lunes, 30 de junio de 2008
Pasaje a la India: la interrogación sobre el deseo
Pasaje a la India: introducción
sábado, 28 de junio de 2008
Pickwick
"Hay pocos momentos en la existencia de un hombre en que este experimente tan lamentable angustia y encuentre tan escasa conmiseración caritativa como cuando va en persecución de su propio sombrero. Para alcanzar un sombrero se requiere mucha frialdad y un grado especial de discernimiento. Uno no se debe precipitar, pues lo pisará; no debe caer tampoco en el extremo opuesto, pues lo perderá por completo. El mejor modo es mantenerse gentilmente a la altura del objeto de la persecución, ser prudente y cauteloso, acechar bien la oportunidad, pasar poco a poco delante de él, y entonces dar un ataque rápido, agarrarlo por el ala y encajarlo firmemente en la cabeza; todo este tiempo sonriendo agradablemente, como si uno considerara que es una broma tan buena como cualquier otra."
No recuerdo si era Kafka o Pessoa quién lamentaba no poder repetir la experiencia de leer Los papeles del club Pickwick por primera vez, cosa que no es de extrañar si atendemos a lo que para el lector promete José María Valverde, traductor de la edición que tengo entre manos: "un largo rato lleno de una serena, tierna y desbordada felicidad". El impulso definitivo para enfrentarme a las casi mil páginas de la primera novela que publicó Dickens (de cuyas entregas semanales se cuenta que eran tan ansiosamente esperadas en Estados Unidos que la gente en Nueva York acudía a los muelles a esperar la llegada del barco que las traía de Inglaterra) vino de Chesterton, que en la recopilación de artículos que El Acantilado publicó bajo el título de Correr tras el propio sombrero dedica varios a glosar (magníficamente) las virtudes del narrador inglés en general, y del Pickwick en particular, al que también identifica prácticamente con una de las formas de felicidad en este mundo. Y como sólo llevo cien entretenidísimas páginas, dejo de escribir y me voy al sillón a continuar leyendo.
viernes, 27 de junio de 2008
Doctor Zhivago II: Deberes
Chronoexprés, desastre total
Doctor Zhivago
Para H., que prefirió ver el partido
Cuenta Zizek que, durante la filmación de Doctor Zhivago en España, la gente se echó a la calle a celebrar la muerte de Franco y la llegada del socialismo, al tropezarse con una multitud que cantaba a grito pelado la Internacional por la calle. Generalmente uno vive los momentos epifánicos cinematográficos en una sala, pero no hay que descartar que el rodaje se convierta en una experiencia emancipadora. La anécdota tiene pinta de ser apócrifa, y algo inverosímil, pero tiene gracia teniendo en cuenta el entusiasmo con que el franquismo debió de acoger la adaptación (vistas las facilidades que tuvo que dar) de esta controvertida novela que le valió a Pasternak un Nóbel que le obligaron a rechazar, tras rocambolescas aventuras de originales sacados al extranjero con la (al parecer) ayuda de la CIA. En su día punta de lanza de la propaganda antisoviética, el caudal de testimonios que en los últimos años han venido apareciendo sobre toda la historia de la URSS hace que lo que veamos en pantalla resulta ligeramente blando, mientras que las características de superproducción modesta que tiene el conjunto hace que difícilmente el espectador se olvide de que está ante una laboriosa reconstrucción (en pocas ocasiones se tiene verdaderamente frío junto con los protagonistas). La historia esta llena de potenciales bifurcaciones temáticamente apasionantes, pero Lean parece haber sido contratado en su condición de eficaz gestor de grandes presupuestos y temas culturalmente prestigiosos y aplica su túrmix para dar un relato sin aristas pero plano. Irreprochable en sus fuentes de inspiración (el Potemkin; La Madre, de Pudovkin; El mundo marcha, de King Vidor-del que toma el plano recurrente en el film del personaje que avanza a contracorriente de una multitud-; el Ophuls de los melodramas de la alta sociedad; el Ford de la épica de los espacios abiertos y el amor en los tiempos de guerra), Lean nunca está a la altura de sus referentes, y parece consciente de ello.