En una reseña de esas escaramuzas de andar por casa con las que el PP llena páginas en La razón me tropiezo con estos versos que una poeta catalana, Dolors Miquel, leyó en algún acto institucional presidido por el Ayuntamiento de Barcelona (Ada Colau, para entendernos):
Madre nuestra que estás en el celo
santificado sea tu coño
(los versos están escritos en catalán, los he traducido de tal manera que sean lo más parecido al Padrenuestro en castellano, por lo que tal vez se pierda algún matiz del original)
Versos que me dan pie para hablar de la última película de Tarantino, ya que ambos (poema y película) están habitados por idéntica locura, la de la omnipotencia del cuerpo femenino, si bien con matices: mientras que el poema/oración de Dolors participa de ese delirio contemporáneo que sueña con una concepción de la que la figura masculina está radicalmente ausente (siguiendo con el paralelismo con la mitología cristiana, una concepción donde sólo hubiera cuerpo femenino y nada de palabra) la película de Tarantino apunta a ese fantasma que permea toda la historia del cine que es el del cuerpo materno invulnerable: el film es, básicamente, una sucesión de sacrificios humanos necesarios para intentar acabar con esa diosa infernal y excrementicia que, contra toda verosimilitud, amenaza con ser inmortal, una diosa que sólo conoce, por una parte, rituales de humillación, y por otra, la adoración absoluta por parte de un hermano incestuoso-en cualquier caso, una ausencia total de un goce de orden fálico.
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