jueves, 26 de marzo de 2015

El misterio Noriko


Según avanza la trilogía de Noriko, el personaje que en cada film interpreta Setsuko Hara va alejándose del eje central familiar que muestra la película: en Primavera tardía todo se juega en la relación padre-hija (con la intervención satírica de la hermana/tía). En Principio de verano ya es la hermana soltera que vive con la familia de su hermano en una casa que comparten abuelos, hijos y nietos. Para cuando llegamos a Cuentos de Tokyo, Setsuko/Noriko es la nuera de la pareja de ancianos que hace un tour por Japón para ver por última vez a sus hijos (aunque sólo la madre sabe eso, consciente de su próxima muerte, demasiado discreta para contárselo a nadie), una nuera que al haberse quedado viuda mantiene un contacto bastante frágil con su familia política, un delicado hilo que ella, no se sabe muy bien por qué, parece empeñada en mantener.


Y es que Noriko es uno de los personajes femeninos más misteriosos (o secretos) de la historia del cine. Su renuencia a casarse parece tener orígenes diferentes en cada una de las películas, pero en ningún caso se podría achacar a veleidades modernas, quizás con la excepción de Principios de verano, en donde tiene un trabajo y se dedica con su amiga gamberra a burlarse de la aburrida vida de sus compis casadas. En cualquier caso la reciente derrota japonesa en la guerra mundial parece estar en el centro de ese desinterés (o rechazo) por el sexo. En Primavera tardía (mi película preferida de Ozu) se habla de experiencias traumáticas en campos de trabajo o de internamiento, y se hace referencia elusiva a una depresión o una enfermedad. En Principios de verano la aceptación impetuosa de última hora de un amigo de la familia como futuro marido parece guiada por el recuerdo del adorado hermano muerto en la guerra, mientras que en Cuentos de Tokyo el marido fallecido en combate flota más como un fantasma que recuerda un matrimonio desdichado que como el anhelado esposo que bloquea cualquier posible relación futura. Un incómodo malentendido parece instalarse aquí entre ella y sus suegros: en el extraordinario diálogo entre Setsuko y Chisu Ryu que prácticamente cierra la película ella da a entender que las razones por las que tan generosamente se ha ocupado de ellos (mientras los hijos se los quitaban de encima con todo tipo de argucias) no son tan altruistas como se podría pensar: tal vez ella imagine que se aferra a (el nombre de) la familia de su esposo muerto para no tener que afrontar otro matrimonio o para no quedarse descolgada socialmente, para nada por lealtad a un marido alcohólico y violento. Su suegro (del que sabemos que también le daba a la botella y a la violencia doméstica), sin embargo, parece percibir la bondad innata de Noriko, una cualidad que a ella misma se le escapa, inmersa en el flujo interminable de pensamientos y emociones y sentimientos muchas veces fosilizados que solemos considerar equivocadamente nuestra verdadera personalidad.  

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