El destinador de Retorno al pasado, Whit Sterling (Kirk Douglas) envía al héroe, Jeff Bailey (Robert Mitchum), a recuperar un tesoro "doble": la princesa, Kathie Moffat (Jane Greer), y los 40.000 dólares con los que se ha fugado, si bien estos no parecen más que un resto excrementicio que oculta y a la vez pone de relieve que lo que se juega aquí es la posesión del objeto absoluto de deseo: ese fascinante ser que desde el principio sabemos que es quien detenta el falo y que, en cuanto no carece de nada, es invulnerable.
De esta guisa se presenta la buena de Kathie la primera vez que se encuentra con Jeff, sin duda una puesta en escena para fascinarlo. En seguida la película nos muestra que para nada ha renunciado al falo (ni al dinero). Considerada habitualmente como una de las más acabadas encarnaciones cinematográficas de la femme fatale, Kathie es también una de las más perfectas deconstrucciones de esa figura, en cuanto pura construcción del imaginario masculino, si bien es cierto que la propia interesada participa activamente en esa construcción como mecanismo de supervivencia.
Porque ¿de qué va vestida/disfrazada Kathie en la última secuencia del film? Evidentemente, de monja. Decidida a abandonar su posición de objeto de deseo y manifestando su anhelo de una manera un tanto agresiva pero sincera, en cierto modo firma su sentencia de muerte. En cualquier caso, veremos que seguirá enarbolando el falo hasta el final, dejando su camino sembrado de hombres aniquilados.
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