que se lo quitan de encima con un golpe de pestañas, un contrapunto cómico que barre debajo de la alfombra todo el imaginario occidental acerca de la amenaza sexual que los otros (negros, moros, japoneses) representan para nuestras mujeres.
2 comentarios:
Sin haber visto la película, entiendo perfectamente lo que quieres decir. Será carne de sábado noche en la 2, en el infame ciclo llamado Versión europea, llena de películas feel good o de grandes hazañas de personas humanas.
Pues eso, historias de sentimientos que tienen seres humanos, como glosaría Mariano. En su defensa diría que plasma una de las grandes tragedias contemporáneas de la clase media que rara vez refleja el cine: el momento en que el varón se jubila y se dedica a zangolotinear por casa para desesperación de la mujer.
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