sábado, 2 de julio de 2011

Elogio de lo público



He estado unos días en la playa de Conil, en la costa de Cádiz. La zona es preciosa, y según mi hermana, que vive en Algeciras, no está más explotada porque el viento puede ser infernal durante días y arruinar unas vacaciones, lo que impide un desembarco masivo de capital, siempre tan conservador para según qué cosas.



En cualquier caso la playa es preciosa, y perfectamente accesible. Como ha hecho bueno había bastante gente. En los anuncios, que son los textos de la cultura de masas más caros y cuidados, siempre aparecen los protagonistas en lugares exclusivos y solitarios. Si en algún momento se ven atascados por la multitud, es sólo para poder escapar mejor gracias al objeto mágico que se anuncia. No entiendo ese prestigio popular de la exclusividad. Lo divertido de un lugar público es que haya mucha gente, desconocidos que coinciden en un momento dado en un mismo punto.



Nada más deprimente que un cine, un teatro, una biblioteca, un museo, un bar, un tren, una playa y hasta una iglesia vacía. Siempre hay exquisitos que se pirran por calas desiertas, restaurantes recónditos o clubes exclusivos, pero ese afán es el lado más vulgar de los discursos de nuestros medios de comunicación.



Ayer Ignacio Echevarría publicaba un artículo en El cultural de El Mundo señalando que la aparición de autores supuestamente prestigiosos en las listos de libros más vendidos podía ser indicio de una asimilición de las técnicas literarias de los best-sellers, a los que el nombre del escritor (citaba a Javier Marías) daría una pátina de prestigio. El artículo en sí era de una pobreza teórica pasmosa, pero lo gracioso es que el crítico lo publicara desde una tribuna tan políticamente barriobajera como es ese periódico, entregado compulsivamente a excitar los bajos instintos de sus lectores.

2 comentarios:

´´ dijo...

En las playas bares museos es mejor tener personas alrededor a mi las playas deserticas de los anuncios siempre me han parecido tristes. En el cine ya lo veo diferente, sufro mucho siempre pienso que el tio de mi lado no callara en toda la peli.

abbascontadas dijo...

En los cines hay que huir de los grupos, y especialmente de las parejas mayores, que suelen ver las pelis como si estuvieran en el salón de su casa