domingo, 19 de enero de 2014

El audio(visual) español



Una de las torturas más refinadas del siglo XX era mandar a alguien de ingeniero de sonido al montaje de una peli de Bresson. Su técnica de doblaje era demencial, y se empeñaba en grabar todos los sonidos por separado para luego componerlos de acuerdo a un principio cognitivo ciertamente inapelable: el oído humano capta los sonidos de una manera completamente diferente a como lo hace un micrófono, por lo que la labor de un creador es reproducir por medios técnicos elaboradísimos la discriminación que el oído (y la mente) llevan a cabo del magma sonoro en el que vivimos inmersos (lo que da lugar a que un espectador "inocente" sea inconsciente del curro que hay detrás de una obra bressoniana, mientras que un profesional del sonido acabe agotado tras su visión).

Aunque parece harto improbable que Luis López Carrasco haya contado con los medios que tenía Bresson para hacer sus películas, El futuro posee también una banda sonora muy compleja, si bien en este caso trabajada en un sentido diametralmente opuesto: la película se quiere una sucesión de imágenes aleatorias recuperadas de una fiesta del año 82, en el que un micrófono amateur hubiera recogido indisciminadamente fragmentos de conversaciones insustanciales ahogadas casi siempre por el volumen de las canciones. 

El futuro avanza así hacia la abolición de toda expectativa de puesta en escena y articulación dramática, descomponiéndose en imágenes fijas, deterioradas, ruinosas, o directamente escapando del espacio del (no) relato para refugiarse en una montaje fotográfico de imágenes de una familia durante el franquismo. Esta ausencia de sentido es el tema de la película, que se abre con la última promesa de algo parecido a la utopía que se ha vivido en España, el triunfo del PSOE en el 82, y que El futuro reduce prácticamente a un puro estallido de histeria psicótica tras el que vendría el tedio y la ruina de nuestro presente. 

Conviene reseñar la brillantez que reviste el trabajo del sonido en varias películas españolas recientes, como Costa da morte, Arraianos, Invisible, El jurado o Histora de la meva mort, películas que, tal vez por ello, han sido agraciadas con el privilegio de no ver sus nombres mancillados por ninguna nominación a los Goya en una edición que parece haberse esmerado meticulosamente en que ningún título con un mínimo de interés se cuele en su listado (bien, vale, con un par de excepciones).

sábado, 18 de enero de 2014

Superpoderes

Para devenir invisible sólo hay que pedir limosna en el metro.

viernes, 17 de enero de 2014

Krausiana


Que la palabra escrita sea la encarnación naturalmente necesaria de un pensamiento y no el envoltorio socialmente correcto de una opinión.

martes, 14 de enero de 2014

La muerte en nuestro días




Estas navidades he podido verme dos de las películas europeas más renombradas de los últimos años, La muerte del señor Lazarescu y Érase una vez en Anatolia, que tienen numerosos puntos en común: duran casi lo mismo (dos horas y media), transcurren a lo largo de una única noche, la filmación en largos planos secuencia alimenta la impresión de que transcurren en tiempo real y, sobre todo, comparten tema: la radical desacralización de la muerte en nuestra sociedad, convertida en un enojoso trámite burocrático en el que el cuerpo real del difunto deja de ser un objeto sagrado pasa a convertirse en un resto excrementicio que hay que eliminar para que no perturbe la fluidez del papeleo.