jueves, 11 de junio de 2015

Modestas reflexiones 25 años después


   Cuento de primavera, el primero de los cuentos de las cuatro estaciones que Rohmer realizó allá por los 90, acaba de cumplir 25 años (por lo menos su estreno en España). Lo único que permite adivinar que nos encontramos con una película "de cierta edad" es la ausencia de móviles y las televisiones de tubo, y algún que otro pantalón de la protagonista. Los interiores son perfectamente transportables a nuestros días, tal vez porque la industria editorial francesa es bastante conservadora y mantiene diseños y tipografía durante décadas (las librerías repletas de libros son los principales decorados de Cuento de primavera, cuyos protagonistas son satélites del elefancíaco entramado de la cultura francesa). Otro rasgo extratextual propio de otros tiempos es la brevísima relación de personal que aparece en los títulos de crédito. Sabido es lo que a Rohmer le gustaban los equipos pequeños, pero aún así llama la atención visto desde una época en la que hasta en las pelis grabadas con un iPhone leemos tiradas inverosímiles de participantes.

   Cuento de primavera posee la habitual estructura perversa "blanca" de las películas de su autor. En el centro de la trama encontramos a Jeanne, una profesora de filosofía de 30 años que se ve desconcertantemente mangoneada por una jovencita, Natacha, que la celestinea para emparejarla con su padre, con cuya novia mantiene una relación de celosa competencia bastante incestuosa (incestuosilla, que las palabras fuertes no van con las historias rohmerianas). Natacha, el personaje más joven, vendría a inscribir en el texto la figura del director, aquel que hace evolucionar la narración de acuerdo con sus deseos mediante la manipulación de la información y la dosificación de la misma, mientras que Jeanne vendría a devolvernos la imagen del espectador, aquel que se deja engañar una vez que su deseo queda atrapado en la red que teje la ficción.


   Mención aparte merece Anne Teyssède, la actriz que interpreta a Jeanne (uno de los personajes más simpáticos e inteligentes del universo Rohmer), cuya belleza se va imponiendo poco a poco al espectador hasta convertirse en el centro absoluto del film, a pesar de (o gracias a) que prácticamente no toma ninguna decisión y parece plegarse siempre a las peticiones ajenas, lo que la convierte casi en una homeless aunque posea varios espacios a su disposición. De hecho, la única elección voluntaria tiene lugar al final y supone el cierre del espacio ficcional al abandonar el universo en el que se ha metido casi sin quererlo.

Un breve surfeo por la red me lleva a descubrir que la actriz abandonó la interpretación poco después de participar en esta película (le alcanzó para aparecer en un telefilm) por motivos "de salud" (wikipedia); en una grabación de 2013 ella misma hace referencia a sus "problemas psicológicos"; discreto, abandono las pesquisas.

Hace 25 años tenía yo pocos más años que las protagonistas más jóvenes del film; hoy los he sobrepasado a todos, ellos congelados en la edad de la ficción y yo rozando los 50; comparto la distancia con la que el septuagenario Rohmer contempla los conflictos, probablemente la fascinación que siento por Anne Teyssèdre sea también un eco de la que él sintió.


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