viernes, 13 de julio de 2012

Blancanieves despierta al príncipe



Le he puesto a mi hijo Matrix, una película que se estrenó el mismo año en que él nació, y que a él le ha debido de parecer algo un poco más desarrollado tecnológicamente que un peplum, con esos móviles y esos ordenadores del Pleistoceno. En cualquier caso no se ve mal, debido, creo yo, a la acertada mezcla de enunciación psicótica (con un protagonista al que la realidad se le derrumba constantemente, y tiene brotes psicóticos con prestigiosas filiaciones cinéfilas) y relato de héroe clásico que debe afrontar una serie de pruebas para cumplir su misión en la vida, todo ello enmarcado en una desaforada esrtructura mesiánica de corte gnóstico new age que en su día puso a los críticos con los pelos de punta y que trece años después resulta enternecedora.

En cualquier caso esta entrada va sobre un plano que había olvidado completamente: cuando el agente Smith (que, por cierto, en un segundo visionado se come la peli y resulta el personaje más fascinante) mata a Neo en la secuencia final, Trinity lo resucita con un beso (en alguna de las desvaídas secuelas posteriores Neo le devuelve el favor, pero la cosa a esas alturas se ha vuelto tan desvaída que no merece la pena detenerse en ello). Lo que llama la atención aquí es la exacta inversión de la estructura clásica, en la que es la mujer la que yace a la espera de que el príncipe la despierte. Y es que el cine ontemporáneo se ha llenado de todo tipo de variaciones que corrompen el esquema clásico, tal vez demasiado radical para los tiempos que corren, que no hay director que se atreva a sacar a una fémina sin su falo correspondiente, con los partenaires correspondientes asistiendo fascinados al espectáculo de la destreza con que lo manejan, que hasta este nuevo neocristo, venido a salvar a la humanidad de su cautiverio en los engaños imaginarios de las diabólicas tecnologías digitales, se queda embobadito con su chica en cuanto saca la pistola.


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