En mis tiempos jóvenes las superproducciones dirigidas en los 50 y 60 por popes del cine eran vistas con extremada desconfianza, quiero decir consideradas, porque vistas es que ni las veíamos. Las costosas películas hechas por Mann, Ray, Preminger, Wyler o DeMille eran traiciones al alto espíritu autoral que debía presidir el trabajo de todo director comm'il faut. De todas se decía que habían tenido problemas gordos en el rodaje, remontajes, conflictos sin fin, que eran un intento infructuoso del ala más conservadora del cine norteamericano por hacer frente a las nuevas escrituras y a la aparición de la televisión... Y encima les gustaban a nuestros padres, para los que eran el ejemplo de buenas películas.
Ayer me vi la interesantísma y estupenda Cleopatra de Mankiewicz, y confirmé la idea de que a estos filmes el tiempo les ha sentado maravillosamente, llenos de virtudes que antes se daban por supuestas pero que su desaparición en el cine actual hace que relumbren como esmeraldas (por ejemplo, puede estar muy bien que los poderosos hablen como retrasados mentales o como cretinos, como pasa en el cine de Sokourov, pero tampoco pasa nada porque suelten parrafadas shakespearianas, como aquí, por no hablar de lo que hacen los directores actuales cuando les dan un porrón de millones, que en seguida se ponen a diseñar muñecos de plastelina o mecanos costosísimos).
2 comentarios:
A mi siempre me gustaron, lo que pasa es que tiempo después, entre volver a dedicarles otros 240 minutos o descubrir un par de pelis nuevas uno siempre se queda con la novedad, muchas veces equivocadamente. De hecho iba a ir a verla porque "Cleopatra" me gusta muchísimo pero a esa hora tenía entrada para el teatro.
Qué gracia, a mi hermana le pasó lo mismo, tenía entradas para el teatro y no pudo venir. La pasaron en blu-ray, lo que en la filmo es buena cosa, dado que el proyector digital parece estar en mejores condiciones que el de 35 mm, pero a la peli le daba otra textura.
Me pareció mucho mejor de lo que esperaba, qué amplitud de ambiciones, y qué talento para alcanzarlas, a todos los niveles.
Es curioso, en literatura queda bien releer clásicos y mirar por encima del hombro la producción actual, mientras que en el cine se supone que tienes que estar al día de lo que se hace, nadie presume de haber dejado de ver cine posterior a los 70 y dedicarse a ver sólo clásicos.
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