Ayer, en el tren que me traía de Segovia a Madrid, mi vecino de asiento estaba leyendo la Ética a Nicómaco, aunque al poco de inicar la marcha se puso a roncar plácidamente, tal vez arrullado por la conocida idea aristotélica de que el fin último del ser humano es la felicidad, y pensando que nada como un sueño reparador para superar el breve pero feo trayecto del tren rápido que une las dos ciudades (Renfe mantiene el cercanías que llega hasta Segovia, y que tarda cuatro veces más que la lanzadera, pero a cambio atraviesa parajes que dejan con la boca abierta).
Por la noche, en el metro, una mujer leía a Bergson, Memoria y vida, la antología de textos que del filósofo francés preparó Deleuze, aquí editada por Alianza con traducción de Mauro Armiño.
Igual hay un cambio de tendencia y se pone de moda leer filosofía en los transportes públicos, en vez de los tochazos de Ken Follet o Stieg Larsson que se ven habitualmente, que no se entiende la razón de que los lectores públicos opten por libros largos para cortos trayectos.
4 comentarios:
Pues siendo de la periferia he hecho trayectos largos en tren por la meseta con verdaderas tertulias que casi no envidiaban las célebres del Café Gijón. Mi idea era que salías de León, por ejemplo, con un libro bajo el brazo y podían pasar dos cosas o te lo tenías leído al llegar a Madrid o si la concurrencia existía lo dejabas de lado pero filosofando en compañía, nada de dormir.
El único motivo por el que me alegraré de regresar al trabajo dentro de unos meses aún, es que volveré a leer en los trayectos del metro, ida y vuelta todos los días, al menos una hora.
Yo conocí trenes que estaba configurados para que charlaras con los anónimos compañeros de viaje, pero eso se ha acabado, ya todos empaquetan a los clientes de dos en dos, mirando a las minúsculas pantalla de vídeo.
Susana! vAdemás de leer, está la satisfacción de participar con tu esfuerzo y sacrficio en la recuperación de la "credibilidad", el último mantra hipnótico y vacío de contenido con que nos alegran desde los medios.
sí, vamos más apretujados, la tertulia requiere cierta distancia.
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