martes, 17 de junio de 2008

Saroyan


Dentro de la pléyade de estupendas pequeñas editoriales que han crecido como setas desde que se anunció la muerte de la edición y de las pequeñas librerías, El Acantilado es tal vez la más destacada a la par que veterana (hasta donde yo sé, es una especie de filial de una casa madre catalana). Aparte de una serie de impronunciables nombres de escritores centroeuropeos, ha vuelto a poner en la lista de superventas a Joseph Roth y, sobre todo, a Stefan Zweig. Otro de los escritores que está dando a conocer es Saroyan, novelista norteamericano de origen armenio, del que no había leído ni me había tropezado con nadie que lo hubiera hecho hasta que Armando Leal me comentó de pasada que era de esos autores de los que leía todo lo que pillaba. El otro día me tropecé con Cosa de risa en la biblioteca, y como era relativamente magro me lo leí este finde que andaba solo por Madrid. Resultó ser una novela vagamente extraña, en que el conflicto gira en torno a un pecado central, la infidelidad de una mujer casada que se queda embarazada a partir de una aventura que tiene con un colega de su marido, profesor universitario que parte dos meses para dar un curso y poder comprarse un coche. La novela se mueve en dos planos, uno externo en que se describen los movimientos de los personajes, y otro interior en el que tomamos nota de los abismos emocionales en que se mueven. Los diálogos están lejos de ser realistas, y los niños parecen oráculos o miembros de un coro de tragedia griega. Ese hecho nuclear acaba funcionando como una bomba cuya onda expansiva arrasa con todo el entramado social y familiar. Aunque ocurre en el presente (de la escritura, tal vez algo después de la Segunda Guerra Mundial), todo tiene cierto aura ancestral (una familia cuyos miembros masculinos se comunican en la lengua, un armenio que tiene la altura de un código sagrado, y que parece el único legado fiable que se puede transmitir a los hijos). La novela es desoladoramente triste, aunque transmite una curiosa energía. Y como mis compañeros tienen prisa por comer, dejo esta entrada hasta la próxima novela de Saroyan.

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